Y después de tantos años entrenando, siendo mejores amigos, disfrutando de cada momento juntos…siento que me han intercambiado como a un objeto desechable. Tú, mi fiel dragón esmeralda, hijo de la oscuridad y desesperanza, el que encontró la felicidad conmigo, al que crié y con quien he compartido más de la mitad de mi vida, vas y me traicionas. Era tu entrenadora, era tu amiga, era la persona en la que podías confiar para todo, pero ya no.

Cuando te vi participando en la batalla con ella, disfrutando como nunca, sentí cómo mi sangre hervía. Cómo deseaba ser yo la que estuviera contigo en ese instante, en todo momento. Cómo mantenía en mi cabeza la desesperación, esa lucha interna para no salir con mi espada oscura y utilizar los poderes divinos del anochecer encantado para desatar la furia de la luna ardiente sobre ella. Pero eso no era posible. Te veía feliz, eso contrarrestaba mi furia. Eras feliz con esa persona, y eso llenaba mi corazón. Pero lo que más deseaba, lo que más rabia me daba en esos instantes, era el no estar ahí contigo. No ser yo con quien disfrutabas.