1N.A: Hola a todas, como saben ya esta por terminar la historia diaria que publico, por este motivo y como acostumbro a hacer siempre, comenzaré a publicar este historia como reemplazo, Ojala les guste.
2N.A: Esta historia no me pertenece, sino que esta basada en el libro de Nicola Cornick, los personajes tampoco son míos.
Capitulo 1:
Se le había ido la mano.
Con gesto impaciente, Elizabeth Hawkeye tamborileo con los dedos sobre la carta que descansaba en al mesa de madera.
Conocía exactamente su contenido, pero la leyó por tercera ves, aunque solo fuera para volver a enfadarse.
Además, para mayor fastidio, su abuelo, el general Grumman, escribía en un estilo cuidado y ameno. Era el mensaje entre líneas lo que inquietaba a Riza.
Me complace saber de tu compromiso
Eso sonaba amable, pero Riza sabia que estaba cargado de sarcasmo.
Sin embargo tu pretendiente parece tardar un poco en pedirme permiso para comprometerse contigo…
Riza hizo una mueca. De eso no cabía ninguna duda. Su pretendiente se había mostrado de lo mas negligente.
La inminente ocasión de la boda de tu primo parase la oportunidad ideal para presentar al caballero a tu familia y que el pueda asegurar mi aprobación, aunque sea algo tardíamente…
Riza frunció el ceño. Se veía obligada a reconocer que seria la ocasión ideal; solo que había un pequeño problema. No habría presentaciones, puesto que su pretendiente no existía. Se lo había inventado con la única intención de conseguir que su abuelo dejara de interferir en sus asuntos.
El general Grumman llevaba algún tiempo insistiéndole a su nieta para que regresara a Central. Sus cartas se habían vuelto cada ves mas apremiantes. Decía que no era apropiado para una joven de su edad que vivera sola, excepto por Dante, que había sido su niñera. Y que seria mucho mejor que regresara con el para retomar su trabajo y el lugar que le correspondía, evitándole a si el gasto de mantener la casa donde ella vivía y las preocupaciones constantes por su ausencia.
Era un requerimiento que el general Grumman podría obligarle a cumplir con solo retirarle el dinero que le daba. Pero no lo haría, no con su nieta. Riza lo sabia pero le había contestado en tono desesperado, explicándole que se había comprometido con un caballero y deseaba permanecer en el Este. La respuesta de su abuelo había llegado a vuelta de correo.
Estamos deseando verlos a los dos dentro de dos meses, para la boda de tu primo…
Riza aparto la carta a un lado y se arrellano en la silla de madera. Le había salido el tiro por la culata, tal y como Dante le había advertido. Sabia que era todo culpa suya. Se había metido en un lió del que tendría que salir ella sola.
Riza se puso de pie y fue al comedor donde Dante estaba todavía sentada a la mesa, leyendo el periódico local. Dante, una práctica señora de edad indeterminada que en su día había sido la niñera de Riza, estaba acostumbrada a la naturaleza impulsiva de la joven que antiguamente había estado a su cargo. A veces sus advertencias eran contempladas y a veces no; en esa ocasión había sido lo último.
Dante dejo el papel a un lado y dio un sorbo de te mientras contemplaba la expresión atormentada del rostro de Riza con leve ironía.
- Supongo que tu abuelo no ha contestado a tu carta tal y como tú pensabas, ¿verdad?- le dijo la mujer.
-¡No!!- Riza se dejo caer desconsoladamente en la silla y se sirvió una taza de chocolate-. Pensé que mi abuelo estaría tan contento de creerme tan segura de mi compromiso que me dejara quedarme aquí, pero en lugar de eso va y dice que quiere conocer a mi prometido, a quien debo llevar a la boda de mi primo.
Dante murmuro algo que sonó como: "Te lo dije"
Riza se levanto de nuevo y se acerco con inquietud a la ventana.
-Ya se que me avisaste, Dante, pero creí que…- se callo bruscamente-. ¡Estoy tan enfadada!
-¿Contigo misma?- le pregunto la Dante maliciosamente.
Riza alzó rápidamente la cabeza.
-¡Si! ¡Conmigo misma y con Gracia! Fue ella quien le dijo a mi abuelo por carta que esta zona era peligrosa para vivir sola.
- Y lo es- señalo Dante con pragmatismo.
-¡Lo se! Pero si Gracia no lo hubiera dicho, el no me habría pedido que volviera a Central, aun.
Dante tomo un bocado de tostada y mastico despacio.
-Tu abuelo no es un estupido, Elizabeth. Estoy segura de que conoce mejor que nosotras el peligro de la invasión que corremos los habitantes de esta zona.
Riza suspiró. Sabia que eso era cierto, y era injusto echarla la culpa a su prima, Gracia Hughes, de contra mentiras. Aun así, se sentía ofendida.
- Si, pero Gracia le menciono que se había producido un aumento de conflictos y que había espías por la zona y… ¡Ay, y un montón de cosas que alarmaron a mi abuelo! Ella sabia que el estaba esperando tener cualquier excusa para ordenarme volver a casa… Y se la ha puesto en bandeja- Riza hizo una pausa-. Desde luego, si no la conociera mejor pensaría que lo ha hecho a propósito.
-Eso no debes pensarlo- le dijo Dante con calma-. Tu prima jamás te haría algo así, Elizabeth, y lo sabes bien. Ella ha sido para ti un gran apoyo. Y eso no quiere decir que no haya sentido la tentación de deshacerse de ti en estos últimos años, teniendo en cuanta lo que dice la gente de que tu coqueteas con su marido.
Riza se sonrojó levemente.
- Yo no coqueteo con Maes- respondió a la defensiva-. Tú sabes que eso no es verdad, Dante. Sencillamente somos muy parecidos y nos gusta hacernos compañía. A mi me gustaría que Gracia y Maes pudieran salvar sus diferencia. Resulta muy incomodo estar con ellos por que no dejan de discutir todo le rato.
Dante le lanzó una mirada a Riza que le recordó a los días en los que había sido una colegiala recalcitrante.
-Sin duda Gracia sufre por ello mucho mas que tu- le respondió la mujer.
Risa suspiro ruidosamente.
-¡Ay, se que piensas que soy egoísta, lo se!- exclamo-. ¿Pero que voy a hacer? – se volvió a sentar en la silla, unto de mantequilla un pedaso de pan tostado y lo dejo en el plato distraídamente-. No puedo inventarme un prometido solo para que mi abuelo me de su aprobación, ya que ese prometido es inexistente.
Dante sacudió la cabeza con tristeza.
- Ya te lo he dicho antes, Elizabeth, querida, que una mentira lleva inevitablemente a la otra. Te sugiero que digas a tu abuelo la verdad.
- Sabes que no pudo hacer eso, Dante. Si confieso que no hay compromiso, mi abuelo me llevara a Central en meno que canta un gallo.
Dante frunció el ceño.
-¿Y tan malo seria eso? A menudo dices que lo extrañas. Se que hace un tiempo te pareció mejor llevar una vida tranquila, lejos del dolor que conociste, pero no es bueno que una joven como tu tenga que pasarse la vida en el campo sin ninguna distracción. Y en Central puedes rodearte de gente mas diversa…- Dante dejo de hablar al ver la expresión tensa de Riza-. No, que tontería estoy diciendo. Eso no servirá de nada.
Riza negó con la cabeza.
-Si solo se tratara de eso, entonces sabes que prestaría mayor atención a tus consejos, Dante. ¡Pero no solo es eso!- se froto la frene con gesto de desesperación-. Sabes que quiero a mi familia, pero me volvería loca si pasara un día mas con ellos. No con mi abuelo, sino con mi tía. Han pasado demasiadas cosas que nos impiden fingir lo contrario; sin embargo ella se comporta como si nada hubiera cambiado. Mi tía quiere lanzarme a los brazos del primer hombre que tenga fortuna o un buen cargo, como intento hacerlo antes de comprometerme. Y ahora…- vacilo-. Tiene la firme creencia de que sabe lo que me conviene; y esta empeñada en juntarme con Frank Archer. Me lo dijo en una de sus cartas hace dos meses, cosa que me degustó sobremanera. ¡Por esa razón me invente lo del prometido ficticio!
Dante asintió con expresión comprensiva.
- Sabes que la señora Lust solo desea asegura tu futuro, Elizabeth- le dijo tratando de dar una opinión justa-. La mayoría de las personas pensarían que es una verdadera pena que no te casaras, siendo joven y bonita y teniendo toda la vida por delante.
Riza hizo un movimiento brusco que volcó sobre el plato la taza con el chocolate que le quedaba.
-¡No! No puedo casarme ahora. Sobre todo después de Neil…
Dante le toco la mano.
-Lo se. Lo entiendo.
Riza dio la vuelta con expresión tensa. Apenas hablaba de su breve noviazgo con Neil Straton, si a eso podía llamársele noviazgo. El recuerdo resultaba todavía tremendamente doloroso después de tres años, y había aprendido una dura lección que jamás olvidaría. Había sido una chica ingenua de diecinueve años cuando había huido, buscando el modo de escapar de las agobiantes restricciones de su tía Lust. Al principio había pensado que amaba a Neil, pero pronto se había dado cuanta de su gran equivocación, y de que los sentimientos de el hacia ella era también una farsa. Su noviazgo había sido un engaño que la había dejado temerosa e volver a cometer el mismo error.
La huida de Riza había sido otro ejemplo de su naturaleza impulsiva y que remataba la larga lista de insensatezes de su infancia y adolescencia en la escuela. En la infancia, sus travesuras habían sido de naturaleza relativamente inofensiva. Sin embargo la huida de casa cuando su abuelo se encontraba de viaje y Lust estaba a su cargo había tenido consecuencias mucho mas severas para su vida. Había conocido a Neil. Después de eso, Riza se había dado cuenta de lo impulsiva que era, y había tratado de poner freno a su impetuosidad obligándose a parar a reflexionar; pero no era algo que hiciera por naturaleza. A veces era capas de reprimir sus impulsos, y otras no.
Riza le dio un mordisco a la tostada. Desgraciadamente la mención de su inminente compromiso no había logrado desviar la atención de su abuelo. Sin embargo no podía permitirse dar su brazo a torcer en ese momento. No pensaba reconocer que se lo había inventado y verse obligada a regresar a Central y al imposible proyecto de que la casaran con Archer. Necesitaba un plan.
Observo a Dante por el rabillo del ojo. Dante siempre había tenido la habilidad de saber cuando Riza estaba tramando algo; pero en ese momento su acompañante parecía serena, como si confiara en que aquel asunto se había solucionado de un modo u otro. Si embargo la realidad era bien distinta. La única solución era buscar un prometido temporal.
Si al menos pudiera presentarse con un hombre para que su abuelo le diera la aprobación, entonces todo el asunto quedaría zanjado y rápidamente olvidado. Pero no valdrá con presentarse en Central y fingir que estaba prometida. Su abuelo era muy astuto y se olería algo raro si no aparecía con el caballero en cuestión. No. Necesitaba ir con alguien que diera realismo a su historia. El compromiso falso le daría cierta ventaja. Después de la boda, en cuanto regresara al Este podría escribirle una carta a su abuelo comentándoles sus planes de boda. Finalmente, mas o menos un años después, les comunicaría que había roto el compromiso. Sin duda para entonces el peligro a la invasión habría disminuido, Frank Archer habría encontrado novia, y ella podría convencer a su abuelo para permitirle que se quedara allí, en el Este.
El plan le parecía bastante bueno, pero incluso Riza se daba cuenta del fallo que presentaba la estrategia. No tenia prometido y, lo que era peor, no tenia idea de cómo hacerse con un prometido adecuado para que representara el papel.
Riza hizo un rápido inventario de sus conocidos. No le llevo mucho tiempo ya que los candidatos no eran muchos los hombres solteros y adecuados para ella. Era una de las razones por la que había elegido vivir allí; por que no quería que las atenciones de los hombres la importunaran. La mayoría de sus conocidas ya estaban casadas. Entre los hombre estaba Maes, pero todos sabían que era el esposo de Gracia. Estaba Vato Falman, por supuesto el era soltero. El fallo esta en que no le gustaba. Y también estaba Jean Havoc, que era demasiado correcto para involucrarse en su plan, y su amigo, Roy Mustang que era demasiado… Riza se quedo pensativa. La primea idea que se la había pasado por al cabeza al pensar en Roy Mustang era que era un hombre demasiado atractivo para pedirle que fuera su prestido provisional. La sola idea le provoco suma inquietud, e inmediatamente se le formo un nudo en el estomago. Roy Mustang era demasiado atractivo, demasiado peligroso, era demasiado persuasivo y demasiado… y demasiado de todo para ser adecuado. Si tuviera que encontrar un amante en lugar de un futuro marido, entonces el seria el hombre ideal. Riza sacudió la cabeza distraídamente, sin saber como se el ocurrían ideas tan tontas… No deseaba ni un amante, ni un marido, ni los inevitables problemas que acarrearían uno u otro.
Así que Riza se recostó en el respaldo mientras emitía un largo suspiro. La falta de un candidato apropiado le evitaba al menos la vergüenza de acercarse a algún conocido y proponerle que representara el papel de pretendiente temporal. Tal vez resultaría mas fácil hacer un trato con un extraño. Podría pagar a alguien para que representara el papel.
Pero Riza no tenia dinero a parte de lo que le pasaba su abuelo; y eso podría retirárselo en cualquier momento. Aunque esa era un inconveniente para el que estaba segura que encontraría una solución. Tal ves pudiera convencer a Maes para que le prestara el dinero.
Mucho más miedo le daba pensar que tenía que fingir estar prometida a un extraño. Sin embargo, en el caso de tener que contratar a un actor, por ejemplo, podría ser mucho más fácil. El sabría como representar le papel. Y solo se quedaría en Central durante una semana como mucho.
Los nervios se el agarraron al estomago, mientras su instinto le decía lo tonto y ridículo que seria contratar a un actor que hiciera de futuro marido. Era algo que ni siquiera debía contemplar. Las señoritas no se comportaban de ese modo, y punto.
¿Pero que otra elección tenia? No quería volver a Central y a la vida que había dejado atrás hacia tres años. No quería casarse con Frank Archer. No quería casarse con nadie. Eso era imposible.
El ruido de la hoja del periódico que Dante estaba leyendo saco a Riza de su ensimismamiento. La mujer tenía el periódico donde Riza sabia que habían anuncios de todo tipo, desde productos de belleza, hasta venta de las cosas mas increíbles. Entonces mientras observaba a su acompañante leyendo con atención, se le empezó a ocurrir una idea. Tal vez pudiera poner un anuncio en el periódico pidiendo un prometido. Después de todo la gente siempre ponía anuncios para buscar empleados para el servicio; y aquello no era tan distinto. Necesitaba a un hombre para llevar a cabo una tarea específica. Estaba dispuesta a pagarle. El periódico era el medio ideal para dar con la persona que pudiera hacerlo. Por supuesto tendría que tener cuidado y asegurarse de que otra persona la ayudara a hacer las entrevistas; además de pedir referencias adecuadas del caballero en cuestión; pero se dijo que la idea tal ves funcionaria.
Riza considero su plan mientras untaba de mantequilla otra tostaba con entusiasmo renovado. No era el modo más tradicional de encontrar novio, pero sin duda aquel procedimiento informal tenía sus ventajas. También le veía una ventaja enorme. Si llevaba a cabo un acuerdo de negocios, no había desgraciado mal entendidos en el plano amoroso.
En los tres años que llevaba allí, Riza se había visto sometida a las atenciones de distintos pretendientes, varios de los cuales habían manifestado un ardiente interés en ella. La experiencia le había resultado fastidiosa, dado que no quería casarse y por ende no deseaba dar falsas esperazas a ningún hombre. Cuando había tratado de disuadir con delicadeza a sus admiradores, todos sin excepción alguna se lo habían tomado como una ofensa, como si les resulta imposible concebir que ella no pudiera resistirse a sus ofertas. Todo ello había afianzado su empeño en evitar una relación amorosa, ganándose con ello la fama generalizada de mujer fría. Así que dadas las circunstancias, un trato de negocios seria lo mas conveniente.
Una ves tomada la decisión y recuperado el apetito, Riza se comió una tostad mas, antes de excusarse y regresar al despacho donde había dejado la carta de su abuelo. Era un soleado día de finales de verano y esta deseosa de salir. Un paseo a caballo seria lo mas conveniente antes de que el calor del día fuera demasiado insoportable. Y esa tarde tenia pensado caminar hasta la casa de los Hughes para ver a Gracia. Pero primero tenía algo que hacer.
Tomo el papel y la pluma y empezó a redactar un borrador del anuncio: Dama busca prometido temporal… dejo de escribir. Aquello sonaba un poco brusco. La gente podría pensar que se había vuelto loca. Necesitaba ser más sutil en su primer anuncio. Se le ocurro que no debía resultarle muy difícil, puesto que Dante le haba dicho siempre, que escribía muy bien.
Media hora después estaba muy satisfecha de lo que había escrito.
Dama requiere la colaboración de un caballero. Si algún caballero de honor, discreción y caballerosidad se aventura a contestar este anuncio y deja una respuesta para señorita incógnita en la posada del pueblo, no tendrá razón alguna para arrepentirse de su magnanimidad.
Riza mordía el lápiz mientras releía la misiva; entonces doblo el papel y lo sello con decisión. No haba tiempo para dudas. En menos de dos meses tendría que ir a al boda en Central, y si tenia que poner el anuncio y hacer las entrevistas necesarias, debería empezar de inmediato.
Volvió al comedor con la carta bajo el brazo. Dante ya no estaba allí, pero afortunadamente el periódico seguía en la mesa, y solo le llevo un minuto dar con la dirección a la que había que dirigir los anuncios y con el precio de un texto de solo tres líneas. Salio fue y busco al joven jardinero a quien instruyo para que la llevara inmediatamente. Entonces algo inquieta por su propia audacia, subió a su dormitorio para cambiarse de ropa para montar. Se reprendió para sus adentros mientras dominaba un deseo tonto de salir corriendo detrás del chico para arrebatarle la carta. Si uno no se arriesgaba nunca conseguiría nada. Y después de todo, si le disgustaba el tono de cualquier contestación, no tenia por que contestar. Nadie sabría nunca nada.
A la media hora estaba en el patio con su caballo. El aire fresco de la mañana le devolvió el ánimo. Decidió salir sola, y en el rato que pasara fuera reflexionar sobre los atributos que requería su futuro prometeo provisional.
Troto camino abajo y salio a la carretera. El candidato tendría que ser alguien importante, por supuesto, o al menos alguien que representara el papel consecuentemente. No podría presentar a cualquiera a su familia y pretender que lo aceptaran. Por otra parte, tenía que ser una persona asequible. Ella llevaría las riendas del asunto, algo que su futuro prometido tendría que tener muy claro. Esbozó una leve sonrisa mientras arreaba a su caballo y galopaban en dirección los prados.
