Hace mucho tiempo existía un pequeño reino mágico llamado Sambezia, estaba ubicado en un extenso bosque. Era gobernado por Alice la reina de las hadas, una mujer de belleza inigualable con cabellos rubios como el sol, largos y sedosos, unos ojos azules y penetrantes como el agua más pura y cristalina, ella con su infinita bondad y nobleza había gobernado durante varios milenios a Sambezia otorgándole paz y tranquilidad; todos los seres que vivían ahí tenían una convivencia armoniosa y pacífica.
Las hadas, los elfos y enanos tenían una vida completamente normal, llevaban a cabo sus trabajos. Las hadas esos pequeños seres delicados, femeninos, amables, bondadosos eran las encargadas de viajar por todo el reino usando sus alas, las alas que Alice les había otorgado y surgían a partir de la magia de esta, si algo le pasaba a ella sus hadas perderían la magia junto con las alas que tanto amaban, su tesoro más preciado, iban por el reino ayudando a los que necesitaban usando su magia para cumplirles favores o curarlos de alguna enfermedad. Los elfos eran los encargados de proteger el reino, eran los guardianes y luchadores de la justicia, a su vez se dividían en dos clases, los elfos solares aquellos grandes maestros de la arquería, sólo usaban arcos forjados con el primer rayo de luz solar, el más puro, el más cálido, flechas que ellos mismos creaban con el poder de sus corazones gracias a Alice; por otra parte estaban los elfos lunares que eran aquellos luchadores cuerpo a cuerpo, sin duda los más fuertes y venerables, portaban una armadura y una espada que eran esculpidas bajo el claro de Luna en el lago Phets un pequeño riachuelo con el agua más pura y cristalina de todo Sambezia. Los enanos, herreros de profesión, encargados de forjar las armas para los elfos, tenían un poco de magia, la necesaria para darle pureza y poder a las armas. Todo esto funcionaba porque Alice estaba en paz y cada quien cumplía con la función que le correspondía.
Así pasaron los años en que Sambezia vivía en paz, pero todo cambio un día, un día en que Alice se enteró que estaba en la espera de un pequeño heredero al trono, un varón, un varón no podía gobernar el reino, es decir, no un hombre, los hombres sólo podían ser elfos o enanos pero jamás se había escuchado hablar o si quiera de la existencia de un hada hombre, era algo que en toda la historia de Sambezia nunca había ocurrido, pero a pesar de eso nada le importó a Alice ella quería a la pequeña criatura que estaba en su interior así que decidió no decirle a nadie. Los meses siguieron su curso hasta que Alice dio a luz al pequeño niño al cual le puso por nombre Vladimir, el pequeño en el cual recaían todas las responsabilidades de proteger y mantener en paz a Sambezia.
