No es la calma después de la tormenta
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No sabía cómo había llegado a ese punto. No es como si hubiera seducido a Hakuryuu (para que se volviera más poderoso sí, pero no era para tanto) ni tampoco es que lo hubiera manipulado demasiado (esto también es mentira). Judar no se explicaba cómo exactamente había llegado a ese momento, boca arriba en una amplia cama con sábanas de seda y más cojines de los que pudiera usar.
Hay que decir que no era su cama.
Y ese era el problema.
Pero él es el tipo de persona que fluye con una situación por más de vida o muerte que sea; su cabeza, su mente, ha alcanzado un punto de no retorno donde la más impensable de las depravaciones constituye una posibilidad. Puede que sea histeria, puede que sea un tipo de locura.
(Eso no es importante)
Ha. Puede ser cualquier cosa.
El punto era que estaba en esa cama y, encima de él, Hakuryuu.
Bueno, no encima de él. Arrodillado en la cama entre las piernas de Judar, con los brazos cruzados y una expresión impenetrable. En sus aposentos el recién coronado emperador no se molestaba en usar adornos ni guirnaldas. Su atuendo era una simple pieza de dos partes que seguramente le servía de pijama. Nadie en el presente tendría nunca el privilegio de verlo de esta manera, aparentemente desprotegido, vulnerable, sin un arma a su disposición y con los contenedores de djins a un lado de la cama. El brillo de su metal distrajo momentáneamente a Judar, y eso le ganó un par de palabras.
Bravo.
_ ¿Qué estás haciendo?
Era una buena pregunta. ¿Qué estaba haciendo Judar? ¿Qué estaba haciendo Hakuryuu? ¿Qué estaban haciendo ambos, ahí, dos días después de que la cabeza de Gyokuen fuera cortada? ¿Qué hacían ahora?
Mah, a Judar no le importante tanto pensar en eso. Ya se le ocurría algo después. Pero…
_ Podría preguntarte lo mismo, Hakuryuu. ¿Qué haces? – Cruzó las manos detrás de la cabeza y se acomodó como si nada, como si en vez de estar en las sábanas de su rey estuviera flotando en el aire. Su ya de por si mundana habilidad de volar a voluntad.
Hakuryuu entrecerró los ojos. Fue lo único que hizo, realmente. Su rostro era bastante expresivo (Sobre todo si estaba a punto de matar a alguien, hehehe) pero habían veces en las que sus expresiones podían componerse en una perfecta máscara de indiferencia y tranquilidad.
_ No tengo por qué decirte todo, ¿o sí? – La pregunta no era agresiva, un simple comentario, como decir "mañana es feriado, ¿no?". Y Judar lo sintió de esa manera, así que, en vez de continuar con las piernas abiertas a la espera de "algo" ("Algo", ha) las cruzó a un lado de la cama con soltura. Un movimiento natural.
Hakuryuu, por alguna razón, le hacía usar su cautela…
Y eso hacía las cosas más interesantes.
Sonrió. ¿Qué harás ahora?
Un brazo artificial agarró su cuello. Apretó y apretó, con fuerza medida. A Judar le tomó un par de segundos asimilar la falta de aire; emitió un sonido gutural en su aprisionada garganta. Podría haber sido sorpresa o una risa, no sabría decir.
(Tal vez ambas)
Su instinto le gritó hacer algo. Podía devolverle el gesto a Hakuryuu. Reamente, ambos podían jugar a ese juego. Tenían tanto poder que la única forma de probarse a sí mismo en un mundo como este era luchar y luchar; golpear, sacar sangre, tocar la piel de los oponentes; robarles el aliento poco a poco y sonreír al sentirse victorioso.
Sus manos se crisparon contra las sábanas.
Podía hacerlo…Pero decidió que no.
Con una mano agarró un cojín, y con la otra agarró un puño de las sábanas, y se mantuvo quieto, robando de vez en cuando un poco de aire en los segundos que Hakuryuu aflojaba el agarre. Su pecho subía y bajaba y el sonido de su respiración atorada era lo único que llegaba a sus oídos. Imaginó por un instante sin darse cuenta que Hakuryuu podría matarlo, y casi se partió de la risa.
Ah. No era momento de reírse.
-una aspiración ahogada-
Toma aire.
En ningún momento dejó de mirarlo a los ojos. Y Judar tampoco apartó la mirada.
Cuando le soltó comenzó a toser. Respiró a grandes bocanadas, y cometió el error de cerrar los ojos.
La rodilla de Hakuryuu se metió entre sus piernas y las separó lentamente. Judar no tenía ganas ni de oponerse ni de protestar. Estaba algo mareado por la falta de aire y, realmente, no era como si-
Oh. Oh
Mh, sí. Eso era lo que estaba esperando.
_ ¿Alguna objeción?
_ Por supuesto que no, mi rey. – jadeó con sorna, y echó la cabeza hacia atrás – Me preguntaba cuándo lo harías.
_ Hmm. – No detuvo sus movimientos, y la fricción en su entrepierna poco a poco comenzó a despertar la hombría de Judar. Se sentiría mucho mejor si, - No sabía que querías esto.
_ No tengo por qué decírtelo todo, ¿verdad? – relamió sus labios, los cuales fueron adornados por una sonrisa lasciva - ¿Qué esperas?
Ahh, ¿por qué lo provocaba más? Era porque quería que lo volviera a estrangular. No se había sentido tan mal, pero aun así…
Quería más. Judar no podía calmar esa desesperada ansia suya de más: más poder, más batallas, más caos.
Más, más. ¿A qué esperas, Hakuryuu? Decídete de una vez.
¿O es que sigue tan perdido como antes? ¿Cuántas pistas debo darle para que lo ha-?
La boca de Hakuryuu, cruel y rencorosa, se curvó en una sonrisa. Detestable, llena de malicia; hermosa.
_ Está bien. Supongo que lo mereces después de todo.
Su mundo se volcó.
(O mejor dicho, él terminó volcado, con la cara enterrada en el colchón y los brazos inmovilizados tras la espalda)
Judar sabía que era una farsa. Hakuryuu sabía que era una farsa. Pero podía fingir para su propio disfrute por ahora, que estaba indefenso en las manos de Hakuryuu. Podía contenerse, y dejar que esas manos hicieran lo que quisieran.
Le arrancó los pantalones con su mano verdadera, y con la otra mantuvo sus muñecas contra su espalda. Judar se mordió el labio y sintió un escalofrío ante el aire fresco que golpeó contra sus muslos y nalgas.
Se removió un poco y apoyó la frente en el colchón al tiempo que se empujaba hacia atrás provocativamente, y meneó un poco su trasero.
Hakuryuu le forzó estarse quieto.
_ No te muevas. – Gruñó. Oh, espera. ¿Eran nervios lo que trataba de esconder? Hm, interesante. Pudiera ser que fuera virgen. Pudiera ser que esta fuera la primera vez del emperador.
(Qué interesante)
_ Esto sería mucho más divertido si me dejaras usar mis manos, Ha-ku-ryuu.
Era la primera vez que decía su nombre de esa manera. Al parecer, tenía efecto, porque con reticencia y suavidad sus brazos fueron liberados. Judar se puso boca arriba de nuevo y terminó de bajarse los pantalones. Las anillas de sus tobillos se quedaron, pero la prenda la pateó fuera de la cama. Hakuryuu había decidido sentarse en una posición que aparentaba ser relajada, como la de un monarca en su trono.
Hakuryuu ladeó la cabeza ligeramente, y barrió con la mirada la desnudez de Judar. Aun si era más alto que él, o mayor por unos pocos años, este chico no se dejaba intimidar. La única pista de que aquello le afectaba fue el bulto creciente entre sus piernas.
Judar se le sentó arriba a horcajadas, y rodeó su cuello con sus brazos, y pegó su boca a la suyo con codicia y una malsana curiosidad. Gyokuen había besado esos labios, un golpe a traición que no había causado nada más que repulsión en Hakuryuu. Ahora, sin embargo, su lengua y sus labios inspiraban algo más tangible y caliente. Podía sentirlo.
Lamió el contorno de sus labios, y saboreó cada uno con suavidad, con brutalidad, con un hambre que no acabaría nunca.
El alma oscura de Judar vivía hambrienta de todo excepto amor.
(Eso también es mentira, pero realmente no importa)
Jadeos que se convirtieron en gemidos cuando empezó a restregarse contra él; eran suyos, porque a él de verdad que no le importaba; Hakuryuu sí quería contenerse y no mostrar su excitación, pero la dureza de su miembro lo decía todo.
Movió su mano y la deslizó por el brazo real hasta bajar por completo la tela que lo cubría. Una parte de sí estaba sorprendida de que Hakuryuu se lo permitiera sin hacer nada a cambio, y aun había una vocecita curiosa que se preguntaba cómo demonios había llegado a esa situación. Su pecho firme, tallado con cicatrices. Su espalda tensa, su abdomen duro que se contrajo con las caricias lentas y abarcadoras de los dedos de Judar. Sin despegarse de su boca, la boca de un niño que había nacido para vengarse; la boca de un hombre que había recorrido el mismo camino que él. Sin dejar de besarlo terminó de bajar la prenda blanca y descubrió su torso. No la primera vez que lo había visto, pero era la primera vez que podía estudiarlo con el tacto de sus manos mientras se frotaban en busca del éxtasis.
Cuando tocó el brazo artificial, las cosas volvieron a cambiar.
Aterrizó de espaldas a la cama, sus piernas abiertas. No tuvo tiempo de extrañar el calor del otro cuerpo (¿extrañar?) porque Hakuryuu se deshizo de la camisa con un ademán brusco y se lanzó sobre él como una fiera.
_ Ah…Eso es…Eso es, Hakuryuu… - Su cuello fue devorado, tanta desesperación que no terminaba una mordida para empezar otra, y así marcó poco a poco de besos chupetones y marcas de dientes su piel. Ardía y era jodidamente fantástico, porque seguían frotando sus entrepiernas y el miembro de Judar manchaba los pantalones de Hakuryuu. Estuvo a punto de tomarlo en su mano y aliviarse
_ Quiero estar dentro de ti. – Una petición, una demanda, un capricho, una convicción. No era nada romántico, no era una promesa de amor verdadero ni nada por el estilo. El sentido de aquellas palabras era tan literal que por un momento Judar dudó en reírse.
Luego lo hizo de todas maneras, sin aliento casi.
_ Está bien. – Bufó y abrió más sus piernas. Una invitación. Cerró los ojos y sonrió. – Puedes hacerlo.
Entre las muchas cosas que podía tener un emperador en su habitación estaban varias botellitas de aceites para diferentes usos. Si alguno de ellos estaba dedicado a la tarea de eh… lubricación "interna", o de otras partes, o para que el emperador se diera satisfacción a sí mismo sin la ayuda de nadie, Judar no sabía. Era curioso que en su mente tuviera el conocimientos sobre magia que sobrepasaban los límites de la imaginación de muchos, hechizos perfeccionados que pocos usuarios podían llevar acabo en el mundo; y aun así con todo eso, había cosas que desconocía.
_ Vamos, mete otro más. – instó ansioso con un suspiro.
_ Cállate. – Dijo él con suavidad – Voy a hacer esto bien aunque no te lo merezcas.
_ Heh – Era un poco difícil mantener la fachada despreocupada cuando tenías dos dedos en el culo. Solo un poco – Qué cruel, Hakuryuu. ¿No merezco tu amabilidad? Lo único que he hecho es ayu-Ahh
Nada coherente vino después de aquello. Hakuryuu, por alguna razón insondable, apoyó su frente en el pecho de Judar sin dejar de mover su mano. Sus dedos embadurnados y resbaladizos golpeaban con certeza y progresiva seguridad ese punto en su interior. Le enloquecía. Aun si era su primera vez él era de los que aprendían rápido.
_ Más, más, Hakuryuu. Pon otro más.
_ Eres… muy codicioso. – Podía sentir la dureza del otro contra su pierna, y sabía que se contenía de refregar su miembro contra él. No quería que pareciera demasiado ansioso, o que no podía soportarlo. Hakuryuu mantenía esa máscara de fortaleza siempre, incluso frente al espejo. Y puede que hubiera hace mucho tiempo dejado de ser una máscara.
Clavó tres dedos.
_ ¡Ah! ¡Al fin! Vamos, Hakuryuu, hazlo de una vez. M-Me estás haciendo esperar demasiado.
Por alguna razón eso le hizo reír.
_ ¿De qué te ríes? – cuestionó Judar, su voz ahogada y entrecortada. Ah, porque no podía tocarse. La mano artificial le sostenía la suya, la que no estaba ocupada sosteniendo su propia pierna para que aquellos dedos se clavaran con más profundidad.
Ya era tiempo de que dejara de ser sólo dedos. Que lo hiciera de una vez. ¿A qué esperaba?
_ Es gracioso. – Se incorporó con lentitud hasta colocarse en posición, listo para… - Eres el magi más poderoso del mundo… - Le sostuvo por la parte trasera de las rodillas, comenzó a acercarse; Hakuryuu hablaba muy bajo, su voz un secreto ronco - Pero en el fondo eres bastante…
La primera estocada fue una espada ardiente que pareció partirlo en dos a pesar de toda la preparación. Tal vez debió decirle a Hakuryuu que se empezaba despacio y luego se aceleraba (Ah, pero qué más da ya)
_ Mierda. – Cerró los ojos con fuerza y enterró sus dedos en las sábanas – ¿Ba…Bastante q-qué?
Hakuryuu no contestó. Estaba muy enfocado en el movimiento de sus caderas, de adelante hacia atrás, un poco hacia arriba, tan profundo como pudiera, como si en verdad pensara que su caliente y duro miembro era una espada que tenía que enterrar en su interior hasta perforar el corazón de Judar. Más que algo sexual, sus penetraciones eran puñaladas, una detrás de la otra, sin misericordia, fruto de un caos emocional que reposaba bajo un rostro distante sólo quebrado por el sudor que le corría por las sienes y el sonrojo en las mejillas.
De más está decir que Judar no paró de gritar, por el dolor, por el placer, por tantas cosas que no se podían poner en palabras. Puede que se carcajeara una que otra vez sin razón alguna (¿Eran necesarias?) y Hakuryuu se hartara y le cubriera la boca con un cojín o una mano hasta que él se calmara; pero no puede recordarlo.
Sólo sabe que después de un tiempo indescifrable despertó y Hakuryuu estaba dormido. En la hora más oscura, justo antes del amanecer, salió de la habitación real y se fue a la suya.
A la luz de los primeros rayos de la mañana, se observó desnudo frente al espejo con una sonrisa irónica.
Fue como contemplar los restos de un campo de batalla.
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