La tierra tiembla.
Casas amenazan con derrumbarse.
Los árboles desean esconderse bajo la tierra.
Los insectos desaparecen.
Las niñas de Sango saltan riéndose.
El bebé de Miroku llora.
La pareja observa e intenta calmar a sus hijos mientras suspiran.
Ellos predicen la gran tormenta.
El cielo se oscurece.
Un gran aura maligna se acerca a gran velocidad persiguiendo a algún pobre desamparado.
La gente, asustada, se aparta o se mete en casa rápidamente.
Los gritos se comienzan a oír a lo lejos, pero acercándose a una velocidad vertiginosa.
Sango abre la puerta para observar, cuándo de repente, la pobre presa del oscuro demonio entra corriendo a refugiarse dentro y cierra bien la puerta. Sango solo supira.
-Qué le hiciste esta vez, Inuyasha?
-Yo? Nada! Sólo le dije… -Supiró cansado mientras clavaba en la pared a colmillo de acero. –Que se veía muy linda asi, gorda y embarazada, pero que ni punto de comparación con antes, que se me sacara de mis piernas que.. Pesaba.. Y entonces.. Ya me vi corriendo siendo perseguida por una Kagome furiosa..
-ES QUE TÚ ERES ANORMAL! MIRA QUE DECIRLE ESO SOBESTIA! –Y en eso Sango se callo unos instantes con Kara de miedo y preocupación.- KAGOME!
-Qué pasa Sango? –Inuyasha se preocupó y se puso alerta.
-Ya debería estar aquí, y fuera llueve, en su estado no…
Pero ya estaba sola. Inuyasha ya había salido de la casa coriendo cuándo sus amigos vieron a Kagome salir corriendo aun furiosa desde el porche de su casa tras él. Sango y Miroku comenzaron a reír por la inteligencia de su amiga.
-Es un amor extraño el suyo… -Comentó Miroku.
-Sí, pero es un amor que sobrepasa el tiempo… -Dijo Sango mientras veía a su amiga Kagome, que ya había perdonado al Hanyou, besándolo con amor bajo la lluvia de comino a su cabaña.
