NA: Este es un fic que escribí con ayuda de mi hermano hace siglos. Estaba publicado con otra cuenta de la que eliminé todo. Quería volverlo a subir porque en realidad me gustaba bastante.
I
Gratificación Instantánea
Kyota se sentía cansado. Los duros entrenamientos que se llevaban a cabo en el instituto Kainan no eran precisamente un camino de rosas, o tal vez sí, pues el fruto del duro trabajo siempre era gratificante.
Se lanzó sobre su cama, lo que él quería en aquel momento era gratificación instantánea. Quería que Maki lo viera tal y como era. Que si el Shohoku tiene unos novatos muy buenos, que si Sendoh es un rival a tener en cuenta… nunca le decía "¡Genial Nobu!". Ese era otro problema, él era "Nobu" aquella forma tan mona de llamarlo por su apellido le sacaba de quicio. "Si estas cansado Nobu-kun no pasa nada, podemos parar" decía. Si, estaba cansado, pero cansado de que lo viera como un niño al que debía educar.
— Eres un genio — dijo en voz alta para sí mismo. Si lo oía su madre pensaría que estaba loco, pero en parte necesitaba oírlo. Necesitaba oír que era perfecto porque una parte de él necesitaba un refuerzo positivo, pues muy en el fondo se sentía una mierda de tío. Siempre se preguntaba como Hanamichi Sakuragi podía decirse que era un genio y creérselo sin más —. Eres el único titular de primero del Kainan — argumentó después.
Nada, aquel día estaba demasiado deprimido como para que ninguna de aquellas tonterías le subieran el ánimo. Hacía un par de días Jin le había pedido salir como amigos, y él lo había malinterpretado todo contándole que estaba encaprichado de Maki. Todo había desembocado en un "tío creo que lo que te pasa en realidad es que te sientes impresionado, es normal, es el mejor jugador de la prefectura", era un cretino.
Probablemente tenía razón en parte, pero es que antes de conocer a Maki él se creía heterosexual. Maki le había hecho cambiar de forma de pensar, antes miraba con recelo a los homosexuales y no tenía claro como podía funcionar el sexo entre dos hombres. Ahora ya lo sabía. Le había costado algunos yenes en el barrio dos de Shinjuku, en Tokio, pero no quería pensar en ello. Con su cara bonita y aquel cuerpo, tener que pagar para acostarse con alguien era algo que le deprimía aun más.
Se deshizo de todos aquellos pensamientos negativos, cerró sus ojos y se centró en Maki. Pensó en su piel morena, sus ojos negros y aquel cuerpo tan perfecto sólo cubierto por una pequeña toalla después del entrenamiento. Aquel calor tan agradable que siempre sentía cuando pensaba en él recorrió su cuerpo. Debajo de sus pantalones del uniforme una erección empezaba a asomarse. Solía ser un problema en los vestuarios, pero no lo era en la solitud de su habitación. Alargó su mano hacia su entrepierna, desabrochó sus pantalones y acarició su miembro imaginando que era el de Maki. Su mano se movía a un ritmo acompasado arriba y abajo y el chico imaginaba su compañero de equipo estirado sobre la cama mientras él le tocaba.
— ¡Kyota a cenar! — la voz de su madre le fastidió el momento. La cena podía esperar, Maki no, pero ahora ya había perdido el hilo y su miembro perdía la erección. Podía recuperarla si se ponía a ello, pero el miedo de que la pesada de su madre decidiera entrar en la habitación, para asegurarse de que se había enterado que la familia iba a cenar, hizo que el chico volviera a abrocharse los pantalones. Esperó por un tiempo prudencial, no era cuestión de bajar con el pene medio erecto, y bajó a cenar.
Durante la cena, el chico intentaba comer rápido y sin pensar demasiado. De lo contrario las fantasías con un Maki que le agarraba por el pelo y le susurraba las cosas que harían juntos en cuanto subiera a su habitación aparecían en su cabeza y de su cabeza bajaban a su entrepierna. Su madre le servía más y más comida, estaba muy orgullosa del chico. En una familia en que el sustento económico se basaba en el duro trabajo de una madre soltera con dos hijos el hecho de que él hubiera conseguido una beca para un instituto adscrito a una universidad, como el Kainan, era algo que llevaban celebrando desde el inicio de las clases, en primavera.
Trató de comer todo lo que la mujer le ponía en el plato, y cuando por fin pudo escabullirse de la mesa se sentía tan pesado. Ni masturbarse tranquilo podía. Se estiró en la cama y sus ojos se cerraron casi solos, aquel día la gratificación instantánea tendría que esperar.
A las seis y media de la mañana sus ojos se a abrieron instintivamente. El despertador sonaría en media hora, tenía exactamente unos treinta minutos y una erección matutina esperándole. El día no podía terminar mal si empezaba así. La goma del pantalón era molesta, de modo que tiró de los pantalones hacia abajo. También se subió la camiseta un poco. Kyota empezó acariciando su abdomen y poco a poco fue descendiendo hasta que llegó a su pene. Quería ir despacio. No es que no le gustase el sexo rápido y duro, pero tenía treinta minutos y podía aprovechar cada uno de los segundos que le correspondían. Empezó a hacer movimientos cíclicos sobre su pene. Esta vez imaginaba la mano de Maki tocándolo a él y con su mano sus labios rodeando el glande del miembro.
En aquel momento la puerta se abrió. Era Yamato, su hermano pequeño, que lejos de irse en cuanto vio a su hermano en aquella posición tan íntima se sentó en la silla del escritorio.
— Continua, continua — dijo el chico riendo. Kyota ya no se masturbaba, toda la sangre que mantenía su erección matinal se había mudado a su cara, ahora roja como un tomate —. Sólo que mamá dice que el desayuno ya está preparado. Eso y me llevo una camisa, mi ropa esta sucia.
Tras sus palabras y robarle una camisa del armario, Yamato se marchó de la habitación. Kyota odiaba su vida, odiaba a su hermano y el día en que nació, el cual no recordaba porque apenas tenía un año. Se levantó, fue al baño y caminó hasta la cocina deseando que su hermano tuviera la bocota cerrada.
El día transcurrió sin graves problemas para el chico. Incluso una chica le había entregado una carta de amor, a pesar de que pensaba que la chica en cuestión no era gran cosa se sentía elogiado por que una chica le fuera detrás.
Cuando el entrenamiento terminó y la mayoría de los alumnos corrieron a las duchas, Kyota se quedó fingiendo que practicaba los lanzamientos de tres puntos. Después de las frustraciones de la noche anterior y aquella mañana sabía que el ver a Maki cambiándose sería algo realmente duro. Duro en especial porque no podía controlar sus impulsos sexuales y seguramente todo el equipo se percataría de su dudosa orientación sexual. No le preocupaba que pensarán que era gay, sólo que seguía sin tener demasiado clara su sexualidad y no quería que una etiqueta impuesta por un momento de debilidad le definiera de por vida.
Jin reparó en él, se acercó a su compañero de equipo y se quedó a su lado sentado. Observó como Kyota lanzaba aquel triple.
—No estás colocando los pies correctamente — comentó el chico levantándose y tomando otra pelota en sus manos. Soichiro no era el mejor de los jugadores, pero si había algo que se le daba bien eran los triples. Había practicado los tiros de tres puntos casi como un arte o una ciencia hasta el punto de no fallar casi nunca—, tienes que colocarlos así.
Dicho y hecho el chico que se había colocado en la posición correcta lanzó a canasta. Evidentemente la pelota paso por en medio de la aro mostrando la habilidad del chico.
Kyota, a quien en realidad le importaba un pimiento cómo se lanzaban los triples correctamente, le aplaudió el amable gesto. Se estiró en el suelo y miró al techo.
— Si te soy sincero me da igual —dijo el chico algo exasperado. Esperaba que después de todo lo que sabía, Jin fuera suficientemente espabilado para darse cuenta de que estaba evitando ir a los vestuarios al mismo tiempo que Maki. Pero al parecer Jin no estaba relacionando ideas ni usando el bonito cerebro que la evolución del género homo le había dado. ¿Sería un mono? Se preguntó Kyota en su cabeza riéndose solo.
—Te veo realmente deprimido — dijo el chico mirando hacia abajo, a la cara de Nobunaga. No esperaba tener que forzarle, pero se sentía en la obligación de hacer algo —. Tu y yo deberíamos salir por ahí, ligar un poco y esas cosas.
Kyota se preguntaba por qué era tan pesado con aquello de salir por ahí. Tenían quince y dieciséis años, con un poco de suerte les dejarían entrar en una cafetería veinticuatro horas y tomar un helado. Nobunaga hizo presente aquel pensamiento sorprendiendo al chico de segundo curso.
— No te preocupes Nobu — le contestó el lanzador con tranquilidad —, tengo amigos en algunos locales y unos carnets falsos que nos servirán.
Vaya con el niño de cara bonita, pensó el otro chico. De modo que Jin, el angelical lanzador del Kainan que te miraba con los ojos muy abiertos y siempre parecía dudar, tenía en realidad ases guardados debajo de la manga.
—Ya veremos — contestó Kyota —, tal vez no me vaya mal que me dé el aire.
Después de aquello los dos chicos caminaron juntos hacia el vestuario. Gracias al cielo Maki salía cuando ellos entraban, lo que hizo que el alero del Kainan se relajara un poco.
En realidad si descontaba la interrupción de Yamato aquella mañana, el día no había sido tan terrible. Subió a su cuarto rápidamente, corrió el pasador de la puerta y se lanzó sobre el puff rojo. No habría interrupciones aquella noche, su madre había salido a cenar con una amiga y Yamato tenía que estudiar. Tenía todo el tiempo del mundo.
Se quitó los pantalones, y empezó a masturbarse. En su mente la imagen era mucho más sugerente. Las manos de Maki acariciaban sus abdominales mientras su lengua lamia su cuello y le mordisqueaba. En realidad Kyota deseaba que el chico se quedara quieto, sodomizarlo era el objetivo pero no podía resistirse a la imagen de aquellas manos acariciándole el miembro erecto.
La mente del chico cambió aquellas imágenes por otras, sin dejar de mover su mano a un ritmo constante, imaginó a Maki suplicándole. El surfista le pedía que le penetrase, que no le hiciera esperar más. En su imaginación Kyota torturaba al capitán de su equipo lamiéndole alrededor de su agujero lleno de aquel lubricante luminoso.
El chico se hartó de imaginar preliminares, tenía ganas de penetrarle. Todos los detalles le daban igual, ahora sólo quería correrse. Sus dedos alrededor de su pene apretaban con fuerza y cada vez a un ritmo más frenético. En su cabeza Maki jadeaba tras cada embestida del chico, aquella voz había perdido toda la dulzura con la que normalmente le hablaba, expresaba únicamente deseo, necesidad de él. Kyota ya no podía más, su cuerpo respondía a la imaginación de la voz de Maki de una forma repentina, casi sin poder controlarlo se corrió.
— ¡Mierda! — exclamó cuando por fin ya se había recuperado del orgasmo. Toda su camisa estaba llena de semen. Pondría la lavadora antes de que su madre llegase, de no ser así la humillación sería atroz. Seguramente si su madre se enteraba haría alguna broma en la mesa, y Yamato añadiría la visión de primera hora de la mañana. Eso sólo acabaría en un montón de bromas sobre lo pajillero que era y se vería obligado a quitar el poster de Namie Amuro y su postura sugerente.
En calzoncillos se paseó hasta el lavadero donde cogió las camisas blancas de su hermano, las mezclo con la suya y puso la lavadora en marcha. Después de todo que su hermano le hubiera dicho aquella mañana que tenía todas las camisas sucias había supuesto una ventaja.
El único momento en que se sintió algo incomodo fue en el desayuno del día siguiente en que su madre le comentó que estaba muy colaborador, por poner la lavadora. También se sintió muy elogiado cuando le comentó a Yamato que debería tomar ejemplo de él.
