DISCLAIMER: Thor no me pertenece ni ninguno de sus personajes.
ADVERTENCIA*
Esta historia no tiene sentido. Thorki.
COMO EN LOS VIEJOS TIEMPOS.
Café traído de la tierra.
1.
–Thor… Thor –mascullaba Loki que iba de un lado a otro de la habitación.
–¡Ya! –le recriminó el aludido–. No me desesperes y déjame pensar.
Loki se detuvo abruptamente y se volvió hacia él.
–¿Pensar? ¿¡Pensar!? –exclamó doblándose sobre sí mismo, presa de la furia, el pánico y otro sentimiento que solo se podía comparar con el de la angustia absoluta–. Si pensaras, grandísimo estúpido, no estaríamos aquí buscando la manera de recuperar el maldito vestido.
Antes de contestar, Thor bajó la voz.
–Es solo una manchita…
–¿Manchita? –el vestido de Frigga yacía colgado del espaldar de una silla con un extraño diseño en la parte delantera. Café, café. Se les había derramado el café–. ¡Es del tamaño del maldito universo!
Thor estaba sentado en la escalera de la habitación; las piernas recogidas contra el pecho, los codos clavados en las rodillas, la quijada sobre los puños y la mirada ausente. En ese momento giró el torso hacia Loki que seguía moviéndose a sus espaldas, para encararlo con rabia.
–Es tu culpa. Si no me hubieras provocado… –se contuvo–. Si no te hubieras escondido en el armario…
–¿Quién demonios echa café caliente en el armario? O peor, ¿quién echa café caliente en el armario DE MAMÁ?
–Yo, yo echo café caliente en el armario de mamá –Thor volvió a mirar al frente.
–Thor… –dijo Loki, examinando el vestido mientras se mordía un dedo–. Esto es horrible.
–Tú y tus malditas copias, hermano. Si te hubieras metido efectivamente en el armario y no hubieras desaparecido, a tu copia, digo, nada de esto hubiera pasado.
Loki lo miró indignado.
–Ah, ahora soy yo el culpable por no permitir que me arrojaras el café encima.
Thor se puso de pie.
–¿No puedes hacer otro?
–Mis habilidades en la costura son directamente proporcionales a tu capacidad de razonamiento, o sea, nulas.
Thor avanzó hacia Loki. Pretendiendo agarrar el vestido lo hizo con demasiada fuerza y este, que sin saber estaba engarzado de la hombrera en la esquina de la silla, se desgarró.
Loki se llevó las manos a la cara, Thor ahogó un grito.
–¡Thor! –Loki hizo un aspaviento dramático–. ¿Qué hiciste? –rugió–. El peso de los ocho mundos recaerá sobre nosotros. Tenemos más de veinte años y nos siguen pasando cosas como estas… –su expresión se hizo mortalmente rígida–. ¡Por tu culpa, cabezota! ¡Porque no piensas! ¡Porque siempre lo arruinas todo con tu maldita fuerza y estupidez!
–Ya deja de regañarme –masculló Thor, zapateando el suelo–. Más bien ayúdame a esconder esto antes de que madre lo vea.
–¿Esa es tu brillante solución? –le increpó Loki.
–¡Sí!
Loki vio que Thor estrujaba el vestido en su puño apretado.
–¡THOR! No lo aplastes así, echarás a perder la pedrería.
La brisa llegaba desde fuera, por entre las altas y gordas columnas. Era el típico clima de Asgard cuando la noche estaba próxima a comenzar. Hubo un extraño sonido entonces que precedió la musicalidad de las trompetas, anunciando el arribo de los reyes al palacio real.
Los hermanos se miraron horrorizados.
–Están aquí –expresaron al unísono.
–Escondámoslo –dijo Loki dirigiéndose a la salida.
–¿No que era una mala idea? –musitó Thor, confundido.
–Ya cállate y ven conmigo.
2.
Corrieron por los pasillos como en los viejos tiempos de su niñez. Thor con el vestido en sus brazos como si se tratara de una damisela en peligro y Loki adelante, liderando la marcha, pero notablemente más nervioso que nunca. Siempre se esforzaba por ser un hijo modelo y entonces pasaban estas cosas.
–¿A tu habitación o a la mía? –preguntó Thor.
–A la mía –respondió Loki, deteniéndose de súbito frente a la puerta de su recamara y empujándola para que el rubio pasara, a la vez que echaba una frenética mirada a su alrededor para cerciorarse de que nadie los estuviera observando.
Adentro de la habitación, Loki encendió nerviosamente los candelabros.
–¿Y ahora qué? –quiso saber el mayor.
–No sé.
Thor contempló la prenda con desenfado.
–No está tan mal.
–Déjame ver –Loki le arrebató el vestido y le echó un ávido vistazo, y entonces, corroborando su peor pesadilla, miró por encima de él a su hermano–. Le arrancaste la pedrería… te dije… –dejó salir un bufido de resignación–. No importa qué dije. Ya nada importa.
–Quizás podamos lavarlo.
–No es un vestido cualquiera, Thor. Con los vestidos costosos no se puede usar agua y jabón simplemente.
–Intentémoslo –insistió.
–Es casi de noche. No podremos colarnos en la lavandería del palacio porque Dora estará ahí para hacer preguntas –las cejas de Loki se juntaron por un momento, imprimiéndole a su rostro la apariencia intelectual de la que tanto se jactaba–. Ya sé, iremos a la madrugada.
–¿Y los guardias?
–Eso es lo de menos.
Tocaron la puerta y Loki se sobresaltó como si le hubieran arrojado un baldado de agua fría. Es que si bien era un hombre sereno, discreto y por lo general, inteligente, no podía evitar perder el control de sus emociones cuando sentía que algo salía mal. Aquella actitud, que Thor había denominado en tantas ocasiones 'esquizofrenia', le había ganado a Loki el apodo de Lokish. De la palabra Skittish (asustadizo) en inglés y su nombre.
También había tres niveles dependiendo del contexto: Paranoia nivel 1, para situaciones normales de nerviosismo común, paranoia nivel 2, cuando el joven perdía la capacidad de ser él mismo o actuaba de manera impropia a su carácter, y paranoia nivel Loki, si lloraba, salía corriendo, se desmayaba, perdía la voz, sufría un ataque de asma o cualquier otra cosa por el estilo.
En aquel momento, Thor presenció un perfecto ejemplar de paranoia nivel 1. Loki hacía gesticulaciones y aspavientos exagerados para indicar que debían esconder el vestido (incluso si no tenían previsto abrir la puerta). Thor solo atinó a quitárselo de las manos y meterlo detrás de su espalda con la única intención de mantenerlo tranquilo.
–¿Joven Loki? –llamaron.
La primera vez, la garganta le falló. Loki lanzó una mirada de soslayo a Thor.
–¿S-sí? –contestó al fin.
Del otro lado de la puerta la voz continuó, satisfecha:
–La señora Frigga y el señor Odín solicitan su presencia en el comedor real.
–¿Y a mí? –metió baza Thor.
–¿Joven Thor?
–El mismo.
–La cena será servida en pocos minutos. La señora Frigga y el señor Odín desean que les acompañen.
Loki le tapó la boca a su hermano para impedir que respondiera por él.
–Bajaremos enseguida.
3.
Al llegar a las puertas dobles del comedor, Loki repitió por quinta vez la misma cosa: –Y que no se te ocurra abrir la boca.
–Ya entendí, ya entendí…
Frigga atisbó a sus hijos en el umbral de la puerta. Thor levemente inclinado para que Loki pudiera gritarle cómodamente en el oído. Nada del otro mundo. Aunque la severidad de la expresión del menor sin dudas le llamó la atención. La mujer se arrimó a su marido para pedirle que mirara. En cuanto este levantó la cabeza, los jóvenes dejaron de cuchichear y el padre preguntó por lo bajo:
–¿Son amigos otra vez?
Días atrás, Loki y Thor se habían enemistado porque a Thor se le había ocurrido traer a colación frente a sus amigos las tantas veces que hizo llorar a Loki cuando eran pequeños.
Como la vez en que lo encerró en el baño a oscuras y Loki se puso a llorar, y se asustó tanto que mojó sus propios pantalones. Había sucedido en unas circunstancias en las que al niño le aterraba la oscuridad. Thor conteniendo la puerta del otro lado y Loki incapaz de evitarlo con su escasa fuerza. Lo único que había evitado la cúspide de un ataque de paranoia nivel Loki fue el ama de llaves que por casualidad había visto la escena desde la escalera, cuando se disponía a bajar las toallas.
–¿Joven amo? –llamó. Thor soltó la puerta–. ¿Qué está haciendo?
No es que fuera a admitirlo. El niño balbuceó.
–Nada.
Pero la mujer, que no era tonta, se había olido algo y componiendo una mueca suspicaz, se acercó a él, escuchando así, inevitablemente, los sollozos de Loki desde el otro lado. Ella miró al príncipe mayor, temerosa, y luego abrió con algo de premura la puerta del cuarto donde Loki yacía hecho bolita en el suelo.
Thor no pudo ver la reacción del ama de llaves porque se dio a la fuga de inmediato, pensando acertadamente: 'Van a matarme'.
El chisme de que Loki se había orinado le llegó días después:
"El ama de llaves intentó tirarlo del brazo para hacer que se levantara, pero el niño se negaba con reticencia. No lo entendía, pero entonces sintió algo húmedo en su zapato y al mirar hacia abajo se encontró con que el charco amarillo bajo los pies del pequeño había llegado hasta los suyos."
–¿Recuerdas cómo se puso? –preguntó Odín con nostalgia.
Frigga se aclaró la garganta:
–¡Thod me encedó, Thod me encedó!
Y Thor había dicho, cuando ella le había reclamado: –¡Miente, mamá, miente! ¡No es más que un mentiroso llorón!
De vuelta al presente. Loki se sentaba al lado izquierdo de la mesa. Thor, frente a él, en el derecho, en lo que se dirigían una mirada cómplice.
–¿Ya no saludamos? –preguntó la reina.
Loki se puso de pie.
–Pido perdón por la negligencia –dijo haciendo una reverencia a sus padres. Thor fue menos exagerado y solo les sonrió con picardía.
Traída rápidamente para evitar que perdiera la temperatura ideal, el mesero se apresuró a servir la champaña. El líquido resbalando por la pared del cristal con la velocidad necesaria para formar la espuma suficiente y deteniéndose exactamente a dos centímetros del borde de la copa.
Loki entornó los ojos.
–Es un centímetro, no dos –reprendió.
El mesero agachó la cabeza.
–Lo siento, mi amo –dijo agregando un poco más de contenido–. No volverá a pasar.
Cuando Loki se volvió hacia su hermano, descubrió que este le miraba con sorna.
–¿Tienes algo que decir, Thor?
El aludido negó con la cabeza, a la vez que sonreía y levantaba su propia copa de champagne en lo alto.
–Por la inteligencia de Loki –brindó.
Frigga y Odín imitaron el gesto.
–Salud.
Loki, maldiciendo, se obligó a hacer lo mismo.
Después vino el primer plato y los problemas estaban lejos de acabar. Al ver lo que restaba de licor en la copa, Thor sonrió.
–¿Loki, de qué color es la champaña?
Loki dejó de prestar atención a su ensalada para mirar a quien le hablaba y luego al vaso. Tuvo miedo de contestar, pero sintió la necesidad de remarcar lo evidente y al final acabó haciéndolo.
–Amarilla.
La aparentemente inocente respuesta hizo reír a Thor tan fuerte que la cabeza se le sacudió bruscamente hacia atrás. Frigga y Odín lo miraron con curiosidad. Loki solo atinó a fruncir el entrecejo.
–Tal vez debimos brindar por tu estupidez, definitivamente es más infinita que mi inteligencia.
–No se discute en la mesa –sentenció Odín que había estado misteriosamente taciturno hasta entonces–. No uses ese vocabulario frente a nosotros, Loki; y Thor, deja de fastidiar a tu hermano.
–Yo solo le he preguntado por el color de los orines, digo, de la champaña y él me ha insultado.
Loki lo entendió todo.
–Con que eso era, ¿eh?
Frigga, presintiendo una guerra, intervino.
–¿Me pasas la sal, querido?
–¿Para la ensalada? –inquirió Odín confundido, ganándose un pisotón.
–Siempre es buena la lechuga con algo más de aderezo. ¿No es así –Frigga sonrió con malicia, miraba a sus hijos–, bebés?
–Mamáaaa.
La vergonzosa apología logró su cometido despejando los humos hasta el plato fuerte, cuando Loki decidió recomenzar la batalla.
–¿Thor, de qué color es la sangre?
–Roja –respondió con la boca llena–, ¿por qué?
En ese momento, el mesero que acarreaba la bandeja con el roast beef del rubio tropezó, lanzándole el plato encima.
–¡Mi señor! –gritó el pobre subordinado sacándose el pañuelo del peto ante la sorpresa de la reina, la perplejidad del rey, el salto del príncipe mayor y la cara de fingida sorpresa del menor–. Le pido perdón, estoy más torpe que de costumbre… yo…
–Roja como la salsa de la carne –Loki sacó la lengua.
Thor se puso de pie iracundo casi dándole un empellón al sirviente que lo limpiaba.
–¡Lo hiciste tropezar a propósito!
–Oh, no, Thor. Ha sido sin querer. Ha sido la emoción del momento. Ha sido… –Loki tuvo que saltar de su silla cuando el otro le arrojó un plato. Se quedó viendo los restos de la vajilla en el suelo–. Eso no fue lindo.
–¿Lindo? ¿Lindo? ¿Quieres algo lindo? ¡Ahora verás algo lindo!
–¡Suficiente! –rugió Odín, cuando vio en Thor evidentes signos de querer empezar a perseguir a Loki alrededor de la mesa–. Dejen de ser tan inmaduros y empiecen a comportarse como lo que son. ¿O debo recordarles que ya no son unos niños? –luego añadió, en un tono herido con los ojos entornados–. ¿Es esto lo que les he enseñado?
–¡Él empezó! –chilló Loki.
–Y tú has sido lo suficientemente necio para seguirle la corriente –el grito fue tan severo que Loki retrocedió como si lo hubieran empujado. Miró largamente a su padre, luego a su madre y luego a Thor antes de dar media vuelta y encaminarse a la salida con los puños apretados, bajo la mirada estupefacta de los sirvientes.
–Ay noooo –exhaló pesadamente Thor–, ya estará maquinando la destrucción de otro planeta… ¿Cuántos nos quedan? –Frigga lo acuchilló con la mirada–. Es la verdad, mamá. Loki es un esquizofrénico.
Los sirvientes ya se congregaban a limpiar el desastre.
–¿Debo traer un cambio de ropa? –murmuró apenado el mesero.
–¿Cambio de ropa? –repitió Thor y se miró a sí mismo. Recordó entonces todo lo acontecido desde la tarde. El vestido, la mancha, el plan que en ese mismo instante se iba al carajo…–. Dioses… –Odín y Frigga levantaron las cejas. Thor corrió a la salida y en algún punto de la marcha se dio vuelta para hablar a sus padres, caminando de espaldas–. Vuelvo enseguida.
Los reyes suspiraron. Odín se sentó de nuevo, encogiéndose de hombros. Iba a hincarle el diente al trozo de carne pero Frigga se lo impidió, arrebatándoselo.
Venía desenmarañando esta historia desde hacía tiempo y no tenía pensado publicarla. Cuento rápidamente: Me quedo sola en casa desde hoy hasta el martes y aunque la idea me encantó al principio (porque me dejaron un refri lleno de comida y licor a mi disposición), entrada la noche empecé a sentirme sola, así que… hago esto para satisfacer mi necesidad social, porque hablar, y que lo único que te responda sea tu propio eco, es muy triste. Forever alone. Síiii. Tal vez debería armar una fiesta como en las películas pero como odio a todos mis vecinos pues ni modo. Déjenme saber su opinión, gracias por leer.
