Los personajes de The Hunger Games no me pertenecen. Este fic fue escrito a modo de epílogo de mi otro fic, "Distópico".
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Never Let Me Go
Capítulo Uno
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La camioneta toma un tramo desnivelado y todo el interior se agita, reavivando ése energizante flujo de adrenalina que siempre invade mis venas antes de algún enfrentamiento. Es casi la misma sensación que sentía al disparar mi arco, pero en el fondo sé que no es igual, porque aquí hay vidas humanas que dependen de mí, y no son sólo las de mis hombres, sino que además debo ver por las personas de los distritos, aquellos a los que muchas veces debo contener como líder del Escuadrón de Respuesta Rápida de las Fuerzas Especiales del Capitolio, un puesto tan importante y a la vez odiado en los distritos que nunca hubiera ni siquiera soñado con ostentar; pero ésta es mi realidad ahora, no muy lujosa ni pacífica, pero que ha permitido huir de mi pasado, y que mi familia y la de Katniss escapen del hambre durante años.
Supongo que no está nada mal para un chiquillo muerto de hambre del Distrito 12 que solía ganarse la vida ensuciándose las manos en las minas de carbón. Podría decirse que he llegado lejos luego de dejar mi hogar. Aquí soy en verdad mucho más útil que dentro de una mina, pues me gusta mi trabajo, o al menos las mayor parte del tiempo. A veces no es algo de lo que me sienta particularmente orgulloso, pero mis obligaciones siempre hacen que esté en constante movimiento, y me gusta mantenerme ocupado, porque solo así evito recordar en todo lo que he dejado atrás. Lo he evitado por años, pero aun así, no importa lo que haga, no importa las noches enteras que me pase patrullando, tratando de mantener mi mente concentrada, los recuerdos jamás se van.
A veces, incluso, cuando todo está en calma no puedo evitar pensar en ellos... En las personas que dejé en el 12. En lo mucho que los extraño.
Cinco años es un largo tiempo, y aunque aún me escribo con mi madre y mis hermanos la correspondencia es estrictamente limitada a causa del reglamento de los agentes de la paz, pero al menos una vez al mes recibo noticias de ellos, de Prim, de mi casa, y de ella.
—Señor, estamos a dos minutos del objetivo— me informan, sacándome bruscamente de mis pensamientos.
¡Concéntrate, Gale!, me ragaño a mí mismo. Levanto la vista de inmediato y asiento. Reviso la pantalla con las imágenes en vivo de la plaza del Distrito 8 y leo atentamente las indicaciones de mis superiores, memorizando los rostros de los principales objetivos. Después ajusto mi chaleco blindado, preparando mis armas y tomando mi casco.
—Bien. ¡Equipo 1, contengan a los rebeldes por el este y oblíguenlos a regresar a la plaza! ¡Equipo 2 apoyará por el sur! ¡Cierren todas las vías de escape! ¡No tienen permiso de usar sus armas más que para advertir! ¡Nadie escapa de esta plaza, ¿entendido?! ¡Prepárense!— grito por pura costumbre, y casi de inmediato la camioneta se detiene, abre sus puertas y la plataforma baja— ¡Ahora, ya, ya, ya!— ordeno, sujetándome a la agarradera del lateral mientras el resto de mis agentes baja, uniéndose a los que ya están intentando contener el disturbio.
Cuando el último de ellos está fuera yo también salgo, con mi arma ya lista y la visera de mi casco hacia abajo, deteniéndome un segundo ante lo que ven mis ojos; como siempre, es mucho más abrumadora la realidad fuera de las pantallas. Una enorme multitud rodea la plaza, causando destrozos y caos. Hay gritos, fuego y pánico por doquier mientras la alarma de disturbios suena de fondo. Algunas personas corren, aterradoras, pero otras, que no son menos, se quedan y nos enfrentan con picos y palos de forma muy rudimentaria, pero igualmente efectiva, pues hay varios agentes derribados, y eso alienta a que la población no disminuye su ferocidad. La gente está defendiéndose, pero es mi trabajo que no lo hagan.
— ¡Abran la llave!— ordeno sin que me tiemble el pulso, quizá a causa de la costumbre, y el camión hidrante empieza a lanzar el agua con la máxima presión, golpeando a la multitud de agresores empieza a ser poco a poco contenida, ya que no tienen cómo huir de las potentes lenguas de agua. Entonces, cuando la gente empieza a huir y dispersarse, me adelante a mi equipo y con mi arma disparo balas verdaderas al aire, sobresaltando al resto de los rebeldes que se resisten a huir, que de pronto se quedan estáticos, a la expectativa— ¡Vuelvan a sus casas!— ordeno. Varios me miran, y casi de inmediato se escuchan más gritos y algunos disparos a lo lejos, y a los pocos segundos otro contingente de rebeldes regresa hacia nosotros— ¡Son órdenes del Capitolio! ¡Vuelvan a sus casas ahora mismo o...!— mi orden queda en el aire cuando de la nada siento como alguien se me tira encima. Caigo irremediablemente, pero no tardo en levantarme. El chico intenta golpearme de nuevo, pero yo soy más rápido y puedo sujetar su puño, sin embargo no puedo detener su brazo libre, que levanta un palo y me da un golpe que hace volar mi casco y de nuevo me tira al suelo. Pero vuelvo a levantarme, aunque tengo que quitarme el chaleco para poder moverme más rápido, y así, cuando vuelve a atacarme, consigo darle un puñetazo en el estómago, dejándolo fuera de juego de un sólo golpe. Y desde el suelo él me mira fijamente, igual de desafiante que momentos antes, y de golpe el pañuelo que cubre su cabeza cae, revelando una larga y enmarañada cabellera rubia que enmarcan unos apagados y enormes ojos azules que se clavan fijamente en mí, aturdiéndome al darme cuenta de que se trata de una chica, una mujer joven que me observa con odio.
Y esa mirada... Hay algo en ella que me paraliza, algo demasiado familiar y conocido.
—Madge...— susurro sin quererlo, pero entonces me doy cuenta de mi error. Sin embargo, para cuando me llevo la mano al cinturón es demasiado tarde.
Como si lo viera en cámara lenta, sin que yo pueda hacer nada, ella me apunta con mi propia arma; hay odio en sus ojos azules, el mismo odio que quizá yo tenía hace años, pero aun así vacila. Y es durante ése efímero momento que, como ya hice muchas otras veces, analizo rápidamente mis opciones, recordando que la orden era disipar a los manifestantes sin falla, así que me lanzo sobre ella para desarmarla; y se oyen los disparos en el mismo momento en que recuerdo que mi segundo mayor error: mi arma no tenía el seguro.
El golpe del primer disparo se desliza a través del aire que aún contiene ecos de la batalla con los rebeldes, el segundo suena como un eco, pero se siente como hierro ardiente en mi piel, y entonces caigo de rodillas, sintiendo que el mismísimo infierno se aloja dentro de mi carne herida. Me apoyo sobre mi mano derecha en la tierra para no dar la cara contra el suelo e instintivamente llevo la izquierda a la zona de impacto. Con la yema del anular acaricio los bordes del orificio circular y luego observo el espectáculo. Sangre en la palma, los nudillos, las uñas, la muñeca... sangre, mucha sangre
Y apenas puedo mantener la mirada, pero de reojo veo como ella suelta el arma e intenta correr, pero uno de mis hombres la detiene con un disparo en la cabeza. Entonces el caos regresa, sólo que ésta vez son mis hombres los que corren en busca de ayuda para mí, pero siento que es demasiado tarde. El dolor apenas me deja respirar; puedo sentir la sangre inundando mis pulmones, y duele, pero no tanto como día que tuve que dejar mi hogar. Repentinamente el pensamiento de que voy a morir pasa por mi mente, y en ese instante veo mi vida entera pasar frente a mis ojos; a mi familia, mis amigos, mi padre, Katniss, Madge...
Madge. Mi amada Madge...
El bello rostro de la hija del alcalde vuelve a mis recuerdos; su largo cabello rubio; sus ojos azules y profundos como el cielo, su piel blanca y suave como algodón bajo mis dedos aquella noche que por primera vez hicimos el amor... Cierro los ojos un momento mientras todos los sonidos a mi alrededor se apagan. La sangre, mi propia sangre brota a borbotones por todas mis heridas, pero aunque estoy muriendo eso no es lo que realmente me importa. Lo único en lo que puedo pensar, aún en mis últimos momentos, es en lo mucho que quisiera poder volver a ver a Madge al menos una vez más antes de morir.
Es todo lo que deseo mientras siento como la vida se escapa de mi cuerpo.
...
—Gale... Si pudieras pedir un deseo, el que quieras... ¿Cuál sería?
Estiro el cuello para mirar a Madge, que todavía reposa entre mis brazos, y ella me devuelve la mirada, curiosa.
—Que tu padre no se entere de las cosas que hacemos en el bosque o dentro se tu habitación cuando él duerme— respondo, y ella resopla de esa forma que siempre me hace querer besarla.
— ¡Es en serio, tonto!
—También lo digo en serio— refuto, besándola en el cuello, y no puedo evitar reírme— Si llegara enterarse de las cosas que hago con su hija enviaría a todos los agentes tras mis huesos.
Madge se queda callada un momento y se acomoda dándome la espalda nuevamente. Sé que mi broma no le ha gustado, así que la abrazo con un poco más de fuerza como disculpa y beso su hombro desnudo.
—Si pudiera pedir un deseo, el que yo quiera...— empiezo a decir; ella me mira—, sería poder estar así contigo, para siempre.
Madge sonríe, tan hermosa como siempre, y me besa.
—Gale...— suspira, tocando mi rostro con su suave mano, haciendo que cierre los ojos con fuerza ante el contacto.
— ¡Gale, Gale! ¿Puedes escucharme?— la voz de Madge cambia drásticamente, y al abrir los ojos una luz blanca me ciega, pero aun así puedo darme cuenta de que ella ya se ha ido— Está reaccionando. Traigan al doctor— dice alguien, y entonces recobro la consciencia, dándome cuenta de que estoy en una cama de hospital, con suero en mis venas y un tubo que me impide hablar saliendo de mi garganta. Me duele todo el cuerpo, pero duele mucho más la decepción de descubrir que Madge no está conmigo, así que cierro los ojos y trato de desviar mis pensamientos, lo que no es muy difícil, porque mis costillas duelen como los mil demonios, y apenas puedo mover mi brazo. Enseguida aparecen dos médicos y una enfermera para atenderme, y se pasan la mañana haciéndome toda clase de pruebas.
Los doctores del Distrito 2 dicen que tuve suerte, porque una de las balas perforó mi pulmón derecho y estuve a punto de morir, lo que no me agrada porque yo fue una estupidez de mi parte no haberme dado cuenta de que esa chica me había robado mi arma. Lo único bueno es que aseguran que, siguiendo un tratamiento especial, estaré como nuevo y de regreso en mi trabajo en sólo unas semanas. De nuevo a lo único en lo que soy bueno.
El período de descanso me sienta bien, porque estamos en época de Juegos, y realmente prefiero quedarme en el hospital en vez de tener que apuntar a los pobres desausiados de algún distrito con mi rifle para que apuren el paso, o sólo para recordarles que no hagan nada estúpido.
Realmente es un alivio poder salvarme de eso.
El día de la cosecha, una semana después, el hospital queda casi vacío, no porque el personal y los médicos estén obligados a asistir, sino porque aquí en el 2, a pesar de no ser obligatoria, la cosecha es el evento más esperado y de mayor concurrencia del año, así que nadie quiere perderse nada. En cambio yo miro las festividades por televisión, que empiezan en la mañana con música, comida y baile, viendo sin ver realmente, y no le presto demasiada atención hasta que, casi al final de la jornada, llegan a la Cosecha del Distrito 12.
Sin darme cuenta contengo la respiración cuando las cámaras toman a la familia del alcalde, pero vuelvo a respirar cuando noto que Madge no está con ellos. Entonces la imagen pasa a Peeta, que sólo sonríe como el niño bueno que siempre fue para el Capitolio. Me enferma verlo, me enferma su actitud tan calmada y aduladora, la forma en que las personas lo miran, con admiración. Pero me enferma mucho más recordar esa complicidad que tenía con Madge, misma que por años he visto en televisión, y lo odio por eso, pero sobre todo que no tengo razones para odiarlo, porque fui yo quien se fue y le dejó el camino libre. Yo renuncié voluntariamente al amor de la hija del alcalde, y eso es algo con lo que deberé vivir por el resto de mi vida, pero aún sabiéndolo no deja de doler cada vez que la veo.
¿Para qué voy a engañarme? Cinco años no han sido suficientes, y aún la amo. La amaría así pasara un siglo, pero ya es tarde para retractarme.
Yo mismo tomé mi decisión, y lo mejor que puedo hacer es seguir adelante.
Effie Trinket sube al escenario tras Peeta, y con una sonrisa siniestra saca la papeleta femenina primero. No conozco a la chica ni a su familia, pero aun así lo siento por ellos. Después saca el nombre del chico, un niño pequeño y enclenque de cabellos negros y ojos grises, el típico niño de la Veeta, que tiembla como una hoja cuando la cámara lo encuentra entre los niños más jóvenes de la cosecha. El pequeño no puede contener sus lágrimas, igual que la que parece ser su madre. Es un momento difícil y doloroso, pero todo cambia abruptamente cuando alguien entre los jóvenes mayores levanta la mano.
— ¡Me ofrezco como voluntario!— dice el muchacho, con una voz tan firme y segura que no pareciera ser la de un adolescente. Después, el valiente chico se acerca al escenario, con un paso tan decidido como su voz, y entonces las cámaras enfocan su rostro, y mi corazón se paraliza en ése instante.
Allí, sobre el escenario, altivo, fuerte y orgulloso, mi hermano Vick mira hacia las cámaras.
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Continuará...
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N del A:
Hola!
Ha pasado tiempo desde que escribí y publiqué mi fic "Distópico", pero aun así quería subir la continuación.
Espero que éste primer capítulo haya sido de su agrado.
Saludos!
H.S.
