Me encuentro aquí con una nueva historia, desde hace tiempo que la habia escrito especialmente diseñada como un universo alterno de Kagome e Inuyasha, pero por otras cuestiones subi esta historia con otros personajes que no eran del estilo anime y con otro nombre de usuario. No hace falta decir que los personajes de no me pertencecen, yo solo cree la historia.

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Dos Mundos un Accidente

Un día más y la fastidiosa rutina terminaría por matarme de aburrimiento. Desde que había llegado a este lugar, los días se habían vuelto monotonos y grises, y tal parecía que hoy no sería la excepción. Decidí dejar de pensar en ello y me distraje observando por el balcón la cotidianidad de esta ciudad; en cierta forma me agradaba, era un lugar tranquilo donde no había el mas mínimo problema, la gente era amable y eso bastaba para hacer mas llevadera mi estancia.

Siempre me pareció muy sencillo adaptarme a los cambios de vida, y cómo no, si cuando era pequeña vivía de ciudad en ciudad, visitando, o acompañando a mi padre en sus viajes de negocios. ¡Qué días aquellos! A decir verdad, disfrutaba mucho de esos días, no como estos momentos en los que solo estoy de aquí para allá lidiando con los asusntos que dejó pendientes mi padre, pero bueno, esa es otra historia. La verdad no se que sería de mi sin Kaede, mi adorada nana. Todavía es tiempo de que a mis veinticuatro años, la pequeña anciana de cabellos grises y voz amable, aun me sigue tratando como en los tiempos de antaño.

En este momento me encuentro en Marseille, una provincia de Francia, que se encuantra muy cerca del puerto principal, de donde supuestamente mañana debo zarpar con destino a Nueva York. Realmente no tuve tiempo de visitar París, y las distancias aquí son bastante significativas y como ya dije no estoy aquí por gusto sino por cuestiones de "negocios".

- Espero que tu equipaje se encuentre listo, no querrás esperar hasta la media noche para prepararlo… - Como siempre mi querida Kaede interrumpiendo mis pensamientos.

- La verdad preferiría dormir antes que hacer las maletas - dije con gracia - Parece que no me conoces, precisamente hace unos minutos termine de empacar mis cosas – contesté muy sonriente, sintiendome satisfecha por no tener que preocuparme más por el equipaje. Ahora todo estaba dispuesto para partir.

- Me parece bien mi niña Kagome, y dime ¿Hoy no planeas salir a dar un paseo? – Decía mientras se acercaba para servir un poco de té para mi.

- Tal vez más tarde, aunque parece que quieres que me vaya ¿no es así? – Pregunte fijando mis ojos marrones en los suyos mientras bebía un sorbo del té recién hecho.

- Solo lo decía por aquello de que pasarán algunos días antes de que toquemos tierra firme, pensé que sería bueno que te fueras a leer por ahí, o simplemente a pasear, eso es todo. – Y tenía toda la razón. Kaede siempre tan considerada, por eso la queria tanto.

- Es verdad, sabes me iré ahora mismo, y no te preocupes no tardare mucho – Le dije mientras dejaba la taza en su sitio, y apuraba el paso antes de que comenzara con su sermón sobre no llegar muy tarde y andar con mucho cuidado.

- Bien mi niña te estaré esperando para la merienda, y espero que no te vayas muy lejos porque lo curiosa… - sonreí por el comentario sin escuchar lo último que dijo ya que su voz se perdio camino a la cocina.

Salí de la mansión y apresure al paso para llegar a un hermoso parque, que más que eso tenia aspecto de bosque. Me encantaba pasear por ahí, leer tranquilamente y respirar ese aire fresco, ahora que lo pensaba Kaede no mentía sobre eso del barco, al contrario, pasarían unas semanas para poder llegar a Nueva York. Era verdad debía ir allí para dar un pequeño concierto de tangos ya que me apasionaba esa música y mucho más si yo era la que podía interpretar cada solo en mi violín. En realidad ese era mi pasatiempo, para muchos algo así como mi trabajo, pero sólo pocas personas sabían que simplemente me dedicaba a continuar con los negocios de mi padre, siendo su única hija, era natural que yo me encargara de cada movimiento en su empresa ahora que él había seguido los pasos de mi madre hacia el cielo.

Tanto mi madre como mi padre fueron unas personas ejemplares, siempre amorosos y gentiles, preocupados por instruirme e inculcarme la fascinación que ellos compartían por su imperio de viñedos. La verdad no tenia ningún problema con hacerme cargo del "legado familiar", como así decía mi padre, ya que me gustaba mucho viajar, conocer gente y aprender nuevas culturas. Sin embargo, odiaba que me reconocieran como la hija del señor Setsu Higurashi, realmente nunca faltaba aquel que quisiera saber más de la cuenta con lo concerniente a cada movimiento en la empresa de mi padre, y si bien para la mayoría de los hombres, sino es que para todos, les desagradaba el hecho de que siendo yo tan joven y sobre todo mujer, tuviera que encargarme de sus finanzas, por lo que con el tiempo decidí dejarlo de lado y realizar la labor que mi padre me había asignado. Además no era que tuviera mucho que hacer, realmente habia un sequito de empleados sosteniendo los viñedos hubicados en diferentes paises, y yo solo me encargaba de supervisar todo y asegurar que las exportaciones de vinos llegaran en excelentes condiciones a sus dueños.

En fin, note que ya estaba por llegar a mi destino solo era cosa de encontrar un sitio tranquilo lejos de los niños y la demás gente que disfrutaba del atardecer, por lo que decidí avanzar un poco más.

Pasaban varios carruajes y no fue hasta que uno de ellos por poco me arolla, de no ser porque alcance a correr sin rumbo hacia un área mucho mas despejada. Mientras lo hacía escuche el sonido de un caballo demasiado cerca para mi gusto, me asuste, reprochandome mentalmente por lo distraída que era, y entonces sucedio...

- Ahhh….- grite como nunca antes lo había hecho.

- ¡Colmillo, detente! – solo escuche una voz masculina e imponente que llamaba al animal no sin antes sentir un horrible dolor en mi cabeza, de pronto caí sin conocimiento alguno.

El jinete trato de detener a su caballo, logrando la calma en esté, pero el pánico en si mismo al descubrir una silueta femenina sobre la hierba. Bajó de prisa no sin antes cerciorarse de que nadie estuviera observando tal espectáculo. La observo de soslayo y notó que estaba inconsciente, se coloco a su altura y con sumo cuidado la reclino un poco recibiendo de golpe un aroma a exquisito que emanaba de su delicado cuerpo. Jamás había olido algo así, era una mezcla suave de flores con canela pero, un momento, habia algo más, era el olor a sangre. Se maldijo mentalmente pensando que no podía dejarla ahí tendida. Algo dentro de él lo obligo a ayudarla, no supo si fue su aroma o la pena de dejarla ahí herida.

La cargo con suma delicadeza observando su rostro fijamente, tenia rasgos finos, pesañas negras y largas, una naríz muy femenina y pequeña y unos perfectos labios rosados. En contraste, su piel era blanca y tersa como la seda y poseía una abundante cabellera azabache. Sin duda era muy hermosa. Alejo de su mente esa extraña fascinación que lo estaba asaltando, y se dirigió a su corcél tatando de no empeorar los golpes ni molestar el sueño de la inconsciente, llevándola consigo a algún lugar incierto.

Gracias por leer y hasta la próxima...