Disclaimer. Ojalá Rozen Maiden me perteneciese. Rozen Maiden es un manga y pertenece a PEACH-PIT.
Nota de la autora: Esta historia está dedicada a muchas personas. Es mi manga favorito, espero que les guste la historia.
Es una conclusión de por qué Kirakishou es cómo es, y qué pasó mientras permanecía oculta a las demás Maidens. Es una historia ficiticia, no creo que sea el real motivo, de todas formas, espero que les guste. Porfa, dejen Reviews.:·3 Intentaré mejorar mis fallos. ;)
Kirakishou levantó la vista. Ante ella se alzaba su gran castillo blanco del N-Field.
Cómo casi todos los días, estaba nevando. La nieve solía reflejar su humor.
Parecía que estaba pensando en algo, luego empezó a reírse cruelmente.
La blanca muñeca se levantó y se dirigió a su N-Field, mediante las telas de araña que colgaban por todas partes.
Melancólicamente pasó su mano por el blanco hielo del castillo, y vio su cara reflejada.
Tenía el pelo blanco, algo ondulado y largo. Dos rosas adornaban su cabellera. De su ojo derecho salía una rosa blanca. Su ojo izquierdo reflejaba locura.
La chica acarició suavemente su cara. Se volvió a reír. Una fría lágrima emanó de su ojo.
Kirakishou empezó a pegarle puñetazos a su reflejo.
"No, no, no, NO!" gritó.
"Laplace, Laplace, sé que estás aquí, sal de dónde sea que estés." Ordenó.
El conejo blanco con frac salió de detrás de los árboles helados. Se quitó el sombrero en modo de saludo.
"Buenos días, querida rosa."Dijo cono una voz demasiado monótona.
"¿Qué haces en mi campo N? Déjame sola. Necesito tiempo." Dijo la muñeca.
"¿Necesitas aún más tiempo? ¿Has llegado a alguna conclusión acaso?"
Kirakishou asintió.
"Ya veo. Has pensado sobre lo que hablamos, entonces. Ya sabes lo que tienes que hacer, supongo. Sabes lo que quiero, y yo sé lo que quieres tú."
"Eres un iluso, que lo sepas, Laplace. ¿De verdad piensas que yo juego con tus reglas, o las de mis hermanas? Aquí se juega con mis reglas, y no con las de nadie más. Soy como el comodín." Dijo Kirakishou, enfatizando el 'mis'.
"Estás loca, Kirakishou. Eres una simple muñeca. Una simple muñeca que no puede salir de su jaula. No pasa nada. Cada loco con su tema. Piensa sobre lo que te dije antes. Mañana volveré, y quiero una respuesta."
Laplace desapareció entre la niebla.
La chica rió de nuevo, esta vez con más fuerza.
Luego se ató a su tela y subió como una araña a lo alto de su castillo.
"Maldito Laplace. Sabe todo." Maldijo Kirakishou.
Luego se acercó a una de las torres en lo alto del castillo y se sentó allí.
"Espero aquí, a alguien que me comprenda. Alguien que me vea como soy. Alguien." Empezó a canturrear.
La torre era de hielo, rodeada de rosas blancas, en medio de una niebla muy espesa.
Sin sentir la fría superficie, la muñeca limpió un poco el suelo con la mano. Se volvió a reflejar en ella.
Concentró su mirada fijamente en la superficie. Al cabo de un par de minutos, surgió un reflejo.
Kirakishou se tumbó en el suelo. Sus blancas botas con tacones en el aire.
En vez de su reflejo, apareció su hermana mayor, Suigintou.
Estaba sentada en la cama de una humana. Miraba fijamente a la ventana.
La imagen cambió, y enseñó a Shinku rodeada por Suiseiseki e Hinaichigo. Jun miraba enfurruñado la tele, en la que salía una marioneta en forma de perro.
La joven suspiró.
"¿Por qué? ¿Por qué a ellas les has dado un cuerpo, y yo estoy aquí, en mi N-Field, encerrada. No puedo materializarme en el mundo, y estoy aquí, sola, quedándome en soledad. ¿Por qué? ¿Por qué a ellas las quieres, y a mí no?" Dijo.
Kirakishou se levantó, y limpió su vestido, miró al cielo y gritó con todas sus fuerzas.
Llevaba así una eternidad, esperando a alguien.
Laplace venía de vez en cuando, desde hacía un par de años.
"Tengo hambre" dijo.
El suelo seguía reflejando a Shinku. En la mesa que estaba en frente de ella habían un par de pastelitos.
Kirakishou enfocó su mano abajo. Su brazo se empezó a llenar de zarzas. Las dirigió hacia el suelo. Éste, empezó a agrietarse. Las zarzas se colaron por en medio de las grietas. Cuando éstas se retiraron, varios minutos más tarde, se encontró con unas galletas.
Con su diminuta mano, se las llevó a su boca y las masticó y tragó.
"Laplace, ya me he decidido." Dijo.
Dirigió su mirada al horizonte blanco, luego al cielo, que ya se tornaba oscuro, y saltó a su red.
Se acomodó un poco, se abrazó a sí misma e hizo que zarzas finísimas y rosas blancas saliesen de la tierra, disparadas, atravesasen la tela y la tapasen.
Después, cerró los ojos y se durmió.
En su sueño vio a sus hermanas, de una en una, luchando entre ellas, para conseguir ser Alice, el ser perfecto.
Ella no podía entrar en el juego, de hecho, no quería.
Se levantó bruscamente, y saltó hacia abajo, agarrada de su red.
Una vez que llegó al suelo, empezó a llover. La nieve bajo sus pies comenzó a derretirse. Con el dedo empezó a dibujar formas.
Una rosa, muchas otras rosas debajo, una chica encima de la rosa. Después se tumbó en el suelo.
Un copo de nieve cayó sobre su nariz, cosa que le hizo estornudar.
Kirakishou empezó a rodar de un lado al otro, luego movió los brazos y los pies, formando un ángel.
"Un ángel lleno de rosas. Una rosa ganadora. ¿Has olvidado lo que te dije Kirakishou?" Dijo una voz misteriosa detrás de ella.
"Laplace, viniste." Se limitó a decir ella.
"Siempre cumplo mi promesa, y espero lo mismo de los demás" Dijo él.
La muñeca se levantó.
"Que tiempo más extraño. ¿Es que aquí nunca sale el sol?" Preguntó Laplace.
Silencio.
"Se me había olvidado, el tiempo refleja tu humor. Pero, basta de rodeos, he venido a por una respuesta clara. ¿Aceptas o no aceptas?" Presionó el animal personificado.
Kirakishou se dio la vuelta, su cabello dio una sacudida.
Kirakishou sacudió la cabeza.
"No, Laplace, no quiero conseguir materializarme a cambio de convertirme en Alice."
"¿QUÉ QUIERES ENTONCES?" gritó él.
"No quiero nada. Seré yo misma. ¿No quieres un espectáculo? Pues lo tendrás. Simplemente siéntate y observa." Dijo la chica.
"Cada día tienes una distinta opinión. ¿Sabías que para poder causar daño alguno, necesitas un médium?" Preguntó Laplace.
Kirakishou asintió.
"Por qué no lo eres tú?" Preguntó.
Laplace rió.
"Eso es imposible, y lo sabes. Yo no puedo participar."
"Por eso, no puedes participar, así que mantente alejado de mis asuntos. Yo haré lo que me parezca necesario. No necesito médium. Tengo suficiente poder cómo para mover los hilos yo solita."
Mil zarzas y rosas blancas salieron del suelo, provocando un pequeño terremoto.
Kirakishou gritó, y luego se rió.
"Queridas hermanas. Estoy esperando. Que empiece el Alice-Game. El juego es mío. Jugaremos con mis reglas. Yo seré quién diga, quién es qué."Gritó la muñeca.
Laplace sonrió maléficamente.
"Me gusta, veremos qué tal sale."
"Desaparece, estúpido. No quiero verte. Yo me basto sola."
El animal se quitó su sombrero y desapareció.
"Otousama, otousama. No sabes cuanto te has equivocado. No sé qué pensaste cuando me encerraste. Pero, yo pondré las reglas. Lo juro. Te arrepentirás." Gritó Kirakishou.
Con eso, cerró los ojos, y cayó rendida al suelo.
