Suficiente. No era capaz de soportarlo. Metiendo las manos en sus bolsillos, saco un par de monedas de plata y las puso sobre el mostrador de la tienda, indicándole a la mujer tras él que le diera dos bombones. Unos segundos después, tenía ambos dulces en la palma de su mano.
-Muy bien. Muchas gracias por su compra, señor.- la señora sonrío amable mientras observaba como el hombre se inclinaba a poner el chocolate en la boca de la adorable niña a su lado, susurrando un "Si tu madre se entera, me matara." Antes de volver a erguirse, asintiendo con la cabeza en forma de agradecimiento y tomando la mano de la niña para guiarla a la salida. –Que usted y su hija lo aprovechen.-
El hombre de corta estatura, de cabellos negros como la noche y piel pálida como la porcelana se detuvo en seco justo en el umbral de la puerta… Pero un minuto después continuó su camino.
-Ella no es mi hija.- había logrado escucharlo decir antes de desaparecer de la vista. Pero pudo notar como, por un instante, sus ojos parecían gritar todo lo contrario a lo que su fría voz susurraba.
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Snow Girl
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Schnee-Mädchen era el nombre de aquella solitaria cabaña a las afueras de Shiganshina. Espaciosa, rodeada por una cerca blanca y con paredes azules como el cielo y con un bonito jardín lleno de pasto verde, flores y un frondoso árbol de manzanas. Estaba ubicada justamente en el sitio donde, años atrás, se había encontrado la Muralla María.
Si eras turista y llegabas a fijarte en aquella cabaña, la gente de la ciudad muy amablemente te contaría que aquel era el hogar de cierta leyenda viviente: El Lance Corporal Levi (Siendo Ackerman su apellido, aunque él nunca lo dijera en voz alta), mejor conocido como "El Soldado Más Fuerte de la Humanidad", aquel que habia entregado su vida a liberar a la humanidad del terror de los titanes, seres monstruosos que, años atras, habian amenazado con extinguir a la humanidad de la faz de la tierra.
Aquella cabaña, que había sido construida con sus propias manos, era ahora su morada permanente desde que se había retirado oficialmente de la milicia. Sin embargo se sabía que aún era llamado por la Comandante de la Legión de Exploración en casos especiales y a veces se le podía ver por las calles de la ciudad comprando té, productos de limpieza, comida o yendo de visita al hogar de otro grupo de leyendas vivientes: La Familia Jäger.
¿Qué quiénes eran ellos? Si es que era alguien completamente ignorante del mundo, la familia Jäger era nada más y nada menos que una pareja de militares, y no solo militares comunes y corrientes.
Compuesta por el patriarca: el Capitán Eren Jäger, conocido por haber sido "La Esperanza de la Humanidad" un humano capaz de convertirse en un monstruoso titán de quince metros, el ultimo de esa especie que aún vivía. Luego estaba la matriarca: la Lance Corporal Mikasa Ackerman (siendo Jäger su apellido de casada), una soldado prodigio, con la fuerza de más de cien soldados y la capitana del Equipo de Operaciones Especiales de la Legión de Exploración. Y los tres pequeños vástagos junto a un cuarto que venía en camino: Sora, el menor de los hermanos, Meer, el segundo hijo, y Dánae, la primogénita y única niña.
Aunque Levi prefería llamarlos "Los Tres Demonios Infernales".
Sora era sin duda igual que su madre, un pequeño niño de dos años de edad, de cabello negro, ojos ligeramente rasgados por la herencia oriental de su madre, de color plomo y mirar tranquilo, muy parecidos a los que Levi y Mikasa compartían gracias a los genes Ackerman.
Meer en cambio había obtenido todo lo Jäger que se podía obtener a los cinco años de edad, cabello rebelde y castaño, sus ojos grandes y expresivos siendo completamente únicos al haber nacido con el iris izquierdo de un ardiente color dorado y el derecho con un vibrante turquesa grandes y las cejas gruesas y castañas, la piel ligeramente más obscura que la de sus hermanos y madre.
Y luego estaba Dánae…
Dánae era la flor de la familia. Con sus diez años de edad, comenzaba a dar indicios de la hermosa mujer que sería en un futuro: su largo cabello negro como la noche y que caía como cascada hasta su cintura, los mechones que caían a los lados de su rostro y enmarcando las mejillas rosáceas y la piel de porcelana fina y tersa, enmarcados a su vez por delgadas cejas negruzcas, sus ojos tan grandes y expresivos como los de su hermano Meer, pero de un color plateado que ni su madre, ni su padre, ni sus hermanos menores tenían...
Para alguien que no tuviese un ojo agudo, ella encajaba completamente bien en aquella familia, pero Levi podía notarlo con su vista de águila, como ella era capaz de resaltar dentro de aquel mosaico, como sus bordes salían de la casilla en donde estaba…
Pues ella no era una Jäger.
-¡Heichō!
Aquel chillido lo saco de sus pensamientos, cayendo en cuenta de cómo los dos niños mayores corrían escaleras abajo para luego estrellarse contra sus piernas y cintura, enrollando sus brazos en él en un abrazo constrictor.
-¡Levi-Heichō!- Dánae y Meer chillaron al unísono, levantando sus cabezas para poder verle al rostro mientras él se limitaba a palmear sus cabezas con expresión serena, comenzando a subir las escaleras que daban a la puerta de la casa en donde los dos padres se habían asomado, teniendo que arrastrar la pierna de la cual el niño de cinco años se había colgado. -¡Levi-Heichō! ¡LeviHeichō! ¡Leviheichou! ¡Livaijeichou!-
Si… Así era todo el tiempo.
-¡Ya dejen a Levi-Heichō en paz, Dánae, Meer!- Eren fue el primero en salir de la casa, reprendiendo a los dos niños al notar que dificultaban la movilidad del ex-capitán. Ya no era el niño de quince años que él había tenido que proteger años atrás, era un hombre hecho y derecho, su cuerpo alto, fuerte y atlético que ya no lucia debilucho en comparación al de su mujer, quien ahora, parada a su lado, lucia más pequeña pero no mucho menos fuerte que cuando era una quinceañera, su cabello antes corto ahora luciendo largo hasta los hombros. –Siento mucho que cada vez que viene ellos se comporten así, Levi-Heichō…-
-¡Pero papá…!- ambos niños se quejaron al escuchar la voz de su padre, soltando al moreno justo en el momento en que terminaba de subir las escaleras.
-No pasa nada, Eren. Solo ya dejen de llamarme con ese maldito rango. Recuerda que estoy retirado y me duele la cabeza de tanto escucharlo.- el hombre le restó importancia, volviendo a revolver los cabellos de ambos niños con las manos, sus ojos grises fijándose en los aniñados rostros mientras los empujaba suavemente hacia el interior de la casa. –¿Cómo se han estado portando, par de mocosos? ¿No han hecho que el imbécil de su padre se transforme de nuevo, verdad?-
Ambos niños negaron con la cabeza furiosamente, sonriéndole profundamente emocionados de verlo mientras Eren suspiraba ante el recuerdo de la última vez que había terminado transformándose en titán por culpa de las travesuras de sus hijos.
La gente no entendía realmente porque aquel hombre iba a visitarlos tan a menudo, incluso los mismos niños no entendían al principio el porqué de las visitas de aquel hombre que, según sus padres, no era ni su abuelo, ni su tío, ni su hermano, ni su primo. Tampoco entendían porque a veces Dánae salía a solas con él, tampoco porque había cierta época del año en el que él simplemente desaparecía sin dejar rastro… O porque Levi a veces se quedaba mirando a la niña por demasiado tiempo, como si estuviese recordando algo. Pero claro, eran solo niños, jamás comprenderían las verdaderas razones como sus padres lo hacían.
Aunque ni siquiera ellos eran completamente capaces de comprender el misterio detrás del corazón de ese hombre.
Para Dánae, sin embargo, no había necesidad de comprender nada además de que aquel hombre era su héroe de héroes, incluso por encima de sus propios padres. Desde que tenía memoria era capaz de recordar que él siempre le llevaba regalos caros y hermosos, la acompañaba a pasear por el pueblo y complacía casi todos los caprichos que tuviese a pesar de que luego su madre le regañase por malcriarla, la llevaba a dar largas cabalgatas en su hermoso caballo blanco con aquel lucero negro en su frente y la dejaba ir a visitarlo a su propia casa, donde incluso se había quedado a dormir algunas veces.
Era muy capaz de notar que, a pesar de que no trataba a sus hermanos de mala manera, ella siempre era tratada de una manera más especial por él. ¿Por qué? No tenía ni la menor idea, pero no era como si a un niño no le gustase ser el consentido de alguien y ella no se quejaba para nada de ser la consentida de aquel hombre que las personas en la calle llamaban "Héroe". Además, a diferencia de otros adultos, a él parecía no importarle para nada que ella estuviese creciendo. Aun cuando, al cumplir once años, su madre había dado a luz a una hermosa niña de cabellos chocolates y ojos dorados como monedas de oro, la cual otras personas decían que era incluso más hermosa que ella, a Levi poco le importo la existencia de aquella criatura.
-La mocosa, Carla… Ella sigue siendo tu hermana y no deberías sentir celos por alguien a quien debes proteger. Tus padres no la quieren más a ella que a tus hermanos y a ti, es solo que es una mocosa inútil que depende de ellos por ahora. Tampoco ella es más bonita que tú aunque los demás imbéciles pueden decir cuanta mierda quieran, pero para mí… Tú eres la más hermosa de todas, Dánae.
Era lo que le había dicho cuando había huido de su casa y se había metido en la de él en un arranque de celos infantiles al sentir que, habiendo sido ella la niña consentida durante todo aquel tiempo, de pronto tenía otra persona con la cual debía competir para obtener atención. Sin embargo no paso mucho más de dos días antes de que comenzase a extrañar a sus padres y a sus hermanos, corriendo a los brazos de Eren cuando este fue a buscarla al sentir que ya había pasado suficiente tiempo para que la niña reflexionara, confiado de que Levi había sido capaz de hacerle ver el error en su actitud.
Pero aquello no era lo único que sus palabras habían sembrado dentro de la niña. Inocente de todo lo que ocultaba aquel hombre y del verdadero vinculo que los unía, un sentimiento más ingenuo y puro comenzó a brotar lentamente, silenciosamente en el corazón de la pequeña mientras el tiempo pasaba… Hasta que un día, para la época en que cumplía los quince años, simplemente floreció.
Cuan ingenua era la pequeña Dánae Ackerman que había seguido los pasos nefastos de su verdadera madre, dejándose atrapar por aquellos ojos como estrellas dentro de esferas de cristal, sin saber que compartían la misma mirada... Y la misma sangre.
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Muchas gracias por leer, si te gusto, si lo odiaste, si crees que me merezco una hamburguesa o si al contrario merezco morir, por favor dilo en un review! Eso en verdad me ayudaría mucho!
Kurenai Lukia
