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Para Jane (GothicCharm), porque se lo debía y porque siempre lee lo que le recomiendo :3 Y porque es tan agradable~. Todo de Meyer, y blá.
Risueña
«Tan fácil de conseguir,
tan difícil de olvidar»
Sabe que no la ama. No es estúpida, después de todo. Pero tampoco ingenua, y a veces, cuando se la queda mirando sin verla realmente, Tanya no puede contener el brillo frenético de sus ojos, imaginándose una oportunidad. Atrasados en cualquier lugar, buscando algo que amar, una mentira en la que retorcerse. Le toca el rostro, el cabello, las manos. Y lo desea tanto que parece fuera de lugar. Se rompe, se quiebra, miles de pedazos tintineando, amortiguados por sangre ajena y una sonrisa de metal.
—Edward.
Lo único que puede decir. Sabe dulce en sus labios cuando le abre los brazos, sabe amargo cuando se aparta antes de terminar porque la recuerda, a ella, esa niña de ojos oscuros que le ganó en un juego sutil, un juego que dejó de serlo. Abrazos, y besos, y esa carcajada que recuerda a cascabeles en una brisa invernal. Los ojos claros, la piel pálida, el pelo rubio, la mueca encantadora, los pasos de bailarina y las mejillas suaves, los labios llenos de verdad.
«Quiéreme», suplica a veces, aunque sin palabras porque si lo hiciera Edward podría romperla. Y Tanya no puede permitir una cosa así, no que su máscara se rompa, no la de ella, no la de esa mujer tan perfecta. Acaricia la curva suave de su clavícula, aprieta su boca contra sus brazos, intenta alcanzar de rodillas a su dedidad, una que mantiene alejada de su memoria con un reguero claro de besos ajenos, de unos que con el tiempo se borrarán. Quiere el consuelo, el olvido, pero lo que es y lo que hace no se lo permitirán jamás. No mientras sepa que algún día lo verá aparecer otra vez en el horizonte, sólo que esta vez de la mano de otra y sonriendo, porque le dio lo que Tanya nunca tuvo, lo que nunca supo que le faltaba.
(Y no es el corazón, pues lo ama. No puedes amar sin un corazón, te desangras intentándolo. Tal vez el de Tanya está gastado y por eso no le pide que la mire, que la sienta verdaderamente a ella y no a una fantasía marchita, porque de lo contrario no podría sobrevivir).
Algo es mejor que nada.
—Demasiado poco humana para ti, Edward —dice, y se ríe. No hay tinte alguno de amargura en su voz, en aquellos preciosos cascabeles. Son pura alegría, pura euforia, pura transparencia.
No le gusta mentir, le oscurece los ojos, la vuelve lánguida. Prefiere sonreírle todo el tiempo, en todo momento, decirle en silencio que está bien el ser una ayuda, un consuelo, antes de que ser un estorbo. Porque sabe que lo sería si Edward no fuera Edward, sabe que sería así y que nadie podría cambiarlo. Un, dos, tres, cuenta, los pasos que la separan de él. Un, dos, tres, como un baile secreto, con los árboles observando y las hojas bajo sus pies crujiendo. Un, dos, tres, y de repente ya no es ella, no es Tanya, ella es pura luz, puro diamante, y él es pura necesidad, pura belleza envuelta en sombras.
Se inclina. Risueña.
—Estoy aquí ahora, Edward.
Lo voy a estar hasta que te mueras.
