¿Qué tal amigos? Esta es la primera historia que escribo en años (desde que Death Note estaba de moda, para que tengan una idea), así que espero estar a la altura de sus expectativas y que puedan disfrutar este fanfic.
Tengo que aclarar un par de cosas: El fanfic es un AU, obviamente y, a pesar de que todo sucede en Londres, estoy utilizando leyes mexicanas (actualizadas al 2018) cuando son necesarias, porque no me dan muchas ganas de ir otros cuatro años de universidad a aprender leyes y jurisprudencias de Inglaterra. Si alguien quiere saber las fuentes que utilicé para las leyes, pueden preguntarme. No recuerdo exactamente los artículos con número y fracción o jurisprudencias, pero sé dónde encontrarlos, lo cuál hace todo más fácil. Espero que eso no sea un incordio.
En este primer capítulo aún no voy a meter nada sobre las leyes, todo comienza en el segundo. Es un Diakko que comenzará lento (porque quiero cimentar bien la historia) pero que será 100% seguro.
Sin más que decir, espero que lo disfruten.
Capítulo 1 – Uno tras otro
La vida era un conjunto de momentos tristes y difíciles con un par de momentos felices muy alejados unos de otros. Sí, de eso estaba segura. Era la única explicación lógica que le encontraba a la vida para no tener que recurrir a usar la palabra "suerte". No que no creyera en ella, pero no quería creer que ella tenía mala suerte.
No siempre fue así, pero la ceguera causada por la inocencia era algo abrumador.
Después de la muerte de sus padres fue cuando por fin se había dado cuenta de cómo era el mundo. Aún era una niña, pero eso no le importó a la vida, que le lanzó dificultades como si fuese una adulta. Y claro, ella nunca se quejó. Estaba a la altura. Todo lo hacía para honrar su memoria y, por lo tanto, creyendo que estaba logrando alcanzar su propia felicidad. Si tan solo hubiera sido tan fácil.
Cumplidos sus diez y ocho años, reclamó su legítima herencia, la cual ascendía a millones de euros, varias propiedades y, por supuesto, el puesto más alto en la cadena de hospitales y clínicas más importantes del país. Un año después se graduó con los más altos honores de la licenciatura en administración con sólo hacer un par de exámenes en los que demostraba sus conocimientos, algo que pocos pueden lograr. Dos años después, su maestría en mercadotecnia había ayudado a que el negocio fuera aún mejor de lo que cualquiera esperaba. Claro que ella no podía tomar todo el crédito, ya que tenía excelentes consultores para todas las áreas que hacían gran parte de su trabajo y, al final, ella sólo se dedicaba a observar que todo marchara bien y a hacer esas juntas tediosas pero necesarias con los puestos gerenciales y los accionistas.
La vida parecía mejorar poco a poco. Una vida resuelta después de tanto esfuerzo, cimentado en una fuerte base dejada por su abuela y después por su madre. Lo único que ella debía hacer era mantenerlo así… o eso creía.
Llegó por fin el momento de su primera gran decisión. Y vaya que fue algo inesperado.
Claro que ya había tomado decisiones. ¿Qué tan grande sería el espectacular en el que se anunciarían sus precios más bajos gracias a la eliminación de algunos costos? ¿Qué persona cubría de mejor manera el perfil para el puesto? ¿Qué nuevas tecnologías podían implementar? Etcétera, etcétera. Pero no, esto estaba más allá.
Había llegado el momento de diversificar aún más el servicio. El primer hospital veterinario de la "marca" Cavendish.
Se tenía un presupuesto, claro. Se tenían ideas para su publicidad, claro. Se tenía una ubicación perfecta, claro, y ese era el problema.
La ubicación que buscaban era justo frente a una de las avenidas más grandes y concurridas de la ciudad. Un edificio de tres plantas que había quedado abandonado hace tiempo con un letrero de "se vende" que al parecer nadie veía. Era, según toda la junta (incluyendo su tía, quien más presión había metido en el asunto), el lugar perfecto para intentar esa diversificación.
Y así, el primer problema se presentó. O bien el número que tenía aquel pequeño anuncio estaba equivocado, o ya nadie usaba ese teléfono.
Se tuvo que procesar una petición al registro de catastro para que pudieran darle información sobre la dueña, para después enterarse que ella ya había fallecido hace poco menos de un mes.
¿Cuál sería su siguiente paso? No podían saber quién había sido el abogado o notario encargado de su testamento. ¿Si quiera existía un testamento? ¿Cómo podían saberlo? Parecía imposible, pero no para ella, quien movió cielo, mar y tierra para poder saber más.
Al saber el nombre de la antigua dueña, buscó a sus familiares más cercanos y, para su sorpresa, era una vieja ermitaña. Claro que tenía familiares, y bastantes. Algunos (la gran mayoría) en Japón, otros tantos en Estados Unidos y sólo tres en Inglaterra, aunque lejos de su lugar de residencia.
Así, se embarcó en un viaje de Londres a Liverpool, esperando que lo que había encontrado a través de lo que parecían haber sido miles de llamadas telefónicas, no terminase siendo en vano.
Así, se reunió con la pequeña familia japonesa, la cual eran solo una pareja, en Liverpool, sólo para enterarse que había sido su hija quien heredó dicho edificio, y quien, justamente un par de meses atrás, había ido a vivir a Londres con unas amigas.
Así, sintió la desesperación de que quizá sería imposible encontrarla. Claro que le habían proporcionado una dirección, pero nada parecía funcionar.
Finalmente, la encontró.
El alivio que sintió cuando ella accedió a reunirse fue inmensurable, por lo menos hasta que se dio cuenta de que sólo había logrado la mitad de su propósito. ¿Y qué si la chica no quería vender el edificio? Recién lo había heredado, quizá tenía planes para él. Quizá ella no era la primera en intentar conseguirlo, después de todo, la ubicación era realmente buena. Quizá la chica pediría más dinero del que estaba presupuestado y se negaría a venderlo por menos, haciendo un cambio total al presupuesto.
Por primera vez, sintió que quizá la tarea que tenía entre manos era mucho más de lo que ella podía lograr. Ya no se trataba de solucionar pequeñas cosas que sólo requerían lógica y el sentido común. Ya no era sólo revisar el trabajo de otros. La nueva inversión de la empresa dependía de como solucionaría todo eso y, si algo había aprendido estudiando casos similares, es que a veces una sola inversión nueva y mal hecha, puede tirar a cualquier empresa, sin importar su solidez en el mercado.
Esa era la vida de Diana Cavendish, quien, estando tan cerca de la felicidad, había llegado de nuevo a aquella laguna negra de desesperación.
Esa era la vida de Diana Cavendish, quien, por primera vez en su vida, no se sentía capaz de lograr sus objetivos y, por primera vez, se sentía extremadamente abrumada por la opinión que los accionistas y gerentes tendrían sobre sus decisiones si acaso no era posible procurarse aquel edificio que podía ser su salvación y su perdición por igual.
Y ya no había marcha atrás. Dentro de un par de horas se reuniría con la señorita Atsuko Kagari para discutir la venta del edificio, si es que la señorita quería vender.
Diana llegó puntualmente a la cita en aquel café que le pareció insuficiente para la pequeña reunión de negocios, pero lo dejó pasar sin pensarlo más, dejó su portafolios en el suelo junto a sus pies y se sentó mirando hacia el frente, dedicándose mejor a pensar en cómo convencería a la chica si esta decidiera decirle que no.
Después de cinco minutos de retraso, los cuales se sintieron como cinco horas para la presionada y estresada Diana, una chica de cabello castaño entró al café, cargando a su espalda una mochila vieja.
Cuando la chica le había dicho a Diana que ella traía puestos unos pantalones negros y una blusa blanca con un "estampado único" nunca se imaginó que los pantalones estarían completamente rasgados por la parte del frente y que ese "estampado único" sería el logo de una banda que ella nunca en su vida había escuchado.
El primer pensamiento que le pasó por la cabeza fue en que estaba a punto de conversar de negocios con una rockstar, una de esas personas que siempre creen tener la razón y que tienen una confianza en sí mismas que está fuera de toda lógica. Eso sólo sirvió para hacer que el pánico creciera en Diana. Quizá aquella chica era extremadamente visceral y sólo había accedido a reunirse para decirle de manera molesta que se fuera al rincón más alejado del mundo a morirse. Quizá no iba a tomarse en serio nada de lo que pudieran conversar y, lo que más le daba miedo a Diana: quizá le pediría muchísimo dinero por el edificio, mucho más del que realmente valía. Pero ya no había marcha atrás. Mucho tiempo se había invertido como para desperdiciarlo, además de que la chica ya se acercaba hacia donde ella estaba y, antes de que Diana se diera cuenta, esta tomó asiento frente a ella, saludándola y ofreciéndole su mano con una sonrisa que podría haber iluminado el lugar completo hasta en la noche más oscura.
Diana sintió algo extraño en su corazón. Inexplicable, algo que nunca antes había sentido y, por lo mismo, lo hizo a un lado para calmarse y poder hablar con aquella chica que parecía haber estado en una pelea a cuchillo en contra de un enano quien sólo había podido rasgarle el pantalón.
Los segundos continuaron pasando y, muy pronto, se convirtieron en cinco minutos de total silencio, hasta que Atsuko lo rompió.
"Bueno…". comenzó a hablar la castaña, atrayendo la atención de la rubia. "No me imaginé que estaría reuniéndome con la dueña de 'great care' para hablar sobre el asunto". Le dijo de forma nerviosa con una sonrisa, tratando de romper el hielo.
"Sí…". Diana comenzó a hablar, extrañamente nerviosa, como pocas veces en su vida había estado. "Creo que eso puede decirle bastante sobre la seriedad del asunto, señorita Kagari". Al finalizar su frase, dejó de mirar a la chica y volteó hacia su derecha, buscando a la mesera que extrañamente no había hecho aparición, para después darse cuenta de que el lugar no tenía meseros. Extraño para ella.
"No me llames así, me hace sentirme vieja. Akko está bien". Le respondió la otra chica, que no dejaba de sonreír.
"Bien, señorita Akko…". Fue interrumpida por una pequeña risa de la chica frente a ella, pero no le tomó importancia. "Ya sabe a nombre de qué empresa vengo y sabe mis intenciones de adquirir su edificio, me gustaría saber si usted está dispuesta a vender". Diana se puso un poco nerviosa después de ver que la chica perdió su sonrisa para transformar su rostro en uno de pensamiento profundo.
"Honestamente, como lo recibí hace poco, no había pensado en sacarle provecho tan pronto, pero quizá venderlo no esté mal". Respondió, retomando su sonrisa. "Y, por favor, no me hables de usted. Estoy casi segura de que tenemos la misma edad". Le dijo, haciendo alusión a una pequeña búsqueda que había hecho minutos antes de encontrarse con Diana.
"Bien, Akko, déjame hacerte una oferta sobre el inmueble". Diana sacó de su portafolio una hoja membretada y la puso sobre la mesa frente a Akko. "Esto es lo que mi empresa le ofrece a cambio de su edificio. Me tomé la libertad de hacer el cálculo sobre los impuestos que pagarías por el intercambio de bienes".
Akko miró la hoja y vio la cantidad de dos millones de euros, lo cual no le sorprendió bastante, ya que al heredarlo fue lo primero que se le dijo; el precio de su inmueble. Después miró al cargo de impuestos, que ascendía a 689,393 euros.
"¿Sabes? Los dos millones suenan excelente…". Akko hizo una pausa para pensar las siguientes palabras. Diana, que iba a comenzar a hablar creyendo que eso era un sí rotundo, fue interrumpida por Akko. "Pero, honestamente, son demasiados impuestos. Más de un cuarto del dinero se iría en ello. ¿No existe alguna manera de que me den los dos millones completos?". Diana se había preparado para cualquier tipo de respuesta, excepto esa. Nunca se imaginó que la chica no sabría del impuesto que se generaría al vender su edificio.
Diana se quedó en blanco al darse cuenta de que no tenía una respuesta exacta. Sabía que no podía pagar más para que Akko no perdiera dinero en la transacción, pero no sabía si existía una solución. Y así, sus pensamientos se fueron hacia un conocido de su infancia, quien era experto en materia fiscal.
Bueno, eso es todo para el primer capítulo. Quería hacerlo más largo, pero no quería dejar cosas a medias, así que decidí cortarlo aquí. Espero actualizar lo más seguido posible, así que, si les gustó, estén pendientes. ¡Nos vemos, gracias por leer!
