Hace mucho tiempo, cerca del siglo XV (o bueno yo que sé solo soy la escritora) los países Francia, España, Inglaterra y China decidieron unificar sus reinos sin ninguna razón, así que quedaron en hacer una junta para hablar sobre el tema:

-Entonces como le vamos a llamar ¿Frestena? ¿Esglarnacia? -preguntó Francia

-Eso lo discutiremos luego, pero me gusta Esglarnacia -opinó España

-Yo solo ando de colado -dijo China.

-Bueno, creo que yo siendo un gentleman dejare que ustedes lo discutan -dijo Inglaterra.

-¿Alguien quiere galletas? aru.

-Bueno entonces debemos empezar por repartir equitativamente el territorio entre los nuevos estados... -siguió Francia.

-Ughh matemáticas, uno ya no puede unificar su reino sin las matemáticas -se quejó el español.

-Solo hagamos las cuentas, aru.

-Entonces si dejamos el territorio para después, lo más importante que decidir ahora es... ¿Quién tendrá el trono?

En eso todos se miran entre sí desesperados ya que todos querían el trono, menos China, ya que su sueño es ser un vendedor de galletas profesional.

-¡ES MÍO!

-¡NO MÍO!

-COMPREN, COMPREN, GALLETAS DE TODOS LOS SABORES...

-¿De todos los sabores y colores? Ohlalá, déjame ver si tengo dinero en mi bolsita... bueno, ya. ¡ES MÍO!

Se pelearon entre todos por unos minutos hasta que se aburrieron.

-¿Y si mejor lo compartimos? -propuso España cansado.

-¡NO!

-¿Porqué nadie quiere mis galletas?

Y después de un gran pleito entre los reinos, al final decidieron mejor no hacer nada. Y también agrego que China había tomado la noche anterior mucha droga: jugo de manzana. Los datos de este acontecimiento fueron ocultados por el F.B.I (Franceses Bonitos e Intelectuales) y por la C.I.A (Chinos Inteligentes y Arrogantes)

DI ENT.