Una suave melodía de fondo y el olor a café y cacao recién hechos eran las principales características del "Ghosly Heaven". Un local pequeño y tranquilo, lejos del centro de Hollywood, donde solían ir a relajarse escritores, lectores o parejas poco ruidosas. El lugar era conocido por su excelente trato con los clientes y su paz.
Un joven aspirante a cantante, Billy Joe Cobra de 23 años, había aceptado trabajar allí como camarero. Si quería financiar su carrera como artista iba a necesitar ingresos. Y a pesar, de que el chico era un alma más bien fiestera, el sitio no estaba nada mal. Lo único malo eran los horarios. Los Lunes y Martes de nueve de la mañana a dos de la tarde, y los Miércoles, Jueves y Viernes de cinco a once. Sus Viernes de disco se veían afectados, y los Lunes de resaca también. Solamente podía salir los Sábados. Pero... por lo menos tenía un día.

Ese día precisamente era Lunes. Billy se miró al espejo, a las 8:30, mientras se replanteaba toda su vida. Su cabello azabache estaba despeinado, y sus ojos verde esmeralda se veían cansados con grandes ojeras. Maldita sea... No debió aceptar la invitación de esas chicas para salir aquella noche.
Se vistió con rápidez, y con algo de gomina se moldeó el pelo hacia atras. Perfecto. Y... maldita sea, ya llegaba tarde otra vez.

Una canción antigua de Miley Cyrus invadió su auto, mientras conducía al Ghostly Heaven. Aparcó cerca del local y entró, apresurado.
-Cinco minutos tarde, Cobra. -Oyó la voz de una chica, que venía desde el interior, mientras él se ponía a toda prisa su delantal. El moreno imitó los gestos de su jefa, con una mueca. -¿De nuevo tengo que recordarte nuestros horarios?
-Lo se Paula, joder. Que me he quedado dormido. -Se quejó, mientras que ella se acercaba a él.
-De parranda un Domingo, ¿eh? -Paula era una chica bajita y castaña, con expresión aburrida y ojos color verde botella. Era bastante atractiva, y ya había ganado el puesto de Jefa de dirección en el local de su zona con sólo 18 años. Sin embargo, parecía tener esta especie de manía hacia Billy. Y él no lo entendía. ¿Qué demonios le había hecho a la chica para que le odiase tantísimo?
Decidió que sería mejor no entrar a discursiones desde tan temprano y se sentó detrás de la barra, a revisar su móvil.
-Cobra.
-¿Qué? Maldita sea, no hay ningún cliente. -La chica pareció verse complacida tras mirar a su alrededor.
-En cuanto entre alguno no quiero verte ahí con el móvil. -Soltó.
-Que siii.

Los turnos de mañana eran MUY aburridos. Casi nunca había trabajo, ya que los clientes frecuentes estaban en el instituto o durmiendo. Sin embargo, ese Lunes vinieron bastantes personas en comparación con el resto de días.
-Buenos dias, ¿Puedo tomarle nota? -Billy se giró al oír la campanita del mostrador, pero sólo pudo distinguir una mata de pelo castaña. Era cierto que la tabla era alta... Pero el chico de detrás era bastante bajito, casi tanto como su jefa Paula, y eso le causo algo de gracia.
-Eh... S-si... Um... Un chocolate, por favor. -Dijo el muchacho, intentando alcanzar la barra completamente.
-En seguida. Puedes tomar asiento si quieres. Yo te lo llevo. -Sonrió de forma encantadora el moreno aunque no le viera. Era parte de su trabajo de todos modos.
-Ah, muchas gracias. -El cliente se sentó en la mesa 5, mientras sacaba un ordenador portátil de su funda. Mientras el pedido del chaval bajito se hacía, Billy aprovechó para examinarlo mejor.
Su piel era mucho más morena que la suya con una gran nariz recubierta de pecas, y unos grandes ojos de color chocolate que casi hipnotizaban. Era un niño bastante atractivo. Aunque no recordaba haberle visto en el café antes. Sonrió un poco, y agarró el chocolate para llevárselo.
-Aqui tienes, chico. -Al principio pensó que no se enteró, ya que no apartó la mirada del ordenador, pero luego extendió la mano para agarrar la taza.
-Gracias. -Sonrió, volviendo su cabeza. Una sonrisa adorable sin duda, que hizo que Billy se le quedara mirando un rato. -¡Ah! Quema... -Susurró.
-¡Uh! P-perdón... ¿Lo calenté mucho?
-No, no... Esta bien. -El pequeño se sonrojó un poco por su comentario. -De veras esta bien...
-Bueno... Disfruta...
Cobra volvió al mostrador a su tarea de... mirar. Paso el resto del día observando los gestos del pequeño. A veces le daba un sorbo a la bebida, y hacía un gesto lindo para tragar, que Billy supuso que era porque estaba caliente. Luego retomaba lo que fuese que hacía en el ordenador. Un par de veces le miraba de reojo con sus oscuros y brillantes ojos, al ver que el moreno le devolvía la mirada sonreía.
-P-perdona... -El pequeño se acercó al mostrador. -¿Me lo rellenas?
-Claro. -Agarró la taza y comenzó a rellenarla. -Me llamo Billy. Billy Joe Cobra.
El chico que le miraba al principio con curiosidad, cambió su expresión a una de asco. ¿A qué venía eso?
-Ah. -Le dio el chocolate, mientras que el pequeño se giraba con enfado. Pero si estaba siendo encantador hasta ahora, ¿qué demonios le había pasado?

En lo que quedaba de mañana, el chaval no se volvió a mirarle. Y sobre las doce, recogió sus cosas y se acercó a pedirle la cuenta.
-O-oye... ¿P-pasa algo? -Su mirada chocolate casi pareció quererle asesinar.
-¿Conoces a Jessica Wright? -Billy comenzó a hacer memoria hasta caer en la cuenta. Aaah Jessica Wright... Era uno de sus rollos de una noche... Sólo que también se acostaba con ella otras noches. Para tener 18 años no estaba nada mal.
-Uh si... Somos uh...
-¿Amantes? -El castaño levantó una ceja.
-Uh... Algo así. -Sonrió. -¿Por qué? ¿Acaso ella te gusta? No tenemos nada serio, tranquilo.
Entonces, el chico se puso de puntillas y le arreó un guantazo, con una mirada envenenada. El moreno se le quedó mirando incrédulo, mientras el resto del café, incluida Paula se quedaron callados sin saber que hacer.
-No te vuelvas a acercar a mi hermana, Cobra. -Y tras decir eso se fue.
Todo el local se quedó en un silencio incómodo, mientras que Billy se agarraba la mejilla mirando hacia la puerta.
-¡ESPERA! ¿TU HERMANA? -Gritó pasados unos cinco minutos.

-Ese era Spencer Wright, 20 años, estudiante de informática y nuevas tecnologías... -Le comentó Paula, mientras caminaban hasta el aparcamiento a las dos. -Suele venir en los turnos de tarde. Pero supongo que no va a volver los Lunes por la mañana, ahora que sabe que trabajas aquí a esa hora... -Suspiró. -Felicidades, un cliente menos.
-¡Bueno! ¿Y yo que sabía? -El moreno se pasó la mano por la nuca. -Debería ir a disculparme...
-¡NI EN BROMA! ¡QUE LA CAGAS MÁS! -La chica le dio una mirada de advertencia. -Como te acerques a mi cliente favorito estás despedido.
-¡Ala, ala! -Suspiró Billy. -Bueno... Nos vemos mañana, Paula.
-Hasta mañana, idiota.

En todo el día, el moreno no podía dejar de pensar en el pequeño castaño de esa mañana. Apostaría que incluso Jessica era más alta que él. ¿De dónde había sacado tantísima fuerza? Aunque... El que fuese hermano de su chica morena favorita explicaba mucho... Se preparaba una pizza, mientras seguía pensando. Quería descubrir más de ese tal Spencer. Algo en él le había llamado la atención.
-Ojala vuelva al café... -Susurró, sonriendo levemente. -¡Oh!
Casi juraría que una bombilla iluminó su cabeza. Corrió por todo el pasillo, hasta agarrar su teléfono y marcó el número de su jefa.
-Ugh... ¿Cobra?
-Sí, Paula. ¿Crees que podría cambiar mi horario? Tu sabes, Lunes y Martes de tarde también. -Ella soltó un resoplido, y fue a buscar su agenda.
-Si Rajeev está de acuerdo por mi no hay problema... Le llamaré y te devuelvo la llamada en seguida. Maldito vago.
El moreno comenzó a reír maliciosamente mientras colgaba. Ahora seguro que tendría oportunidad de hablar con el chico. ¿Quién sabe? A lo mejor hasta podía pasar una noche divertida con él.
El teléfono asustó al chico, que ya tenía algunos pensamientos pervertidos en su mente.
-¿Sí?
-Tienes suerte, idiota. Rajeev está encantado de trabajar de mañana, según él, así tiene tiempo para pasar con su novia. Escucha, como llegues tarde, Cobra te juro q-
No oyó nada más porque literalmente colgó a la muchacha y empezó a dar vueltas alrededor del salón. Billy, entonces practicó uno de sus hobbies favoritos. Imaginar cosas.
¡Sería perfecto! Se acercaría lentamente al chico y con algunas frases encantadoras, y una disculpa estándar lo conquistaría. Esa noche irían a bailar a una discoteca cercana, y cuando el castaño estuviese suficientemente ebrio irían al baño y...
Y...
El olor a quemado invadió las fosas nasales de Billy que en esos momentos se encontraba besando un espejo.
-¡NO ME JODAS! ¡LA PIZZA!

A la mañana siguiente, Cobra se levantó a las doce de la mañana con una gran sonrisa en su cara. Comió pronto y se vistió para ir a trabajar. Hoy era el día en el que iba a conseguir una cita increible.
Se montó en el coche, y condució hasta el Ghostly Heaven mientras tarareaba una canción animada que en esos momentos no conseguía reconocer. Llegó el primero, y abrió el local con la llave, imaginando la reacción del chico cuando le viese. No pudo evitar soltar una risita.
-Buenas tardes, Billy. -Saludó Shanilla, con un movimiento de mano.
-Hola. -Le devolvió el saludo el moreno, poniéndose el delantal. Ella hizo lo mismo, mientras que la campanita de la puerta volvió a sonar.
Un chico castaño miró alrededor, como si estuviese buscando a alguien, pero sus ojos se pararon en otros esmeralda.
-Oh... Hola... -Susurró Billy. ¿Por qué se ponía nervioso de pronto? ¡Maldita sea!
-Ah... Hey...
-Esto... Spencer, ¿verdad? Escucha, quería disculparme... -El pequeño le cortó con un movimiento de manos, de un lado a otro.
-¡No, no! ¡Yo lo siento! ¿T-te dolió el golpe? No tenía derecho a hacer eso... -Susurró.
-¡Oh! No... Tranquilo. -Billy se le quedó mirando un rato, y luego sonrió. -Asi que... ¿Te ape-
-¡Spency~! -El moreno levantó una ceja. ¿Spency? Un chico rubio, con un ojo tapado por el cabello corrió hasta el lado del castaño. Este era incluso más bajo que él. Se ancló a su brazo y miró hacia arriba. -¡Ah! ¡¿Tu eres Billy Joe Cobra?! ¡TE HE VISTO EN YOUTUBE! Me llamo Jonah, encantado. -Se le quedó mirando un rato con esos ojos azules tan... grandes.
Billy hizo una mueca. Le dieron ganas de meterle un palo de hockey en el espacio que tenía entre las paletas, y echarle de la cafetería. Pero por desgracia no hizo eso.
-Que tal... Jonah... Eh...
-¿Me firmas un autógrafo? -Casi pudo ver brillo en su mirada.
-... No. -El chico hizo un puchero, y Billy prefirió ignorarlo. -Bien... ¿Qué vais a tomar? -Suspiró.

Y todas sus ilusiones desaparecieron cuando el pequeño rubito pijito apareció en el Ghostly Heaven.