Hola a todos, antes que nada les deseo una muy Feliz Navidad. Les presento esta corte, pero no por ello menos tierna, historia de navidad.

Y qué mejor pareja para protagonizarla que la de Remus y Tonks! Hace tiempo que quería pubicarla pero como estaba propuesta para un concurso no pude hacerlo. Ahora que ya pasó y que se nos presenta esta fecha tan importante, quiero regalarses a todos los fans de HP y en especial de esta pareja, esta humilde historia. Espero la disfruten y no dejen de mandar sus comentarios, ya que de ello depende que les de un PLUS para su exclusivo disfrute ;)

Nada más, A LEER!

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Deseos de luna llena

Podría ser una noche como tantas otras: oscura, silenciosa, fría por estar en pleno invierno, con el particular brillo de la luna opacado por las endebles nubes grises.

Ese resplandor que permite apenas vislumbrar las desdibujadas siluetas nocturnas es más que suficiente para una criatura como yo.

Y es que mis ojos no son el único nexo que me permite entender mi entorno. Puedo oír los rumores del viento contra los pinos apelmazados de nieve virgen; puedo oler el frío a mí alrededor, y si entreabriera mi boca un poco, lo saborearía mezclándose con el verde y marrón de la tierra; mi piel se estremece con la humedad helada del suelo que piso. Cada una de las fibras de mi cuerpo responde a esta noche.

Y yo camino y camino. Estoy ansioso por dejar atrás el opresivo bosque y llegar a mi objetivo. Tengo los pies entumecidos y me quema la garganta del frío pero no me detengo, no se cuánto más voy a aguantar, no deseo dejar mi empresa inconclusa.

Uno diría que ya debería estar acostumbrado a todo esto; que la soledad ya es una amiga de siempre para mí y así es la mayor parte del tiempo. Sucede que esta vez no es el caso.

Llego al final de la espesura. Frente mío se abre un extenso claro que se corta abruptamente contra el cielo: la cima de una pendiente. Alcanzo la punta y me dejo caer en el borde de la misma; hacia abajo se extiende el resto del bosque, más negro aún que el manto de la noche y más silencioso que mi persona. Al menos algo sale bien para mí. Cómo dije antes, generalmente estoy acostumbrado a estas situaciones, pero esta noche no es como cualquier otra…. Y me toca pasarla solo.

El suelo blanco a mí alrededor se va aclarando poco a poco y mis ojos se clavan en la luna llena que se va descubriendo de entre los cúmulos. Inconscientemente rodeo con mi mano derecha el muérdago que, con infantil esperanza, guardé en uno de los bolsillos de mi túnica; y cierro los ojos… y espero.

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Esa noche no era como otras y el interior de la Madriguera lo demostraba a la perfección. Todo era cálido y festivo; las guirnaldas, campanas, esferas y cintas de colores se acoplaban tan bien con los muebles de la habitación que parecían formar parte del decorado habitual. En el centro de la misma se erguía con imponente orgullo el árbol más grande que pudiera caber: cargado de adornos, rodeado de un mar de regalos con formas irregulares y coronado en su punta con un refunfuñante gnomo-ángel. El ambiente olía a cerveza de manteca, turrón y pan dulce y las risas se mezclaban con el musical tintineo de las copas, chocando en múltiples brindis.

Eran momentos de alegría, de algarabía y fe. Nadie discutía, se enojaba o entristecía, nadie se preocupaba por el endeble presente o el indescifrable futuro. Todos se dejaban llevar por la misteriosa magia de esa noche, todos menos una persona: la jovencita que inusualmente se mantenía en silencio y apartada de los demás, apoyada contra uno de los ventanales de la sala. Miraba hacía afuera, escrutando con ojos anhelantes el paisaje estival, como si el sitio ideal para ella fuera allá afuera, sola, y no ahí dentro rodeada de toda esa gente que la acribillaba a preguntas, como "¿Y por qué esa cara?", "¿Segura que no querés comer más?" y otras tantas semejantes.

Y es que Nimphadora Tonks se sentía terriblemente fuera de lugar. Para ella, el calor del hogar y las acogedoras risas eran un castigo y la gélida oscuridad de afuera el alivio para su angustiada alma. Parecía una noche común, podría tratarse de una noche cualquiera. Pero no.

Era Nochebuena… de luna llena.

Una figura alta y delgada se acercó lentamente hasta la metamorfomaga, quedando de frente a la ventana en la que se encontraba.

- Parece ser que esta Nochebuena la luna nos regalará todo su esplendor. Es una lástima que se encuentre oculta entre las nubes.

Tonks dejó escapar un bufido ante el comentario y no se negó el derecho de ojear con disgusto a Albus Dumbledore. Volvió a fijar sus grises irises en el paisaje.

- Esta noche es especial- Insistió el anciano – Hay que agradecer que en estos tiempos aciagos aún se puede hacer una pausa y disfrutar momentos como este.

- Si usted lo dice – Le contestó cortante, sin siquiera levantar el rostro. El Director simplemente sonrió con paciencia y posó una de sus manos en el hombro de la joven. Al ver la mano ennegrecida y marchita, Tonks inmediatamente se arrepintió de su impertinencia. Dejó escapar un suspiro que se asemejó más a un sollozo.

- Perdón, es que…..es que nosotros estamos acá y él….

- Estoy seguro de que lo entiende. Todos aceptamos, a nuestra manera, el peso de la costumbre y vos más que nadie sabe que no le gusta que sientan lástima por él.

- Ya se, pero es tan injusto- Se justificó.

- Algún día, Nymphadora, te darás cuenta de que lo que parece injusto muchas veces es necesario para alcanzar la felicidad. Hay que tener fe y en especial hoy que son vísperas de Navidad.

La muchacha le sonrió con desgano ante estas últimas palabras

- Hace tiempo que me di cuenta que Papá Noel no existe- Dijo.

- Oh, claro- Sonrió el mago- ¿Sabes?, en mi temprana juventud tuve la desgracia de llegar a las mismas conclusiones. Por suerte en ese entonces tuve la oportunidad de conocer a Nicolás.

- ¿Nicolás?

- Si bueno, también era llamado Claus… o Noel (como nombraste anteriormente) Pero en una ocasión me confesó que, de todos sus apodos, "viejito pascuero" era su favorito – Los azulinos ojos del Director reflejaban remembranza mientras hablaba – Era un hombre muy alegre, aunque bebía demasiada hidromiel para mi gusto.

Tonks lo observó con incredulidad mientras el anciano acercaba un par de copas flotantes llenas de cerveza. Tomó una y la acercó a la muchacha, que la aceptó con un gesto mecánico.

- Yo pensé que se trataba de una leyenda muggle.

- Supongo que es muy común para los muggles que un hombre recorra en una noche el mundo entero en un trineo flotante, entregando juguetes a todos los niños habidos y por haber – Observó el mago mientras tomaba un trago de su copa.

La joven permaneció en silencio meditando las palabras que otrora escuchase; poco a poco una sincera sonrisa se formó en su pálido rostro.

- Lo cierto en todo esto es que…. no existen imposibles. La magia está patente en todo lo que nos rodea y en cada aspecto de nuestras vidas, sea de forma implícita o no. Y también existen momentos en que se manifiesta con más fuerza que otros.

Dumbledore dirigió su sabio rostro hacia la luna a medias descubierta – Como te dije antes Nymphadora, esta noche es especial. – Guardó silencio por un momento- Incluso lo que añoramos en lo más profundo de nuestro ser puede hacerse realidad en una noche como esta.

El sonido de una campana interrumpió el agradable momento. Un reloj cucú comenzó a marcar las doce campanadas de la media noche y los brazos se alzaron en saludo, a la vez que la puerta de entrada se cerraba de golpe.

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Con los ojos cerrados y el silencio envolviéndolo como un manto, Remus esperó que la luna lo bañara con su luz perlada. Y tanto fue el deseo de su corazón en esa terrible noche que creyó soñar con unos suaves brazos que lo rodeaban, proporcionándole una calidez que él creía haber perdido. Guiado por un impulso se puso de pie y devolvió el gesto con palpable desesperación y un gemido melancólico escapó de su boca

- No te preocupes, ya estoy acá – Le susurró suavemente una dulce voz.

Y el hombre se dio cuenta que no soñaba. Abrió sus ojos asombrado, encontrándose frente a la persona que jamás se habría atrevido a imaginar ahí… al lado suyo.

Tonks le sonreía tiernamente, su rostro sonrosado era enmarcado por unos cabellos de un celeste glacial y acompañados de una mirada violácea, pícara y chispeante de alegría.

- Nymphadora… pero ¿cómo puede …- Pero ella lo calló de inmediato.

- Shh, que este es mi deseo – Le dijo con fingida amenaza.

El licántropo soltó una carcajada que resonó a su alrededor. De repente se sentía en el lugar correcto, ya no sentía frío.

- ¿Qué es tan gracioso si se puede saber?- Cuestionó ella.

- Creo que los dos deseamos lo mismo – Explicó él – Aunque, siento que falta algo más.

Y como si ella le hubiera leído la mente, tomó su mano derecha que aún sostenía el muérdago y la puso sobre los dos.

Feliz Navidad, Remus Lupin – Le contestó y acercó su rostro al de él para besarlo.

¡Finite relato! na