Gracias anticipadas a todas las personas que lean mi fic. Espero que lo encuentren interesante. Cualquier duda, crítica, sugerencia o tomatazo es bien recibida :)

Pasando a lo legal... DISCLAIMER: Los personajes originales pertenecen a la grandiosa e inigualable mente de Sir Arthur Conan Doyle, la adaptación a TV y los personajes participantes son propiedad de la BBC, Mark Gatiss y Steven Moffat. Yo sólo tomé un poco de acá, un poco de allá y dejé volar mi imaginación. Nada, SALVO LA IDEA DE ESTA HISTORIA, me pertenece.

Capítulo 1: Un nuevo comienzo

-Buenos días Johnny-boy!- sonaba la voz de Jim Moriarty a través del teléfono, llamando a su otrora mejor amigo y aún compañero de secundaria John Watson- levántate! Es un nuevo día y una nueva oportunidad para conquistar el mundo…

-Hola Jim- contestó Watson al otro lado más dormido que despierto –¿puedo ayudarte en algo?-

-No, sólo quería asegurarme de que despertaras, adiós-. Vaya llamada extraña pensó Watson, pero no pensaba darle vueltas al asunto, después de todo las cosas últimamente habían cambiado su ritmo y tratar de sacar alguna explicación lógica equivaldría a más parloteo causante de dolor de cabeza.

Vale que a Jim últimamente le había dado por decir que quería ser el rey del mundo, y en cierta forma era gracioso, sobre todo con esa frase de "Honey you should see me in a crown" pero a veces se pasaba un poco. Había días en los que John quería sólo un poco de silencio y el incesante parloteo de su compañero lo abatía hasta abstraerlo en una malhumorada ausencia mental.

Últimamente se había distanciado un poco de su amigo y compañero primero porque estaban entrando a su último año de escuela y John quería luego de finalizarla partir inmediatamente a estudiar su flamante carrera de medicina mientras que Jim… no sabía a ciencia cierta qué planes tenía… motivo por el cual habían discutido bastante últimamente. Durante los meses de vacaciones salieron y se divirtieron, aunque las peleas que habían tenido habían marcado un antes y un después. Jim sin embargo no parecía notarlo y lo llamaba a diario al celular.

Eso ablandaba el enfado que pudiera tener el rubio y trataba de que todo estuviera como antes aunque a veces presentía que las llamadas que recibía de su castaño amigo eran parte de los retorcidos métodos chantajistas que usaba para conseguir sus fines.

Hoy era el primer día de su último año de secundaria, posiblemente el último año que compartirían juntos. Extrañamente el rubio sentía que era el inicio de algo realmente importante, algo que iba más allá de su último año de escuela, lo presentía como un antes y un después, algo que marcaría su vida definitivamente.

Se vistió con unos jeans celestes y un sweater con rombos azules y bajó desayunar junto a su madre y su hermana Harry, quién ya estaba en segundo año de la carrera de Literatura. Luego de terminar con su comida y despedirse con sendos besos de las mujeres de la casa tomó su mochila, se calzó los auriculares y salió al ritmo de Franz Ferdinand al tiempo que tomaba nota de que tenía nuevos vecinos que en ese mismo momento estaban bajando sus pertenencias de un camión de mudanzas. Al fin se ocuparía la misteriosa casa de enfrente que tenía una preciosa arboleda y un altillo que visto desde afuera más que terrorífico resultaba melancólico.

En ese momento sintió un pequeño cosquilleo en la nuca, como si alguien lo estuviera observando, pero sólo fue un fugaz momento y rápidamente se desembarazó del sentimiento.

Notó que llevaba un buen tiempo por lo que decidió que en vez de tomar el bus caminaría, después de todo sólo eran diez cuadras y quería prepararse para el incesante parloteo que le esperaba. Últimamente se había vuelto silencioso y taciturno.

A medida que avanzaba el sol se iba asomando entre las nubes con más y más intensidad hasta hacerlo transpirar. Finalmente decidió sacarse el sweater, arremangarse la camisa y ponerse esos lentes de sol cuadrados que le había regalado su hermana, Ray Ban Wayfarer, se leía en las patillas. Prosiguió en su camino notando a su paso algunas miradas femeninas por lo que pensó que no sé veía tan mal, aunque tampoco era que le importase mucho lo que pensaran las mujeres de él.

A ese paso pronto se encontró frente al edificio de ladrillos que era su destino; entró sin quitarse las gafas y fue a sentarse debajo de un árbol cercano al estacionamiento. Súbitamente, como salido de la nada apareció Jim con su mejor cara de enojo y a los gritos le dijo – ¡tú sí que eres un buen amigo John Watson! ¡Se supone que pasarías por mí para que viniéramos juntos! ¡Pero claro si a ti de lo único que te importa es de ti mismo, piensa bien lo que vas a hacer a partir de ahora!- A lo que el otro sólo pudo responder con una cara de confusión y una media disculpa que quedó en el aire debido a que su amigo se había ido tan rápido como había llegado. ¿Tanto alboroto sólo porque no habían llegado juntos? Después de todo, ¿en qué momento habían arreglado eso? ¿Era su imaginación o esa frase tenía algún otro sentido oculto? Lentamente y esperando que nadie más hubiera visto esa escenita extraña se levantó para encaminarse al salón de Biología, su materia preferida y donde tendrían la primer clase, cuando le pareció ver una sombra alargada coronada por una mata de rizos que desapareció tras un muro rápidamente. Haciendo caso omiso se adentró en los pasillos hasta visualizar al profesor Masterson con su habitual cara de afecto al verlo, al fin y al cabo lo consideraba su mejor alumno.

-Watson ¿cómo fue su verano?- lo saludó

-Bien profesor Masterson, gracias por preguntar, espero que el suyo también haya sido bueno- le respondió mientras se encaminaba a la mesa donde estaba Jim, quien lo miraba petulantemente, hasta con un deje de fastidio. Seguramente porque odiaba esa cordialidad que el rubio y el profesor mantenían y a la que el no podía ni aspirar no sólo por ser un alumno no tan bueno sino además contestatario.

Cuando la bulla del momento se hubo calmado un poco el profesor inició su discurso diciendo que ese año los dividiría en niveles según la carrera que eligieran a futuro y sus calificaciones en los años anteriores, para poder reforzar los puntos débiles de su alumnado y prepararlos lo mejor posible para la entrada a la universidad.

Lentamente fue llamándolos por lista y ubicándolos en diferentes posiciones- Anderson con Donovan, Holmes con… dónde está Holmes?- se produjo un silencio total por lo que el profesor prosiguió –Hooper con Lestrade, Moran con Moriarty ¡y los quiero al frente! Morstan con…- y así sucesivamente con los demás hasta que John quedó sólo en una mesa al fondo mirando distraídamente por la ventana, pensando en que hasta ahora no había habido ningún cambio en su vida tal como había presentido, salvo por la actitud de Jim que rayaba en lo estrafalario, cuando se abrió la puerta y entró un joven alto con pantalones negros y camisa morada y una mata de rizos oscuros, se disculpó por su retraso e informó su nombre.

En otra ocasión el profesor se hubiera molestado por la demora de su nuevo alumno, pero como le había hecho una prueba de nivelación unos pocos días antes y había notado la brillantez del joven en más de un campo de estudio, entre los cuales se encontraba su materia, le perdonó el desliz y le señaló la mesada de Watson, el cual seguía enfrascado en su mundo mirando por la ventana.

La silla a su lado se deslizó tan suavemente que no notó que alguien estaba a su lado, hasta que sintió un suave perfume y una sensación penetrante de ser profundamente observado por lo que volteó hasta encontrarse con ese joven extraño a su lado.

La sensación que experimentó en ese momento difícilmente pueda describirse con palabras. Era como sentirse desnudo frente a esos ojos a la vez que algo o tal vez todo lo incitaban a acercarse a él. ¿Qué tenía ese joven de rizos castaños que no podía despegarle los ojos de encima? –Que idiotez- pensó John rápidamente, estoy aquí sentado, mirando a un extraño que me está mirando fijamente en lugar de presentarme. Debe pensar que soy un idiota total.

Rápidamente saliendo de su ensimismamiento, sacudió la cabeza y extendió su mano derecha, pero antes de que pudiera proferir sonido alguno, el otro contestó por él –John Watson, supongo. No, afirmo. –Se corrigió él mismo- Caminaste hasta aquí y actualmente estás catalogado como un mal amigo- continuó frente a un John que exhibía su mejor cara de no entender nada. –Por cierto, soy Sherlock Holmes-.