Disclaimer : Todo para el gordito con imaginación .

Los guardias reales, ataviados con su capa blanca y sus armaduras relucientes, formaban un círculo alrededor de la chica de pelo cobrizo y ojos azules de cuclillas en el suelo. Daba la impresión que la estuviese protegiendo de una amenaza externa, como grandes estatuas grises con mirada severa. Sin embargo, eso no podía estar más alejado de la verdad.

La estaban preparando para otro, más poderoso y maligno que ellos, que solo guardaba malas intenciones hacia la colorina. Se miraban entre todos, ninguno estaba contento con lo que ahí estaba a punto de suceder. Pero no se atrevían a intervenir, eran hombres que valoraban su cabeza.

Uno de ellos se revolvía inquieto como un niño pequeño al que le van a echar una reprimenda. Conocía a la chica. Era de espaldas anchas y piernas fuertes, por eso estaba allí, aunque no perteneciese ni a la situación, ni al lugar, ni a la ciudad. Tenía en el rostro la expresión de aquellos que poco notan lo que pasa a su alrededor. Murmuraba repetidas veces la misma palabra, paseando la mirada entre el cielo azul, limpio de nubes y esperanzas, y las baldosas del suelo, perfectamente encajadas unas con otras.

Todos giraron la cabeza, un grupo de personas se acercaba a su derecha. Los pasos los anunciaban. El guardia que mencionamos antes seguía sin poder calmarse, su nerviosismo latente había bajado a sus pies que golpeaban el suelo sin control. Conocía a la chica que estaba frente a él, era de su hogar, era de su familia. Evocó en sus memorias a los lobos huargos y aulló bajito. Evocó al señor del castillo, ese tan amable con todos. Hasta con él, con quien muchos se metían. Después recordó al pequeñito que se cayó por la torre, preguntaría por él, se dijo. Unas tenazas le apretaban el corazón, sentía dificultades para respirar.

Conocía a la chica.

Pronto los recién llegados, un niño de ojos crueles y pelo rubio y un hombre marcado por el fuego, estuvieron entre ellos. El menor era aquel al que esperaban. El chico pronto entró en acción, la locura rebosando por los ojos. Hizo gestos con los brazos, ordenando con una voz aguda de la que hubiese sido posible burlarse, que le diesen más espacio. Sansa Stark seguía en su posición con los ojos cerrados y los brazos en la cabeza.

El rubio le dio un puntapié a la chica, que apenas logró frenar su cuerpo con sus manos pero que no logro evitar darse un golpe fuerte en la parte de atrás de la espalda .Gimió, y el otro se rio produciendo escalofríos en los asistentes a la triste escena. Alguien le dio un codazo a nuestro guardia que gimoteaba y cuya angustia se traslucía en sus ojos ausentes. Conocía a la chica .El niño levantó la mano, dispuesto a dar una bofetada.

Nuestro guardia no lo pudo aguantar más y dio un paso adelante. Se acercó al niño. Tomó sus delgados brazos que jamás habían hecho ningún trabajo de verdad y los dobló hasta juntárselos en la espalda. Todos lo observaban, impresionados e inmóviles. Incluso el hombre que había llegado con aquel villano de pelo claro.

Hodor levantó a Joffrey en el aire y el Lannister no dejaba de retorcerse y lanzar maldiciones a sus guardias. Tratándolos de idiotas, estúpidos simios que no pueden hacer nada más que parlotear, deben obediencia a la casa real, sálvenme o les cortaré la cabeza, malditos perros tontos, ya verán, como los odio, haré que los maten a todos.

Y de repente, Hodor se detuvo al borde de la muralla. Miro hacia abajo y liberó la carga que traía en sus brazos. La vocecilla aguda cada vez fue más lejana, hasta que ya no se oyó más. Los guardias miraron a su alrededor, comprobando que no hubiese nadie alrededor y entonces se dispersaron. Solo Hodor se quedó al borde de la muralla, pensando cuan fea era aquella ciudad. Y como quería irse luego de allí.