Hola a todos!

Este fanfiction está inspirado en la leyenda de la mitologia griega de Artemisa y Orión; Es importante aclararles que no soy experta en este tema, sin embargo me gustan mucho las historias de la mitología griega y esta sin duda es una de mis favoritas, y es precisamente por ello que decidí escribir este fic, desconozco muchos detalles de como sería la "vida y/o comportamento" de los dioses del Olimpo y de como interactuaban entre ellos y con los humanos pero he aquí mi versíon de ello...

Espero que sea de su agrado la historia y estaré encantada de recibir sus comentarios.

Annalise

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Copyright: Candy Candy y todos sus personajes pertenecen a Kioko Misuki y Yumiko Igarashi así como a TOEI Animation 1976

Terry en Orión

Prólogo

Esta historia tiene sus orígenes muchos milenios atrás; toma lugar justo después de la época en que la raza de grandes y poderosas deidades crearon el universo, convirtiendo la nada y la oscuridad en infinitos planetas, estrellas y soles, tipos de vida, agua, tierra, aire, fuego y múltiples colores

Nuestra historia inicia varias centurias después de la "Edad dorada" gobernada por los Titanes, cuando la humanidad acababa de ser concebida por uno de los dioses más grandes y poderosos del Olimpo: Albert. Como en aquellos tiempos que precedieron la época de los titanes en nuestra historia entran en juego varios de los dioses hermosos, únicos pero también con ambiciones tan extraordinarias que la mayoría de las veces resultaban arriesgadas y catastróficas para algunos, exitosas para otros…

Esta historia así da inicio con el nacimiento de una diosa, hermosa por naturaleza, fuerte, poderosa y talentosa, diosa de la caza, de los animales salvajes, de la cosecha y la castidad: Candy, quién aún teniendo un día de nacida ayudó a su madre a dar a luz a su hermano mellizo: Neal dios de la profecía y de la agricultura.

Candy y Neal crecieron llevando al pie de la letra sus responsabilidades, aprendiendo a luchar y a usar sus diferentes habilidades; eran mellizos se querían y se protegían mutuamente aunque su carácter fuera distinto.

Un día mientras Candy era pequeña se acercó a su padre, quién era conocido como el padre de todos los dioses del Olimpo para hacerle una petición sin saber que esto le costaría muy caro muchos años después. Candy le pidió a su padre Albert que le concediese la virginidad eterna y él aceptó gustosamente…

Al pasar los años Candy era una hermosa diosa con apariencia humana pero deslumbrantemente irreal, tenía hermosos y expresivos ojos verdes cuyo color resulta imposible comparar con algo humanamente conocido, una cabellera larga y rizada que pareciera que fue hecha con los hilos más finos del sol, una piel nívea y fina que ni la seda más pura le haría justicia. Candy como todos los dioses principales del Olimpo tenía su propio templo cuidado y custodiado por sus sacerdotisas que adoraban y complacían en todo a la deidad a la que dedicaban su vida, Candy a su vez las cuidaba y de cuando en cuando les daba hermosos regalos y les permitía gozar de su compañía.

Candy al ser la diosa de la caza era la mejor cazadora del mundo entero, ella era bien conocida por no fallar jamás un tiro de su arco sin importar que tan lejos o cerca, que tan rápido o lento se moviese su objetivo, justo así era su vida, clara, controlada, maravillosa, siempre sonriente y feliz, ella era y sigue siendo aún en nuestros tiempos la hija predilecta de Albert y el tesoro más grande de Neal…

Candy de esta manera vivió muchas centurias del mismo modo, amada, adorada, poderosa, teniendo todo cuanto quiso y viviendo entre lujos dignos solamente del elíseo…Quizás fue menos tiempo, quizás fue más, eso no es importante en aquellos tiempos los días no se contaban como días, y los años no se contaban como años; lo relevante es que cuando puedes vivir durante toda la eternidad y aún más, pocas cosas pueden sorprenderte, pocas cosas pueden llamar tu atención, la esencia de tu carácter siempre será el mismo pero tener tanto poder para la eternidad puede llegar a hacerse costumbre… simple costumbre.

Así llegó un buen día en que Candy salió de caza, ella tenía en mente obtener el placer de cazar 10 ciervos en esa jornada más nunca imaginó encontrarse con lo que descubrió ese día: Cuando iba a la mitad de su cacería, ella escuchó voces humanas, siendo ella una diosa sabía bien que pocas veces debería dejar verse, no cualquier humano podía tener la dicha de ver a una diosa en su vida; para esto los humanos tenían que hacer valientes hazañas y mostrar grandes habilidades que les hicieran merecedores de tener el placer de ser visitado por alguno de los benévolos dioses que habitan en el Olimpo. Candy se transformó rápidamente en un ave, ellos podrían no tener derecho a verla pero ella tenía toda la libertad para ver y hacer lo que le placiera por algo ese era su bosque y por lo tanto su territorio…

Candy voló hacia lo alto de un árbol para poder observar desde un buen punto lo que sucedía pero lo que vio la dejó sorprendida, por primera vez en mucho tiempo ella estaba impresionada.

Estaban ahí 3 hermosos humanos, si innegablemente bellos y fuertes cazadores dispuestos a llevarse un buen botín; pero no ellos no fueron los que hicieron que el cuerpo de Candy vibrara y sintiese una descarga eléctrica casi comparable a una descarga del rayo de Albert, claro en otro sentido pero devastadora al fin, fue él: Un hermoso ¿humano? soberbio, gallardo, fuerte, arrogante, con una voz tan profunda que sería capaz de hechizar hasta a la misma Medusa, ahí estaba él, un dios hecho hombre, maravilloso, perfecto, magnífico, con una mirada azul únicamente comparable con los profundos mares del mar Egeo, no, eso no le hace justicia suficiente, comparable como el cielo azul en la profunda noche vista desde el mismo Monte Olimpo… ¿Quién eres? Se preguntó Candy, cerró sus penetrantes ojos un momento, se concentró y lo supo al instante él era Terrence, hijo de Richard dios de los mares y Eleonor hija de un rey humano, Terrence era un semidiós…

La historia de amor que yo comienzo a contarles hoy tiene su inicio este día.