Hola! Bueno, esta es mi primer historia, así que es probable que cometa algún que otro error. Es un Hidasaku, así que al que no le guste, QUE NO LO LEA!

Declaimer: Naruto y todos sus personajes y paisajes son propiedad del señor Masashi Kishimoto-sama. Sin embargo, yo estoy jugando con sus niños; a algunos los reviví, a otros los deje muertitos y cosas por el estilo.


Las mañanas solían comenzar con un brillante sol y una cálida brisa en Konoha. Sin embargo, aquella fue la excepción; había amanecido con un fuerte viento frío y una lluvia que parecía no querer detenerse. El clima bajaba los ánimos de los aldeanos, de los cuales algunos ni si quiera encontraban fuerzas para levantarse y hacer sus actividades diarias.

Sakura Haruno, ninja médico de la aldea, no tenía esa posibilidad. Aquel día comenzaba su trabajo en el hospital. Su maestra, Tsunade, había hecho de ella la segunda mejor médico de la villa, y un trabajo en el hospital era un gran honor. No se podía permitir faltar y decepcionar a su sensei.

Se revolvió varias veces en la cama, y con un último gruñido se puso de pie. Con paso cansino se dirigió al baño, se duchó y se vistió. Como toda chica ordenada, había dejado las medicinas y otras cosas que necesitaría para el hospital preparadas en la mesa desde la noche anterior. También había preparado de antemano sus armas ninjas, ya que nunca se estaba seguro de si las necesitaría.

Tomó todo eso y se plantó delante del espejo. Le sonrió a su imagen. Ya no era la niñita débil y estúpida que había sido antes. Ahora, a sus diecisiete años, ya era una mujer hermosa y desarrollada. Su cuerpo, debido a los entrenamientos ninja, era esbelto y atlético. Había dejado crecer su cabello rosado casi hasta la cintura otra vez, como cuando era pequeña. Para su trabajo en el hospital, llevaba una blusa blanca, que se adhería a sus cuervas, y una pollera negra, que le llegaba a la mitad del muslo, con un short debajo de ésta. Seguía usando las botas negras, y en su bolso llevaba los guantes negros que usaba en combate.

Bajó a la cocina de su casa, se sirvió una taza de café y se sentó a la mesa. Hacía dos años que se había mudado a su propio departamento, para no estorbar a sus padres —aunque ellos le habían asegurado que no era molestia en lo absoluto, y que los podía visitar tantas veces como quisiera—. El lugar era amplio, con muebles de caoba oscura y paredes de un inmaculado color blanco. En el recibidor había un sillón de terciopelo rojo, frente a una pequeña mesa ratona de vidrio. Los baños y habitaciones, por otra parte, tenían paredes celestes y verdes, respectivamente. Terminó de tomarse una segunda taza de café, para darse ánimos, tomó el paraguas y salió a la calle. Estaba desolada. 'Estúpida lluvia, y yo tengo que salir a trabajar', se mofó. Aunque le gustaba el frío y la lluvia, eso no significaba que quisiese ir al hospital toda mojada. Apresuró el paso.

Mientras caminaba, no pudo evitar ponerse a pensar. Por fin, luego de que casi toda la aldea le hablase y le hiciese entender, había aceptado que Sasuke no volvería, que sus caminos se habían separado irremediablemente aquella tarde en el hospital, cuando él y Naruto se habían lanzado el uno contra el otro, con sus técnicas más poderosas, dispuestos a matarse. Ella había tratado de detenerlos, pero ahora se daba cuenta de que había tenido suerte —y ellos también— de que apareciese Kakashi y los separase. Sintió pena por su sensei. Seguramente se había sentido decepcionado de sus alumnos, a quienes él les había enseñado en su primera clase que ayudar a sus amigos era más importante que nada.

Durante mucho tiempo, no había hecho más que llorar por la forma en la que la había dejado tirada en esa banca la fatídica noche en que partió definitivamente, y le dio mil vueltas al asunto de que le hubiese dado las gracias antes de noquearla. Se había sumido en la tristeza y soledad, y luego había cargado a Naruto con una promesa que ahora parecía imposible de cumplir. Solo ahora se daba cuenta de que, mientras ella solo lloriqueaba y pensaba en si misma, Naruto había cargado con la culpa de no haber traído a Sasuke como le había prometido. Y se daba cuenta ahora porque Sai se lo había dicho: 'Naruto ha llevado en sus hombros esa promesa por mucho tiempo y creo que piensa llevarla por el resto de su vida. No se qué le hayas dicho, pero creo que ya es suficiente. Se siente como una maldición. Sasuke causa a Naruto mucho dolor, pero tu también se lo causas'. Había tratado de quitarle ese peso a su mejor amigo, pero el chico no lo hacía solo por ella, lo hacía por él también. Como para Sakura Sasuke era el amor de su vida, para Naruto era el hermano que nunca había tenido. Y el Uchiha había traicionado la confianza de ambos chicos, dejándolos solos. Pero no estaban solos. Tenían a sus amigos, y mas que nada se tenían entre ellos. Sakura y Naruto compartían algunas cosas, pero el amor que los unía con Sasuke era una de las más fuertes.

Muchas cosas habían cambiado desde que Sasuke se había ido. Sakura ya no quería ser la molesta que necesitaba que la protegieran adonde quiera que fueran, y por eso fue a pedirle a la Hokage Tsunade que la entrenase. Y la mujer no sólo la había convertido en la segunda mejor ninja medico, sino que le había heredado su fuerza inhumana, que ahora la hacía una de las kunoichis más fuertes de la aldea. También Naruto había cambiado. Desde su viaje con Jiraiya no solo había vuelto mucho más fuerte, sino que había madurado. Seguía siendo algo torpe y Sakura se veían el la obligación de golpearlo cada dos por tres, pero se daba cuenta de que el chico había crecido. La huida de Sasuke los había cambiado a todos.

Un enorme paraguas negro con dos figuras bajo él llamó la atención de la kunoichi pelirrosa. Creyó reconocerlos, ese atuendo naranja solo podía pertenecer a…

—¡Sakura-chan! —el grito del rubio inundó la calle, mientras alzaba la mano y corría a saludarla.

Cuando estuvo cerca, alzó las manos para abrazarla, pero Sakura dio un paso al frente, alzó el puño y descargó su ira en la cabeza rubia de su amigo.

—¡¿Por qué gritas?! ¡Baka! —lo regañó, mientras el rubio se sobaba la cabeza con los ojos llorosos.

—Sakura-chan, ¿por qué siempre me golpeas?

—Porque tú siempre gritas. Hola, Sai —saludó, volviéndose al pelinegro.

—Hola, fea.

La chica se limitó a gruñir. En cualquier otro momento lo hubiese golpeado también, y no se hubiese sentido arrepentida en lo más mínimo, pero aquel día llevaba prisa y no quería perder tiempo dejando lesionado al Anbu. Le dirigió una mirada helada al chico y los esquivó para seguir su camino.

—¡Sakura-chan, espera! —oyó que gritaba el rubio, y luego corría hasta alcanzarla. Sai caminó al lado de Naruto, quien le espetó— ¿Cómo te atreves a llamar fea a Sakura-chan, dobe? Ella es hermosa.

—Es fea —contestó Sai, como si fuera lo más obvio.

—Ya cállense los dos, y tu Sai no hables, ni que fueras la gran cosa.

Naruto se lanzó a reír escandalosamente, y la kunoichi sonrió malvadamente. Si no lo podía golpear, al menos le podía enseñar quién manda. Sai la miró un segundo y luego puso su sonrisa falsa, esa que le había ganado un puñetazo de Sakura cuando se conocieron.

Siguieron caminando en silencio, hasta que divisaron el hospital. El lugar era grande, con una cerca de uno diez metros de la entrada. Las paredes exteriores eran beiges con bordes rojos, y por dentro todo el lugar era color perla. En la puerta, se detuvieron.

—Bueno, Sakura-chan, el dobe y yo iremos a entrenar. ¿Quieres ir a comer ramen con nosotros cuando salgas? —preguntó, esperanzado.

'Bueno, hay cosas que nunca cambian', pensó la pelirrosa, y una era el amor casi obsesivo que tenía Naruto con el ramen.

—Solo si tú pagas la cuenta. Hasta luego, chicos.

—Nos vemos, fea.

—Te vendremos a buscar, Sakura-chan.

La chica levantó la mano a modo de saludo y entró en el hospital. La recepcionista le sonrió y la kunoichi le devolvió la sonrisa. Se dirigió al primer cuarto para hacer la rutinaria ronda matutina de control de los pacientes. En el tercer cuarto se encontró con Hinata.

—Hola, Hinata-chan.

—Ho…Hola, Sakura-chan —le contestó la ojiperla, con su acostumbrada timidez. Bajó un poco la cabeza, lo que hizo que sus cabellos azulados le taparan un poco los ojos.

—¿Me acompañas a hacer las rondas? —le preguntó Sakura, para sacarla de sus pensamientos.

—Cla…Claro —replicó, y juntas se dirigieron al siguiente paciente.

Así revisaron cada habitación, y luego hicieron el informe. Ese día no habían ido mucho médicos debido al clima, lo que molestaba a la ojijade. Solo era lluvia, y los pacientes no podían esperar a que los atendieran solo porque caía un poco de agua. Suspiró hondo para calmarse. Hacía algún tiempo, su inner había desaparecido, lo que era bueno y malo en partes iguales. Bueno, porque ya no la picaba con estupideces sobre Sasuke y su físico perfecto; malo, porque a veces le servía para controlar ese temperamento de mil demonios que tenía.

Haciendo lo que le gustaba, pronto se le pasó el tiempo, y le llegó la hora de salir de trabajar.

—¿Vienes a comer conmigo, Hinata-chan? —La Hyuga le sonrió, y Sakura pensó en molestarla un poco. Sonrió con picardía y agregó—: Iremos con Sai… y con Naruto.

Sus palabras, para su gusto, tuvieron un efecto instantáneo: el rostro de la peliazul se tiño completamente de rojo. '¿Y de verdad se piensa que nadie se da cuenta?', pensó Sakura, con una gotita en la cabeza. Y la verdad era que solo Naruto desconocía los sentimientos de Hinata.

—¿Con…con Naruto…kun? —preguntó, jugando con los dedos de sus manos.

Sakura iba a contestar, pero cierto rubio las interrumpió.

—¡Sakura-chan! ¡Hinata! —corrió hacia ellas, saludando con la mano.

Un aura oscura rodeó a Sakura, mientras aparecía un tic en su ojo derecho y cerraba el puño. Naruto solo llegó hasta ellas para inmediatamente salir volando por el puñetazo que le propinó Sakura. Cayó a varios metros, porque la chica no había usado toda su fuerza. Caminó hacia él, rígida, y lo tomó de la campera.

—¡¿Qué te dije a la mañana de gritar?! ¡Baka, baka, baka! —le gritó, acompañando cada palabra con una sacudida. La cabeza de Naruto había caído hacia atrás y una línea de sangre le caía por la nariz.

Sai y Hinata se habían resguardado tras un árbol, y los miraban con una gota en la cabeza, como si estuviesen locos.

—Fea, si no lo dejas, no nos pagará la comida.

El rostro de la kunoichi se movió lentamente hacia Sai, casi mecánicamente, y soltó al rubio, solo para dirigirse al pelinegro. Él le sonrió, sin percatarse de que la peliazul repentinamente había desaparecido de su lado. Cuando abrió los ojos y lo notó, era tarde.

—¡Que no soy fea! ¡Shannaro! —y descargó toda la fuerza del puño en el suelo.

Sai salió volando a metros de distancia y Sakura permaneció de pie, justo en medio de un suelo hecho pedazos.

—¿Sa…Sakura-chan?

La nombrada se volvió hacia Hinata, que la miraba con cuidado. Sakura sonrió con suficiencia, cerrando los ojos, y se sacudió las manos. El chico Kyubi ya se había puesto de pie y se encontraba a un lado de la Hyuga. Sakura caminó hacia ella, ignorando los escombros que había dejado.

Los tres amigos se dirigieron a Ichiraku ramen y cada uno pidió un tazón. Luego de un rato apareció Sai, quien tuvo buen cuidado de sentarse en la esquina opuesta a la pelirrosa, quien le sonrió con inocencia fingida.

—¿Sabes, Sakura-chan? Hoy le gané al teme en una batalla —le comentó el Uzumaki con emoción. La chica se limitó a asentir, con la boca llena de comida.

—Me detuve porque parecía que te morías, Naruto —aclaró Sai, ganándose una mirada asesina por parte del rubio.

—¡No mientas, teme, te detuviste porque mi odama rasengan casi te vuela la cabeza! De todas formas, aún me falta entrenar más.

—¿Por qué? Tu eres el… el ninja más fuerte… de la aldea… Naruto-kun —lo animó la ojiperla, jugando con sus dedos, al haber terminado su ramen.

—¡Eso no es suficiente, Hinata! —le dijo el rubio, y de pronto se puso serio— Tengo que ser más fuerte si quiero traer a Sasuke-baka.

Ese nombre hizo que tres cabezas se giraran hacia la pelirrosa, cuyo rostro estaba oscuro. Es cierto que había aceptado que Sasuke no volvería, pero eso no significaba que no quisiese tenerlo con ellos otra vez, ni que no lo siguiese queriendo tal y como antes. Incluso Sai se daba cuenta de que ese tema era delicado para ella, y se apresuró a cambiar de tema haciendo un pequeño resumen de la batalla con Naruto, aunque Sakura no comentó ni prestó atención alguna.

Aun era débil, se dijo, lo suficientemente débil para haber perdido contra Sasuke cada vez que se lo había topado, lo suficientemente inútil como para no haber podido ayudar en nada, lo suficientemente estúpida para no haber podido traerlo a la aldea donde pertenecía. Apretó los puños. Entrenaría más también ella, lo haría hasta caer del agotamiento, hasta que sus músculos se resintiesen y ya no pudiese moverlos. Entrenaría hasta que fuera verdaderamente fuerte.

Como si lo hubiese invocado con la mente, Kakashi apareció con una nube de humo. Vestía su acostumbrado traje de Jounin, con la máscara oscura tapándole casi la mitad del rostro —su frente y ojo izquierdo eran tapados por la bandana: solo su ojo derecho estaba a la vista—.

—Hola, chicos —Se apoyó en la pared, curvó el único ojo visible (lo que significaba que estaba sonriendo) y alzó una mano. En la otra traía 'El paraíso del coqueteo'.

—Kakashi-sensei —respondieron las dos kunoichis y Sai.

—¡Kakashi-sensei, aún está leyendo esos libros pervertidos! —exclamó Naruto, y quiso tomar el pequeño tomo, pero Kakashi lo hizo desaparecer en su bolsillo con demasiada rapidez, lo que hizo que el chico cerrase los ojos y le frunciese el ceño— No voy a invitarlo a comer ramen si no me lo da.

Kakashi rió y se sentó entre sus dos ex-alumnos. Ya no era su maestro, pero siempre los consideraría sus alumnos, y ellos siempre le buscarían como sensei y guía, como amigo y consejero.

—Les iba a ofrecer ir a entrenar mañana. Tengo el día libre y hace mucho que no entrenamos juntos.

Sakura sonrió ampliamente. Eso le iba como anillo al dedo. Cualquiera pensaría que el peligris le había leído la mente. Les dijo que los vería en el puente de siempre a las ocho y, elevando la mano y cerrando el ojo a modo de saludo otra vez, desapareció en una nube de humo, tal y como había llegado.

La chica Haruno se levantó.

—Voy a casa a descansar. Hasta mañana, chicos.

—¡Espera, Sakura-chan! Pago la cuenta y te acompaño.

—Yo la acompañaré, Naruto. Quédate con Hinata. —lo detuvo Sai, poniéndose de pie.

El rubio lo observó con desconfianza, pero al final terminó por ceder.

—Bien, pero mucho cuidado con Sakura-chan, ¿escuchaste, teme? O te volveré a hacer comer el polvo.

Sakura y Sai se despidieron y se encaminaron a la casa de la kunoichi. Caminaron en silencio, hasta que la chica le soltó:

—¿Lo hiciste adrede?

—¿Qué cosa?

—Dejar a Naruto a solas con Hinata —dijo, como si fuera obvio.

—Hacen una linda pareja…—Sakura sonrió, contenta de que su amigo también los viese así, pero…—, o la harían si Naruto tuviese pene.

—¡Sai!

El grito fue irremediablemente acompañado por otro golpe, lo que dejó a Sai parejo, con un chichón a cada lado de su cabeza. El pelinegro puso cara de cachorro apaleado, lo que consiguió aplacar un poquitito la furia de su amiga, así que lo invitó a pasar a su casa y a sentarse en el sofá. Le tiró una bolsa de hielo desde la cocina, mientras ella se dirigía al baño para darse una ducha larga y revitalizante. Casi una hora después salió del baño y se encontró al pelinegro sentado en el sillón allí donde lo había dejado, muy quieto, con la bolsa en la cabeza. Hablaron un rato y luego Sai se despidió, diciendo que tenía que ir a ver a la Hokage. Ya era de tarde, por lo que, al no tener nada mejor que hacer, se fue a dormir.

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—Vamos a necesitar a alguien para que cure a Kakuzu, y para que restaure a Hidan —comentó un hombre de cabellos naranjas a los hombres que lo rodeaban. Una mujer permanecía de pie tras él, en silencio.

—¿Para qué quieres revivir al tacaño y al religioso, Líder-sama? —preguntó un hombre más joven, de largo cabello rubio— ¡Al menos eso ha conseguido cerrarle la boca al maldito!

—¡Cierra la puta boca, ateo de mierda! ¡Recibirás tu castigo, Jashin-sama te castigará! ¡Tomará tu cuerpo y lo despedazará, y luego se beberá tu asquerosa sangre! —lanzó un bufido molesto— ¡Ah, como duele esta mierda!

—Cállate, Hidan. Suficiente tengo con buscarte a alguien para que reconstruya tu cuerpo, así ya no nos sirves de nada.

—¡Tu eres otro puto ateo, me importa una puta mierda lo que digas! ¡Yo no necesito a nadie para que me ayude!

El líder lo observó un segundo como sopesando sus palabras, y luego se volvió hacia dos hombres. El primero era el más alto, de piel azul y facciones semejantes a las de un tiburón. En la espalda cargaba una gran espada cubierta de vendas. El segundo era un poco más bajo, y su largo cabello oscuro estaba atado en una coleta. Sus ojos eran de un profundo color negro, y su expresión no revelaba nada.

—Itachi, Kisame, han corrido rumores de que Tsunade-hime, ahora Hokage, tiene una aprendiz.

Kisame e Itachi intercambiaron una rápida mirada.

—Quiero que vayan a Konoha y la busquen. No quiero que nadie, absolutamente nadie, sepa que están ahí.

—¿Y cómo vamos a saber quién es? —preguntó Kisame

—Solo tienen que rondar un poco la torre del Hokage, y ella aparecerá sola. No se confundan, seguramente allí se encontrarán con la mano derecha de Tsunade. Tráiganme a su aprendiz.

Uchiha y Hoshigaki asintieron casi imperceptiblemente y desaparecieron. El hombre de cabellos naranjas se volvió.

—Quiero que se queden aquí con ellos. Si Kakuzu reacciona, me avisan —le echó una mirada helada a Hidan—. Y no quiero oír sus estupideces.

Pain y la mujer salieron. Los Akatsukis sonrieron malévolamente. Hidan, el más escandaloso de la organización —y quien en algún momento los había importunado a todos, juntos o por separado, con su amado Dios Jashin—, se encontraba ahora sin brazos y piernas, completamente a su merced. El religiosos los miró con los ojos muy abiertos, y solo consiguió abrir la boca cuando todos se tiraron sobre él y usaron sus propios métodos para callarlo, tal y como había pedido el Líder. Después de todo, Pain nunca había especificado cómo lo tenían que callar, y los compañeros de Hidan se aprovecharían de eso al máximo.

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Konoha no amaneció con lluvia aquel día, pero las nubes negras del día anterior aún estaban sobre sus cabezas. Sakura verdaderamente quería quedarse aquel día acostada. No tenía que ir al hospital y le pareció que Naruto y Kakashi se podían arreglar bastante bien sin ella. Gruñó y se dio vuelta en la cama. ¿Para qué había aceptado aquel entrenamiento? Sabía que su sensei se sentía solo, y buscaba en ellos un poco de cariño, que estaban más que dispuestos a darle, pero, ¿acaso su cariño no podía esperar un poco? Al menos hasta las doce, o doce y media. Luego ya vería como se las arreglaba con el peligris. Una sonrisa de disculpa, una excusa totalmente absurda y tal vez una invitación a almorzar con ellos bastaría para apaciguar el genio del ninja copia. Con todo eso en la cabeza, se tapó con las mantas hasta la coronilla y se dispuso a seguir durmiendo, pero al parecer no iba a conseguirlo.

—Fea, ¡Ey, fea! ¿Te pensabas quedar durmiendo todo el día?

Una vena comenzó a palpitar en su sien, al mismo tiempo que por su cabeza pasaban todos los insultos que se sabía dirigidos a su compañero de equipo. Ella ya estaba más que lista para volver al suave y tranquilo mundo de sus sueños, y tenía que venir él a arruinarlo todo.

—Vete de mi casa, Sai.

—No hasta que te levantes. Naruto me mandó por ti.

La kunoichi lanzó un grito de molestia y desesperación, al tiempo que tomaba su cabeza con las manos. Se puso de pie y en diez minutos salía de la ducha vestida con su ropa de entrenamiento.

—¿Quieres algo para desayunar? —El chico asintió, con brillo en sus ojos negros—. Que no se te haga costumbre, ¿me oíste? Como te vuelva a ver en mi casa, haré gelatina con tus huesos.

Desayunaron en silencio. Sai no era un chico muy locuaz y de todas formas Sakura agradecía el silencio. No tenían nada de que hablar. Cada vez que el pelinegro abría la boca y le dirigía la palabra —bueno, tal vez no siempre, pero casi siempre— era para decir algo que, aunque fuese inconsciente de ello, era desubicado, y lo hacía ganarse un puñetazo de su compañera.

La chica Haruno aprovechó el momento para pensar un poco sobre si misma. Debía dejar de autocompadecerse. ¡Vamos! Era cierto que había sido una niña llorona e inútil, que solo era un estorbo para el equipo, pero eso había cambiado. Ahora se cargaba el título de segunda mejor ninja médico de la actualidad, además de su carácter de mil demonios y fuerza de cien hombres, todo cortesía de su querida Tsunade-sama. Esa mujer la había comprendido, acogido y aceptado cuando casi nadie más lo había hecho. Tsunade había visto fortaleza en ella, y por eso la había entrenado con todas sus habilidades. Y el resultado esta allí, a la vista: esa kunoichi, junto a Chiyo-sama, había derrotado a uno de los Akatsukis más poderosos: Akasuna no Sasori, y había logrado sacar el veneno del cuerpo de Kankuro cuando nadie más había logrado hacerlo. No había entrenado en vano. Si había perdido contra Sasuke era a causa de que aún guardaba fuertes sentimientos por el Uchiha, pero no porque fuese débil. Ella no se consideraba a la altura del Sharingan, eso de hecho hubiese sido una terrible estupidez, pero si volvía a cruzarse a Sasuke, supo que opondría batalla. No se dejaría vencer tan fácilmente.

Cuando vio que Sai terminaba de desayunar juntó los platos y salieron a la calle. Aún era temprano, y muchos negociantes recién comenzaban a abrir sus locales. Corría un leve viento frío que se dedicaba cada dos por tres a despeinar a la chica, y luego a volver a penarla. Pasaron frente a la florería Yamanaka, y Sakura alzó la mano, saludando a la madre de Ino. La mujer le devolvió el gesto y le sonrió cariñosamente.

En el puente solo estaba Naruto, apoyado en la barandilla, con cara de estar muriéndose del aburrimiento —una expresión muy a lo Shikamaru—. Cuando los vio llegar se apresuró a caminar hacia ellos, con una de esas enormes y sinceras sonrisas, que le solían subir el ánimo a cualquiera a quien se las regalase. Miró a Sakura e hizo un puchero.

—¡Sakura-chan, te volviste una tardona! —le reprochó, con cara de cachorro abandonado—. Si es que tuve que mandar al teme a buscarte…

Sakura le dio un puñetazo —uno cariñoso, en el hombro—, y lanzó una carcajada.

—Cállate. Te recuerdo que el tardón eres tú. Solo hoy he venido un poco más tarde, y ha sido porque estaba muy agotada…

—Di la verdad, fea. Pensabas quedarte en tu casa durmiendo.

La kunoichi le lanzó una mirada tan fría que hubiese congelado el mismísimo infierno.

Aunque Sakura se 'había tardado', la verdad es que se sentaron allí y tuvieron que esperar dos horas a que su sensei se apareciese. Como siempre, Naruto y Sakura perdieron la paciencia en pocos minutos y comenzaron a quejarse de que los citase tan temprano y luego llegase tan tarde —Kakashi hacía eso desde que se había formado el equipo siete, y dos años después ellos seguían llegando a la hora pactada, como si tuviesen la mínima esperanza al menos de que un día Hatake cambiaría y llegaría a tiempo—. También, como era costumbre, el peligris apareció en una nube de humo, y trató de excusarse ante las caras indignadas de sus dos alumnos con la típica frase: 'es que me perdí en el camino de la vida…', aunque no pudo terminarla siquiera, porque tanto el rubio como la pelirrosada se adelantaron y le rugieron: '¡No diga que se ha perdido en ningún camino, porque no es cierto!'. Una gotita cayó de la cabeza del Shinobi mientras se llevaba la mano a la nuca y cerraba el único ojo, como disculpándose —la misma cara que hacía cada vez que se citaban y él llegaba tarde, es decir, siempre—.

—Ejem, bueno, ¿tienen ganas de entrenar? —preguntó, para cambiar de tema.

—Creo que yo debo irme —comentó Sai, alejándose un poco, al mismo tiempo que sus dos compañeros decían un fuerte '¡Hai!'

—¿No quieres entrenar con nosotros, baka? —inquirió Naruto, casi con desilusión.

—Quédate, Sai. Aunque tú no hayas sido mi alumno, eres parte del equipo siete, por lo tanto tienes que entrenar con tus camaradas.

Hubo un pequeño lapsus de silencio en el que todos hicieron una mueca disimulada —la de Sai casi ni se notaba—. Curiosamente, por la cabeza de todos pasó exactamente el mismo pensamiento: 'eres parte del equipo siete… como reemplazo de Sasuke'. Nadie lo dijo en voz alta, porque el tema del Uchiha era algo así como un tabú: entre todos los adolescentes se habían puesto de acuerdo en no nombrar al pelinegro; los únicos que tenían 'derecho' a hacerlo eran Sakura y Naruto. Y Kakashi… se sentía bastante avergonzado de si mismo por culpa de ese tema como para sacarlo a colación —además de que si les había propuesto a sus ex-alumnos entrenar era porque echaba en falta el tiempo compartido, y no tenían ningún deseo de amargarles la mañana—.

Sai titubeó un segundo, pero al final volvió sobre sus pasos y se ubicó a la izquierda de la kunoichi.

—Bien —suspiró Kakashi, y se puso de cuclillas. Sus alumnos y Sai se apresuraron a imitarlo, aunque Naruto no soportó mucho esa posición y acabó despatarrado en el suelo, de una manera muy cómica—. Oíd. Lo que vamos a practicar hoy será trabajo en equipo, pero con uno menos, por decirlo de alguna manera.

—¿Cómo que con uno de menos, Kakashi-sensei? —cuestionó la chica pelirrosa.

—Si. Verás, tu serás 'la de menos' —Sakura lo miró con un puchero indignado bastante gracioso, lo que arrancó una risita en el enmascarado—. No te enojes. Lo que pasa es que tú serás la que cuidará los pergaminos.

Todos lo oían con suma atención. Les gustaba entrenar con el ninja copia porque él ya los conocía, y lo hacía muy bien. No los subestimaba; no los trataba con condescendencia. A esas alturas, se podía decir que Kakashi los trataba como iguales.

—Cuidarás esos pergaminos —continuó diciendo, muy seriamente, como si se tratase de una misión real—, pero te enfrentarás a dos de mis clones. Por su parte, Naruto y Sai —se volvió hacia ellos y les clavó su único ojo visible—, cada uno de ustedes peleará con cuatro de mis clones. Pero —añadió, al ver que Naruto ya se ponía de pie para comenzar con el entrenamiento— para cuando terminemos, Sakura no debe tener ni un solo rasguño.

—¿¡Qué!? —se exaltó el rubio, volviéndose de repente a su sensei. Sakura y Sai tampoco parecían muy seguros, por lo que Naruto continuó hablando por los tres—. Ella se tiene que enfrentar a dos de sus clones, sensei. A dos de sus clones —aclaró, al notar la mueca impasible del jounin—. Es totalmente imposible que salga sin una pelusa.

—Y ahí radica el entrenamiento en equipo, Naruto. Ustedes dos tienen que poder proteger a Sakura aún cuando se enfrenten a cuatro oponentes aceptables cada uno. Recordad que ella es vuestra ninja-médico. Sin ella, la misión corre riesgo de fracaso seguro.

Nadie dijo nada, como asimilando lo que el hombre había dicho. Es cierto que los ninja médico eran muy importantes en el cuerpo de la misión. Pero, ¡cuatro Kakashi's cada uno! El hombre era sumamente humilde al calificarse como 'aceptable'. Si a duras penas podían con el verdadero, ¿como harían para manejar a ocho? Era una locura. Por mucho que se esforzasen, ese entrenamiento era en vano. Jamás derrotarían a semejante número de kakashi's. El rostro pareció descomponérseles a los tres —en Sai casi no se notaba; aún le costaba un poco demostrar sus sentimientos—, porque Kakashi les sonrió, como animándolos.

—Vamos, ¿no se habrán acobardado? Son los mejores ninjas de Konoha. Necesitan este entrenamiento, y si puedo ayudarlos, lo haré. Ahora, ¡quiten esa cara de espanto que tienen y demuéstrenme de lo que son capaces!

—¡Hai! —gritaron, al mismo tiempo.

Corrieron al campo de entrenamiento y se pasaron la tarde entrenando, y sí que había resultado un duro entrenamiento. Naruto había usado varias veces sus Bunshin para que fuesen a rescatar a la pelirrosa, y había funcionado. Sai le había dejado dos leones para ayudarle, ya que la chica se enfrentaba a dos enemigos con el potencial de un genio. No tardó mucho hasta que hizo vibrar el suelo, y luego lo hizo pedazos. Ambos Kakashi's tuvieron que saltar, y allí los interceptaron los leones. Se les treparon a la espalda y les clavaron sus uñas. En la caída, Sakura se impulsó en un Naruto y, reuniendo todo su chakra en sus piernas y pies, les dio una patada a cada uno que los mandó demasiado lejos para la vista de la chica. Pronto oyó dos 'plup', indicando que ambos clones habían desaparecido. A ese sonido le siguieron ocho más, indicando que en el área solo quedaba un Hatake, y era el real.

—Chicos, lo han hecho muy bien. Por supuesto, mis clones no han puesto todo su potencial, ya que esto es solo el principio. Si quieren continuar con el entrenamiento, solo tienen que decirlo y lo haremos.

Los tres menores se despidieron del jounin con una inclinación de la cabeza. Habían acabado demasiado agotados y solo se les pasaba por la cabeza una hermosa ducha fresca —no juntos, ¡por supuesto!—. Ya era de noche, por lo que luego de ducharse, comerían y a dormir. Los chicos saludaron cansinamente a la pelirrosa y se desviaron para ir a sus casas. Y la chica, antes de entrar a su departamento, sonrió. Sentía que ese entrenamiento con Kakashi era lo que necesitaba. Sería la mejor kunoichi de la aldea, y cuando estuviese segura de eso, con Naruto se encargarían de rehacer la vida de Sasuke Uchiha, aun si eso significaba traerlo a la fuerza en un principio.


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