Los personajes pertenecen a Rumiko Takahashi.

Semi UA. Crime/Sobrenatural. Naraku/Kagura/Kikyō.
M por lenguaje adulto, contenido de índole sexual, escenas de violencia y muerte de personajes.


HORNS

Capítulo I » All screwed up and down and every way

Hacía un buen tiempo que las cosas no me estaban saliendo bien. Para ser sincero, me estaba yendo horrible en todo lo que me proponía. Incluso tenía problemas domésticos: ella se negaba rotundamente a chupármela. Ahí lo tienen. Mi vida era un asco.

Tal vez debería empezar por el principio y contarles quién soy. Pero no soy un tipo tan abierto. Y he aprendido un poco con el paso de los años. Con los últimos acontecimientos también. Así que, si hay una sola razón por la que estoy contándoles esto ahora, es porque tengo dos cojonudos cuernos en mi cabeza y ninguno de ustedes cree en lo más mínimo en mi.

Pero eso está bien. Ahora que los mencioné, pueden hablar con total sinceridad conmigo, ¿no es así?

No se preocupen, ya pasé por esto. La primera vez, creí que el juez iba a echarme a patadas del maldito juzgado por tener dos cuernos gigantes en mi puta cabeza, pero en lugar de eso, pidió que empezáramos la sesión. Entonces, ¿por qué iba a preocuparme entonces?, ¿por qué voy a preocuparme ahora?

Y aquí estamos. Supongo que algo de malo tenía que tener poseerlos: cuando ocurre algún asesinato, el tipo de los cuernos debe tener la culpa. Ey, lo entiendo, ustedes creen que soy el diablo, y eso tiene algo de sentido. Entonces tengo que estar de este lado defendiéndome un poco, ¿no creen?

Decidí contar mi historia. La historia de estos dos cuernos que salieron en todos los condenados periódicos. Tal vez así puedan entender que el tipo de los cuernos no necesariamente es el diablo. Puede ser alguien bueno, incluso con cuernos. No estoy diciendo que lo sea, pero podría.

Su nombre y apellido, por favor.

Sin mentir y sin soplar, o algo así era, ¿no? Naraku Kagewaki, como ya sabes. Retengan mi nombre, porque no voy a repetirlo muchas veces.

Soy abogado penalista en una firma mediana, trabajo como un condenado, con una eternidad de documentos y causas que no van a ningún lado. Cuando tengo éxito, saco a hijos de puta de la cárcel y los reintegro a la sociedad. No pongan ninguna cara, ya les dije que no soy bueno. Cuando no tengo éxito, los hijos de puta se mueren en prisión, o cumplen su condena y luego vuelven a la sociedad. Y después de eso, me buscan a mi. Porque en algún lugar de su cabeza sin sesos creen que yo soy el culpable de que hayan perdido años de su vida por imbéciles e... hijos de puta, sí.

Ahora que pueden darse una idea de mi mísera vida, puedo retomar el principio. Las cosas no me estaban yendo bien.

Cuando perdí el tercer caso consecutivo (por lo que tenía tres imbéciles hijos de puta que volverían por mi en diez, veinte, treinta años), me fui a un bar. Mi novia había peleado conmigo la noche anterior, por lo que no podía simplemente volver a casa después de un día malo para empeorar la pelea inconclusa. Un bar. Un bar de mala muerte en medio de ningún lugar, con bebidas que te quemaban la boca, el esófago y el alma: justo lo que yo necesitaba.

Cuando me emborraché lo suficiente, me puse a charlar con el cantinero de lo asquerosa que era la vida en sí. De lo mal que lo pasaba con mi novia, de lo mal que me iba en mi trabajo y de lo que odiaba a mis padres por lo que tenía ahora. Ustedes dirán que tengo mommy-issues, tal vez sí. Me importa una mierda.

El cantinero solo quería seguir vendiéndome bebidas que me pudrirían el hígado y quemarían el cerebro, y yo estaban bastante de acuerdo con eso. Compré más, y me emborraché más. El cantinero finalmente dejó de escucharme y pasó a atender a otra gente. Y entonces un tipo se sentó a mi lado.

Escuchen con atención: este es el punto en donde todo comienza.

—Hola, amigo —me dijo. Era un hombre alto y bien parecido. Llevaba el pelo negro y ondulado largo como una mujer, lo recuerdo porque me causó mucha gracia en ese momento.

—Menudo cabello traes —le respondí como pude. No sé si se me entendió lo que dije, porque tenía la lengua revolucionada luego de los tragos.

El tipo no respondió. Le pidió al cantinero dos tragos fuertes, uno para cada uno.

—Mal día.

—Mal mes —corregí. Levanté la diminuta copa y brindé a su salud. Fondo blanco y ojos apretados.

Él asintió, sonriendo de manera misteriosa.

—Podemos hacer algo para solucionar eso.

No era una pregunta, era una afirmación. Y eso llamó mi atención irremediablemente. Me enderecé en el taburete y enfoqué mi nublada vista en él.

Era un hombre guapo. Lo sé porque era mi reflejo, con cabello largo y ropas extrañas, viejas y elegantes, pero yo en fin. Era yo sentado ahí, hablándome. ¿Quieren culpar a los tragos de más? Tal vez haya sido eso, no lo sé. Tal vez me encontraba hablando solo. No es la cuestión.

Incapaz de darme cuenta en ese momento lo extraño de la situación, murmuré una pregunta que él logró entender.

—¿Quién eres?

Eso no importa, Naraku —me respondió. Sonrió de la misma manera en la que yo sonrío cuando estoy por ganar. Macabra, confiada y sexy.

—¿Cómo sabes mi nombre?

No pude evitar preguntarle aquello. Mis sentidos comenzaron a enfocarse; parecía que mi cuerpo peleaba contra el alcohol. El hombre sentado a mi lado parecía saber de mi. No estaba en una posición ventajosa. Yo debo ser quien sabe del adversario, no al revés.

—Eso no importa —me dijo con calma. Pareció estudiarme un poco y luego giró la cabeza hacia el frente, los estantes de vidrios sosteniendo botellas y polvo—. Soy un... amigo lejano, si lo prefieres.

Yo también me dediqué a evaluarlo un poco. No parecía tan lejano a mi. De hecho, si era mi fiel copia, resultaba extraño que lo considerara tan desconocido. Pero lo era. Era completamente desconocido.

—Lejano... —murmuré, entornando los ojos. Él asintió y soltó una risa divertida.

—Muy lejano —aseguró, mirándome con burla—. Casi como si fuera de otro milenio.

—Sí, me recuerdas a alguien...

A alguien, por no decir a mi. Solté un bufido y volví a enfocarme en el alcohol. Podría seguir tomando y emborracharme lo suficiente como para despertarme al día siguiente sin saber dónde me encontraba. No sonaba a un mal plan para mi en ese momento. Pero la alternativa era quedarme ahí con ese amigo lejano y... ¿tal vez solucionar mis problemas? Para un hombre en mi estado, toda luz, por más que sea de un fósforo, proviene de un faro.

—Así que podemos solucionar eso —solté, haciendo girar un poco el vaso en mi mano y viendo cómo el líquido ligeramente amarillento se movía con calma.

El tipo sonrió y asintió lentamente con la cabeza. Sus ojos tenían una tonalidad oscura, rojiza, demasiado extraña, pero no por eso menos hipnotizante. Parecía sacado de una película.

Si bien en principio me había parecido que era mi calco, en ese momento ya no lo parecía más. Sí, tenía un lejano parecido a mi, pero también tenía otros detalles. Parecía que su sola presencia alejaba los efectos del alcohol sobre mi; era capaz de comprender la situación, evaluar los pro y contras, sentir lo extraño, percibir las diferencias entre lo que creía mi ilusión y yo mismo.

Su cabello era tan negro como el mío, más largo y se movía como si una ligera brisa estuviera dándole en la cara todo el tiempo. Su piel era tan blanca que parecía traslúcida. Pero no había nada verdaderamente malo con eso. Eran sus ojos. Sus ojos ya no parecían meramente oscuros. Eran rojos, casi bordó, delineados con una fina linea negra alrededor.

Sus ojos me recordaban a pesadillas de mi niñez. Y eso no me gustaba, pero no hizo que apartara la mirada.

—Crees que me conoces —me sonrió. Apartó luego su vista y se miró las manos blancas, de dedos largos. Hizo girar el único anillo que tenía en el dedo meñique de la mano izquierda. Había leído una vez lo que significaba el usar un anillo en los diferentes dedos de las manos, pero no lo recordé entonces. Hoy estoy casi seguro que el anillo en su dedo meñique significaba que era un hombre que sabía lo que quería... y sabía cómo conseguirlo. Tal vez si lo hubiera recordado entonces habría hecho otra cosa.

No respondí. Sí, creía conocerlo de algún lado, pero a la vez me parecía completamente desconocido.

Me miró de reojo, sin dejar de girar su anillo.

—No me conoces —aseguró—. Pero yo a ti sí. O sé de ti lo suficiente.

Eso no me agradaba, y por eso lo miré con el ceño fruncido.

—Y eso es bueno para ti —agregó. Dejó de girar el anillo y se movió sobre el taburete hasta que tuvo su cuerpo dirigido hacia mi—. Naraku, quiero ayudarte.

Sonreí. Lo miré algunos segundos en silencio y luego solté un risa. No sé si a causa de los tragos de más o porque verdaderamente me había causado gracia que creyera que podía ayudarme. ¿A ganar mis casos? ¿A mejorar mi vida? ¿A ganar millones?

—¿Crees que puedes?

El hombre acercó su rostro a mi y susurró.

que puedo.

Entrecerré los ojos y miré a otro lado. La cercanía de ese hombre me ponía más nervioso de lo que me gustaría aceptar. No soy de intimidarme fácilmente, como imaginarán (no sería propio de un abogado de mi calibre), así que, que lograra incomodarme, me intrigaba y cabreaba en formas iguales.

—¿Y cómo, eh?

Él no respondió de inmediato.

—Tengo mis métodos —dijo al fin. El halo misterioso no sirvió para echarme atrás.

—¿Eres un brujo, o acaso el diablo?

El tipo soltó una carcajada y echó el cuerpo levemente hacia atrás. Cuando finalmente logró ponerse serio, dijo con voz ronca.

—Puedes llamarme como quieras.

Me encogí de hombros. No estaba tan seguro de que aquel flirteo conmigo mismo-versión diabólico me gustara tanto.

—Vamos, Naraku —me sonrió—. ¿No quieres? ¿En verdad no quieres tomar esta oportunidad?

Lo miré de reojo, pero no dije más.

—¿Me dejarás escapar? ¿Eso harás?

—No me gusta tanto este coqueteo.

—Es el mejor coqueteo de tu vida, Naraku —me dijo, posando una pesada mano sobre mi hombro izquierdo—. Y créeme que, si das el paso correcto, no te arrepentirás. Tendrás exactamente lo que siempre quisiste.

Sus palabras habían sonado más como

"Tendrás
exac
ta
mente
lo que siempre
quisiste".

El espaciado entre las palabras, los silencios en los momentos justos y del tiempo justo, la mirada rojiza, la presión de su mano blanca sobre mi hombro... No, no estaba tan mal, si me lo preguntan. Sabía lo que hacía. Me pregunté cuántas otras veces había hablado con alguien de ese modo. Y, en mi estado, no pueden realmente culparme, ¿o sí?

—¿Y a cambio?

—¿A cambio? —sonrió. Retiró su mano de mi hombro y se acomodó mejor sobre el taburete—. ¿Quién dijo que te pediría algo? Es un regalo.

Como hombre de ciudad que soy, no confío en los regalos. No creo en los regalos. Menos aún si provienen de gente desconocida que me puedo encontrar en el peor bar de la ciudad.

—No te creo.

—Por supuesto que no —aseguró—. Sabía que dirías eso. Te lo digo sinceramente, no puedo empeorar tu situación. Y no necesito pedirte nada. Lo que puedo pedirte... de algún modo ya lo tienes, ¿entiendes?

—Ni una palabra.

El tipo sonrió. Miró el reloj que adornaba su muñeca y soltó un silbido mientras se incorporaba.

—Lo siento tanto —dijo, acomodándose el abrigo—. Ya es tiempo de que me vaya.

Me giré sobre el taburete y lo observé ceñudo.

—¿Y nuestro... asunto?

Pareció sorprendido, abriendo los ojos de esa manera que los abogados sabemos hacer bien para lograr un determinado efecto en el jurado.

—¿Lo quieres?

No lo sopesé lo suficiente, lo sé.

—Sí.

El hombre sonrió de la manera más macabra que recuerdo haber visto, peor que la sonrisa de los pedófilos asesinos de niños en el banquillo, y luego me tendió la mano. Se la estreché con fuerza y me perdí en sus ojos rojos. Cuando desperté, estaba en mi cama, con las sábanas enrollados en los pies y completamente solo.


Nota de la autora:

¡Feliz cumpleaños, Agatha! Vos sabés cuánto te adoro y amo y mmmjmmm (?). Espero que pases un gran día y disfrutes de tus regalos (y especialmente de este -?-).

En cuanto al fic, y ya hablando con todos ustedes (?). La idea propuesta por Agatha en el foro ¡Siéntate! (link en mi perfil), por motivo de su cumpleaños, me emocionó tanto que me escribí parte del primer capítulo al día de la idea, y el resto de los capítulos en un período de cuatro días. Y quedé alucinando de que soy la mejor escritora *O* Después lo volví a leer y dije mejjjjj, y luego ooouh, y después meeeeeeeeeeeeeeeh. Y así, ya saben cómo es.

Espero que a todos ustedes les guste, en verdad. Las cosas me quedaron un tanto confusas, pero así me encanta. De modo que se aguantan (?).

Sin más, estaré volviendo a actualizar en tres o cuatro días. :)

Un abrazo,

Mor.