No, no estoy loca. Este capítulo había sido escrito hace unos meses, lo que pasa es que busqué un fic de Yuzuha y casi lloro al sólo encontrar uno corto en inglés. No es en sí una nueva historia, sino digamos que la "secuela" de Ouran High School the Host's girlfriend, aunque eso podrá apreciarse más en el epílogo que ya tengo para esa historia.

Si alguien piensa que está mal por la información del manga, aclararé que no lo he leído todo, por lo que espero que me corrijan si es necesario en algunos datos. Sin más qué agregar, damos inicio al nuevo arco de mi saga (me siento importante): "I don't want a typical blue prince", en donde veremos que el amor a primera vista no es del todo correcto.

Por cierto, que yo sepa, el nombre y apellido del padre de los gemelos no ha sido publicado por la autora, corríjanme si me equivoco.


Cuando alguien mencionaba "Hitachiin Yuzuha" eran variadas las palabras que acudían a la mente; algunos pensaban en Belleza, otros más en Moda y había quienes en Estilo, pero había algo en lo que todos concordaban y eso era Peligro.

A pesar de ser una chica muy guapa, de larga cabellera pelinaranja que caía suavemente por su espalda en delicadas ondas, unos ojos ámbar preciosos que brillaban nítidamente y unos labios que se curvaban ligeramente cada vez que sonreía, lo cierto es que la mayoría de los estudiantes de Kabu no gakkou preferían mantener su distancia con ella.

Los cuchicheos no se hicieron esperar mientras miraban a la adolescente quien, de manera firme y segura caminaba por los pasillos del tan aclamado colegio y luego, abría una puerta, entrando por la misma. En el vidrio de ella podía apreciarse en grandes letras negras "Director".

–Señorita Hitachiin, tome asiento, por favor –pidió el hombre canoso del otro lado del escritorio, suspirando al ver que no había tocado antes de entrar.

La joven cruzó los brazos y le miró de manera desafiante, al tiempo que un mechón rebelde caía por su rostro, ella simplemente sopló, colocándolo de nuevo en su lugar.

–Supongo que entiende el porqué de su llamamiento, ¿no es así? –abrió una carpeta, donde podía apreciarse el nombre y apellido de la joven– Daño a propiedad escolar, inadecuado uso del inmobiliario, vocabulario inapropiado, desacato a la autoridad escolar, agresión a la comunidad estudiantil y no olvidemos su… inapropiado uso del uniforme.

La chica continuaba muda ante la reprimenda, el hombre soltó un suspiro y se quitó los anteojos, masajeándose el puente de la nariz, intentando contenerse.

–Todos, cometidos en apenas esta semana… –dejó caer el grueso historial frente a la pelinaranja– ¿Tiene algo qué decir?

–¡No fue mi culpa, tío! –le miró con ojos de cachorro.

–Le he dicho que no me llame así, en la escuela soy su Director, eso no va a cambiar ni recibirá usted trato especial sólo por estar relacionados sanguíneamente.

La adolescente infló los cachetes, luciendo adorable y logrando suavizar un poco el temperamento huraño del mayor, quien sonrió tiernamente y pidió nuevamente con un tono de voz más dulce.

–Vamos, Yu-chan, cuéntale al tío qué pasó.

–Está bien –sonrió mientras se balanceaba en la silla en la cual estaba sentada–. No quise dañar mi casillero, simplemente olvidé la combinación y al no poder abrirlo, lo golpeé en un momento de enfado. El profesor Nakamura se dio cuenta y me puso el reporte de inmediato. Siempre la tiene en mi contra por haberme quedado dormida en una de sus "interesantes" clases.

El hombre rió al ver cómo la chica resaltaba la palabra con comillas imaginarias mientras jugaba con las manos y pies.

–¿Y el inmobiliario? –pidió la explicación, recargándose en el escritorio, sabiendo que habría alguna anécdota divertida detrás de todo eso.

–Keiko-chan encontró su banca rayada al regresar del receso, la profesora Imamura se molestó y amenazó con reportarla a la Dirección, ¡contigo, tiito! ¿puedes creerlo? Y como yo tengo un historial ya pero ella es intachable me eché la culpa. Además, papá no pasaría de suspirar y entornar los ojos, mientras que la madre de Keiko seguramente la castigaría con lo que resta del año escolar, ¡eso no es justo! –volvió a inflar los cachetes.

–¿Vocabulario inapropiado? –sonrió, comprendiendo un poco mejor la situación.

–¡Sólo porque grité en italiano no significa que estaba maldiciendo en japonés! –se quejó, elevando los brazos al cielo– Si el maestro de Lengua hubiese estado allí seguramente me ponía un sobresaliente en la próxima entrega de calificaciones.

–Pero no era italiano, ¿cierto? –leyó el reporte.

–Bueno, un mal italiano… Quiero decir… la comida estaba muy caliente ese día, me quemé y grité en otro idioma con la lengua quemada, claro que los demás lo malinterpretaron –aclaró al ver cómo la miraba acusadoramente.

–¿Desacato a la autoridad escolar?

–Que yo sepa, el maestro no está autorizado a poner un castigo físico, así que cuando Okita-sensei me castigó con dar diez vueltas extra alrededor de la pista, me rebelé –se cruzó de brazos nuevamente.

–Hablaré con Okita después. ¿Qué tienes que decir en cuanto a la pelea con esa compañera? –sostuvo su mirada.

–¡Ella inició! –se molestó– Y no, no estoy siendo infantil. Insultó a Keiko-chan por su peso, ya sabes lo sensible que es en ese asunto. No importa si es gorda o delgada, incluso si llegase a pesar más de una tonelada, sigue siendo mi mejor amiga y no voy a dejar que nadie la lastime.

–Keiko es muy afortunada al contar con tu amistad –le sonrió–, ¿me dirás ahora por qué vistes de esa forma tan escandalosa?

–¿Qué tiene? –se miró.

–El reglamento escolar claramente estipula la manera correcta de portar el uniforme, ¡no eso que llevas puesto!

–Así es, cumplo con el reglamento. Dice que las chicas debemos usar una falda tableada azul marina cinco centímetros arriba de la rodilla y así es; calcetas blancas y así es; saco azul marino y así es; camisa blanca y así es; moño rojo y así es; cabello recogido y así es.

La adolescente sonrió triunfante. Si bien la falda cumplía con los estándares, las calcetas llegaban arriba de la rodilla, a diferencia de sus compañeras que las usaban abajo de la misma; el saco había sido modificado para que se apegara más a su cuerpo, dándole una bella apariencia; la camisa blanca no estaba abotonada completamente y era de mejor tela que la utilizada en la confección del resto; el enorme moño, en vez de llevarlo con la camisa cerrada ahora era de menor tamaño y había sido transformado en un prendedor del lado derecho, dejando al descubierto del otro lado el escudo del colegio; el cabello, si bien recogido en una media coleta, ésta era delgada y había sido atada por debajo del resto de la cabellera, dando la apariencia de llevar el pelo suelto.

Kazuo Kunomasu, el tío de Yuzuha, suspiró al darse cuenta de que violaba las reglas sin violarlas. El reglamente debería de ser más específico al respecto. Sonrió al comprenderlo y le despidió con la mano, indicándole que podía retirarse.

–¡Gracias, gracias, tiito! –se colgó de su cuello antes de dar media vuelta y salir corriendo.

Cuando abrió la puerta del salón de clases ya el profesor había comenzado la lección, molestándose de ser interrumpido por la joven, quien ni siquiera pidió permiso para entrar, simplemente lo hizo y se sentó en su lugar de siempre. Una chica de corta cabellera azabache que apenas le llegaba por arriba de los hombros y un moño rosa del lado izquierdo le contempló con detenimiento.

–Yu-chan, ¿te encuentras bien? –preguntó quedamente.

–¡Por supuesto! –respondió enérgica– No podían hacerme nada porque no he hecho nada malo, se trataba de simplemente un malentendido.

–¿Entonces todo ya fue aclarado? –volvió a inquirir mientras tomaba nota de lo dicho por el profesor.

–Más que aclarado, Keiko-chan –sonrió.

Las clases continuaron como de costumbre. Yuzuha bostezaba de cuando en cuando, molestando a los profesores; Keiko se preocupaba por la actitud de su amiga, así que trataba de despertarla cuando parecía haberse quedado dormida; por fin el timbre anunció el fin de las clases, comenzando con las actividades de los diversos Club. Yuzuha comenzó a recoger sus cosas, ya que no se había enrolado en ninguno de ellos, pese habérselo pedido su tío.

–Bien, por hoy es todo –sonrió satisfecha.

–Así es… –le miró tímidamente Keiko con sus cosas ya en sus manos.

–¿Saldrás muy tarde? No me gusta que te vayas cuando ya ha caído la noche –le preguntó.

–¿Ahhh? No, no, tranquila –sonrió, bajando la mirada–, hoy sólo vamos a comentar la última novela.

–Qué aburrido… –se quejó, llevándose las manos detrás de la nuca– Yo no podría soportar estar ni cinco minutos en el Club de Lectura, ¿segura que no quieres cambiarte? ¿O darte de baja permanente?

–A mí me gusta… –dijo quedamente.

–Bueno, creo que contra eso nada puede hacerse, ¿no es verdad? –sonrió ampliamente– Sólo no leas mucho o tu cerebro se sofocará.

–¿E-En serio? –preguntó asombrada.

–Es sólo una broma –rió–, no puedo creer que creas eso, Keiko-chan.

La azabache rió al darse cuenta de lo infantil que había sonado. Admiraba mucho a Yuzuha, ella era bella, segura, autosuficiente, amable, quizás un poco impulsiva, pero realmente era una persona maravillosa. Además, era la única que le trataba con decoro y respeto, queriéndola como a una hermana.

–Entonces nos vemos mañana –le despidió.

–Sí –asintió con la cabeza.

La pelinaranja salió del salón, cruzó los pasillos y bajó las escaleras dispuesta a ir hasta el estacionamiento, donde seguramente su limosina ya le esperaba. Iba tarareando una tonada mientras jugaba con los pies, repitiendo pasos de baile que había visto en algunos videos musicales, tan ensimismada estaba en ello que perdió el piso y resbaló por los escalones, sin embargo, justo en ese momento unos jóvenes iban subiendo, por lo que le cayó encima a uno de ellos.

–¿Estás bien? –preguntó aquél que en ese momento le sostenía.

–A-A-Ahhh… ¡sí, sí, sí! –se sonrojó enormemente.

–Debería tener más cuidado, ¿Señorita… ? –le miró.

–¡Hitachiin! –procedió a aclarar– Hitachiin, Yuzuha.

–De acuerdo, Yuzuha, ten más cuidado la próxima vez, ¿sí? Aunque… debo de decir que agradezco el que tropezaras –sonrió.

–¡¿QUÉ?! –le miró molesta.

–De otro modo, no habría podido conocerte –rió cantarinamente.

Si antes se había sonrojado, entonces en ese momento los tomates bien podrían sentirse celosos del rojo que adornaba la cara de la pelinaranja, quien por la pena no pudo reaccionar de ninguna forma. El joven se despidió con la mano y subió las escaleras con el resto de sus amigos, quienes comenzaron a codearlo al ver su atrevimiento con la joven. Yuzuha notó que tenían uniformes del Club de Fútbol, por lo que indudablemente pertenecían al mismo. Sonrió al darse cuenta de su buena fortuna, su primo era capitán del mismo y seguramente podría indagar quiénes eran esos chicos. Dio media vuelta dispuesta a bajar de una vez por todas pero chocó de frente con alguien.

–Lo siento… –se disculpó, sobándose la nariz.

–Fíjese por donde va –dijo el desconocido.

Yuzuha le contempló molesta: cabello azabache, uniforme portado correctamente, gafas de montura negra, portafolio del mismo color y un libro en las manos. Típico ratón de biblioteca, ¿cómo se le ocurría a él hablarle así? Bufó enojada y terminó el descenso.

Por fin llegó hasta su limosina, su chofer abrió permitiéndole el paso, su hermana no se encontraba allí, ya que al estar implicada en un Club saldría un par de horas después, teniendo la limosina para ella sola. Aventó el portafolio lejos, del otro lado del transporte, cruzó una pierna sobre la otra y sacó su celular. El auto se puso en marcha. Tecleó un número en su móvil, esperando ansiosa el timbrado.

¿Sí? –escuchó del otro lado.

–¡Hola, Hayato! –saludó alegre.

Ammmhola Yuzuha –devolvió el saludo.

–¿Cómo has estado? –inquirió.

Bi-Bien, ¿a qué se debe tu llamada? –preguntó, sabiendo que la chica nunca hacía algo sólo porque sí.

–¿Acaso no puedo saludar a mi primo favorito? –dijo con el mejor tono de voz que pudo.

Su-Supongo –suspiró.

–¿Qué harás el fin de semana? –dio inicio a su plan.

¿Por qué?–preguntó dudoso.

–A Izumi y a mí nos gustaría verte.

¿Una comida empresarial?

–¡No, tontito! Sólo verte, podríamos jugar videojuegos, he mejorado mucho desde la última vez.

¡¿MÁS?!–se espantó– Yuzu, eres una increíble jugadora que me ha masacrado en todos los videojuegos habidos y por haber ¿y aún así me dices que has mejorado? Definitivamente tú no eres humana.

–¿Acaso le temes a una chica? –le retó, segura de la contestación.

¡Por supuesto que no! Este fin de semana seré yo quien acabe contigo.

–¡Perfecto! –festejó– Te esperamos en la casa a las 12, ¿te parece bien?

Allí estaré.

Yuzuha colgó sonriente, Hayato era fácil de manejar y eso era algo que agradecía. No podía preguntarle directamente sobre ese chico ni hacerlo disimuladamente en estos días, de ser así él pensaría que estaba desesperada y definitivamente ésa no era la imagen que quería transmitir. El fin de semana llegó pronto y la pelinaranja esperó pacientemente a la llegada de su primo, un castaño de ojos azules que bien podía cautivar a cualquiera. Bajó corriendo los escalones apenas sonara el timbre, sabiendo lo puntual que era.

Abrió la puerta, topándoselo. El chico llevaba una mochila al hombro donde seguro traía todo lo necesario para pasarla bien el fin de semana.

–¡Hayato! –se lanzó a abrazarlo.

–Hola, Yuzu –devolvió el saludo, acariciándole los cabellos.

Fue en ese momento en que notó que no estaba solo, pues junto a él un joven azabache se encontraba, torció la boca molesta al darse cuenta de quién se tratara: el mismo nerd encontrado en los escalones del Instituto.

–Déjame presentarte a mi prima –quiso ser cortés el castaño.

–Ya la conocía… –contestó el otro sin darle gran importancia.

–Sí, nos topamos en las escaleras hace unos días –se cruzó de brazos al ver su reacción–, fue muy descortés conmigo, Hayato-kun.

–La descortés parece ser otra, que ni siquiera recuerda a sus compañeros de salón –le devolvió.

–Sólo recuerdo a aquellas personas que valen la pena –fue su turno.

–¡Hey, hey, tranquilos! –se interpuso el castaño– Guarden esas energías para los videojuegos.

–Pero Hayato-kuuuuuuuuun, te invité a ti, no a ese ratón, no quiero que se siente en un rincón a leer mientras me manda mala vibra –se quejó como niña pequeña.

–Le invité porque creí que ya era hora de que te probaras con alguien de tu nivel –sonrió el de ojos azules–. Por si no lo sabías, tiene el Dragon S por tres años consecutivos.

–¿Así que un Gamer? –le miró curiosa.

La pelirroja sabía que Dragon era uno de los Títulos otorgados por la SST, indicando el tipo de videojuegos en los que se especializaba el miembro y el rango S era el más alto al que se podía aspirar, renovándose cada año en un duro concurso nacional donde las capacidades eran puestas a prueba con el lanzamiento de nueva mercancía, habiendo sólo 3 por año que eran retados constantemente por ese reconocimiento.

–Bien, hoy será el día en que te arrebate el título… –le miró fijamente– ¿Cuál dices que era tu nombre?

–Puedes llamarme "Black wolf" –no se amedrentó.

–Entonces dime "Huntress" –sonrió superiormente.

Hayato tuvo un mal presentimiento, quizás no debía haber invitado a su mejor amigo.