La luna llena iluminaba el cielo, era una noche sin estrellas. Ese día se le había ido la mitad de su corazón.
Entró a la casa de Escorpio, se acercó lento como si cuidara sus pasos. Caminó hasta su habitación y lo observó, prestó atención a cada parte de su cuerpo; miró sus ojos grandes y perfectos, su cabello brillante y largo que caía graciosamente por su rostro, cada rasgo de su rostro, el color de su piel, su nariz perfecta, sus labios entreabiertos y rosados, la perfección de sus dientes. Memorizó cada línea, cada trazo… cada parte de él.
Se recostó a su lado.
-Camus… espera por mi…- murmuró triste y lo rodeó con sus brazos.
-No puedo quedarme mucho tiempo – Lo observó y se apretó al cuerpo de su escorpión – Solo vine a decirte que Te Amo y no tengo miedo.
Una sonrisa atravesó los labios de Milo.
-¿Me escuchas? ¿Me sientes en tus brazos?
El santo de acuario lo miró, estuvo atento, parecía que Milo estaba consciente de su presencia, tenía la misma expresión que cuando se quedaban juntos.
-Milo… sé que estás triste porque no pudimos despedirnos, pero yo esperé por ti y mantuve mi último aliento para estar contigo una vez más – se acercó y besó sus labios. Milo abrió los ojos.
El escorpión parecía desconcertado, algunas lágrimas escaparon de sus ojos azules.
-Me escuchas, ¿no es así?
Milo no se movió
-Sé que lo haces porque estás llorando
-Ca… Camus… ¡Camus! – el santo lo buscó por todos lados con la mirada, pero no pudo ver a nadie. Juraba que estaba con él.
-Lo siento, sólo quería despedirme
-¿Dónde estás?
-Estoy bien, por favor, vuelve a dormir
-¡No! ¡Quiero verte! – repuso apretando los ojos para limpiar las lágrimas que le nublaban la visión.
Camus lo observó, él también deseaba que pudiera verlo, quería abrazarlo con fuerza y sonreírle como solamente hacía para él.
-Milo, esa es la única forma en la que podemos estar juntos sin que duela tanto.
El guardián de Escorpio asintió limpiándose algunas lágrimas con el brazo y volvió a acostarse, cerró los ojos; lo vio, estaba ahí acostado a su lado, lo miraba con esos ojos azules que siempre había creído podíanver a través de él. Volvió a abrazarlo, esta vez lo sintió a su lado y se estremeció.
-Debo irme – le dijo con ternura al oído
Él lo apretó más a su cuerpo. No quería que se fuera
-Milo… - acarició su mejilla con toda la ternura del mundo – te amo.
Milo sonrió al sentir sus dedos recorriendo su mejilla.
-Duerme… y no temas, que estaré por siempre contigo…
-Hasta que nos volvamos a encontrar Camus…
-Por toda la eternidad...
Y se besaron tiernamente por última vez.
