«Fairy Tail es propiedad de Hiro Mashima»
«Este drabble participa de la CI pairing cup, del foro Cannon Island.»
— Fleeting—
[…]
Para alguien consagrado a sus demonios, no había nada más, en lo absoluto.
Y así era como se sentía él, un cascarón donde sus propios infiernos convertidos en carne sometían su cordura una y otra vez. Aunque, mentiría si dijera que eso realmente le importaba porque no lo hacía en lo más mínimo.
Pero extrañamente, había algo dentro de su cabeza que lo impulsaba a hacer algo que no podía explicar con palabras. ¿La humana tendría algo que ver? Esa estúpida humana que no tenía sino ojos llenos de miedo cada vez que sus ojos se cruzaban.
Daba cierta lástima.
El trato entre ellos no era sino nulo. Él no sabía su nombre y ella menos sabía el suyo. Ambos tenían una promesa invisible y desconocida para con el otro; cuando el sol caía y sus caminos — siempre— se cruzaban en la misma hora, el mismo lugar de siempre.
Y era entonces que sus miedos temblaban.
Había algo dentro de su mente que hacía odiarla, odiar a sus cabellos rubios cuando el viento travieso la envolvía y ella sonreía como si nadie más estuviera ahí. Como si él no estuviera ahí.
Pero especialmente odiaba sus ojos.
Sus ojos encerraban tanta tristeza, los suyos tanta sangre derramada. Su sonrisa estaba plagada de lágrimas, no obstante él no sonreía, pero si algún día lo hacía, en el fondo, muy pero muy en el fondo esperaba que fuera igual a la de ella.
[…]
— ¿Te gusta el cielo? — Preguntó una vez la humana.
— No me gusta nada— respondió en un suspiro. — Pero si odio las preguntas.
— Vamos— hace tiempo que ella le había perdido el miedo— no puedes odiar las preguntas. Algún día querrás preguntar algo.
— ¿Tiene caso? — él se enojaba con facilidad.
— ¡Hey! — Ella se levantó de un salto — haz hecho una pregunta. Sabía que no podías odiar las preguntas.
Entonces él se preguntaba — sí, se preguntaba— por qué no la asesinaba.
[…]
— ¿Por qué nunca sonríes?— el cielo era el mismo, lo recuerda bastante bien. Anna – sí, al final le había dicho su nombre – estaba contemplándolo con la misma intensidad de cada día.
Él no respondió.
El silencio era habitual, casi un rito. Y así como era él deseaba mantenerlo.
— ¿Qué pasaría si es la última vez que nos vemos?— ella pareció temblar un poco.
— No lo sé— respondió él.
Ella sonrió — la tristeza era palpable— en el fondo, se esperaba esa respuesta.
Él se había acostumbrado a tenerla y no tenerla. Como una flor llevada por el viento a recorrer el mundo.
Pasó el tiempo, ella no volvió.
Aunque ella tal vez había ya dejado este mundo, él la esperó, en el mismo valle, bajo el mismo cielo con el mismo sol atormentándole y con la misma pregunta rondándole la cabeza como un mantra.
— Creo que me gusta más el cielo de lo que pensé, Anna.
Sin Notas de Autor.
