Hace muchisimo tiempo que no pongo nada nuevo por aqui y como estoy publicando historia nueva en el foro y en mi Lj, pues mira, voy a ir poniendola por aqui tambien. A tods los que han sido tan amables de dejarme reviews en otras historias mias, muchisimas gracias. Se que no suelo contestar, pero es que la RL no suele dejarme mucho tiempo libre, aun asi si los leo todos y los agradezco todos!

Titulo : "Hunter´s howls"

Autora : Esa seria yo! Vulpix de Vulpecula, presente y culpable!

Genero : Slash. Mezcla de universos, tambien.

Advertencias : pues... a parte de lo tipico? Sexo, palabras malsonantes y alguna que otra parida mia? Pues... er... no, basicamente va de eso.

Pairing : Jensen/Dean, porque le prometi a Chaouen que se lo haria.

Resumen : Ambientado tras la tercera, pero con final alternativo. Tras conseguir romper el pacto por su alma, Sam se marcha, dejando a su hermano solo y aun cazando. Dean acepta una caceria de supuestos hombres lobos en Canada que puede cambiarle la vida totalmente. O no... Sigo diciendo y lo repetire mil veces, mis resumenes apestan una cosa mala... pero malisima...

Capitulo 1.

Era un asco estar sin Sam de nuevo. Y eso era algo en lo que Dean ya había tenido experiencia.

Podía ser que su hermano por fin tuviera lo que quería, una vida normal, un hogar, alguien que no le necesitara para cubrirle las espaldas, sino para cosas más normales. Pero para Dean era una autentica mierda, tal y como recordaba.

Tras matar al demonio de ojos amarillos, perder a Sam momentáneamente, hacer el pacto con el demonio del cruce para recuperarlo y librarse casi milagrosamente de ir al Infierno, el pequeño se acabó marchando, argumentando que ya no le necesitaban y que no podía más con todo eso.

Que no le necesitaban…

Dean casi se rió en ese momento al oír esas palabras. Aun así, hizo de tripas corazón, se tragó sus protestas y volvió a ser el hermano mayor que protegía al pequeño dejándole ir… una vez más. A pesar de las enormes ganas que tenia de gritarle que él si lo necesitaba. No pensó que serviría de mucho y tampoco quería que Sam se quedara por lastima u obligación.

Dos años habían transcurrido desde entonces y Dean siguió cazando, aunque ahora pasaba largas temporadas en el desguace de su amigo Bobby. Empezó quedándose solo unos pocos días, lo justo para reparar algo del Impala o enterarse de un caso nuevo pero se acabaron transformaron en semanas en las que acababa echando una mano al viejo cazador en su negocio.

Curiosamente, fue precisamente Bobby quien le dio el que iba a convertirse en su último trabajo como cazador, poniéndole rumbo a Canadá. Y ninguno de los dos lo podía imaginar en ese momento.

- ¿Hombres lobo? – preguntó el Winchester haciendo una mueca, dando un trago a su cerveza. No había tenido muy buena experiencia con esas criaturas. Aun podía recordar los rostros llenos de pena de Sam y de Maddison cuando vieron que la única posibilidad de salvar a la chica era matándola. Fue uno de los momentos más tristes de su vida como cazador.

- No exactamente. – Bobby dio un sorbo a su café, dejando con suavidad la taza en la mesa. – No son los tradicionales que tú y yo conocemos. Estos son una raza distinta. Una variante.

- ¿En que son distintos? – preguntó intrigado. Si iba a cazar a esas criaturas lo mejor era ir bien informado.

- Bueno… estos pueden controlar cuando cambiar y no se rigen por la luna, como los otros. Y no pierden su mente humana cuando se transforman. – Dean sonrió, antes de acabar su cerveza.

- Suena muy interesante. ¿Cuándo fue el último avistamiento?

- No te lo tomes tan a la ligera, Dean. Son muy peligrosos. A penas hay información de ellos, porque todos los que han ido a cazarles, han muerto. Solo hay leyendas sin confirmar y supersticiones que cuentan que podrían usar magia. – al ver la mirada obstinada del chico, Bobby suspiró. – Vas a ir diga lo que diga, ¿verdad?

Bobby le conocía demasiado bien, igual que sabia que Dean llevaba meses sintiéndose vacío y atrapado en su propia piel. Demasiado tiempo sin una buena caza, sin un reto real desde que Sam se fue haciéndole sentir inútil sin su labor de protegerle.

No tardó ni tres días en volver a la carretera, rumbo hacia el norte.

Una semana más tarde, se encontraba en Destruction Bay, en la zona del Yukón. Era un sitio pequeño, con una escasa población de poco más de cuarenta habitantes, calles mal pavimentadas y llenas de barro por el reciente deshielo. En ese momento, el cielo estaba gris plomizo, descargando una desagradable llovizna helada que le hizo estremecerse dentro de su cazadora. Cualquiera diría que estaban en primavera, pensó mascullando un taco cuando se bajó del Impala para refugiarse en el calor de la cafetería local.

No se podía decir que era un sitio muy turístico. El lugar entero parecía gris y deprimente y la gente que vivía en el tenía el mismo oscuro animo del pueblo.

Dean se sentó en la barra de la cafetería, pidiendo un café cargado y bien caliente para tratar de alejar el frío que empezaba a sentir. Los bajos de sus vaqueros se habían empapado en el corto paseo desde su coche al local. Lo bebió despacio, leyendo distraído la edición del día anterior del periódico local buscando alguna pista de su caso cuando un pequeño alboroto en la entrada llamó su atención.

Tres tipos fornidos estaban bloqueándole el paso al interior a un hombre como de su edad. No era tan alto ni musculoso como los otros, pero tampoco parecía débil o intimidado, solo se mantenía alejado, como si quisiera evitar la confrontación.

El chico tenía el cabello largo y algo ondulado, rubio y los ojos azules. Dean le observó extrañado. Parecía capaz de enfrentarse y dar más de un problema a esos tres, pero se mantenía con una postura casi sumisa, la mirada baja y los hombros hundidos.

Debía ser de alguna secta o religión rara antiviolencia, decidió el cazador terminándose su café. Esos tontos siempre se dejaban apalear por nada.

Normalmente, Dean no solía intervenir en disputas ajenas a menos, claro, que viera juego sucio. Pero algo en su interior se revolvió al ver al chico recibir otro empujón y contenerse. Le recordó a Sam cuando iban al instituto, siempre consintiendo que los matones se metieran con él por no parecer un bicho raro por saber pelear mejor que los demás. Se levantó de su asiento, a pesar de saber que su ayuda no seria agradecida después, y caminó despacio hasta la entrada, parándose a un paso de la espalda de los tres tipos.

- ¿Hay algún problema, chicos? – preguntó componiendo su mejor sonrisa chulesca, sabiendo que eso les irritaría. Los otros le dirigieron una mirada molesta.

- Nada de tu incumbencia, guaperas. Será mejor que te largues a tomarte otro café. – respondió secamente el que parecía el líder del trío.

- Pues mira, ahora no me apetece. – repuso el cazador, encogiéndose de hombros. – Lo que me gustaría seria que dejarais a ese hombre tranquilo, si no es mucha molestia.

El chico le miró sorprendido. Era bastante guapo, muy del tipo que a Dean solía gustarle antes de que su hermano regresara a cazar con él, pero el anillo de plata labrado que portaba en su mano derecha le indicó que ya tenía pareja. Lastima.

- Mira, guapito… - le gruñó otro de los matones, uno que tenía una larga cicatriz en su mejilla izquierda, empujándole levemente en el pecho. – Lárgate de aquí si no quieres acabar recibiendo un par de puñetazos tú también. – la sonrisa de Dean se intensificó.

- Inténtalo.

Los tipos no se hicieron de rogar. Uno de ellos se le abalanzó, tratando de golpearle pero Dean fue más rápido y lo esquivó, al igual que a los otros dos. No tardó en tumbarlos a los tres, dejándoles convertidos en un montón de cuerpos que gemían doloridos.

- ¡Te arrepentirás de esto! – le gritó el líder, cuando se levantaron para salir huyendo por la puerta, empujando al chico rubio y haciéndole caer. El cazador les hizo un gesto despectivo con la mano.

- Si, si… eso decís todos… - gritó, volviéndose hacia el chico, tendiéndole una mano para ayudarle a levantarse que el otro aceptó renuente. - ¿Estas bien?

- No deberías haber hecho esto. – musitó el rubio, levantándose, dirigiéndole una mirada de sospecha.

- De nada. – gruñó con sequedad Dean. El chico levantó sus manos en son de paz, tratando de calmarlo.

- No me malinterpretes. Te lo agradezco mucho, pero eso solo te traerá problemas aquí.

- Descuida. No voy a estar mucho por aquí. Soy Dean, por cierto. – se presentó, ofreciendo su mano. El otro le miró dudoso, antes de estrechársela.

- Steve. – Dean le dio una pequeña sonrisa.

- ¿Vives por aquí cerca, Steve? Te puedo acercar a tu casa si quieres…

- No, no es necesario. – negó con rapidez. – He venido con alguien y…

- ¡Steve!

El grito provenía de un hombre rubio y con el cabello largo y lacio, que corrió hacia ellos y abrazó a Steve tan estrechamente, escondiendo el rostro en su cuello, que Dean se sintió incomodo de verlos. Steve se removió, avergonzado y con las mejillas rojas.

- ¡Chris! ¡Que estamos en mitad de la calle! ¡Suéltame! – el aludido hizo caso omiso a sus protestas y solo lo soltó lo justo para poder verlo a los ojos, acariciándole las mejillas con los dedos.

- ¿Estas bien? Oí a Parker en la tienda diciendo que te estaban atacando.

- Estoy bien. – le aseguró, apartándole un mechón de cabello del rostro, sonriéndole. – He tenido ayuda. – explicó, haciendo un pequeño gesto con la cabeza hacia el cazador.

Dean pronto fue fulminado por un par de ojos azules que le observaron claramente resentidos. Chris dejó de abrazar a Steve para agarrar de la pechera de la camisa al Winchester, zarandeándole con fuerza.

- ¿Has osado tocarle? – Dean se sacudió las manos del otro, gruñendo y se alejó un par de pasos, colocándose bien la camisa.

- ¿Qué? ¡Solo le he ayudado con esos tipos, nada más! – Steve abrazó a Chris por detrás, sujetándole antes de que se volviera a lanzar contra su salvador.

- Christian… - ante la leve advertencia de su pareja, el chico dejó de gruñir. – Se amable. Me ha ayudado.

- Gracias por ayudarlo. – masculló, más apaciguado. Aunque sus ojos seguían brillando peligrosamente y sus pupilas se habían transformado en unas finas líneas negras.

- De nada… creo…

El Winchester les vio marcharse juntos, con una sensación extraña en su estomago. Por un segundo, volvió a sentirse solo y vacío, notando más que nunca la falta de Sam a su lado. Sacudió la cabeza, sintiendo la pena regresar a él. Ahora no tenía tiempo para eso. Había trabajo que hacer.

Continuara...

Pd... si, lo se... tengo mania por mezclar los dos universos y no es la primera donde lo hago. Es una mania que tengo...

Besos!