Los personajes de Love Live Sunshine no son de mi propiedad.

El hambre invisible

...

"Es como cuando sueñas que nadie te ve

y sigues dando pistas por si alguna vez […]

El hambre invisible en su escudo de piel".

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Odiaba el rechinido que hacían las llantas del carro porta libros de la biblioteca. Eso la convertía en la primera persona en romper la regla de oro del lugar: silencio. Sin embargo, era parte de su trabajo, no podía simplemente dejarlo o llevarse libro por libro en las manos y dejarlos en su respectivo lugar. Volvería a poner la nota de aceitar los carritos para que fuera nuevamente ignorada. Ella terminaría por hacerlo, lo sabía.

Suspiró al llegar al apartado correspondiente a literatura, tenía que ir primero al estante de obras norteamericanas y luego al de inglesas. Eran las dos categorías de donde más libros sacaban. La segunda le recordaba su antigua vida, su vieja casa, y no podía evitar mirar momentáneamente su celular y buscar un perfil en específico. Seguía sorprendiéndose al ver aquella foto de una mano joven presumiendo un fastuoso anillo en el dedo anular izquierdo. Su padre se casaría de nuevo. No había pasado ni un año.

Se apresuró a acomodar todos los libros para regresar con su compañera de trabajo, anunciando su acercamiento con el ruido de las llantas. Lo dejó cerca de un estante que se encontraba en la sala principal de lectura y recibió algunas miradas de desaprobación en su camino.

Al llegar a la recepción, halló a su compañera totalmente abstraída en la lectura de un libro diferente al que le había visto el día anterior. Prefirió no molestarla y escribió en una hoja: "Los carros necesitan aceitarse".

– Riko-chan –escuchó la voz de su compañera mientras ponía su nota en el pizarrón de corcho con una tachuela–, Riko-chan.

– ¿Sí, Hanamaru?

– ¿Para qué me dijiste que estabas trabajando? –preguntó, cerrando su libro y girando ligeramente la silla en la que estaba sentada.

– Para salirme de la casa de mis tíos.

– Cierto-zura.

– Lo hiciste de nuevo.

– ¿El qué?

– Lo del zura.

– Es la costumbre-zura –se encogió de hombros–. Tengo hambre.

– Tú siempre tienes hambre –la miró con severidad y luego le sonrió–. Hoy te invito la comida, para celebrar tu ingreso a la universidad.

– Tú si sabes cómo tratar a las mujeres, Sakurauchi-senpai –le espetó en tono burlón y se acercó a ella para abrazarla.

– Ya, ya, detente –la separó de sí y se encaminó a la salida del recinto.

Los días trabajosos habían acabado después de que pasaron los exámenes de admisión, los resultados ya habían sido anunciados y Hanamaru había logrado entrar a la misma universidad a la que asistía Riko. Ahora reinaba la paz en su lugar de trabajo, de nuevo, eran únicamente los mismos lectores asiduos.

Sin embargo, para Riko, aquella tranquilidad le recordaba al dojo de sus tíos, los Sonoda. No era que fueran personas desagradables, todo lo contrario, sino que no se sentía parte de aquella armonía familiar. Recordaba la plática que había tenido con Umi el día que la descubrió buscando trabajo.

Mamá se pondrá triste de saber que te quieres ir, pero no te detendremos.

Claro que no, ni siquiera su padre había podido detenerla y contaba con el sempiterno apoyo de su madre. Por eso se encontraba en Tokio, estudiando lejos de casa, en una de las mejores escuelas. Todo el esfuerzo había sido propio.

Regresó con dos sándwiches recién preparados en una tienda que se encontraba en las inmediaciones de la biblioteca. En cuanto Hanamaru la vio, le mostró su celular y salió. Seguramente debía contestar o realizar una llamada.

Dejó la bolsa con la comida sobre el escritorio de la recepción y se dispuso a realizar un préstamo a una persona que se había acercado. Hizo anotaciones en la bitácora, después en la computadora, sacó un formato pequeño, lo selló, escribió las fechas de préstamo y entrega, metió el papel en el libro y se lo extendió al chico, quien con una sonrisa salió el recinto.

Su compañera regresó con una presta sonrisa en los labios. Después de casi medio año de trabajar en la biblioteca, conocía lo necesario de Hanamaru como para saber lo que significaba aquel brillo peculiar en sus ojos acompañado de esa sugerente curva en su rostro. La castaña se acercó a ella y le mostró la pantalla de su arcaico celular con el número de una tal Yoshiko.

– Apúntalo –espetó, recargando su brazo libre en el escritorio–, te acabo de solucionar la vida-zura.

– ¿Perdón?

– Es mi amiga –le sonrió– y busca un compañero de departamento.

Riko pestañeó varias veces antes de terminar de procesar la información y cerrando el celular de su compañera, lo quitó de su vista para poder mirar a la chica.

– No, no. Lo que yo quiero es tener un departamento propio –le dijo con sutileza.

– Riko-chan, eres una simple estudiante universitaria –la observó con severidad–. A menos que te vuelvas inesperadamente rica, eso te será imposible.

Ella lo sabía. De hecho, la idea era irse a rentar con sus amigas You y Chika, pero ellas parecían a gusto con la situación en la que se encontraban. Ellas le decían que estar en el Dojo Sonoda era un lujo; incluso así, quería irse. Sin embargo, vivir con una completa desconocida no le parecía una buena idea.

– No lo sé, Hanamaru…

– Llámala-zura –transcribió el número en un post-it y se lo extendió–. La conozco desde que vamos al preescolar. Es un poco rara, pero es buena persona.

Riko alzó una ceja y la miró con divertida curiosidad, negando con la cabeza, tomó el papelito y se lo guardó en el bolsillo de su camisa.

– Lo tomaré en cuenta.

La chica le volvió a sonreír mientras sacaba su respectivo sándwich de la bolsa.

– No.

– Yoshiko…

Ambas chicas se encontraban sentadas en el sillón, una de ellas tenía los brazos cruzados y la cabeza vuelta en dirección contraria a su visitante. Enfrente de ellas había una pequeña mesa que presumía dos vasos con agua y un bol con frituras.

– Vamos, te será de ayuda.

– No tengo espacio –volvió para encararla.

– ¡Eso es mentira-zura! –Se levantó y señalo una de las 3 habitaciones que había en el lugar–. ¡Ese cuarto no lo ocupas!

– ¡Claro que sí! –Ella también se levantó y señaló a su amiga–. Ahí guardo todo lo que ocupa Yoha… –Se detuvo, siendo consciente de lo que estuvo a punto de decir, abrió los ojos y bajó la mano.

– ¡Lo sabía!

Los ojos ambarinos de su compañera la escrutaban y lo sabía, por ello tuvo que desviar el rostro y disimular tranquilidad. Nunca fue buena mintiendo, no a ella. Lo irónico radicaba en que estaba a unos días de empezar a estudiar Teatro en la Universidad.

– Es sólo una bo-bodega –le sonrió nerviosa.

Hanamaru entrecerró los ojos y se cruzó de brazos, cuando vio que Yoshiko pasó trabajosamente la saliva por su garganta, sonrió con malicia.

– No puedes mentirme –se acercó a ella y se susurró al oído–. Lo vi.

La peliazul se alejó de ella lentamente, con los ojos muy abiertos y un notable sonrojo en el rostro. Vio a su amiga asentir con los ojos cerrados.

– Así es Yoshiko, lo sé todo-zura –giró sobre sus talones y se encaminó a la habitación antes señalada.

Abrió la puerta de par en par y se encontró con lo que esperaba, dos computadoras, una cámara web, una mesa con un mantel negro y una bola de cristal en el centro, cajas con vestidos oscuros y grandes trozos de tela negra. Esperó hasta ser capaz de escuchar las pisadas de Yoshiko acercándose.

– Sigues teniendo bastantes visitas –comenzó a hablar con suavidad mientras en una caja vacía iba acomodando todas las telas que doblaba–. Y seguramente sigues ganando un poco de dinero con ello.

La dueña del espacio permaneció en la entrada de la habitación, viendo como todas sus cosas eran guardadas en cajas de cartón, tal y como ella las había traído a aquel departamento.

– Sin embargo, sé que no va a ser suficiente –se acercó a la mesa, tomó la bola de cristal, giró y depositó el objeto en las manos de su amiga–. Ahora que tu padre se dignó a aparecer, deberías aprovechar lo que te está dando.

Hanamaru abrió los brazos, haciendo alusión al espacio y sonrió al ver que Yoshiko parecía afligida.

– Un constante pero pequeño ingreso económico te ayudará con tus gastos –volvió para seguir acomodando–. El teatro es una profesión cara-zura.

Escuchó a su amiga alejarse y abrir la puerta de su respectiva habitación. Al instante, volvió a oír los pasos de su amiga que se acercaba a la pequeña mesa plegable que estaba en el cetro ahora sin su recubrimiento negro. Vio cómo la peliazul se agachaba para quitar el seguro de las patas, doblarla y convertirla en una tabla de madera que recargó en una de las paredes.

– Riko-chan es una persona tranquila –pasó cerca de su compañera con una caja en las manos para dejarla cerca de la misma pared en que estaba la mesa–. Es silenciosa, inteligente y divertida.

– ¿Silenciosa y divertida? –se detuvo a pensar por unos segundos–. Qué extraña combinación…

– Oh –la castaña se acercó a ella y la miró a los ojos–. Y no te preocupes por tu privacidad, ella estudia y trabaja. Tu secreto está a salvo-zura.

Yoshiko sólo pudo sonreír con nerviosismo ante la intensa mirada de su compañera. Se llevó una mano al cuello y lo sobó para intentar tranquilizarse.

La fortuna de que en aquel momento estuviera Hanamaru de visita en su departamento, más que tratarse de la emboscada, fue la ayuda que necesitaba para ordenar aquel cuarto, el más grande entre todos.

Su nueva casa era espaciosa, presumía 3 habitaciones, un cuarto de baño amplio, sala de estar, un comedor y la cocina integral. Había sido un regalo por parte de su padre, uno que equivalía los 18 años de ausencia y su bien logrado esfuerzo para entrar a una de las mejores universidades en Tokio. Pero eso no había sido todo, se había llegado a un acuerdo en el que su progenitor le ayudaría económicamente hasta tener un ingreso estable y ella estaría obligada a verlo una vez cada dos meses. Azar, le llamarían unos, pero ella aseguraba que todos los demonios le habían ayudado a que el hombre le cancelara sus visitas a causa de los negocios que realizaba para vivir. Cosa de emprendedores, le decía la secretaría que siempre le llamaba a la última hora.

Su madre, como toda persona independiente y precavida, le había dicho que aunque no necesitara del dinero de su padre, lo retirara para que él volviera a depositarle, mientras ella ahorraba para el futuro difícil que se le avecinaba. No había entendido sus palabras hasta que llegó a la ciudad y tuvo que valerse por sí misma. Vivir sola, en tremendo espacio, le parecía algunos días aterrador. Y después de casi el mes que desperdició acomodando sus pertenencias y entretenida en el ocio, aún no se adaptaba. Quizá un poco de compañía le haría bien.

– ¿Y por qué la tal Riko busca un lugar? ¿Viene de lejos? –preguntó, una vez que terminaron de acomodar todo en la habitación más pequeña, que ahora serviría de almacén.

– A diferencia de nosotras que vivíamos en la periferia de la ciudad, ella sí viene de lejos –salió agotada de la habitación y fue a tirarse al sillón–. Ahorita vive con sus tíos.

– Si vive con ellos, ¿por qué quiere irse? –se sentó en el mismo sillón, alzando la cabeza de su compañera y reacomodándola en su regazo.

– No lo sé-zura –cerró los ojos para meditar–. Supongo que quiere más libertades, vive en el Dojo Sonoda.

– ¿En el Dojo Sonoda?

– Sí-zura –sin abrir los ojos, sintió las manos de la otra pasarse suavemente por su cabello–. Su prima es Umi Sonoda, ya sabes, la que ayuda con los guiones de las obras en la escuela.

– Lo sé… –en sus iris magentas nació un brillo peculiar y una sonrisa se dibujó en su rostro.

Volvió la vista a su amiga, quien la miraba con curiosidad.

– Ahora que lo pienso, creo que te acabo de dar la oportunidad de tu vida-zura –alzando una de sus piernas, le sonrió picardía.

– ¡Patrañas! –espetó, cruzándose de brazos y sonriendo con autosuficiencia– ¡Yohane, el ángel caído, volverá a descender y brillará en la oscuridad de un escenario desierto!

La peliazul abrió un solo ojo para ver la reacción de su amiga. Inmediatamente, se manifestaron las risas.

N/A:

Me regañé a mí misma: ¡deja de procrastinar y ponte a escribir! Me hice caso pero escribí una nueva historia… Me volví a regañar.

Fuera de bromas y dramas, quiero mejorar, así que cualquier duda, observación, corrección, sugerencia o comentario de apoyo moral es bienvenido. Lo digo porque suelo hacer los personajes un poco OOC y como que no está chido xD

Hablando un poco de la historia, sí, meteré a algunas musas :3 porque las amo, pero ya me hacía falta demostrarle amor a Aquors, porque también las amo. Es un AU universitario Y creo que ya jajajaja

Cuídense.

¡Hasta la próxima!