My Little Pony:
"Retazos de luz entre vitrales"
Por: G. Quinmat.
My Little Pony: Friendship is Magic es propiedad de Hasbro, todos los derechos reservados.
La historia que está grabada en los grandes vitrales de Canterlot nos enseñan el curso de la historia en Equestria, se nos muestran en colores vívidos, que refractan sus exquisitos matices sobre las paredes de marfil y las losetas pulidas y brillantes, son pequeñas escenas de personajes legendarios y batallas inigualables que marcaron el curso del mundo llevando de la mano a cada pony; pues es necesario decir que aún el ser más pequeño también define su destino –por muy pequeño que sea- dentro del urdimbre que es el tiempo y el espacio. Hay, incluso, en sus cuentos, la imagen de un bebé dragón que aún con su diminuto tamaño y escasa fuerza, para quienes confíen que la fuerza lo es todo, fue la clave para poder salvar al mundo una vez más del mal que asolaba el mundo. Se surcan así los años, en miríadas de cristales policromáticos (en su mayoría con colores cálidos) donde sólo un alicornio es capaz de evocar en fragmentos infinitesimales de segundos sentimientos, situaciones, amistades, el cariño, los más profundos secretos, y los más cálidos recuerdos gracias a su alargada longevidad. ¿No es obvio que recordar no sólo reconforta el alma y llena de luz estival el pecho sino que también entra la melancolía, la tristeza, el arrepentimiento? ¿Qué secretos conocen aquellos que no sólo fueron parte del pasado, del pasado que dirige la brújula motora de todas las cosas, sino que fueron la pieza esencial e imprescindible que dieron paso a lo que ahora llamamos "presente"? No me atrevo a imaginar el dolor, la necesidad de algún ser querido que ya no está, el deseo por revivir épocas y momentos, pues es bien sabido que cada decisión tiene consecuencias y para poder hacer el "bien" a veces se toman caminos escabrosos y juicios tortuosos.
Con esto, quiero contarte una historia. El cuento detrás de todos los cuentos, un susurro que aún hace eco en las noches, una canción de cuna que viene desde la luna y el sol, desde la dualidad en la vida la naturaleza, del amor fraternal de una familia –aunque no sean de sangre-, del sacrificio que se hace por amor, de la fuerza de la amistad, del poder de la sinceridad. Cómo cada acción puede traer repercusiones pequeñas y enormes aún mil años después de haber sucedido, de cómo el tiempo sólo pasa en nuestro cuerpo, mas no en nuestra mente.
Antes de que Equestria viera nacer a sus más célebres personajes. Antes de las batallas y de la flagrante paz, la tierra y los cielos cambiaban por sí mismas, las nubes surcaban libres los cielos, descargaban su humedad cuando era necesario; los árboles no dependían de ningún pony para sobrellevar las estaciones y los frutos brotaban nutriendo la tierra alimentando a todo ser viviente. Cada animal, cada planta y pony era sencillamente responsable de su vida y de su especie. Podrá sonar como una agradable utopía que no tenía margen de error, es casi como las canciones que los potrancos aprenden en la escuela para cantar en grupo mientras se tornan para bailar y jugar, donde todo está revestido de luz y no hay cabida para la obscuridad. Descubre entonces, pieza por pieza, que nada es lo que parece. Veamos como todo debe ser reconsiderado…
I
En el cielo danzaban las auroras tan radiantes como siempre y era tan desgarradoramente encantadoras cómo se retorcían en el azul claro del cielo que sería capaz de hacer a cualquiera que lo mirase a sonreír e incluso soltar alguna risilla, aún para los menos sensibles a la sencillez de lo carismático. Se extendían en líneas tan largas que se perdían en el horizonte, tonos arcoíris: azul, violeta, rojo, naranja, verde, rosa, amarillo. Esas serpientes multicolores tenían su origen en el enhiesto castillo cristalino que, posicionado en el centro de una ciudad mística que sería conocida por su belleza aún milenios adelante, de su más alta torre se refractaba la luz del sol dando luz a las austeras auroras. El murmullo acumulado de todos los ponys se iba convirtiendo gradualmente en un ruido de risas sonoras y juegos escandalosos; en el ambiente se respiraba la felicidad en su más puro estado. Los potrancos, yeguas y sementales jugando en una feria tan grande como la ciudad misma, los innumerables puestos de comidas, frituras, manualidades, instrumentos musicales y todo tipo de miscelánea era lo que ataviaba en estas fechas este reino. Habitada por los ponies de cristal, en el ya obvio Imperio de Cristal, "La feria del corazón" era un evento anual que atraía a cientos de ponies de todas partes organizado por los habitantes, aunque temo decir que sólo podían acudir quienes podían ya que en esos momentos todas las ciudades de Equestria se encontraban en el suplicio de la tiranía de ciertos personajes déspotas y peligrosos.
En medio de la muchedumbre, un par de jóvenes hermanas potrancas se paseaba tímidamente entre los puestos, pasando inadvertidas entre la multitud que no paraba de cuchichear. Su aspecto pertenecía a las manadas nómadas de ponies del norte; provistas con capas un poco largas para su estatura, un tanto deshilachadas, con capucha ancha aunque no la traían puesta. En esta época del año la mayor parte de los árboles florecían y la fruta maduraba lista para ser recogida casualmente coincidiendo con la llegada de la feria del corazón. Ambas miraban los dulces manjares que se ofrecían con excesiva variedad de recetas para complacer todo tipo de paladares.
-¡Luna!- Se escuchaba una voz a lo lejos. Ambas voltearon al lugar de donde venía la voz y empujando a las personas galopaba una pony de edad madura, lo suficiente para poder seguir galopando como sólo una pony terrenal fuerte nómada puede.- ¡Ah, también estás, Celestia! Nunca se separan, son tan unidas ustedes.- Trataba de recobrar el aliento con hoscas inhalaciones. Dina Rumble me pidió que fuera por ustedes para presentaros con el Mayor Jim Hooves, exclamaba y las acarreaba empujándolas con su cabeza desde la grupa de sus pequeños cuerpos. Ellas no oponían ninguna resistencia, de hecho, su mirada parecía que no había nada en el mundo que les importara, excepto tal vez la feria.
La menor de ellas, Luna, seguía mirando extasiada las casas, el piso labrado, los ponies que eran parecidos a ella pero a la vez no, eran de cristal como todo lo demás en este lugar. ¡Qué lugar tan curioso y carismático! Pensó y volvió a dar el trote para no hacer enojar a Millie pues aunque le causaba gracia como su pelaje amarilla y su crin blanca con azul se encrespaba cual gato asustado no era buena idea estar castigada un rato y que la privaran de seguir mirando las maravillas que se le presentaban a sus ojos.
En una parte dentro del castillo de cristal, la mayor del grupo de nómadas al que pertenecían Luna y Celestia, Dina Rumble platicaba con cierto tono de azoramiento con algo de rumiante. Era ese tipo de ponie que hablaba entre dientes refunfuñando de todo lo que pasaba, no era malvada ni mucho menos desagradable, sólo era ese conjunto de aspectos de pony mayor impaciente y malhumorada, con la cara un poco arrugada por la edad y algunos mechones canosos entre su crin azul con morado. En cambio, el ponie que estaba a su lado, Rush Hooves, era algo más digno de mención. Un semental joven y de piernas fuertes, pelaje de un castaño reluciente como madera pulida y crin negra. Su voz, de aquellos que están orgullosos de su porte y puesto, respondía con paciencia a cada frase de Dina, que hablaba con bastante apuro atropellando sus palabras.
-…no sabemos de dónde vienen ni cómo fue que pasó. Un día *uhm* un día estábamos por los prados que todavía son seguros por las fronteras del noreste de Equestria y *uhm* escuchamos el sonido de unos cascos entre nuestras chozas improvisadas.- Contaba Dina con el decoro que permitía su malhumor combinado con la impactante imagen del Mayor.- Y ahí estaban, ¡jo!, dos potrancas unicornio, hermanas, paseándose por la noche caminando desde quién sabe dónde y quién sabe cómo, llenas de tierra y raspaduras. Con el estómago rugiendo de hambre y los ojos perdidos en algún lugar *uhm*. Claro que nosotros no habríamos tenido algún problema, ¿sabe? Porque, ¡jo!, nosotros no somos del tipo de ponies que excluyen a otros que necesiten ayuda, que no tengan hogar o familia, qué se yo *uhm*.
Hooves escuchaba atento, pese que no sabía en realidad la urgencia e importancia del tema. Decían que encontraron unas potrancas sin hogar ni familia y que eran sumamente "curiosas". Sin más, exigieron una audiencia con la princesa. Es deber de Hooves, parte de la guardia real, sólo acceder si fuera un caso de suma importancia. Por lo pronto, lo que escuchaba no tenía nada de importante o relevante, dentro de sí disminuía la posibilidad de otorgar el permiso para la audiencia. La puerta sonó con golpes fuertes, detrás de ella se escuchaba el repiqueteo de unos cascos en el suelo. Hooves abrió la puerta y se encontró con Millie, pálida y enervada. Se acercó con celeridad a Dina, le susurró un par de palabras y está soltó un gemido de sorpresa: "¡¿Desaparecieron?! Pues hay que buscarlas inmediatamente, no podemos permitir que se metan en líos, como es su costumbre. ¡Ay, mis nervios!" Y salieron con presteza a su búsqueda, Hooves detrás de ellas.
Mientras Millie guiaba a nuestras pequeñas con Dina, ellas observaban con más sorpresa y curiosidad las maravillas que se presentaban ante ellas. Todo era muy parecido a un sueño, se aspiraba la tranquilidad que no se podía (lamentablemente) encontrar en ningún otro lugar de Equestria. A su paso se movían las imágenes de objetos únicos, todo siempre reluciente, personas extravagantes, casas-cristal de muchos tamaños y formas que deslumbraban con el reflejo del sol. Todo tenía un encanto irresistible. Entraron por una puerta trasera del castillo que se elevaba con lustrosos escalones, bastantes de ellos, y daba a un pasillo grande. Al caminar por este se mostraban imágenes de ponies colgados en las paredes, muy probablemente reyes, princesas y príncipes que precedieron a la actual. Pasaron por un arco grande que llevaba a un lugar sin techo, al aire libre y que estaba muy iluminado. No pudieron evitar que al verlo se quedaran pasmadas contemplando: una vasta arboleda de cientos de colores, algunos árboles con hojas muy grandes, otras cortas pero formando una malta espesa sobre las copas, otros árboles muy altos que sus ramas semejaban a las alas de los pegasos, todo sobre un césped bien podado e igualmente extenso, algunos arbustos de flores extravagantes y de olores dulces. ¿Quién no podría perderse en esa inmensidad etérea? Sin darse cuenta, se separaron de Millie y ya se encontraban dentro de la arboleda paseándose con los ojos brillando de asombro.
Mientras más se adentraban, más parecía que no tenía fin y no paraban de curiosear con las miradas flotando en cada rincón, en los puntos altos, sobre el pasto, con los insectos que también dejaban la boca abierta. Celestia fue la primera en reaccionar y se acercó a su hermana para recordarle que tenían que regresar con Millie, era importante para lo que las necesitaban, fuese lo que fuese.
-¡Mira, hermana! ¿Ya viste aquellos insectos? Oh, hay animalitos también, que hermosos son. Ven, hay que ver más. Exclamaba con tanta ternura que su hermana mayor no pudo no enternecerse por esos ojos inocentes y puros. Siempre consentía a su, a veces exasperante, hermana.
Detrás de ellas sonó el gorjeo de un ave, voltearon inmediatamente y vieron una paloma blanca como la leche. Las miraba de lado y sus pupilas se contraían y expandían mientras ladeaba su cabeza de un lado a otro para observarlas con atención. "Ruu Ruu" decía. Era bastante preciosa con ese color y esas plumas que resplandecían ante el sol y titilaba con la sombra de las hojas de todos los árboles. Alzó velo y se posó en el lomo de Celestia. Sus pequeñas patas y sus garras le causaban cosquillas y no podía evitar reír estremeciéndose. Luna se acercó cuidadosamente y la paloma respondía: Ruu Ruu. Volvió a elevarse y esta vez se detuvo enfrente de ellas, les dirigía su mirada con sus ojos saltones y daba saltitos hacia atrás, gorjeando. De nuevo, se acercaba, las miraba de lado y daba sus saltitos hacia atrás, gorjeando con más fuerza. Fue Luna la primera en entender qué pasaba.
-Creo que quiere que lo sigamos.
-Luna, ya es suficiente. Millie y Dina nos esperan, ya sabes cómo es la Señorita Dina, se enojará si la hacemos esperar.
Luna se rindió, entre ellas había una conexión tan profunda y un cariño tan fraternal como el respeto que se tenían también. Obedeció y dieron media vuelta, aunque se vieron frustradas por la paloma que comenzó a revolotear sobre sus cabezas gorjeando con más fuerza aún. De pronto aparecieron otras aves, de diferentes colores y tamaños revoloteando sobre sus cabezas, callando súbitamente e interponiéndose frente a ellas. ¡Vaya que había muchos tipos de ave! De hecho, parecía que no había una igual. Algunos tenían un timbre suave y melódico pero otros parecían rugir. Celestia no tuvo otro remedio que ir a dónde las aves querían. La paloma blanca una vez más se posó sobre su lomo y cosquilleo con sus pequeñas garras.
Ya más adentro los árboles y arbustos comenzaban a separarse, de su plétora de colores, hasta dejar un hueco, por así decirlo, donde se encontraba un lago de muy poca profundidad. En el centro había una piedra circular que sólo se podía llegar ahí por otras piedras circulares, más pequeñas mientras más lejos del centro se encontraran, que formaban un camino desde donde las pequeñas hermanas estaban. Con cuidado caminaron entre las piedras hasta llegar al centro y ya ahí, la paloma empezó a revolotear frente a ellas. El gorjeo de la paloma comenzó a incitar a las demás aves y animales a trinar, rugir, maullar, repiquetear y el ruido acumulado comenzó a hacerse ensordecedor. Sin previo aviso, la paloma se asió con bastante fuerza en el cuerno de Celestia y comenzó a surgir de ella llamas escarlata. Celestia y Luna se sobresaltaron, la primera comenzó a sacudirse para despojarse del extraño animal y la segunda trató de quitársela con coces fuertes. Celestia se llenó de las mismas ardientes flamas y, desesperado, corcoveaba para librarse, se tiró al agua pero esta abría paso y no permitían extinguir las llamas. Fue entonces, cuando el cuerno de Celestia se iluminó y en un estallido sonoro todo se levantó con brusquedad flotando. Cuando Celestia abrió los ojos se encontraba cara a cara con una imagen de un ave majestuosa, envuelta en llamas pero que no parecía que se incendiaba sino que esas mismas llamas pertenecían a su cuerpo, como plumas que serpenteaban y se elevaban sobre su cuerpo. El ave, ingrávida y serena, miraba con ojos escrutadores a los adentros del alma de la hermana mayor. Lentamente disminuyó su tamaño y también las llamas de su plumaje se volvieron menos agresivas. Luna no hallaba explicación para lo que había pasado, con la boca abierta no dejaba de ver a su hermana admirada.
El fénix se posó en el lomo de Celestia. Ambas no se dieron cuenta que el lugar se había iluminado en una esfera azul metálico que parecía venir del cielo y su matiz se volvía a elevar y desaparecer del entorno, como tampoco se dieron cuenta que había una pony del otro lado del lago. Esta se levantó, parecía tener rato observándolas y era de esperarse que viera todo lo sucedido también. Era alta, más que el promedio y con una crin de color dorado, morado, rosa metálico y pelaje rosa. Se esbozaba una sonrisa en su rostro. Su complexión denotaba que era una pony adulta y parte de la realeza. Ah, pues no sólo eso, era la mismísima princesa; ellas ignoraban esto último. A lo lejos se escucharon los gritos de las ponies con quienes se suponía debían de estar desde hace bastantes minutos y por su tono de voz se encontraban exaltadas y furiosas. Al llegar y ver todo el escenario en alguna clase de teatro onírico se detuvieron y con pasmoso cuidado se acercaron. Pasaron sólo unos cuantos segundos más cuando todo cayó cual se hubiesen cortado los hilos ocultos con los que flotaban.
-¡Celestia, Luna! No os mandé a llamar, ¿qué hacen en este lugar? ¿Acaso no saben que este lugar es propiedad de la princesa Valeria y que podrían meterse en graves problemas por irrumpir en él?- Gemía Dina aproximándose temerosa mirando con cierto terror a su alrededor.
-Le aseguro que la princesa no se siente para nada molesta.- Sonó una voz. Y de entre los árboles salió, ya cercana a Dina y los demás.
-¡Princesa Valeria!- Gritó Hooves y se inclinó haciendo una reverencia a su excelencia. Todos imitaron su ejemplo.
La princesa se acercó por el camino de rocas hacia las hermanas potrancas y la señorita Millie y Dina temieron que fuera a reprenderlas. Para su sorpresa tenía una sonrisa esbozada en su rostro, la misma sonrisa que advirtieron Celestia y Luna. Aquella expresión tenía toques de gran sabiduría, de madurez y extenuante sosiego. Ellas no se sintieron para nada atemorizadas, sino más bien atraídas y la paz de su aura era contagiosa. Al estar ya junto a ellas les lanzó una sonrisa más encantadora y sutil que la anterior y se quedaron en silencio unos segundos.
-Su majestad. Interrumpió Hooves. Estaspersonas vienen a buscarla para una audiencia. Querían discutir con usted un asunto con…-
-Creo que adivino para qué han venido.- Interrumpió la princesa. Puedo adivinarlo, estas pequeñas no son parte, de manera nativa, de su manada nómada, ¿cierto?
-Uhm… no, su majestad. Nosotros, quiero decir, ellas nos, bueno, sí nosotros, bueno, aparecieron un día en la noche y…- Respondió muy nerviosa Dina.
-Y no supieron que hacer porque ellas tenían algo "especial", ¿cierto?- Parecía que hablaba consigo misma mientras no dejaba de observar muy interesada en las pequeñas hermanas que seguían tensas y recuperando el aliento. Con un guiño, dirigió su mirada a Celestia. Le señaló su flanco y esta volteó a mirarse. No se percató de que había surgido en sus flancos su cutiemark, que era una estrella, o más bien un sol.
Ambas hermanas comenzaron a brincar de sorpresa con Luna felicitando a su hermana por obtener su cutiemark. Celestia giraba su cabeza, y con ello todo su cuerpo, para poder observarse con detenimiento pero era tanta su prisa que con las vueltas que daba parecía un perro tratando de morderse la cola. Luna la detuvo, la condujo al lago. Desde el reflejo pudo tomarse un poco de tiempo para mirarla.
-En pocas palabras, sí, su majestad. Respondió Millie. Nosotros no tenemos problemas con que nuestra población crezca, pero sabíamos que ellas tenían algo "especial", como usted dijo, y por eso hemos venido porque supusimos que tendría un consejo para nosotros, si no os causa esto alguna molestia.
La princesa pidió a todos que la siguieran y todos acataron la orden. Salieron de la arboleda y entraron al castillo, ya en él volvieron al pasillo y subieron escaleras y cruzaron más pasillos hasta llegar a una sala donde habían varios almohadones para sentarse. Como todo en aquella ciudad, también era un lugar muy brillante y colorido. La princesa tomó su lugar en uno más grande y acolchado que el de los demás, acto seguido pidió a los demás sentarse. El fénix alzó vuelo y se fue a posar en una viga de cristal en el techo, Celestia pudo entonces sentarse y sentirse algo más tranquila.
-¿Cuáles son sus nombres, pequeñas?
-Yo soy Celestia.- Exclamó y vio que su hermana estaba tímida ante la princesa, ambas estaban nerviosas pero Celestia tenía la facilidad para mantenerse en sus cabales.- Ella es Luna, mi hermana menor. Y Luna levantó sus ojos hacia la princesa pero bajaban inmediatamente tímidos e impactados.
-Celestia y Luna, eh. Dulces criaturas, ¿saben cómo se llama o qué es el lugar dónde se encontraron con el fénix y los demás animales mágicos?
Ambas menearon la cabeza.
-Bueno, es una parte especial que comenzó a surgir de la nada cuando el Corazón de Cristal fue hallado por estos lugares hace cientos de años. Antes era una terraza amplia donde sólo había algunas plantas y arbustos, pero al parecer el Corazón de Cristal dotó de más vida el lugar y surgieron árboles magníficos y después aquellas criaturas místicas llegaron a habitarla. Ese lugar tiene una esencia muy poderosa y misteriosa. Todo el Imperio de Cristal está influenciado tanto físicamente como internamente con sus habitantes. Poco se sabe de ese objeto tan valioso, pero es de tener en cuenta que tiene una magia inigualable. Es lo que nos permite vivir en paz, ha sido así por más de cinco siglos desde que mis antepasados encontraron por azares del destino el corazón incrustado entre enormes rocas que formaban este valle que ahora es la ciudad.
"A lo largo del tiempo, hemos descubierto que el Corazón parece tener cierta consciencia propia, pero su poder se dirige o se expresa por sí sola. Todo lo que interactúa con él permite así su comunicación con cada poni o ser vivo, incluso las cosas inertes. Desde que entraron ustedes aquí comenzó un cambio en él. Y es gracias a él que las casualidades se dieran para que yo me dirigiera minutos antes de su llegada a la Arboleda de las Delicias y sentarme a descansar cerca del Lago Celestial para poder presenciar lo que las hace únicas y así entenderme con el Corazón de Cristal para lo que ahora viene."
Luna y Celestia se miraron estupefactas. No sabían de qué estaba hablando exactamente pero no dejaban por eso de poner atención.
"El Corazón de Cristal quiere algo de ustedes, y de mí para ustedes. Ustedes se quedarán conmigo; seré su tutora, su guía e incluso su hermana para cumplir el deseo del Corazón de Cristal."
Esas fueron las palabras de la Princesa Valeria, y en ellas se podía sentir algo de secreto y de sabiduría que nadie más podría comprender hasta llegado un punto crítico de la historia en que se le daría la razón de las cosas. Así, entonces, Dina y Millie se despidieron de las pequeñas hermanas, la segunda se sentía más desconsolada que la primera pues habían pasado juntas seis caóticos pero agradables meses cuidándolas. Se prometieron todas que algún día volverían a verse entre lágrimas y abrazos. Partieron a la mañana del siguiente día y las hermanas las despidieron desde las colinas, a ellas y a todo el clan de nómadas del que formaron parte por un corto periodo de tiempo. Como último, fueron con toda la manada a la cual formaron parte algunos meses. Dina y Millie les comunicaron su partida. Esa sería la última noche que dormirían con toda la manada antes de quedarse en el Imperio de Cristal y la manada tomara su continua marcha. Todos se reunieron para despedirles, algunos lloraron, otros sólo las abrazaron. Tenían la fama de ser "problemáticas", empero, eran sumamente queridas por todos por su inocencia. Trataron de armar una despedida, aún con la poca anticipación que hubo, con luces, velas y baile. El par al cual iba dirigido no pedía lujos o extravagancias, sólo disfrutar de sus últimos momentos con una manada que las ayudó durante el tiempo que lo necesitaron y no tenían a nadie más.
