PROLOGO 00.

La pequeña castaña se dejó caer sobre la silla, exhausta por las calles recorridas en tan pocos minutos y con tantas cosas en las manos. Cualquiera que la viera, incluso la persona más despistada, notaría que algo andaba mal con ella. Todo le delataba, sus ojos llenos de lágrimas, su pecho subiendo y bajando de manera irregular, una mochila a su lado a punto de desbordarse, mal armada y con algunas prendas próximas a caer, y para coronar, una expresión en rostro que decía más de lo que debería; miedo, incertidumbre, nervios, exaltación, ansiedad, estrés, cansancio. Sensaciones que por lo general nunca se veían reflejadas en la sonriente y siempre amable Alice.

Los meseros y el dueño, de los cuales algunos le conocían desde pequeña, se miraron entre sí con sorpresa. No lo comprendían, estaban tentados a correr donde ella para socorrerle, pero ante su estado, tal vez confrontarla sólo causaría problemas. Después de todo, Alice era como cualquier otra persona, lo cual abría un abanico de posibilidades en cuanto a cómo podría reaccionar; si estaba aquí, era porque buscaba protección y unos brazos familiares que le contuvieran, y si ellos estaban dispuestos a brindarle todo eso, primero debían priorizar su tranquilidad.

-¿Qué hacemos, señor Kim? -pregunto una muchacha de estura media y cabello corto, rubio- Es evidente que algo le sucedió, ¿deberíamos llamar a la esposa de su padre? -la chica, pese a haberle visto con regularidad en el aquel café, poco conocía a la castaña, por lo tanto, no entendió por qué su jefe alarmado le rogó que ni se le ocurriera aquello- Entonces, ¿qué se supone que debemos hacer?

-Llévale un vaso con agua fría y ofrécele el baño del personal, que se lave el rostro. -contesto el hombre de avanzada edad mientras observaba a la castaña a través de la mínima rendija abierta en la puerta, aquella que separaba la cocina del mostrador- También dile que pida lo que quiera. Seguramente no trae dinero con ella, pero si en realidad lo hace, no lo aceptes; la casa invita. -la rubia asintió levemente, en tanto su jefe agregaba:- Puede entrar aquí cuando quiera para hablar conmigo, por favor también hazle saber eso.

A decir verdad, la actitud del señor Kim le extraño en demasía. Después de todo, él se caracterizaba por ser un hombre al cual pocas cosas (por no decir ninguna, al menos al criterio de la rubia que nunca le vio apartado de esa sonrisa suave y esa expresión pacífica en estos últimos 3 años) lograban alterarlo. La joven muchacha sabía que no era apropiado preguntar, ya que no era un asunto en el que debiera meterse, pero... teniendo en cuenta la constancia con la que aquella castaña venía al café y las muchas fotos que estaban desperdigadas por el lugar, en las cuales Alice era su protagonista, Lucy supuso que el jefe le guardaba mucho cariño y esa era la razón fundamental por la cual se encontraba tan preocupado por su bienestar.

Teniendo esto en mente, la muchacha opto por no cuestionar nada al respecto y simplemente se remitió a hacer lo que le habían indicado. Sirvió un vaso de agua bien fría, lo coloco encima de su charola y, con este en mano, se dirigió hacia la mesa donde Alice se encontraba. Mientras tanto, en su fuero interno repaso una y otra vez todas las cosas que debía decirle, con la intención de no dejar nada afuera.

-Buenas noches, Alice. -saludo amablemente, mientras ponía el vaso frente a la chica- Si quieres usar el baño, el jefe me dijo que podías usar el de adentro.

-Oh, no es necesario. No quisiera causar molestias. -soltó la castaña, con la mirada fija en sus manos y una tonada débil. Parecía perdida, desorbitada. Y la manera en la que arrastraba las palabras denotaba el cansancio presente en su cuerpo- Y-yo... -quiso buscar una justificación, algo racional que respaldara su repentina aparición en aquel café, pero... nada coherente pareció querer salir de sus labios. Lucy quien le miraba y escuchaba atentamente, se dio cuenta de inmediato que ni siquiera la castaña misma sabía que es lo que estaba haciendo allí, algo que le alarmo significativamente. Por lo que podía apreciarse, no cabía duda de que Alice se había ido a los apurones de su casa, casi como si... ¿estuviera escapando de algo?- Tan solo quería sentarme un rato, no me quedare por mucho tiempo.

-Oye, tienes por qué actuar de esa manera. Sabes perfectamente que aquí no molestas. -la rubia posó una mano sobre el hombro de Alice, impartiendo leves caricias con la intención de reconfortarla- Además, todos estamos bastante preocupados por ti, en especial el señor Kim. No sería correcto que te dejemos sola en esta condicione. -Lucy fue directa, ya que considero que, en una situación semejante, el actuar como si ignorase lo que estaba pasando era absurdo. Alice no era tonta, no tenía por qué subestimarla- Vamos, te acompañare al baño y luego te traeré tu favorito, la casa invita. -con una dulce sonrisa en el rostro y una tonada maternal, la rubia intentó animarle. No obstante, fue rechazada automáticamente, lo cual la llevo a ser un poco más agresiva con su siguiente acción- No es una sugerencia, ¿sabes~? -ahora ambas manos se encontraban posadas sobre los hombros de la castaña, ejerciendo una ligera presión. Alice sintió un escalofrío recorrerle la espalda, el cual le obligo a ponerse de pie rápidamente- Bien, bien. Así me gusta. -Lucy rió inocente- Por cierto, de postre voy a traerte una porción de pie de manzana con helado. El jefe siempre dice que comer algo dulce en momentos difíciles ayuda a aliviar el mal trago.

No respondió, simplemente esbozó una ligera sonrisa ante los intentos de la rubia por subirle el ánimo. Sinceramente no sabía con exactitud porqué había corrido al café en una situación tan crítica, pero en cierta forma se alegraba de haberlo hecho. Tenía la certeza de que en ningún otro lugar estaría tan contenida como allí.

Tal y como lo había dicho, Lucy le acompaño al baño y luego partió viaje nuevamente al interior de la cocina, dejando a Alice completamente sola. En un principio, la castaña se tomó unos pocos segundos para relajarse, inhalo profundo y dejo que un suspiro estrepitoso se escapara de sus labios, procedimiento que imito varias veces hasta sentirse un poco mejor. Luego, casi como si se hubiese estado preparado previamente para ello, se enfrentó al espejo y observo con vergüenza la imagen que este le devolvía, aquella que demostraba sin reparo alguno lo mal que la había pasado hasta el momento. Sus ojos estaban irritados de tanto llorar y el contorno de estos se encontraba ligeramente hinchado, dándole un aspecto lastimoso. Claro, ahora comprendía la actitud de la rubia, quien prácticamente le había arrastrado al baño.

Suspiró una vez más, resignándose. Teniendo en cuenta que le habían invitado la cena y que no tenía otra opción más que aceptar dicha oferta, ya que dudaba que la rubia aceptase un "no" por respuesta, lo menos que podía hacer era lucir decente. Abrió la canilla y junto ambas palmas, recogiendo un poco de agua para lavar su rostro. Estaba fría, más no le importó; de hecho, era justamente lo que necesitaba. Repitió la acción durante varios minutos, una y otra vez, hasta que el espejo reflejó una mejor imagen de ella, la cual aún daba lastima y vergüenza ajena, pero en menor medida que la anterior. Eso sería suficiente, con eso se conformaba.

-No hagan preguntas, por favor... -le rogó al espejo, contemplando aquello como una posibilidad que... sinceramente era raro que no se hubiese dado desde un principio. Después de todo, la manera en la que irrumpió en el lugar (agitada y en medio de una crisis nerviosa) y su aspecto eran alarmantes- Uh... -la castaña hizo una pausa y luego sonrió, agregando:- No, no lo harán. -una vez más agradeció en su fuero interno el hecho de haber terminado dentro de aquel lugar, ya que sin duda alguna nadie podría haberle ofrecido un trato similar. Si en su momento no le hicieron preguntas o le exigieron algún tipo de explicación, era simplemente porque no querían asustarla. Era un dulce gesto, algo que agradecía de corazón.

Al cabo de unos minutos, la castaña abandono el cuarto de baño con una mejor expresión en rostro, lo cual logro que calmar a Lucy un poco. Con una sonrisa afable sonrisa, esta le tendió su mano y le acompaño de regreso a la mesa, comentándole que en breve estaría lista la comida. Ella no hizo más que asentir en respuesta a ello, mientras tomaba asiento y sacaba su celular del bolsillo trasero de sus pantalones. Por regla general, los platos llevaban un tiempo considerable en aquel café, no lo suficiente para levantarse e irse, pero si para presentar un emplatado prolijo y bonito a la vista. Por lo tanto, Alice supuso que escuchar algo de música le distraería un rato hasta que estuviera finalmente lista su cena; música o lo que fuera, todo con tal de abandonar los pensamientos que turbaban de momento su fuero interno.

Desbloqueo la pantalla y abrió unos pocos mensajes, ignorando aquellos que sabía solo le traerían un dolor de cabeza incluso más fuerte del que tenía. Debido a su huida improvisada, no le extrañaba en absoluto tener tantos mensajes y llamadas en las diferentes casillas y aplicaciones, pero... si hubo algo, un ínfimo detalle, que le desconcertó. En medio de tantos remitentes conocidos, uno llamo su atención. Al tocarlo, la pantalla se oscureció y a los pocos segundos códigos indescifrables de color verde se hicieron presentes en esta, abriéndole paso a una sala de chat que... oh joder, la castaña sinceramente desconocía.

Alice ha entrado en la sala de chat.
Unknown ha entrado en la sala de chat.