Capitulo 1

La suave brisa que empieza a soplar me devuelve a la realidad. Después de unos segundos recuerdo porque me duele tanto el pecho. Me digo a mí mismo que no importa, todo acabará pronto.

La sirena de una ambulancia me despierta otra vez del centro de mis pensamientos, miro a mi alrededor, dándome cuenta de cuánto he andado. Me encuentro en el centro del puente del Coronado, con la bahía de San Diego enfrente de mí.

Otra corriente de aire, ésta más fuerte y fría que la anterior me devuelve la consciencia sobre mi propio cuerpo, lágrimas cayendo por mis mejillas, toco mi cara y un pinchazo de dolor me golpea como el puño que impactó antes con mi cara. No recuerdo cuando empecé a llorar, solo sé que acabará pronto. Un escalofrío recorre mi cuerpo, debido a que la ropa que llevo no está preparada para ésta época, me repito otra vez, que no importa, todo acabará pronto.

Echo un vistazo a un lado, a mis pies está la bolsa de deporte con ropa que me he traído de la universidad, descarto el pensamiento de coger una sudadera, no la necesito para lo que voy a hacer.

Pongo la vista otra vez en la bahía, unos de los pocos recuerdos que comparto con él que podría apartarme de lo que necesito hacer, una lástima que la lista de razones por la que estoy aquí en primer lugar sea más extensa que los buenos recuerdos.

Pienso en dejar una nota, la descarto enseguida ya que no tengo papel ni bolígrafo. Podría grabar un video pero explicar todas las causas de que me encuentre en medio del puente un 19 de diciembre de 2019 llevaría un par de horas para contarlo todo y lo que tengo que hacer no puede retrasarse más. La cadena de pensamientos me lleva a la siguiente opción, enviar un mensaje a un amigo. Lástima que no tenga ninguno. Tengo conocidos de clase, e incluso algún compañero de equipo en quien podría hablar, pero es mejor dejarlos fuera de esto. No me conocen lo suficiente como para que les importe. No gasto tanto tiempo con la gente como para que me conozcan, no voy a fiestas, no participo en conversaciones. Estoy allí, pero en silencio, sin participar. Una presencia, sin molestar, sin interactuar. De ese modo es más fácil para lo que necesito hacer.

La última opción razonable y lógica que sería buscar ayuda en él hace que las lágrimas sigan cayendo. Él que debía amarme, él que debía protegerme, aquel que solo siento miedo cuando pienso en él. Sabía el resultado, lo llevo sabiendo desde hace años y aún así me agarré a un hilo de esperanza. Esperanza de que me amara como soy realmente, que me protegiera. En vez de eso me golpea, me da una paliza y me echa de su casa. Ni siquiera puedo decir "mi casa". Nunca la he sentido como un lugar seguro. Solo un sitio de paso.

Así que supongo que ya no me queda nada, el final ha llegado. Me llamo Connor Stevens y he venido al puente del Coronado para suicidarme.