Pareja: Mishirou

Género: Surrealismo, Fantasía, Romance. No tiene pies ni cabeza.

Este fic es un AU.

Dedicado a Japiera.

La historia de amor más absurda de un universo alterno

Por CieloCriss

I – Los cactus difuntos y la voz del más allá

Algo está mal.

Muy, muy mal.

No quisiera pensarlo, pero lo pienso, y es un pensamiento reiterativo. Por suerte, cuando eres un simple capturista, puedes pensar mientras pinchas las teclas. Así va la secuencia: lees los códigos que llegan de los cables, los traduces y los transcribes. Capturas los datos, los transformas y haces que los demás puedan leerlos. Le das enviar. Fin. A lo que sigue.

Motomiya Jun-san, la secretaria que nos sirve el café en la oficina, cree que hay que pensar mucho para hacer bien mi trabajo. Ella ve que tecleo rápido y lo asocia con inteligencia. "Yo sólo capturo", le aseguro siempre, pero Motomiya-san cree que soy modesto.

No sabe que pienso en otras cosas además de la programación. Y lo que pienso no es nada optimista: Algo está mal; muy muy mal.

Desvío la vista y veo al cactus. En definitiva está muerto. Ya es el tercero.

El primer cactus se pudrió. Mi madre me lo regaló cuando me mudé, para que no estuviera solo en mi nuevo departamento. Pero como yo quería estar solo, decidí traer la planta al trabajo y terminé pudriéndola.

La secretaria me dijo que le di demasiada agua y casi no le pegó el sol.

—Eres un peligro, ¡hasta se te mueren los cactus, Izumi-san!

Luego de eso me preguntó si tenía Asperger. Le dije que no y tiré el primer cactus a la basura.

Motomiya-san me regaló el segundo cactus porque le di lástima o creyó que sería divertido enseñarme a cuidar de él.

—Le tienes que poner un nombre, así el cactus sabrá que lo quieres.

—Uh…

—Y no deberás darle tanta agua o lo ahogarás.

—Oh…

—Ponlo aquí, a tu lado, así le llegan los rayos del sol por la ventana.

—Eh…

El segundo cactus se murió porque le salió un hongo. Su color verde se fue decolorando. Le salieron puntos marrones, como si tuviera acné, y las espinas se doblaron.

—No te sientas mal —dijo Motomiya-san ese día, sirviéndome café —. Creo que ya venía enfermo, a veces ya vienen contagiados desde el vivero.

—Ah…

El tercer cactus apareció hace dos semanas en mi escritorio y hoy ha muerto. Motomiya-san dice que no lo ha comprado ella y que debo tener una admiradora. No le presté atención, a pesar de que pensé, justo desde ese momento, que algo andaba mal.

Tecleo sin cesar, a pesar de que el cactus ha muerto. Este parece haberse encogido y no le veo la piel verde, sólo sus espinas. Duele un poco que se haya muerto, es al que cuidé con mejor empeño.

Pero no es eso lo que está mal, o al menos no todo, sólo una parte.

"Koushiro-han, te estoy hablando, ¡uy, por favor ya no me ignores!", me dice una voz gangosa, pero a mi alrededor no hay nadie. Motomiya-san no ha venido a trabajar; la oficina entera está vacía y en silencio porque es domingo.

Y no. No está bien escuchar voces que nadie emite.

"¡No me ignores, Koushirou-han!", dice esa voz sin parar. Lleva hablando alrededor de cuatro horas. Cuando me levanté rumbo a la máquina expendedora por una gaseosa con azúcar, la voz se silenció unos instantes. Eso me hace pensar que sólo la escucho cuando estoy en mi escritorio.

Quizás estoy cansado. O quemado. Le llaman síndrome de burn out. Ha estado de moda entre los compañeros de trabajo. Se supone que implica un estrés psicológico caracterizado por cansancio, falta de motivación, sensación de inefectividad, frustración… Pero, entre los síntomas, no se mencionan las alucinaciones.

Algo está mal. Muy muy mal.

"¡Acá abajo, Koushirou-han!", insiste la voz, "¡No te aísles, aún hay tiempo!".

Ceso de teclear cuando me da por asociar esa voz con el cactus. Pero el cactus está muerto y los cactus no hablan. Debe ser mi imaginación. El trabajo me aburre porque no me desafía, entonces mi inconsciente se ha inventado una voz para darle emoción a mi vida.

Es cosa del cerebro. Eso pasa cuando el cerebro se aburre: se inventa cosas. Trabajar los domingos implica soledad y aburrimiento. El escenario es perfecto para que uno se invente cosas como un cactus muerto y parlante.

"¡Te digo que mires hacia abajo!, justo al lado del teclado, ¡hum!, nunca me haces caso!", insiste la voz.

Pienso que la mejor idea es tirar el cactus. Total que está muerto, como los otros dos. Esto debe de servirme de lección. Cuidar cactus es una actividad para la cual no sirvo.

Me levanto, me rasco la cabeza. El trabajo se acumulará si no me doy prisa en tirar el cactus. Así que, en contra de mi voluntad pero por cuestiones prácticas, miro hacia abajo, donde yace el cadáver de cactus.

—¡Por fin haces caso!

—¿Cactus-san? —no sólo he mirado el cactus, también le he contestado. Mi propia voz se oye ronca porque es la primera vez que la uso este día.

—Escucha, no soy un cactus —dijo la voz —. Pero estoy encerrado aquí. Tienes qué liberarme o voy a picarme con las espinas.

Las personas con esquizofrenia diagnosticada suelen tener alucinaciones. No recuerdo haber tenido alucinaciones antes; mi madre me llevó con los psiquiatras porque hablaba poco, no porque tuviera visiones. En todo caso, los psiquiatras no mencionaron esquizofrenia ni ningún trastorno psiquiátrico específico. Dijeron que estaba triste porque había descubierto que me habían adoptado, y eso había sido la verdad.

—Estás adentro del cactus…

—Uy, sí. Hace mucho calor, no hay agua aquí —se quejó —¡Sálvame, Koushiro-han!

Tomo la pequeña maceta de barro donde yace el cactus. Suspiro. Me apena lo que está pasando porque quiere decir que no soy un adulto funcional. Estoy hablando con algo que está dentro de un cactus que murió por mi negligencia

Algo está mal. Muy muy mal. Lo reitero y pienso que quizás lo mejor sea tirarlo a la basura.

—¿A dónde vas?, libérame, Koushirou-han.

—A tirarte. Necesito terminar el trabajo. El domingo sólo puedo estar mediodía aquí.

—¡No, no!, llevo una vida esperándote —reclamó ese algo indefinido —¡No puedes simplemente arrojarme a la basura!

Alzo la maceta con el cactus. No brilla ni nada, no hay ningún elemento mágico que yo pueda distinguir. O, si lo hay, es que soy demasiado escéptico para notarlo.

—Sí que puedo. Hasta pronto. Sayonara —y arrojo la planta al contenedor de la basura. He caminado hasta un pasillo solitario y oscuro. Muchas supercomputadoras están apagadas, porque el domingo las congela.

—¡Si me tiras nunca encontrarás el amor!

Escucho el sonido de la maceta rompiéndose. Una especie de crack, no estoy muy seguro, soy malo para describir los sonidos y definir monosílabos. La frase final de la voz suena muy melodramática. Me ha dicho: nunca encontrarás el amor.

Puede parecer un mensaje muy cruel, pero a mí no me interesa mucho. No quisiera enamorarme nunca. Tengo 28 años y, uno de mis más grandes méritos, es nunca haberme enamorado de nadie. Si la voz le hubiera dicho a Motomiya-san lo anterior, la secretaria se habría desmayado de la tristeza.

Hohoho, así me río por dentro. Pobre Motomiya-san, si ella pudiera, hasta se enamoraría de mí. Por suerte ella cree que tengo autismo.

Regreso muy calmado a mi oficina. Me siento, doy tragos a la gaseosa. Y reinicio mi trabajo.

Pasan cinco minutos. Pasan 20 minutos. Y al minuto 21, las cosas vuelven a ir mal. Muy muy mal.

Una mariquita diminuta ha venido volando y se ha parado en la punta de mi nariz.

—No te diste cuenta, pero me liberaste, ¡gracias, Koushirou-han! —dice el insecto. Al verlo hago bizcos. Con horror he notado cómo abre la boca y saca la voz gangosa de antes.

Trato de darle un manotazo. La mariquita ahora se posiciona en mi dedo. Es roja con verde, no roja con negro, como las mariquitas que conozco.

—Qué diablos…

—¡Koushirou-han, no hay tiempo para trabajar!

—Eh…

—He espero toda una vida para esto.

—Oh…

—¡Tienes que salvar a la princesa!

—Uh…

—¡Es enserio!

—Ah…

—¡Tienes qué sacarla del laberinto y encontrar el verdadero amor!

Uff, con esto puedo declararme un enfermo mental. Quizás mi madre tiene razón y trabajo demasiado. Debe ser eso: una trampa de mi inconsciente que atenta contra mi consciente, apelando a mi imaginación frustrada para gastarme una broma.

Frustración sexual. Eso puede ser. Hace años que no me acuesto con nadie. Zangoloteo los dedos y la catarina sale volando. Gira en mí como si fuera el sol. Y zumba, zumba mientras chilla: ¡Salva a la princesa! ¡Besa a la princesa! ¡Encuentra el amor! ¡Sal de este bucle!


Continuará…

Gracias por leer. Me disculpo si hay errores.