Era un bonito día de otoño pero para Eva Skinner no era exactamente así, miraba por la ventanilla del coche y estaba muy triste. Tenía el pelo castaño con reflejos dorados, lo tenía por debajo de los hombros y su expresión le estropeaba su blanca sonrisa y su mirada de color caramelo. Se estaba mudando a Francia un lugar completamente desconocido para ella. Ya llevaba cuatro horas clavada en el asiento y de estar tan quieta se le habían dormido las piernas. Dentro de diez días iba a cumplir catorce años y dedujo que lo celebraría sola pues con lo poco que sabía relacionarse le costaría demasiado tiempo conseguir un solo amigo y se deprimió aún más. Llegaron a las doce y media al lugar: la Academia Kadic. Sus padres estaban muy ocupados como para cuidarla así que querían matricularla allí. La muchacha salió del coche con dolor de cabeza y espalda. Su madre la acompañó hasta el centro mientras que su padre esperaba en el coche. Frente a la entrada había un hombre de una gran estatura con un chándal rojo y blanco y una cinta de tenista en la cabeza. Tenía el pelo de color castaño oscuro y en el pómulo, una tira de esparadrapo.

-¿Puedo ayudarles?-preguntó con expresión seria.

-Buscamos al director-respondió la madre.

El hombre miró de reojo a Eva y luego volvió a mirar a la mujer.

-Síganme-dijo al fin.

Mientras caminaban, Eva logró escuchar al hombre murmurar algo parecido a: lo que faltaba, un problema más. La muchacha puso mala cara ante el comentario y le daban ganas de soltarle en la cara que el problema se lo causaría de verdad si no se guardaba aquellos comentarios pero se reprimió apretando la mandíbula con todas sus fuerzas. Atravesaron un gran patio en el que habían dos comedores, uno junto al otro. Pasaron por la izquierda y Eva miró por la ventana desde unos cinco metros de distancia al comedor que tenía a más cercanía. Había muchos alumnos pero se dio cuenta de que uno de ellos la miraba embelesado. Era rubio y con su abundante pelo en punta, dándole un aspecto interesante. En el centro de tan curioso peinado había una mecha morada. Era guapo y sonreía mucho mientras la miraba. Eva se sonrojó y le dedicó una tímida sonrisa pero luego se giró y continuó andando detrás de su madre. Al final entraron en el edificio: la puerta daba a un amplio pasillo con una gran escalera a la derecha. Subieron por ella y entraron a una habitación que había en el lado izquierdo del pasillo al que habían accedido. Era un cuarto amplio con un sofá y dos sillas a la derecha y justo en frente había un escritorio y junto a este una puerta. En el escritorio había una mujer sentada con el pelo rubio, con tirabuzones y por los hombros. Llevaba gafas y un rostro de lo más serio. El hombre del chándal se acercó a la mujer.

-¿Puedo hablar con el director?

-Sí-dijo-¿para qué?

-Esta mujer quiere hablar con él-respondió señalando a la madre de Eva.

-¿Por?

-No lo sé. No se lo he preguntado.

La madre se acercó al escritorio al escucharlo todo atentamente.

-He venido a matricular a mi hija-dijo sonriente.

La mujer miró a la muchacha. Llevaba una maleta, un macuto y un bolso.

-Puede entrar-dijo al final.

El hombre las acompañó hasta la habitación de al lado. Al abrir la puerta vieron, frente a un escritorio, a un hombre mayor, con una abundante barba y unas pequeñas gafas en la punta de la nariz. Miró al hombre del chándal.

-¿Qué quieres, Jim?

-Esta mujer le buscaba, señor Delmas.

-¿En qué puedo ayudarla?-preguntó dirigiéndose a la madre de Eva

-Quisiera matricular a mi hija.

-Muy bien. Hablemos un momento sobre ello.

La mujer se acercó a Eva.

-Espérate fuera y luego hablamos, ¿vale?

-Vale-dijo mientras se giraba hacia la puerta.

La muchacha y Jim salieron de la habitación y los dos se sentaron en dos de las sillas que había en la sala.

Cuando pasaron quince minutos, la mujer salió del despacho y llamó a Jim y a Eva.

-Jim,-dijo el director mientras se levantaba de la mesa-Eva será internada aquí así que quiero que le muestres una de las habitaciones libres para chicas.

-Muy bien, director Delmas.

-Eva asistirá a tu clase para ir adaptándose.

Jim, Eva y su madre salieron del despacho y se fueron hasta el pasillo del piso de abajo.

-Adiós, Eva. Llámanos a mí y a tu padre cuando puedas, ¿vale?

-Vale-dijo torciendo el gesto.

La mujer se marchó a paso rápido.

-Sígueme-dijo Jim.

Los dos subieron por otras escaleras hasta un pasillo con muchas habitaciones y el hombre llevó a Eva frente a una de las primeras puertas.

-Aquí es.

En ese momento, por las escaleras, subió una chica de una edad aproximada a la de Eva. Era pelirroja con el pelo cortado a la garçon y llevaba un vestido rosa oscuro y unas botas altas, también rosas.

-Aelita-llamó Jim

-¿Si?-preguntó la muchacha.

-Ella es Eva Skinner y es una nueva internada. Quiero que le expliques todas las normas. Yo me voy a preparar la clase de Educación Física.

-Vale.

Jim se marchó y la muchacha miró a Eva.

-¿Así que eres nueva?

-Si-dijo intentando sonreír sin éxito alguno.

Las dos entraron en la habitación. Era sencilla: tenía dos camas (una de ellas sería por si entraba alguien nuevo) una a cada lado del cuarto, un armario a la derecha delante de una de las camas y en frente un amplio escritorio. Se sentaron en la cama colocada en la izquierda y Aelita le explicó todas las normas. Tras la larga conversación las dos se levantaron y se dirigieron a la puerta para despedirse.

-Gracias, Aelita.

-De nada-asintió la muchacha.

Cuando la muchacha se marchó, Eva cerró la puerta, deshizo las maletas y se cambió de ropa para ir a clase de Educación Física. Se puso una camiseta de manga corta color violeta claro, unas deportivas negras y unos leggings también negros. Cuando terminó de cambiarse, se fue al gimnasio. Al entrar vio a Jim y a los alumnos de su clase, entre ellos Aelita y el chico del comedor.

-La que faltaba-dijo Jim enfadado.

-Es que estaba deshaciendo las maletas-respondió Eva encogiéndose de hombros a la vez que se acercaba al grupo.

En medio del gimnasio había un trampolín, seguido de un potro y terminando en una colchoneta. El primero en tener que superarlo era un chico moreno y flacucho llamado Hérve pero al intentar subirse al potro se tropezó y se cayó hacia atrás realizando una graciosa parábola. Muchos de sus compañeros se rieron de él disimuladamente pero Eva se reía a carcajadas.

-¡Eva!-gritó Jim

-¿Si?

-Hazlo tú a ver si no te caes también.

Eva se colocó delante del trampolín y respiró hondo, pero en vez de utilizarlo, ella saltó, dio una voltereta en el aire y aterrizó en el potro de pino. Se levantó en el potro, dio otro salto sumándole una voltereta y aterrizando en el suelo pasando de la colchoneta. Dejó boquiabiertos a todos y ella volvió a su sitio tranquilamente.

-¿Lo he hecho bien?-preguntó como si no hubiera hecho nada del otro mundo.

-Eh…Sí. ¡Delmas, adelante!

La muchacha sonrió con satisfacción. Se dio cuenta de que había causado muchos murmullos entre los alumnos de su clase. Los demás lo hicieron siguiendo el orden del trampolín, potro y colchoneta, a excepción del muchacho que vio en el comedor. Lo hizo saltándose también la primera y última parte, con una agilidad impresionante. Eva lo miraba curiosa, ¿quién era aquel chico?

Cuando la clase acabó, Eva se fue a su habitación a cambiarse de ropa. Se puso unos vaqueros piratas, una camiseta violeta y negra con unas bailarinas negras. Antes de entrar en la academia se había dado cuenta de que al lado había un bosque y decidió dar un paseo. Al entrar en el bosque se sentó junto a un árbol pero nada más hacerlo, escuchó unos susurros entre los árboles y Eva se escondió entre unos arbustos sin hacer ruido. Entonces aparecieron dos chicas y tres chicos. Dos del grupo ya los conocía: eran Aelita y el chico del comedor. La otra chica era la más alta los cinco y tenía el pelo negro, corto y corvino. Uno de los chicos tenía el pelo castaño y revuelto, con un rebelde mechón que le caía sobre el rostro. El otro era rubio y tenía unas enormes gafas negras. Este último levantó la tapa de la entrada a un alcantarillado y, uno a uno, se fueron metiendo por el hueco. A Eva le resultó demasiado extraño así que sospechó que tuvieran algo que ocultar. Cuando se metieron, ella les siguió. Ellos iban por las alcantarillas en patinetes y monopatines mientras que ella tenía que correr. Cuando se pararon, Eva se escondió tras una esquina. Los cinco fueron subiendo por unos escalones para salir de las alcantarillas, ella les siguió tras esperar que terminaran de salir. Cuando subió los escalones, vio a Aelita bajar por una cuerda hasta un piso bajo de una fábrica que había a su derecha. Se encontraba en un puente que conectaba la calle con un islote en el que estaba construido el edificio. Salió del agujero y fue frente a las cuerdas y observó que todos habían entrado en un ascensor. Nada más cerrarse la puerta, Eva bajó por las cuerdas y al llegar abajo le dolían las manos por el roce. Tras haberse pasado el dolor se dirigió al ascensor. Pulsó el único botón existente en el interior y la puerta se cerró con un molesto chirrido. Cuando el ascensor se abrió, vio al muchacho rubio de gafas negras sentado frente a un montón de aparatos de lo más futuristas: La sala era de un color verde claro y en el centro de ésta había un holograma de una esfera luminosa. Junto al holograma había un extraño ordenador conectado al techo por cientos de cables. La presencia de la muchacha en el lugar impresionó al chico, quien se levantó y se dirigió a Eva.

-¿Qué haces aquí?-preguntó, algo mosqueado.

-¿Qué es todo esto? ¿Y dónde están los demás?-inmiscuyó la muchacha tratando de asimilar el lugar donde estaba.

El muchacho soltó un suspiro de cansancio y se sentó de nuevo en la silla.

-¿Por qué no me respondes?-dijo molesta.

-Ahora tendré que explicarlo de nuevo-murmuró.

-Pues venga empieza a explicar-contestó Eva sentándose justo delante de él.

El muchacho empezó a teclear en el ordenador a una velocidad tremenda mientras que le contaba a su locutora todo sobre Lyoko, X.A.N.A, los sectores…

Cuando acabó, Eva se levantó mientras que decía:

-Quiero unirme a vosotros.

-¿Cómo?-estalló sin poderlo evitar.

-Sí, lo has oído bien. Quiero formar parte de la lucha contra ese tal X.A.N.A. Os sería además de gran utilidad.

-¿De qué forma?-contestó cruzándose de brazos.

-Se pelear muy bien y se mucho sobre informática.

-Lo de pelear tendrás que demostrarlo y aunque sepas muchos sobre ordenadores te costará mucho tiempo entender su funcionamiento. Además, no solo es cosa mía, también es opinión de los demás. Si uno de nosotros dijera que no estarías fuera.

-Pero…

Antes de que Eva pudiera acabar la frase, de las sombras, apareció una especie de espectro que intentó atacar a Jeremy. La muchacha intentó detenerle pegándole una patada pero este le cogió la pierna.

-Qué predecible-dijo Eva sonriendo

Dio una ágil voltereta hacia atrás, lanzó al espectro por los aires y consiguió que cayera al suelo dejándolo inconsciente.

-Ya tienes una prueba de mi forma de pelear-dijo resuelta.

A Jeremy casi le daba un ataque pero consiguió recuperarse del susto y volver al ordenador.

-Si quieres ser de utilidad controla al espectro, ¿vale?

-Vale-contestó Eva a regañadientes.

El tiempo pasaba y la muchacha seguía peleando sin descanso.

-¿Han desactivado ya la torre?

-Aelita ya ha entrado.

-Por fin.

Pocos segundos después el espectro desapareció y Eva cayó rendida al suelo.

-Si esto es habitual me gusta-dijo tratando de sonreír a pesar del cansancio.

-No te hagas ilusiones-le espetó Jeremy recordándole que eso no se había decidido.

-Pues piensa que si no fuera por mí el espectro te habría atacado sin que nadie pudiera evitarlo.

-Eso es un caso aparte.

Eva se levantó de un salto frustrada porque Jeremy no había sabido valorarla bien.

-De aparte nada. Te he salvado. Además, eso es lo que se necesita contra X.A.N.A, ¿no? Saber defenderse y defender a los demás.

-Puede. Pero eso con una vez no basta.

-No te entiendo, ¿qué tienes contra el que yo quiera unirme a vosotros?

Antes de que Jeremy pudiera decir nada, la puerta del ascensor se abrió con ese molesto chirrido de antes. Del aparato salieron los cuatro muchachos que, nada más ver a Eva, la miraron extrañados. Luego todos se dirigieron a Jeremy, quien se levantó inmediatamente de su silla.

-¿Qué hace ella aquí?-preguntó el chico de pelo castaño, Ulrich.

-Nos ha seguido. Ha dicho que nos vio entrar en la alcantarilla y que le pareció sospechoso-contestó Jeremy.

-¿Y por qué no has dado una vuelta al pasado?-dijo Aelita.

-Quiere que le demos la ocasión de demostrarnos que puede formar parte de la lucha contra X.A.N.A.

-Esto no es ningún juego-respondió la chica morena, Yumi.

-Ya sé que no es para jugar-contestó Eva, que se había mantenido al margen.

-Aunque lo supieras deberías de ser de ayuda por lo menos-dijo Ulrich

-Le he salvado la vida a Jeremy, si a eso no le llamáis ayuda no sé a qué.

Los cuatro se dirigieron a Jeremy.

-¿Es eso verdad?- inquirió Odd, el chico que Eva tenía tantas ganas de conocer su nombre.

Jeremy miró a Eva durante unos segundos.

-Sí.

-Ya veis que no miento-dijo Eva.

La muchacha miró de reojo a Odd, que la miraba con ojos embelesados. Eso le hizo mostrar una pequeña sonrisa.

-Entonces, ¿qué?-preguntó Eva

-Tendrías que aceptar el estar al borde de todo en cada misión-dijo Ulrich.

-He tenido que enfrentarme a cosas peores.

-Dejar lo que estés haciendo cuando haya una torre activada-siguió Yumi.

-Y sobre todo…-continuó Aelita.

-No decírselo a nadie-dijeron los cinco a la vez.

-Eso está claro-respondió Eva-¿la conclusión por vuestra parte?

Los muchachos se miraron uno a uno.

-A mí me parece muy bien-dijo Odd sin dejar de mirarla fijamente.

-Nos serías de buena utilidad-siguió Jeremy.

-Nunca es malo tener una pequeña ayuda-contestó Aelita.

Las respuestas se quedaron ahí. Yumi y Ulrich no dijeron nada.

-¿Qué pasa?-preguntó Eva.

-Queremos saber cómo es tu forma de luchar-dijo Ulrich.

-Hay que saber si eres tan buena como dices-respondió Yumi.

-¿Cómo queréis que os lo demuestre? ¿Peleando con uno de vosotros o qué?-dijo Eva sarcásticamente.

-Pues, tal vez-dijo Ulrich.

La muchacha alzó una ceja pero se dio cuenta de que hablaba en serio.

-Yo no querría por no hacer daño a nadie pero, si es lo que quieres pues adelante.

-Probaré yo-contestó el muchacho.

-Esto va a ser divertido-respondió Eva con una sonrisa pícara.

Yumi, Aelita, Odd, y Jeremy se mantuvieron un tanto apartados a ver la pelea entre Ulrich y la posible incorporación al grupo.

La pelea acabó rápido con la indiscutible victoria de Eva que consiguió ganar a su contrincante con la agilidad y velocidad de una serpiente. La muchacha ayudó a Ulrich a levantarse.

-Tengo que admitir que eres muy buena-dijo el chico-¿tú qué dices Yumi?

-Ha sido increíble-contestó alegremente- tu velocidad, agilidad y fuerza son impresionantes.

-Tú tampoco has estado nada mal-respondió Eva.

-Gracias. Yo digo que sí. Serías muy útil en la lucha contra X.A.N.A-dijo Ulrich.

-Yo pienso lo mismo-dijo Yumi.

-Todos pensamos lo mismo así que…-dijo Jeremy mientras dedicaba a sus amigos una mirada curiosa.

-Ya eres una de los nuestros-exclamó Odd.

Eso hizo sacar a Eva una sonrisa de satisfacción y euforia. En su llegada había descubierto un increíble secreto del que ahora ella también formaba parte y conseguido nuevos amigos con los que intentaría trabar amistad lo mejor posible. Su curiosidad le había sido útil por una vez en la vida. Después de todo, su nueva vida en una nueva ciudad y país no comenzaba tan mal como ella creía.

Un saludo a mis lectores, este fue el primer fic que empecé, hará unos tres años más o menos, y a pesar de mi poca experiencia en la escritura en aquel entonces, estoy muy orgullosa de este fic. Gracias por leerlo y espero que os haya gustado.