Es un privilegio saludarlos de nuevo (después de siglos de ausencia) Como pueden ver esto es un Halric, mi intención es que sea un longfic bien escrito y hecho porque casi no existen fandoms con esta pareja en español. Espero que cumpla sus expectativas y esté a la altura.

También he de informarles que fue un request de parte de varias personas que leyeron el oneshot Halric que publiqué. Por eso es que este fanfic va dedicado para:

LadyMischievous07

Leonis-Alterf

AkatsukiDrak

Una notilla más: por cuestiones de tiempo el segundo capítulo no tiene fecha definida de actualización, pero para buenas noticias les informo que en cuanto vean el numero 2, quiere decir que a partir de entonces subiré los demás semanalmente.

NOTAS: es un crossover entre "Blanca Nieves y el Cazador" y The Hollow Crown

DISCLAIMER: los personajes de Eric y Hal no me pertenecen, solo lo hago por diversión

ADVERTENCIAS: rated M, slash, yaoi, etc.

Sin más, a leer!


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UN SOLLOZO, UN BESO, UNA CONDENA

I. LADRONES POR EL BOSQUE

Fue una noche llena de penumbra donde la historia comienza, en épocas de castillos, reyes y magia, donde sólo Dios tenía misericordia de aquellos que sufrían hambre o sed, abusos o injusticias, orfandad o abandono.

Entre los árboles del profundo bosque se alcanzaban a distinguir siluetas oscuras de rufianes y fugitivos de la justicia, abriéndose paso hasta llegar a la gran muralla del palacio.

El líder era un hombre arrogante y descorazonado, cualidades que le permitían dirigir a sus colegas y subordinados con puño de acero al éxito en cada asalto que hacían. Se consideraba a sí mismo alguien que trabajaba mejor solo, pero necesitaría ayuda esta vez para poder lograr su cometido. No eligió un gran número para hacerlo, ocho serían más que suficientes.

Su falta de compasión le había salvado la vida cuatro veces y no era sorpresa que esta ocasión estuviera más irritable y chocante que de costumbre. Robarle al rey de Inglaterra no era para tomarse a juego, así como tampoco estaba la opción de cometer errores. Sin embargo, su falta de sensibilidad se veía compensada en su buen parecido y complexión alta, aunado a un cuerpo envidiable y una fuerza tremenda que hacían par con un rostro varonil con ceño fruncido, ojos azules y cabello entre marrón y pardo.

Sabiendo que su atractivo era enorme, solía usarlo a su favor cuando paraba en algún pueblucho para conseguir brandy y acostarse con las zorras del lugar sin pagar un céntimo.

Eric era su nombre, pero era más comúnmente llamado el Cazador en honor a los trabajos que realizaba persiguiendo y matando gente a cambio de una buena paga en monedas de oro. Y los pocos que sabían su verdadero nombre no se atrevían a usarlo porque de inmediato el montaraz les colocaba una daga en el cuello, amenazándolos con cortárselo si osaban decirlo de nuevo, en caso de que fueran desconocidos. Con sus colegas era más compasivo y sólo les lanzaba una mirada atemorizante. Solo había un hombre, o mejor dicho enano, que podía mantener conversaciones amenas y en quien Eric tenía plena confianza.

Dicho sujeto se llamaba Muir, más viejo y cansado que el cazador, caminando apoyado de una vara de árbol como bastón, ciego hace varios años pero con la energía suficiente para continuar. Era quien conocía el sombrío pasado de Eric al derecho y revés.

A cambio de quedar sin su sentido de la vista, se le había conferido el don de la premonición, cosa que había contribuido también a que Eric no fuera descubierto o sus planes fracasaran. Esta no era la excepción.

Muy pronto Eric y sus camaradas llegaron frente a la fortaleza del soberano. Éste analizó la altura y los pequeños espacios en la construcción, trepó entre los tabiques de piedra y una vez arriba posicionó una escalera improvisada hecha de cuerdas y tablones de madera, haciendo señal a los demás de que esperaran. Corrió encorvado hasta una torre, escalando hasta el techo. Era la torre de la tesorería del rey.

Los guardias pasaron de largo sin percatarse de su presencia, y seguro de que el sitio estaba despejado, movió los dedos para que los demás fueran al otro extremo. Tomó su arco, disparando un sencillo cordel de hilo grueso para poder amarrar las bolsas con el oro y deslizarlas hacia sus compinches.

No tomó mucho para que la bóveda fuera vaciada hasta la mitad, que Eric consideró suficiente motín. Entonces, cuando vio que el dinero estaba a salvo y resguardado, hizo una señal para que todos se retiraran.

Al instante los ladrones acataron la orden saliendo del lugar e internándose entre el forraje que los escondía de los ojos de los guardias, esperando que su líder se reuniera con ellos. Sin embargo, el cazador seguía de pie observando un punto perdido en la torre, hasta que decidió finalmente bajar, pero no parecía querer irse todavía.

—¿Qué haces? —preguntó Quert, hijo de Muir, cuando Eric estiró una cuerda para escalar un muro del lado opuesto —pensé que solo íbamos a asaltar la tesorería

—Tengo algo mejor en mente —dijo enganchando un nudo a su cintura

—¿Además de asaltar la tesorería? Es arriesgado señor

—¿Me ves con miedo, Quert? Tengo cuentas pendientes con la corona

—¿Qué cuentas? —se aventuró a preguntar, a lo que Eric le devolvió una expresión aterradoramente asesina

—Son asuntos que no te incumben. Lárgate antes de que te arroje contra los guardias

Sin esperar más respuestas, Quert se alejó sin voltear. El montaraz observó que ninguno de sus colegas saltaba a la vista y comenzó su escalinata. Al llegar a un mural cuya pared pertenecía a una habitación, tomó fuerza para subir por su balcón, abrió una fina cortina de seda que jugueteaba con el viento y pudo verlo: dormía pacíficamente en medio de sábanas de lino, poseía una belleza inigualable a pesar de ser hombre. Su rostro era delineado, su piel pálida, su cabello castaño y rizado arremolinado en su almohada. Era, definitivamente, un príncipe.

Se acercó despacio e inclinó su rostro para examinarlo. No, no se despertaría aún, pero para asegurarse le amarró las muñecas y tobillos y le amordazó la boca con un trapo para evitar cualquier ruido, pero al hacerlo provocó que el monarca despertara de golpe, y al ver lo que pasaba, comenzó a rebatirse entre los brazos del montaraz. Eric lo envolvió en sus mantas y lo alzó en brazos para colocárselo en el hombro como bulto de carga, intentando ignorar el escándalo que estaba armando. Suerte que el trapo acallaba sus gritos de auxilio.

A pesar de las patadas que soltaba hacia su estómago Eric permaneció inerte, y con el ingenio genial que poseía había previsto un escape más sencillo, que no dejaría que lo atraparan, por si el príncipe llegaba a despertar. Consistía en otra cuerda colgada muralla abajo libre donde solo debía deslizarse. Sacó un guante de cuero y con ayuda de sus dientes se lo colocó en la mano libre.
—Espero que te gusten las alturas, príncipe —dijo con cinismo aventándose dejando que el guante resbalara por la cuerda y se desgastara.

Afortunadamente llegaron a tiempo al piso cuando el cuero solo era un pedazo quemado que Eric terminó por arrancarse sin soltar al monarca. Continuó su camino entrando a la obscuridad del bosque, burlándose de la seguridad que el rey presumía. No era el dinero por lo que había arriesgado su cuello, era una excusa, su verdadero objetivo estaba en su posesión, por fin podría cobrarse lo que la corona le debía.

Para su desgracia, raptar al príncipe comenzaba a fastidiarlo. Hacia demasiado escándalo y se retorcía cual serpiente intentando bajarse de su hombro sin éxito, lo que terminó agotando su paciencia al poco rato de estar caminando.

Sin cuidados, lo bajó al pasto, observando como su alteza giraba una y otra vez sobre sí mismo tratando de hacer qué mierda. Aunque debía admitir que era divertido mirarlo moverse así. Había oído hablar que el príncipe era extrañamente bello y bien podría hacerse pasar por mujer, pero no fue hasta que lo vio detenidamente que se percató de la verdad en esos rumores. No supo exactamente porqué, pero no le apretó el cuello con su bota para inmovilizarlo, como solía hacer con otras víctimas antes de clavarles el cuchillo. Tampoco tenía planeado matarlo aún y de pronto se creyó incapaz de hacerlo.

Se acercó a quitarle la mordaza y en cuanto el trapo salió de su boca, el monarca tocio con fuerza debido a la falta de aire, enfocando sus ojos verde olivo en su captor, odiándolo al instante y deseando verlo en la horca.

—¡¿QUÉ SIGNIFICA ESTO?! ¡¿QUIÉN ERES TÚ, ESCORIA?! ¡¿CÓMO TE ATREVES?! ¡¿ACASO NO SABES QUIÉN SOY?! —gritó enojado

—Cuida tus palabras, alteza —advirtió el cazador, arrodillándose y tomándolo por el mentón con una fuerza tosca —no querrás que te rompa la mandíbula ¿o sí?

El príncipe clavó sus orbes con determinación, pero imposibilitado a moverse e intimidado por aquel hombre y la cercanía que mantenían, accedió a adquirir un tono más cortés. —Mi padre mandará a cortar tu cabeza cuando se entere de esto. Eres hombre muerto

—El rey también puede besarme los huevos si quiere, pero no logrará encontrarme en este bosque —dijo con altanería— ¿crees que no conozco a quien le robo? ¿tampoco que no sé lo que robo? Eres el príncipe Hal. No hay una sola maldita persona que no te haya visto desfilar con tu escolta de porquería por toda la plaza presumiendo tu linaje

Hal quedó de una pieza, indignado por no contestarle en las mismas. No llevaban ni un día de conocerse y ese criminal se atrevía a hablarle de esa manera y amenazarlo ¡a él! Al príncipe de toda Inglaterra, hijo de Enrique IV, pero ya encontraría una manera de hacerle pagar por este atrevimiento y los insultos. En cuanto su padre se diera cuenta de su ausencia, movería toda la guardia para mandar a buscarlo.

—¡Retráctate de lo que acabas de decir!

—¿O sino qué? ¿vas a mandar una lechuza y me acusarás con tu padre? Yo hablo como se antoje a quien se me antoje, sea de pañales del castillo o no. Más vale que vayas acostumbrándote porque el tiempo que permanezcas conmigo, te trataré como a cualquiera

Sin dar tiempo a que Hal reclamara, Eric tomó de nuevo el trapo para cubrirle la boca, fastidiado de sus quejas, y eso que solo habían sido 2 breves minutos de conversación. Lo levantó en su hombro como antes, alejándose sin darse cuenta que había dejado al olvido las níveas mantas del príncipe que contrastaban con lo sombrío de aquella especie de pantano.


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Durante el trayecto, Eric no dijo nada ni trató de calmar al príncipe en sus intentos desesperados por bajar de su hombro. Solo pensaba en que deseaba llegar al campamento junto con sus subalternos, quitarse toda la ropa y aventarse al lago, pero en vista de que Hal claramente se rehusaría a cooperar durante su reclusión, sus planes sonaban obsoletos. No hacía más que patalear y chillar debajo de la mordaza como un chiquillo inmaduro, sería más sencillo si solo lo callara con una buena bofetada, pero no se le ocurrió en ese momento.

Caminó entre algunas malezas pocos pasos, llegó al filo de una cascada y detrás de ésta se encontraba un pasadizo de piedra que conducía a una guarida de ladrones. Saltó entre algunas rocas, hizo a un lado un velo de hojarascas verdes y amarillas que caían como cortinas, entrando a un lugar bastante agradable y sereno que incluso Hal dejó de rebatirse. El monarca alzó su cabeza y notó que aquel jardín era bello aun en la negrura, se relajó momentáneamente. Vaya, al menos ese montaraz tenía un buen lugar para pasar la noche, en lugar de una sucia taberna, como había venido creyendo que se hospedaría en el trayecto. Poco duró su tranquilidad en cuanto fue arrojado sin delicadeza entre un montón de. . . ¿enanos?

—Vigílenlo mientras me voy a cambiar —ordenó Eric con voz firme a los 6 hombrecillos que estaban expectantes a sus indicaciones

—Señor, ¿y la mordaza? —preguntó Duir, el que más alardeaba de sus habilidades en abrir cualquier candado.

El cazador giró un momento, sus ojos fijos en los furiosos de Hal. —Dejen ladrar a su majestad —sentenció con burla antes de entrar a una tienda hecha con telas y ramas de árboles, visiblemente más grande que otras esparcidas alrededor de la fogata.

Se habrían escuchado sandeces o insultos si no fuera porque la boca de Hal seguía acallada por aquel sucio trapo. Los enanos murmuraban entre ellos sin decidirse a quitarle aquel pedazo de tela, lo que solo hizo rabiar más al príncipe, hasta que Muir se acercó y de inmediato todos callaron en señal de respeto, que pudo notar el monarca quien también se aquietó en seguida.

—Si me permite su majestad —dijo el anciano inclinándose ante Hal antes de destaparle la boca. Sabía de la identidad del peculiar rehén gracias a sus facultades de presagio —Soy Muir, estoy a su servicio. Lamento cualquier inconveniente que le haya podido causar el viaje, me ocuparé de mantenerlo cómodo

—Muir, es un placer —respondió Hal limpiándose la boca aun con las muñecas amarradas —para mi desgracia, es complicado describir el rapto como algo cómodo. Tienen un rufián insolente como líder —dijo mirando a los demás enanos que permanecían cenando alrededor —al menos me consuela saber que hay alguien cortés aquí

—Su majestad me halaga, pero no soy más que un anciano que sigue a este rufián a todas partes

—Dime algo, ¿en serio es tan estúpido como para creer que no saldrá libre por secuestrar al príncipe de Gales?

—Debería preguntárselo en persona —respondió sonriendo Muir, oyendo que la cortina de la tienda de Eric se abría y éste se acercaba

Hal volteó en la dirección de los pasos, con la intención de gritarle a ese malnacido de lo que se moriría, pero su voz se cortó en seco al notar que solo llevaba un pantalón negro sin abrochar con botas y el resto de su abdomen desnudo. Ver aquellos músculos prominentes marcados con masculinidad, la piel atezada y su rostro marcado con un ceño de brutalidad nata, enjuagado hace unos momentos, sin sudor o cubierto por polvo u hollín, le aceleraron el pulso. A juzgar por la expresión y las facciones, deducía que nada lo hacía feliz o debía estar enfadado sin razón alguna porque sus iris azules miraban con rabia y rencor injustificados, pero también era imponente y fuerte, y lo único que Hal pudo pensar en ese momento era que ese ladrón, quien sea que fuese, lo estaba poniendo nervioso y le provocaba curiosidad.

—¿No se ha quejado la princesa? —escuchó que se mofaba de él con Muir

—Oh, no. A diferencia de ti, yo tengo modales —se defendió

—No te pregunte a ti, le pregunte a Muir. Así que cierra la boca

Hal hizo un deje de querer gritarle por tal osadía, pero se limitó a mandarle una mirada asesina, misma que Eric ignoró, riendo grave y alejándose con el enano, pero no lo suficiente como para seguir vigilando al monarca.

—Arriesgaste demasiado trayéndolo aquí, Eric. Los demás no parece gustarles tener que cargar con un rehén, y menos si es el príncipe

—A ellos no les incumbe lo que me robo, o capturo. Mañana nos repartiremos el dinero y quien no esté conforme con mis planes, puede irse a la mierda. Yo me encargo de eso, lo único que me importa es cobrar venganza contra la corona

—Eric, ¿no estarás considerando. . .? —el anciano dijo con preocupación refiriéndose a Hal, quien comenzaba a hablar con los demás —su majestad parece buena persona. Hay otros medios para arreglar cuentas

—Sí, lo parece —admitió el cazador mirando al lord. Realmente no le desagradaba, de hecho no sentía ese odio que guardaba contra todos los que se hicieran llamar de la realeza. Eso lo inquietó un poco, pero no dejaría que un niño malcriado con pañales reales le hiciera cambiar su opinión acerca de su cometido. No, la corona pagaría sus injusticias y tenía planeado reclamar todo lo que sufrió en un pasado, usando la sangre de Hal como símbolo. —Lástima que no vivirá lo suficiente

Muir suspiró con desaprobación y Eric se alejó hasta llegar de nuevo con el príncipe. Inmediatamente todos los enanos se apartaron tan solo con su mirada, y Hal solo frunció el ceño, mirándolo consternado.

—¿Qué? ¿No piensas desatarme nunca? —dijo extendiendo sus brazos, mostrando el nudo entre sus muñecas

Eric lo ignoró, girando y enfocando sus ojos en sus camaradas. —¡Todos! ¡Presten atención! Nuestro invitado de honor es el príncipe Hal de Gales —declaró señalándolo, a lo cual los enanos se miraron entre ellos con algo de nervio —y nos acompañará el resto del viaje. A quien lo le guste la idea puede retirarse, pero antes deberá enfrentarse a mi puño si pretende llevarse su parte del oro, y quien decida seguirme, bienvenido será. . . ¿Nadie? —preguntó notando que los seis enanos y Muir quedaban estáticos —entonces, a sus carpas. Mañana nos espera una caminata larga

Todos asintieron a la orden, dispersándose para dormir en sus respectivos sitios. Hal había permanecido en silencio todo ese rato, cosa que extrañó a Eric, quien se volteó cruzándose de brazos y soltando un resoplido cansado.

—Tú vendrás conmigo —no esperó respuesta del monarca y lo alzó en brazos, a lo que Hal quedó helado momentáneamente

—¡¿Qué crees que haces, descarado?! —se rebatió contra el cazador —¡Bájame, cerdo! ¡¿Qué estás sordo?! ¡He dicho que me bajes, ladrón de pacotilla!

Esta ocasión, el montaraz tomó la palabra, arrojando al lord en medio de las frazadas que le servían como cama.


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Fin del primer capítulo. Como ven, la trama se desarrolla lento, pero si son pacientes verán que les agradará lo que sigue. Espero vernos en el siguiente, gracias por leerlo, y como les avise el segundo capítulo probablemente tarde un poco, pero en cuanto lo suba, los demás se actualizarán constantemente.

Nos vemos!