Nuevo fic~ basado en la tabla de una vida de musa_hetaliana. Es especialmente un regalo para Ali (*hug*) así que espero que le guste (y que al resto también). LLevaba mucho tiempo queriendo escribirlo solo que no lograba ponerme a ello (últimamente con la universidad me pasa demasiado, es horrible T-T) pero ya lo empecé, por fin.

Dado que tiene, todo el fic, contenido histórico y sería mucho de explicar en cada capítulo... os recomiendo directamente leer el artículo de Elizabeth I de Inglaterra en la wikipedia si queréis pillar todos los detalles. Si lo hago bien no necesitaréis leer mucho si esperais a que acabe el fic, porque se va explicando de fondo su vida, pero si queréis documentaros... sois libres. Espero no cometer muchos fallos ^^U.


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MY QUEEN

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I. En la noche (Infancia)

Afuera solo debían oírse los sonidos típicos de la noche y el replicar de los cascos de los caballos contra las piedras del suelo. Desde la ventana de la biblioteca se alcanzaba a distinguir gran parte del patio principal y, por tanto, al caballo negro que lo cruzaba.

Caballo negro para noche negra e intenciones negras. Muy apropiado, sin duda.

Desde abajo el conductor del coche de caballos podría haber distinguido a la figura asomada a la ventana, entre las cortinas, tenuemente iluminada por una solitaria vela; pero dado que no alzó la cabeza, no le vio, así que poco importaba.

No se alcanzaba a distinguir el interior del coche de caballos, estaba demasiado oscuro, pero Arthur no necesitaba verlo para saber quién iba dentro.

No era algo que le hubiera agradado pero sabía que era necesario. A lo largo de los años había aprendido que para conservar algunas cosas había que sacrificar otras y que, aunque a veces no se quiera apoyar una decisión, debe hacerse. Y aquel era un perfecto ejemplo. La presencia de Isabel allí era peligrosa. No eran pocos los que la miraban con malos ojos desde la muerte de su madre, Ana. Lo más seguro para todos, tanto como para ella como para la estabilidad del reino, era que desapareciese de allí. Por eso, adelantándose a cualquier otro intento, el destierro era la opción más sensata que Arthur había encontrado.

Recordaba fácilmente el nacimiento de la pequeña, tres años atrás. Cómo Ana Bolena la había sostenido contra su pecho, sonriente. Una verdadera hija de Inglaterra pese a la sangre española de la madre. Se la veía tan contenta, tan orgullosa pese a que fuese una niña y no un niño… Enrique no estaba contento pero eso no logró arruinar aquel momento de felicidad.

Tampoco le costaba evocar cuando se acercó a la madre, con una leve sonrisa. Ante la mirada limpia de aquella niña era imposible no sonreír. O cómo Elizabeth, nada más verle cuando él fue a acariciar el pelo de su madre, le cogió un dedo, cerrando los suyos, tan diminutos, alrededor.

No había sabido definirlo entonces, y tampoco sabía hacerlo ahora, pero le enterneció.

De inmediato cuando todo aquello fue puesto en marcha, después, él también actuó. No podía salvar a Ana de las acusaciones, injustas, pero si podía hacer algo por Elizabeth. Porque Elizabeth, lo sabía en el fondo de su corazón, no podía morir a la tierna edad de tres años.

Y, ahora, viéndola partir, algo se removía en su interior, oprimiendo su pecho. No iban a ser unos años gratos, lo sabía. Al igual que había sabido que la pequeña debía vivir. Y al igual que sabía que lo último que quería era tenerla lejos de su hogar. Pero aún no podía estar allí.

Aún.

Aquella palabra apareció en su mente y se resistió a desvanecerse. No sabía por qué la había pensado pero allí estaba.

El coche de caballos ya no se veía, había salido del patio, rumbo al exilio y, con un suspiro, dejó caer la cortina, apartándose de la ventana con la vela en la mano para ir a dormir.