Nota: este fanfic es la respuesta al reto propuesto por LyannTargaryen en un juego del foro Alas Negras, Palabras Negras. Perdí y aquí está mi paga por ello. Lyann, son casi trescientas palabras, espero que te guste.

Disclaimer: todos los personajes pertenecen al escritor George R. R. Martin, este fic no tiene fines de lucro ni cosa que se le parezca.

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No será él.

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Catelyn Tully estaba preparada para casarse con Brandon Stark. Se lo habían dicho desde niña; su padre, Hoster, con la mirada llena de orgullosa gracia y una sonrisa en los labios. La en ese entonces pequeña Cat lo había creído, entusiasmado su corazón de infante, de damisela.

Cuando lo conoció, brillante el pelo, estentóreas las carcajadas, supo que era aquel hombre el que deseaba por siempre en su corazón y en su cama. No se enamoró, si de romance se trata, bien sabía ella que era un compromiso político, pero lo cumpliría de buena gana. Era atractivo y aunque parecía con los ojos desnudarla y su lengua era de miel prohibida, Catelyn no iba a poner objeciones cuando le deslizara sobre los hombros la capa blanco y gris, colores símbolo de la casa Stark.

Pero no sería él quien tomaría la doncellez que tanto ella había reservado para esa noche mágica. Brandon Stark había muerto, así como su padre, víctimas ambos del Rey Loco y sus designios cruentos. Hoster, sombrío, le había asegurado que el compromiso se reanudaba con el segundo hijo, Eddard, y con él debía casarse. Catelyn no lo conocía. Su nombre, incluso, auguraba seriedad y el retumbar austero de Invernalia. No le había hecho gracia el cambio, pero familia, deber y honor era el lema de su familia, y aceptó lo que el patriarca ordenara con gran dignidad.

-No podré casarme con Brandon –Le dijo a su hermana Lysa por la noche, con los ojos brillantes por las lágrimas –Está muerto. El Rey Loco, lo asesinó.

Lysa Tully la miró con gesto hosco, su mirada azul agrandada por el desconcierto y la pena.

-¿Y por eso te quejas? –Preguntó, ofendida, haciendo un puchero. –Al menos te casarás con un guerrero gallardo y atractivo. Yo... yo en cambio...

y salió corriendo, dejando tras de sí un remolino de sedas y el eco de unos sollozos casi escandalosos. Catelyn apretó los labios. Tal vez no fuese el Brandon que ella quería, cierto, pero Lysa tenía razón. Puede que no fuese tan malo.