.

.

.

NA: Antes que nada quiero aclarar algo, no planeo continuar con este proyecto y ningún otro hasta finalizar "Llamadas" (a menos que necesite un respiro de "Llamadas"), no saben como he llegado a odiar esa historia.

Este proyecto es parte de una colaboración con CianuroDpotasio. Y es un pequeño intercambio de Lincolns, en donde mi Lincoln de la purga termina en el mundo de RWG y viceversa.

Quiero agradecerle por permitirme usar su historia y sus personajes, y espero que este prologo no lo decepciones.

PS: Aún sigo teniendo problemas con el Word (no me deja instalarlo sin importar cuanto lo intente).


El intercambio

Las preguntas dejaron de surgir el primer mes. Todos habían aprendido lo que pasa con las personas que hacen demasiadas preguntas, todas ellas acaban tomando un autobús de regreso a casa con una notificación de despido y sin una mísera carta de recomendación. La última en irse había sido Rud, aquella mujer de cincuenta años llevaba más de veinte trabajando en el asilo juvenil, y por eso creyó que tenía total derecho de ir haciendo preguntas y presionar al nuevo director.

Se equivocó.

Todos estuvieron de acuerdo en que el espectáculo fue como ver a una pobre abuelita a la que habían desahuciado. Dicen que el director no tuvo piedad alguna a la hora de sacarla a patadas de su oficina y sin el menor tacto.

¿Cómo un hombre así pudo obtener el puesto de director de un asilo para niños? Nadie podría saberlo, y no eran tan estúpidos para arriesgarse a hacer demasiadas preguntas.

Pero las dudas seguían, del mismo modo que el miedo.

¿Por qué un niño del pabellón de aislamiento tenía tanta libertad alrededor del asilo?

Los rumores decían que era sobrino del director, otros que sus padres habían sobornado al asilo, y había algunos que simplemente decían que era el favorito del director Stimbelton. Pero no había certeza de nada. Sólo sabían que un niño de cabello blanco, con una cojera en su pierna derecha y ojos muertos podía moverse alrededor del asilo como se le antojara a la hora que le diera la gana.

Paciente C-8 del segundo pabellón de aislamiento: Lincoln Marie Loud. Todos los doctores y enfermeros sabían del milagro médico de cabellos blancos que había sido confinado a aislamiento después del brutal ataque a una enfermera en el hospital. Podría decirse que Lincoln gozó de una popularidad pasajera los primeros meses y finalmente había sido enterrado como el loco de cabellos blancos.

Y ahora podía ir de aquí para allá como se le antojara.

Por lo general sólo se movía cuando los demás niños estaban en el comedor o ya encerrados en sus habitaciones. El resto del tiempo se la pasaba en su propia celda con paredes acolchadas sin molestar a nadie.

(W)

El hambre era terrible.

Hace semanas que no podía dejar de sentir aquella horrible hambre que rasgaba sus entrañas desde el interior. ¿Qué estaba pasando con él? Desde aquella noche fatídica donde tuvo aquel encuentro con los ghouls y había despertado en el hospital no había pido dejar de pensar que había algo extraño con él.

La comida del hospital ya era conocida por ser mala, incluso las enfermeras que probaron su comida no tuvieron problemas para decir que sabía a mierda. Pero era una mierda necesaria para salir antes del hospital, así que Lincoln se había forzado a tragarla mientras masticaba lo menos posible. El vómito pudo ser controlado tragando grandes cantidades de agua cada vez que sentía algo caliente ascendiendo por su garganta.

Tuvo la esperanza de que al llegar a casa todo hubiera terminado.

Sus esperanzas terminaron dando vueltas en el remolino que formaba el agua cada vez que jalaba la cadena. Se forzó a comer tanto como pudiera y darle los restos al perro cuando nadie estuviera viendo.

Y las pesadillas. ¡Dios las pesadillas! Cada noche eran las mismas. Aquellas figuras sensuales ocultas por un manto rojo líquido que se movían de lado a lado a su alrededor. Bailaban junto a él y no podía verlas. Todo lo que podía ver eran sus imágenes residuales al momento de desvanecerse y los mantos rojos que cruzaban por el rabillo de sus ojos.

Entonces delgados y delicados brazos rodeaban cintura y abrazaban su pecho desde su espalda. Lincoln trataba de liberarse de ellos, pero eran demasiado fuertes. Era en ese momento en que se daba cuenta de que estaba hundiéndose. Se perdía en la oscuridad de un mar rojo mientras veía el brillo del sol desapareciendo lentamente sobre su cabeza.

Cada noche se hundía aún más mientras aquellas ninfas desconocidas se reían a cada lado de sus oídos. Y todas las noches Lincoln despertaba cubierto de sudor y con la sensación de estar ahogándose en su propia cama. Había llegado al punto de temer a su propia cama y buscar excusas para mantenerse despierto. Las practicas nocturnas de lucha libre con Lynn habían funcionado al principio, especialmente cuando descubrió que ahora era más que capaz de seguirle el ritmo, pero cuando su madre entró al cuarto peguntando que eran todos esos ruidos y lo encontró en ropa interior con una máscara dominando a Lynn con la fuerza de sus brazos y a Lynn con sólo su camisa y sus bragas con sus piernas fuertemente sujetas a su cintura mientras sus narices se rosaban… Bien, las prácticas tuvieron que ser suspendidas mientras trataban de explicarle a su madre que no era absolutamente nada de lo que estaba pensando.

Lo más extraño es que ella no podía dejar de repetir cosas como "lo sabía, lo sabía. Siempre lo supe. ¡Todos lo sabían!". Lo que hizo las cosas más difíciles de hablar.

De todas formas, había perdido el único ejercicio nocturno que podría mantenerlo despierto y tuvo que aguantarse con pastillas de cafeína y mucho café. Hasta ahora era lo único que no parecía causarle malestar. Había intentado decírselo a Luna, pero ella parecía demasiado ocupada recuperando su relación con Sam como para prestarle atención.

Bien por ella.

Sólo esperaba que no estuviera teniendo el mismo tipo de pesadillas. Quizás ella fuera libre de todo lo que él mismo estaba pasando… o fuera un efecto secundario de la cirugía. Tal vez algo psicológico, tendría que preguntarle a Lisa sobre ello. Pero entonces podría tener que revelarle toda la verdad de aquella noche y… bueno, Lisa podía ser discreta, pero terminaría compartiendo la información con Lily y no quería traer ese tipo de temas a su hermanita de sólo cinco años.

Los ghouls. Aquellas hermosas gemelas eran ghouls. Había sido una de las mejores citas que hubiera tenido, ni siquiera la idea de tener sexo a la vista de su hermana… o junto a ella si era en la misma cama, había llegado a sonar tan desagradable mientras se acercaban a lo que podría haber sido su tumba.

Había escuchado mucho sobre ghouls en la escuela y las noticias, incluso por parte del FBGC, pero nunca los había visto en carne y hueso. Todas las fantasías que pudo haber tenido de pequeño donde se veía a si mismo partiendo a los ghouls fácilmente por la mitad con una espada se habían quedado totalmente cortos en el momento de ver un verdadero Kagune salir disparado… y aquellos ojos… Lo había escuchado en las noticias, lo que la acumulación de células Rc podía hacer en el cuerpo de los ghouls cuando este liberaba su kagune. Pero nunca detallaban el terrible temor que podría experimentarse verlo con sus propios ojos.

De no haber estado Luna ahí, posiblemente hubiera quedado paralizado, esperando ser la cena. Se sintió como un idiota al no darse cuenta desde un principio que había algo extraño en ellas. ¡Tina no podía dejar de alabar la dureza de sus músculos mientras trataba de contener la saliva! Pero claro, ella lo hacia en un tono sensual que lo hacia creer que podría tener suerte… junto a su hermana.

Tenía que dejar de pensar en esas cosas.

¡Su vida estuvo en riesgo por pensar con el pene! Esperaba haber aprendido una lección de ese evento traumático.

-Lincoln.

La voz de su mejor amigo distrajo su atención de sus pensamientos. Los dos habían ido al nuevo arcade a pasar el rato y discutir de cosas adolecentes: como las chicas, el corto de la falda de las chicas y las el tamaño de los pechos de las chicas. A Lincoln realmente le hubiera sido más fácil relajarse de no haber sido por la pizza y soda que le invitó para tomar un descanso.

-Sabes que puedes contarme cualquier cosa, ¿Verdad? –Clyde puso su mano sobre su hombro mientras lo miraba fijamente. Su mejor amigo afroamericano se había vuelo unos centímetros más alto que él, y su estado físico había mejorado mucho en este tiempo. Tenía una pequeña barba en el mentón que había decidido conservar para agregarle madurez a su apariencia y se esforzaba por mantenerse a la moda. –Últimamente siento que estás muy distante y ya casi no comes en la cafetería. Mierda, no recuerdo la última vez que te vi hacer algo que no fuera tomar agua. Sé que la comida de la cafetería puede no ser la mejor, pero nunca te pusieron tan verde como el primer día en que regresaste a la escuela desde que estuviste internado en el hospital.

Verdad. Lincoln no había sido él mismo desde entonces y podía verlo tan claramente como todos a su alrededor. Incluso sus hermanas se habían dado cuenta de que se encontraba más decaído y comenzaba a perder peso. Si seguía así, todo el trabajo físico que acumuló con Lynn a lo largo de los años hubiera sido para nada. Volvería a ser un enclenque delgaducho del que todos se burlan.

Pero no era su culpa. La comida simplemente ya no le sabía a lo que se supone debía saber. Ya no siquiera recordaba el sabor del chocolate o el helado. A menos que fuera helado de café.

-Eso es… Lo siento Clyde, es sólo que… –Sentía que sería algo imposible de explicar. Clyde era su mejor amigo y tenía todo el derecho de saber lo que le ocurría y todo lo que había ocurrido aquella noche, pero no podía encontrar las palabras para dejarlo salir. –Yo…

-¿Es por el accidente que sufrieron tú y Luna? –Ambos continuaron caminando por la acera. Ya estaba anocheciendo y era mejor encontrar un atajo por los callejones si no querían regresar muy tarde. –Estuviste mucho tiempo en el hospital, y tus hermanas parecían muy preocupadas por ti.

Sí, pero no por las razones que Clyde podría creer. Su mejor amigo lo había apoyado mucho la semana siguiente, y Lincoln se sentía sumamente culpable por no poder decirle la verdad. Le juró a Luna que se llevaría el secreto a la tumba y tenía planeado cumplirlo, especialmente ahora que había logrado recuperar su relación con Sam.

Se alegró mucho de ello… Sam era una chica hermosa… sí, se veía tan jugosa a veces… ¿Eh? Lincoln tuvo que darse una bofetada para evitar pensar en eso. Otra molestia que había notado era que su forma de ver a las personas era como si estuviera frente a una barra de todo lo que pueda comer sin tenedor. ¿Tenía sentido?

-Errm… ¿Lincoln? –Clyde preguntó con cuidado. –¿Acabas de darte una bofetada? –Quizás tendría que haber esperado un poco antes de hacerlo.

-Estaba teniendo malos pensamientos sobre la novia de mi hermana, Clyde. Tú entiendes. –No lo haría, pero era mejor que lo malinterpretara a que supiera que no podía dejar de imaginar a Sam a la "naranja". ¿Entiendes? Suspiró, Luan se equivocó, el humor no lo soluciona todo.

-¿Es por eso que has estado tan deprimido, Lincoln? –Comenzaron a tomar un atajo por uno de los callejones. No sabían mucho sobre el lugar, pero dos chicos en buena forma seguramente no tendrían muchos problemas para pasar, a menos que alguna persona ahí dentro tuviera un arma… o fuera un ghoul. –Lincoln, si te sientes atraído por la novia de tu hermana no tienes que sentirte mal. Es decir, sólo mírala, Sam es una chica hermosa, y posiblemente la más divertida que pudimos haber conocido. ¿Recuerdas cuando nos coló a aquella fiesta adolecente cuando teníamos trece años? Creí que nos meteríamos en líos, especialmente cuando nos topamos con esas chicas con la botella y el embudo… ¡Pero fue la noche más divertida que hubiera pasado en mi vida!

-Eso lo dices porque no pasaste la mayor parte de la noche borracho, ni siquiera me acuerdo de con quien perdí la virginidad, Clyde. –Esperaba al menos haber usado protección. La fertilidad no parecía ser un problema para los hombres de la familia Loud.

-Yo te dije que no debías hacerlo, Linc. –Eso no impidió que él también tomara uno o dos vasos de lo que estaban sirviendo ahí.

-Al menos me hubiera gustado encontrar mis pantalones y no tener que usar los que encontré tirados en el baño. ¿Sabes los problemas que tuve que pasar para volver a casa sin que nadie notara que me había ido? Especialmente con todo el olor a alcohol y, bueno, tú sabes. –Ese fue el día en que decidió que tenía que ir un paso más allá que simples operaciones, tenía que pensar en las consecuencias de cada una de ellas y como evadirlas. Si no era posible, tenía que tener un plan B en caso de que el plan A no fuera según lo planeado, y un plan en caso de que el B terminara como un fracaso, pero el D tenía que ser uno que pudiera solucionar los problemas del A y B, de otra forma sería sólo el plan C, y de ser así significaría que se hubiera ahorrado los problemas de tener que hacer un plan E. Aunque un plan F no estaría mal si se veía obligado a abortar los planes desde el A hasta el D, pero eso sólo si decidía que el E no era convincente.

-Lo sé, tuve que bañarme en el barro para ocultar un poco el olor y convencer a mis padres de que había tenido una pelea con unos borrachos. Ese fue mi primer roce con la policía, y creo que el oficial que me asignaron sabía que estaba mintiendo, Linc. Al menos resultó ser uno amable.

-Yo me quedé atorado en la chimenea. –Lincoln confesó. –De no ser por Luna y Lisa, hubiera pasado el resto de la noche ahí dentro esperando a que mi familia entera llamara a los bomberos y… Ni siquiera quiero pensar en eso. –El que Lily también supiera que su hermano mayor se había ido de parranda a una fiesta repleta de alcohol lo hacían sentir como un mal ejemplo para la pequeña.

-En cualquier caso, Lincoln. Si te sientes atraído por Sam no debes avergonzarte… Sólo recuerda que es lesbiana y que jamás se interesaría en ti, eso y que Luna sería capaz hasta de castrarte luego de hacerte picadillo con su guitarra.

-Gracias, Clyde. Eso me hace sentir mucho mejor. –Luna ya le había advertido una vez lo que pasaría si trataba de ver a Sam como algo más que una amiga de copas. No es que no confiara en él, es simplemente que se había vuelto tan atractivo que incluso ella comenzaba a perderse en su cuerpo cada vez que lo veía salir del baño en una toalla. ¡Sí, definitivamente el momento más incomodo que pudiera tener con una de sus hermanas nunca en la vida! –A veces me gustaría que Luna no fuera un espíritu libre.

Clyde pareció pensar un poco mientras seguían entrando más profundo en el callejón. Algo no le gustaba a Lincoln, su nariz no había dejado de picar desde que dieron un paso adentro. Creyó que era por toda la basura amontonada, pero era algo diferente. Olía a… diferente. Esa era la única forma en que podía describir ese olor. Y era más de uno. Eran dos olores diferentes pero a la vez idénticos.

-Sabes, si Luna es un espíritu libre como la describes, tal vez no le molestaría compartir a Sam… los dos juntos.

Y todos sus pensamientos fueron cortados al momento en que Clyde dejó salir esas palabras.

-¡¿Qué?!

Clyde retrocedió un poco. –Calma amigo, sólo digo. Luna es atractiva, Sam es atractiva, a Luna no le molestó que estuvieras a punto de tener sexo en la casa de dos chicas aquella noche y… bueno, quizás no sólo junto a ella. –Clyde le lanzó su mirada de, "¿Realmente crees que podrías engañarme, amigo? Te conozco desde que te hiciste en los pantalones en clase de gimnasia". –Era una cita doble, ¿Verdad? –Su tono no aceptaba mentiras.

-…Sí. Pero jura guardar el secreto o me desollaran vivo, amigo.

-Lo haré. Pero si vas a mentirme al menos trata de inventar algo más que solo palabras que convenzan a personas que no están tan interesadas como un mejor amigo pueda estar. –Se adelantó un poco. –Pero lo que dije sobre Sam y Luna no estaría tan errado, es decir, Luna es bisexual y todo eso, tal vez pueda hablar con Sam y…

-Ya vasta con eso, Clyde. No olvides que es mi hermana. –Lincoln ya tenía suficiente con los rumores en la escuela como para que su mejor amigo iniciara uno más. –Todavía no puedo recuperarme de la última historia de Lynncoln.

-Tampoco el chico que la inició cuando lo encontró Lynn, fue un despechado, ¿No?

-Sí, creo que su nombre era Lucas. Ya no importa. Sólo regresemos a casa, amigo. –La comezón en su nariz estaba creciendo cada vez más y comenzaba a sentirse tan mareado como hambriento.

-Bien, ja me alegra que te estés soltando un poco más, Lincoln. –Clyde regresó su vista al frente y sacó su celular. –Sí, creo que nos perdimos hermano.

-Lo sabía. –Lincoln suspiró. Ya había notado que habían estado dando vueltas por todo el lugar sin tener ni idea de a donde ir. –¿Activaste el GPS? Tendrías que haberlo hecho desde el principio.

-Tú tampoco usaste el tuyo, Lincoln. –Sonrió un poco mientras revisaba donde habían ido a parar. –Supongo que los hombres no necesitamos indicaciones, y si alguien pregunta ni siquiera sabemos que es un GPS.

-Hecho.

Mientras vagaban por los callejones, Lincoln se esforzaba por mantener a Clyde lejos del origen de aquellos olores extraños. Su instinto no dejaba de gritarle que era peligroso, que tomara a Clyde del brazo y regresaran por donde habían venido. Era más seguro pedir una mísera indicación en la calle que dejar que su orgullo los atrajera a más callejones sin salida.

-Se están acercando… –Murmuró por lo bajo, pero su propia voz le sonó como si de un grito se tratara.

-¿Qué pasa?

-Clyde, tenemos que regresar. No importa si terminamos vagando en las calles. Tenemos que volver ahora. –Estaban muy cerca, ¿Pero donde? Todavía no se acostumbraba a tener una nariz sensible, y había pensado que era temporal, quizás ni siquiera oliera nada, podría ser su imaginación.

-Vamos, Lincoln. Creo que ya casi…

-¿Te lo vas a comer?

Aquella voz los paralizó a ambos. Ambos amigos voltearon lentamente hacia el origen del llamado y Lincoln sintió como el sudor se acumulaba por su frente por cada centésima de segundo que pasaba. Sus sentidos se agudizaron en el momento en que vio a dos vagabundos detrás de ellos. O a primera vista era lo que parecían ser. Uno de ellos parecía exagerar un poco en la "imagen" del vagabundo. Tenía ropas enmarañadas, el cabello castaño pajoso y sucio, una peste como si se hubiera revolcado en la basura por medio minuto y una bolsa plástica repleta de latas que tiró aún lado como si no fueran su única fuente de alimento.

Su compañero parecía ser un vagabundo más común. Tenía el cabello negro más limpio, su ropa eran una camisa algo rota, pantalones sucios y zapatos desgastados con un agujero en la punta. Este miraba principalmente a Lincoln mientras se acercaba con pasos lentos.

Lincoln y Clyde retrocedieron un poco asustados.

-Hey, tranquilos. No queremos problemas. –Clyde trató de sonar relajado. Pero Lincoln podía olerlo, las hormonas que se mesclaban dentro de su amigo estaban totalmente fuera de control. Estaba aterrado, pero aun así se las arreglaba para mantenerse en un tono neutro. –Nos perdimos y necesitamos un poco de ayuda para salir del callejón, ¿Qué tal si nos echan una mano y después se los recompensamos?

Pero no era dinero lo que ambos querían. Lincoln sintió como su mandíbula se cerraba fuertemente al momento en que tuvo a ambos frente a frente.

-Escucha mocoso. –El de cabello negro se dirigió a él. –Te vez joven y pareces no ser de aquí, así que seré amable y te diré esto. –Extendió los brazos por el callejón. –Éste, es nuestro territorio de caza. Nuestro. Tenemos el permiso de Drácula para casar aquí. No quiero volver a enterarme de que estuviste cazando en nuestro territorio, ¿Entendiste niño?

Sus palabras eran confusas para Lincoln, pero Clyde parecía un poco más despierto después de escuchar sobre "cacería".

-Lincoln… Creo que esto es… –Tragó saliva, y Lincoln entendió muy bien de lo que hablaba.

-Cómo odio a los jóvenes. –El que exageraba mucho la apariencia de vagabundo lo miró con una sonrisa repleta de desprecio. –Se creen que pueden ir y venir como si fueran cualquier cosa. Aquí Drácula tiene una forma especial para tratar con los idiotas como tú, niño. –Señaló a Lincoln. –Y no quieres saber cual es.

-Nos quedaremos con tu almuerzo como pago por esta transgresión.

-¿Mí… almuerzo? –Su único ojo visible se agrandó enormemente cuando la información terminó de ser procesada dentro de su cabeza. –Oh, no.

Antes de que pudiera decir nada más, el vagabundo de cabello negro y pantalones sucios encorvó un poco su cuerpo y desde una rasgadura en la parte posterior de su camisa salió lo que sólo podría describir como un tentáculo. Una imagen que despertaba en Lincoln un gran temor desde su último encuentro con aquella especie tan aterradora.

El tentáculo se endureció, y más que un tentáculo se vio más como una rama curva. La punta era como el aguijón de una abeja y se movía como si fuera un elemento mecánico. El tiempo mismo se paró en el momento en que Lincoln la vio por completo y su corazón comenzó a latir como nunca…

Bum-Babum.-Badabum.

Esos eran los ritmos de su corazón. Por sus venas comenzó a correr algo más que la adrenalina producto de sus miedos. Podía sentir algo caliente que recorría su circulación a gran velocidad y rodeaba su cuerpo desde el interior.

Bum-Babum-Badabum.

El ritmo de su corazón no se detenía ni cambiaba mientras seguía bombeando aquella sustancia roja en grandes cantidades. Por alguna razón no podía dejar de pensar en el hambre que tenía.

-Linc-ugh.

El grito de su mejor amigo pareció lejano en el momento en que su cuerpo fue atravesado dese el estómago por aquel aguijón mecanismo de color rojo. Clyde fue levantado levemente desde el piso y sus manos se sujetaron por instinto a la base del aguijón. En la desesperación perdió todo rastro de pensamiento racional y trató de arrancarse el aguijón, e incluso de romperlo. La base parecía tan delgada y frágil como una ramita, pero era más duro que el mismo acero.

El aguijón se desprendió por voluntad propia y la sangre salió disparada del interior de Clyde mientras su cuerpo caía al piso. Su mejor amigo se sujetó el agujero por donde parte de sus entrañas habían comenzado a caer y Lincoln casi sintió deseos de reír al imaginarlo tratando de ponerlas nuevamente dentro de su cuerpo.

Pero la risa fue reemplazada por algo más fuerte.

La sangre de su amigo había caído dentro de su boca abierta. La respiración casi se había detenido al saborear la dulzura de aquel líquido vital para la vida humana. Decían que la sangre sabía a hierro, que era desagradable y su consumo podría causar malestar y enfermedades. No era como en las leyendas o teorías de internet en donde beber sangre te otorgaba todos los nutrientes que había consumido su antiguo dueño, era algo que podría llegar a ser toxico si se le administraba a quien no fuera del mismo tipo.

Pero parecía ser todo lo contrario de lo que había escuchado.

Era deliciosa.

-Y te vas a quedar quieto mientras comemos, ¿Entendiste? –Pantalones sucios le dijo con una sonrisa mientras lamía un poco de la sangre en su aguijón. –Vamos, querido, hoy nos invitan la cena.

-Te dije que no me llamaras así en público. –Lo golpeó en el hombro con molestia.

Bun-Babum-Badabum.

¿Iban a… comerse a Clyde? Eran ghouls, eso es lo que hacían. Los ghouls eran los depredadores de la humanidad. Su trabajo era consumir a las personas para sobrevivir. Y muchos de ellos lo disfrutaban.

Como ahora.

Lincoln los vio sonreír mientras se agachaban cerca del cuerpo tembloroso de su mejor amigo. ¿Por qué no él? ¿Por qué no lo atacaban? ¿Por qué no tenía un aguijón enterrado muy profundo dentro de su cuerpo? ¿Por qué no sentía nuevamente el ardor al atravesar su carne? El sentimiento de saber que morirás sin remedio mientras alguien importante perece por tu propia impotencia.

Su mejor amigo.

-L-lincon…

Bun-Babum-Badabum.

-C-corre…

Su comida.

Lincoln sintió la rabia apoderase de su cuerpo. La locura producto de la furia no lo dejaba pensar en nada más que no fuera rugir con ira mientras veía a aquellos dos ghouls listos para saborear la carne y sangre de su amigo. No podía dejarlos.

Esa era su comida.

El rugido atrajo la atención de ambos, pero no lo suficientemente rápido para reaccionar al ataque de Lincoln. La furia del peliblanco lo llevó a patear fuertemente al que exageraba la imagen de vagabundo y terminó volando más de dos metros en el aire mientras recorría otros diez hacia atrás. Su compañero tardó un instante en darse cuenta de lo que ocurría y trató de atacar a Lincoln con su kagune. El aguijón voló hacía él a gran velocidad, Lincoln inclinó su cuerpo hacia atrás y evadió lo que hubiera sido una muerte instantánea por un ataque directo a la cabeza.

Corrió hacia el de pantalones sucios y lo tomó fuertemente desde el cuello, levantó su cuerpo en el aire y lo estrelló contra el piso sucio del callejón. Un pequeño cráter se formó en el lugar del impacto y le arrebató todo el aire el aire al falso vagabundo. Intentó desesperadamente utilizar su kagune contra Lincoln, pero los golpes que comenzaba a recibir directamente en el rostro le quitaban toda su concentración. Su Kagune comenzó a retorcerse de un lado a otro en busca de un objetivo claro, pero no encontraba nada en que calvarse que no fueran las paredes del callejón o el mismo piso donde era retenido.

Lincoln continuó atacando como si fuera una bestia. No se dio cuenta de cuando hundió sus dientes fuertemente en el cuerpo del kagune y comenzó masticarlo. El sabor era asqueroso y no quería nada más que no fuera escupirlo, aún así forzó sus dientes a penetrar todavía más aquel órgano tan duro como el mismo acero y comenzó a jalar con fuerza. El kagune se separó con un tétrico sonido gutural y Lincoln lo escupió lejos. La gran masa de células Rc perdió su estado solido y se convirtió en un charlo rojo lejos de ellos.

-¡AAAHH!

No supo si el grito fue de su victima, su compañero o de él mismo. Sólo sabía que tenía que seguir retorciendo aquel brazo, rompiendo sus huesos, masticando su carne, abriendo su estómago y retorciendo sus órganos desde dentro antes de traerlos al aire libre y sucio del callejón. La sangre comenzó a chocar contra las paredes y los gritos se convirtieron lentamente en gemidos lastimeros y ahogados de una boca que vomitaba sangre.

Su compañero tembló de sobremanera y siguiendo todos sus instintos comenzó a correr sin mirar atrás. Poco le importaba mientras pudiera poner bajo advertencia a cualquier a que pudiera meterse en su territorio. Levantó el cuerpo maltrecho del ghoul, raramente podría ser reconocido ahora. Con una mueca de desprecio lo tiró como si fuera basura.

Tenía tanta hambre.

-L-Lincoln.

Bun-Babum-Badabum.

Su corazón latía nuevamente por la excitación y el hambre.

Su único ojo captó la imagen lastimera de Clyde en el piso, pero difícilmente podía seguir viéndolo como a su igual… o su amigo.

-¿No se ve apetitoso?–Aquella suave y sedosa voz se escuchó sobre so oído izquierdo.

-Es tuyo. –Otra voz casi idéntica se escuchó en el izquierdo.

-Si tienes hambre, ¿Por qué no comer? Esta es tu presa. Te pertenece.

Tenía tanta hambre, y apenas podía pensar con claridad mientras las ninfas de sus pesadillas envolvían nuevamente su cuerpo entre sus brazos. Cada pequeña parte de su cuerpo temblaba al son de su corazón mientras veía la sangre seguir corriendo desde el estómago de Clyde. Sus tripas comenzaban a hacerse visibles.

-Rápido, o se echará a perder.

-Rápido, o se agotará toda la sangre.

No. No podía más. ¿Qué estaba pasando con él? Terminó en cuatro patas sobre el piso como un simple animal que ya tiene la vista fija en su siguiente comida. Los brazos presionaron su torso y pecho y lo dirigieron hacia donde querían que fuera.

-Come, es delicioso.

-Come, es para ti.

-Lin-

No pudo terminar.

Lincoln había hundido sus dientes profundamente en el cuello de su mejor amigo de la infancia.

(W)

La sala de recreo estaba en su mayoría vacía. Muchos niños del tercer pabellón normal preferían salir al patio o en la cafetería en pequeñas reuniones con amigos. No había mucho de todas formas, sólo algunos estantes con lecturas suaves y nada violentas, y algunos juegos de mesa. Dos niñas estaban jugando lo que parecía ser un entretenido juego de serpientes y escaleras en silencio.

Todo era tranquilo aquella tarde.

Una pequeña niña de cabello rubia estaba sentada sobre un cojín cerca de la pequeña biblioteca de la sala de recreo. No había nada que fuera de su interés que pudiera leer, todos los libros eran ilustrados e infantiles. Quizás eran lo propio para niñas de su edad, pero ella simplemente no podía encontrar un gusto en ellos. Nadie podría, es por eso que ese lugar siempre estaba abandonado.

Lincoln cojeó hacia la pequeña niña. Las ropas de la niña eran las típicas ropas blancas del asilo juvenil: camisa, pantalones de algodón y zapatos blancos. Eso era todo lo que aquella niña tenía puesto. No iba muy bien con la pintura amarilla de las paredes y el piso de madrea pulido. El asilo juvenil podía ser confundido con una mansión de dos pisos desde el exterior, y su diseño era más bien rustico.

Aún así, el interior estaba plagado de niños que fueron victimas de aquella noche que se celebra una vez cada año. Había dos tipos de pabellones para los niños que quedaban envueltos en aquella noche: normal y aislamiento. La niña era del pabellón normal, y era conocida por haber gritado una historia ridícula sobre haber sido inculpada de un crimen que no cometió.

Los psiquiatras piensan que es su forma de escudarse de la responsabilidad y el dolor de haber asesinado a su propia hermana menor.

Cuando Lincoln estuvo junto a ella se sentó a su lado y dejó un pequeño libro junto al cojín donde estaba sentada y abrazando sus rodillas. Pasaron unos minutos antes de que la niña tomara el libro con manos pálidas. Pudo ver un cuervo en la portada, un pájaro de alas negras que descansaba sobre la cabeza de una gárgola.

Compilado de Edgard Alan Poe.

-Gracias. –Su voz fue sólo un susurró mientras abría la primera página de aquel libro.

Lincoln guardó silencio mientras se mantenía mirando la pared. No era fácil tratar con Lucy, y no había vuelto a hablar con ella desde aquella noche hace unos meses. Lincoln sólo quería comprobar hasta que punto su odio por sus hermanas podía llegar, y el resultado fue… No, ese era un tema que ya no valía la pena.

Ya había tomado su decisión.

-¿Podrías leer conmigo, Lincoln? –Lucy se acercó un poco y dejó a la vista la primera página. Hacía tiempo que no leía nada que no fueran los carteles alrededor del asilo, y las palabras de Poe eran complicadas y algunas difíciles de entender. Pese a todo se acercó a Lucy y comenzó a leer junto a ella.

No habían llegado a la mitad del libro cuando un timbre sonó. Las dos chicas que habían estado jugando a serpientes y escaleras se levantaron con un suspiro y comenzaron a retirarse. Esa era la campana que indicaba que el recreo había terminado, todos los niños debían regresar a sus habitaciones y esperar por la hora de cenar.

Lucy no era como él, ella no era una excepción.

Cerró el libro con cuidado y lo colocó debajo de su brazo.

-Es tiempo de irme… ¿Esta noche también me lastimaras?

No.

Ya no tenía sentido.

Negó con la cabeza.

Lucy lo miró por unos segundos antes de agacharse y abrazarlo con fuerza. ¿Cómo podía hacerlo? ¿Cómo siquiera podía tocarlo después de lo que había hecho? Había deseado tanto que todas ellas pasaran por el mismo dolor que él mismo tuvo que sufrir, y la llegada de Lucy le había dado la oportunidad de comprobar hasta que punto su odio había llegado.

Quizás… de esa forma podría aliviar su dolor.

Albert no lo impidió, y lo dejó hacer lo que quisiera. Parecía más interesado en lo que sentía y que pasaba por su mente que en lo que estaba haciendo y las personas que había lastimado en ese tiempo.

Abrazó el cuerpo de Lucy con fuerza y se preguntó si las cosas serían diferentes si pudiera matarla.

-Eres… fuerte… –Todavía le costaba modular las palabras, por lo que tenía que decirlas con lentitud y cuidado.

-…Estoy cansada, hermano. –Le respondió mientras se separaba de él. –Ahora sólo quiero entender.

No había nada que entender.

Estaba loco. Todos en el asilo juvenil estaban locos. ¿Qué más había que entender que no fuera eso? Ella también lo estaba, ¿Por qué otra razón hubiera terminado ahí de no estarlo? ¿Cómo podría seguir hablando con él de aquella forma si no se hubiera vuelto loca? La primera vez había llorado y suplicado, y todo había continuado así las últimas semanas.

Entonces comenzaron a hablar.

Y ya no supo que sentir desde entonces. Ahora era Lucy quien se había hecho del control.

-Ven a verme esta noche, Lincoln. –Lincoln asintió sin verla.

Ahora era Lucy quien tenía el control total.

Albert tenía razón, era débil.


Lincoln sabía que no era la persona más cuerda. Mierda sino había tratado de volarse la cabeza en una ocasión, sí, lo hizo medio drogado, pero posiblemente lo hubiera hecho aún si no lo hubieran forzado a compartir una aguja con una puta medio muerta sobre un sofá. Por otro lado, ¿Qué tan lunático tenía que estar para tener este tipo de alucinación? No era ajeno a las alucinaciones que incluyeran puertas y ventanas, incluso un patio entero. Pero…

Lo que tenía frente a él sólo podía ser descrito como una ruptura. Había escuchado lo que podría ser fácilmente reconocido como vidrios al romperse y el espacio frente a él se había destrozado como si fuera simple cristal al impactar contra el piso. En ese momento todo lo que pudo ver fue un callejón oscuro, un cadáver desangrándose y casi destrozado en el piso… y alguien parecido a él abrazando algo sangriento y viéndolo con una mescla de sorpresa y horror.

La persona detrás de la rasgadura tenía un gran parecido con él, a diferencia de que su piel era menos pálida y parecía tener un cuerpo más alto y mejor construido que el suyo. Abrazaba lo que sólo podía ser una parte mutilada del cuerpo detrás de él. ¿Alguna clase de trofeo después de una purga? Todavía faltaban meses para la próxima purga, pero una alucinación no tenía horarios para nada.

Albert había mencionado que toda alucinación tenía un origen y una razón. Las suyas habían nacido de aquella noche fatídica en donde lo perdió todo, y cada una de ellas había tenido el objetivo de torturarlo, pero a la vez eran su oportunidad de liberarse de muchos de sus traumas. Había tomado la vida de personas con las que su mente relacionaba sus monstruos internos, y al hacerlo se había librado de ellos.

No pudo con todos, pero si los suficientes para poder aprender muchas cosas de si mismo.

¿Qué podría significar esta alucinación?

Miró más fijamente el rostro del chico frente a él. Su cabello era un poco más corto y no estaba tan reseco por culpa de las continuas drogas que tenía que tomar. Su ojo izquierdo estaba vendado por un parche y su boca estaba cubierta de sangre aun fresca y ¿Restos de carne? ¿Qué era él? ¿Alguna clase de fantasía caníbal? Le había arrancado la lengua a un hombre antes de degollarlo con sus propios dientes, pero el sabor no había sido algo que realmente hubiera disfrutado.

Sin entender porque, extendió su mano hasta que choco con una pared invisible en medio de aquella rasgadura. No tendría que perder el tiempo con algo que no está ahí, tendría que tomarse otra pastilla azul e ir a ver a Lucy. Ella seguramente lo estaría esperando sentada en la cama mientras leía el copilado que le había dado esa misma tarde.

Si podía decir más de dos palabras en esta ocasión, no quería que fueran delirios sobre partes del mundo que se rompen de la nada.

El chico de cabello blanco y un poco más corto que el suyo extendió una mano cubierta de sangre de igual modo, parecía haber sido algo que hiciera sin siquiera pensarlo. Algo lo atraía hacia aquella persona, y a la vez lo repelía. Una parte de él quería romper el vidrio que cubría el extintor de incendios y golpear aquella criatura frente a él con furia hasta que no quedara nada.

Fue en el momento en que decidió ignorar aquella nueva alucinación y tomarse otra pastilla que descubrió que su mano estaba pegada. Perfecto, ahora necesitaría la ayuda de un montón de enfermeros para que lo despegaran de absolutamente nada. En el peor de los caso Albert decidiría que tres días a la semana durante dos horas no eran suficientes y volvería a aumentar el horario.

¿Qué tenía ese hijo de puta contra él?

Entonces el mundo se perdió.

El mundo a su alrededor cambió demasiado rápido para darse cuenta de nada. Fue como si de las olas del mar se trataran, simplemente pasaron y cambiaron todo. De los pasillos en su habitación en el asilo, pasó a estar en un oscuro callejón frente a un cadáver destrozado.

Miró a su alrededor con los primeros signos de pánico mientras el frío comenzaba a cubrir su cuerpo. El aire libre de cloro, pero repleto de la peste de la muerte entró en su nariz. Entonces el sentimiento de aquello que es desconocido, y por lo tanto sólo puede ser un enemigo se apoderó de él.

¿Dónde estaba? ¿Qué había pasado? ¿Era otra alucinación? ¿Había perdido el conocimiento en medio del pasillo? ¿Qué mierda estaba pasando?

Una cosa era clara, a Lucy no le iba a gustar que llegara tarde.


-Clyde. –Hace años que no decía ese nombre. Su pronunciación le fue algo desconocida y complicada mientras leía el nombre en aquella identificación. –Clyde… McBirde. –Miró el cadáver destrozado. Todo su cuello había sido arrancado por una poderosa mordida y muchas partes de su cuerpo habían sido destrozadas y sus músculos arrancados. El asesino había dejado sus intestinos, pero se había llevado el corazón, los pulmones y parte del estómago. –Mi mejor amigo… –Escuchó mucho ese nombre mientras estuvo encerrado en asilamiento.

Negó con la cabeza mientras se limpiaba la sangre de las manos con parte de la camisa de su antiguo amigo. ¿Importaba ya quién era? Daba lo mismo una vez estuvieras muerto, y los recuerdos no lo harían regresar, tampoco lo mantendrían vivo como muchas personas creen. Si estás muerto, entonces estás muerto.

Retiró treinta y cinco dólares y quince centavos, de todas formas no los iba a necesitar y él tenía que tomar un taxi, o al menos usar un teléfono.

La luz de la luna comenzó a entrar al callejón y pudo ver un poco mejor el estado del cuerpo. Además de sus órganos, alguien había retirado gran parte de los músculos de sus muslos y brazos. Recordó a aquella versión más saludable de él mismo, parecía estar totalmente desesperado mientras abrazaba una camisa chorreante de sangre.

No tenía que ser un sobreviviente de dos purgas para saber lo que era.

Ahora, si se había pasado con las pastillas, o lo habían drogado y dejado en medio de otra purga, entonces tenía dos opciones ya escogidas de antemano en caso de que algo como eso volviera a pasar.

La primera y su favorita, era pegarse un tiro. Pero como no tenía un arma no le quedaba otra más que seguir con la segunda opción… que era buscar un purgante con una pistola, robarla y entonces pegarse un tiro en la cabeza y decirle adiós a toda esta mierda.

Por otro lado, no escuchaba los gritos y disparos que acompañaban a la purga, así que también cabía la posibilidad de que hubiera terminado en medio de un callejón desconocido en el inicio de una noche cualquiera. Sea como sea, lo descubriría en cuanto saliera de es callejón.


NA: No sé porque esta nota, la importante está arriba.