Hermione entró en la biblioteca tan rápido que a Ron casi no le dio tiempo
a esconder debajo de otros libros la revista que estaba mirando.
-¿Has visto a Harry?- preguntó ella, con una urgencia típica de las mujeres, pensó Ron.
-No, hace un montón que nadie sabe por dónde anda... ¿por qué le buscas?
Hermione hizo un barrido rápido de los presentes, y juzgó que podía hablar sin peligro. Mujeres, pensó Ron.
-He encontrado algo- susurró ella.- Ya sabes que Harry ha estado bastante distraído, y la pobre Cho... bueno, ya sabes que la ha dejado.-Según el tono de Hermione, podría deducirse que Cho padecía alguna terrible enfermedad degenerativa e irreversible.
-Ya. Espero que sobreviva.
-Eres un insensible, Ron. Está hecha pedazos. Vino a verme el otro día... muy preocupada. Piensa que Harry ha cambiado demasiado en este mes, cosa que es verdad y que no me puedes negar. ¿No te das cuenta de que casi nunca viene con nosotros? ¿Dónde se esconde?
-Pues... ¿Qué se yo? Hay veces... A ver, Hermione, los hombres necesitan... necesitamos... un poco de independencia. El chaval estará atravesando una etapa, o algo así. Si necesita pensar y dar vueltas, pues que las dé, ¿no?.
-Si dices lo de la independencia por la revista ordinaria que acabas de ocultar, no creo que sea ese el caso de Harry... si estuviera interesado en otra chica, Cho y yo nos habríamos dado cuenta. Las chicas somos sensibles para esas cosas.
Ron aprovechó para desviar definitivamente el tema.
-Entonces, ¿a qué piensas que puede deberse el cambio de Harry? ¿Y qué es eso que has encontrado?
-Respuesta número uno: un hechizo Ardentus.
Hermione tenía los ojos muy abiertos.
-Creo que hay alguien intentando atraer la atención de Harry mediante artes oscuras. –Hermione volvió a asegurarse de que en la sala no había indiscretos- Y respuesta número dos: mira esto.
Le tendió un pergamino a Ron:
Tu voz me arrastra al más profundo y cálido vientre de la tierra, pero el tacto de esta oscuridad es mejor que ningún vuelo.
-Es la letra de Harry.
-Ya lo sé, tonto. Se le cayó el otro día del libro de Pociones.
-Y tú, por supuesto, corriste a devolvérselo sin leerlo.
-¡Ron! Estamos hablando de algo que puede estar haciendo daño a Harry. Ni siquiera se acordó de proteger el pergamino de pérdida, o de los ojos ajenos... aunque mis ojos no son ajenos, claro. ¿No ves que es un poema de amor? Un hechizo Ardentus, como seguramente no sepas, obligan a quien lo sufre a amar perdidamente a quien se lo lanza. ¿No te das cuenta de lo que puede estar pasando?
-Pero, ¿Quién iba a querer enamorar a Harry aparte de Cho?
La malevolencia no fue bien sugerida por Ron, así que se le escapó a Hermione.
-Pues cualquier chica... menos yo, claro. Y no sólo eso... ¡cualquier persona que quisiera controlarle!
-¿Por ejemplo Draco Malfoy?- bromeó Ron.
-Por ejemplo-, contestó Hermione, como una posibilidad más.
Ron tragó saliva. Esa idea iba más allá de las posibilidades de su mente. Estaba pálido.
-Creo que deberíamos hablar con Harry YA.
---oooOOOooo---
Era muy fácil perderse en el laberinto de escaleras móviles que comunicaban los pasillos de Hogwarths, especialmente en los pisos altos. Se ponía uno a caminar, y las escaleras no terminaban nunca, y te mecían, y giraban, y sólo había que dejarse llevar por sus torsiones y sus inclinaciones. El deleite de estar al borde de perder el equilibrio.
Harry nunca había estado en este pasillo. Era un corredor de paredes curvas, y en algunas de las piedras había viejos dibujos, que parecían druídicos. Esto le dio una idea: escogió una vetusta piedra de un color especialmente azulado, y con trazos mágicos de su varita escribió en ella:
Ssss sSsss SS sss
Le gustaba dibujar variaciones de esa letra: curvas como pequeños sonidos que se abrazaban los unos a los otros, conformando un susurro, una promesa sigilosa, un secreto. Había estado pensando mucho últimamente, preguntándose el porqué de algunas extrañas sensaciones que se repetían con frecuencia alrededor de cierta persona a la que debería odiar. Por ejemplo, esa peculiar ansiedad que le dominaba en su presencia, y esa inmovilidad, ese bloqueo de la capacidad de pensar y de actuar normalmente.
Había veces, recordaba Harry, en las que se daba cuenta de la presencia de esa persona en el espacio cercano, sin haberla visto ni oído, ¿cómo era posible? ¿a qué se debía esa conexión intuitiva, esa hipersensibilidad? Siempre había existido esa tensión, esa electricidad, aparentemente negativa aunque siempre les acababa acercando. Sin embargo, ahora la polaridad se había invertido, y Harry estaba sintiendo desplegarse todos los matices de esa atracción paradójica, oscura, inevitable; de ese vértigo tan necesario que hacía difuminarse cualquier otra prioridad.
Harry sacó del bolsillo una pequeña grabadora. La había comprado hacía poco en una salida secreta a Londres: media noche volando ilegalmente de ida y otra media de vuelta tan sólo para hacerse con este artilugio tecnológico que los magos no podía detectar.
-¡Accio!
La grabadora se elevó en el aire, y Harry, con un golpe de varita, pulsó la tecla de reproducción. Una voz profunda como las corrientes subterráneas repitió lentamente:
-... cinco puntos menos para Gryffindor, Potter.
Harry volvió a estremecerse al oír su nombre. De pronto, se acordó.
-¡La clase!
---oooOOOooo---
-¡Longbottom! Es la segunda vez que le recuerdo que ese no es el ángulo adecuado para cortar la raíz de Heliconia.
Neville no quería hacer sufrir a la raíz viva, que gemía con cada cuchillada. Ardía en deseos de aprobar de una vez pociones para enseñarle a Snape que podía hacer las cosas de otra manera, sin maltratar ni despreciar las plantas.
El profesor parecía estar de buen humor. Su rostro mostraba el equivalente de una sonrisa: la ausencia de gesto torcido.
-¿Dónde está Harry? -Le susurró Hermione a Ron.
-Llevo buscándolo toda la mañana... nada de nada. Tampoco ha venido a Trazado de Cartas Mágicas.
-Y sólo quedan dos meses para los EXTASIS.
-Sabía que ibas a decir exactamente eso- suspiró Ron.
-Señorita Granger, esa destilación no tiene el color adecuado. Me parece que está usted más distraída de lo recomendable.
-Sí, señor... perdone...- Hermione enrojeció como un vaso de granadina.
En ese momento, se abrió la puerta de la clase. Por primera vez en ese curso alguien se atrevía a llegar tarde a la clase de Snape.
-Bienvenido, Señor Potter. ¿Quiere usted una taza de té?
La ironía penetró hasta el fondo de los huesos de la clase entera. Pero Harry no pareció advertirla. Sonreía de un modo extraño, y evitaba la mirada del profesor.
-No, gracias, creo que debería ponerme a trabajar, ya que he llegado tarde.
La clase contuvo la respiración, pero Snape se limitó a darle la espalda con desprecio. Harry fue a sentarse al lado de Luna Lovejoy y de Marta Iuso, una estudiante de intercambio que venía de una oscura ciudad española. Era una chica delgada, reservada y un poco tímida, pero segura de sí misma.
-¿Por qué se sienta con esas si a tu lado hay sitio libre? ¿No le vas a decir nada?
-A lo mejor le gusta la española, Hermy.
-¡Claro! Puede que sea ella quien lo está embrujando. Ya ves lo rara que es. Podría ser perfectamente una enviada de Savonarola, el mago oscuro de las Islas Baleares... o incluso una mortífaga...
-Hermy...
-¡No me llames así en público!
El susurro de Hermione al decir esto fue tan sonoro que hasta el profesor volvió la cabeza.
-Hermione... -Ron siguió con un susurro tan inaudible como la voz de un ratón- ¿cómo puede haber mortífagos desde que desapareción Voldemort?
-Nunca me creeré que haya desaparecido del todo. Y aunque así fuera, todos los que estaban con él han podido reagruparse y elegir otro líder. No todos están en Azkaban- al decir esto, indicó con la cabeza a Malfoy.- Su padre consiguió convencer al jurado. Claro, que en el jurado había dos de los suyos. Son muchos, Ron.
Los dos se quedaron un rato en silencio, mientras Snape corregía con la varita un error de Goyle.
-Ya lo sé, pero creo que exageras un poco. Siempre ha habido ramas oscuras en la magia.
-Como las de esa. Por eso se sienta con la loca Lunática, que no se entera de nada.
En ese momento, Harry se rió de un comentario de Marta, que le estaba ayudando con la poción.
-Dicen que en España saben mucho de pociones. Y además es mona- dijo Ron, ganándose la mirada furibunda de una chica que llevaba un cuchillo en la mano.
---oooOOOooo---
Era una espléndida mañana, un día claro y luminoso de primavera, con poco viento. A pocos kilómetros de la escuela, una alfombra, que por abajo era de color azul muy pálido para que no la detectaran los muggles, surcaba el cielo con una hermosa pasajera a bordo, rumbo a Hogwarths.
-¿Has visto a Harry?- preguntó ella, con una urgencia típica de las mujeres, pensó Ron.
-No, hace un montón que nadie sabe por dónde anda... ¿por qué le buscas?
Hermione hizo un barrido rápido de los presentes, y juzgó que podía hablar sin peligro. Mujeres, pensó Ron.
-He encontrado algo- susurró ella.- Ya sabes que Harry ha estado bastante distraído, y la pobre Cho... bueno, ya sabes que la ha dejado.-Según el tono de Hermione, podría deducirse que Cho padecía alguna terrible enfermedad degenerativa e irreversible.
-Ya. Espero que sobreviva.
-Eres un insensible, Ron. Está hecha pedazos. Vino a verme el otro día... muy preocupada. Piensa que Harry ha cambiado demasiado en este mes, cosa que es verdad y que no me puedes negar. ¿No te das cuenta de que casi nunca viene con nosotros? ¿Dónde se esconde?
-Pues... ¿Qué se yo? Hay veces... A ver, Hermione, los hombres necesitan... necesitamos... un poco de independencia. El chaval estará atravesando una etapa, o algo así. Si necesita pensar y dar vueltas, pues que las dé, ¿no?.
-Si dices lo de la independencia por la revista ordinaria que acabas de ocultar, no creo que sea ese el caso de Harry... si estuviera interesado en otra chica, Cho y yo nos habríamos dado cuenta. Las chicas somos sensibles para esas cosas.
Ron aprovechó para desviar definitivamente el tema.
-Entonces, ¿a qué piensas que puede deberse el cambio de Harry? ¿Y qué es eso que has encontrado?
-Respuesta número uno: un hechizo Ardentus.
Hermione tenía los ojos muy abiertos.
-Creo que hay alguien intentando atraer la atención de Harry mediante artes oscuras. –Hermione volvió a asegurarse de que en la sala no había indiscretos- Y respuesta número dos: mira esto.
Le tendió un pergamino a Ron:
Tu voz me arrastra al más profundo y cálido vientre de la tierra, pero el tacto de esta oscuridad es mejor que ningún vuelo.
-Es la letra de Harry.
-Ya lo sé, tonto. Se le cayó el otro día del libro de Pociones.
-Y tú, por supuesto, corriste a devolvérselo sin leerlo.
-¡Ron! Estamos hablando de algo que puede estar haciendo daño a Harry. Ni siquiera se acordó de proteger el pergamino de pérdida, o de los ojos ajenos... aunque mis ojos no son ajenos, claro. ¿No ves que es un poema de amor? Un hechizo Ardentus, como seguramente no sepas, obligan a quien lo sufre a amar perdidamente a quien se lo lanza. ¿No te das cuenta de lo que puede estar pasando?
-Pero, ¿Quién iba a querer enamorar a Harry aparte de Cho?
La malevolencia no fue bien sugerida por Ron, así que se le escapó a Hermione.
-Pues cualquier chica... menos yo, claro. Y no sólo eso... ¡cualquier persona que quisiera controlarle!
-¿Por ejemplo Draco Malfoy?- bromeó Ron.
-Por ejemplo-, contestó Hermione, como una posibilidad más.
Ron tragó saliva. Esa idea iba más allá de las posibilidades de su mente. Estaba pálido.
-Creo que deberíamos hablar con Harry YA.
---oooOOOooo---
Era muy fácil perderse en el laberinto de escaleras móviles que comunicaban los pasillos de Hogwarths, especialmente en los pisos altos. Se ponía uno a caminar, y las escaleras no terminaban nunca, y te mecían, y giraban, y sólo había que dejarse llevar por sus torsiones y sus inclinaciones. El deleite de estar al borde de perder el equilibrio.
Harry nunca había estado en este pasillo. Era un corredor de paredes curvas, y en algunas de las piedras había viejos dibujos, que parecían druídicos. Esto le dio una idea: escogió una vetusta piedra de un color especialmente azulado, y con trazos mágicos de su varita escribió en ella:
Ssss sSsss SS sss
Le gustaba dibujar variaciones de esa letra: curvas como pequeños sonidos que se abrazaban los unos a los otros, conformando un susurro, una promesa sigilosa, un secreto. Había estado pensando mucho últimamente, preguntándose el porqué de algunas extrañas sensaciones que se repetían con frecuencia alrededor de cierta persona a la que debería odiar. Por ejemplo, esa peculiar ansiedad que le dominaba en su presencia, y esa inmovilidad, ese bloqueo de la capacidad de pensar y de actuar normalmente.
Había veces, recordaba Harry, en las que se daba cuenta de la presencia de esa persona en el espacio cercano, sin haberla visto ni oído, ¿cómo era posible? ¿a qué se debía esa conexión intuitiva, esa hipersensibilidad? Siempre había existido esa tensión, esa electricidad, aparentemente negativa aunque siempre les acababa acercando. Sin embargo, ahora la polaridad se había invertido, y Harry estaba sintiendo desplegarse todos los matices de esa atracción paradójica, oscura, inevitable; de ese vértigo tan necesario que hacía difuminarse cualquier otra prioridad.
Harry sacó del bolsillo una pequeña grabadora. La había comprado hacía poco en una salida secreta a Londres: media noche volando ilegalmente de ida y otra media de vuelta tan sólo para hacerse con este artilugio tecnológico que los magos no podía detectar.
-¡Accio!
La grabadora se elevó en el aire, y Harry, con un golpe de varita, pulsó la tecla de reproducción. Una voz profunda como las corrientes subterráneas repitió lentamente:
-... cinco puntos menos para Gryffindor, Potter.
Harry volvió a estremecerse al oír su nombre. De pronto, se acordó.
-¡La clase!
---oooOOOooo---
-¡Longbottom! Es la segunda vez que le recuerdo que ese no es el ángulo adecuado para cortar la raíz de Heliconia.
Neville no quería hacer sufrir a la raíz viva, que gemía con cada cuchillada. Ardía en deseos de aprobar de una vez pociones para enseñarle a Snape que podía hacer las cosas de otra manera, sin maltratar ni despreciar las plantas.
El profesor parecía estar de buen humor. Su rostro mostraba el equivalente de una sonrisa: la ausencia de gesto torcido.
-¿Dónde está Harry? -Le susurró Hermione a Ron.
-Llevo buscándolo toda la mañana... nada de nada. Tampoco ha venido a Trazado de Cartas Mágicas.
-Y sólo quedan dos meses para los EXTASIS.
-Sabía que ibas a decir exactamente eso- suspiró Ron.
-Señorita Granger, esa destilación no tiene el color adecuado. Me parece que está usted más distraída de lo recomendable.
-Sí, señor... perdone...- Hermione enrojeció como un vaso de granadina.
En ese momento, se abrió la puerta de la clase. Por primera vez en ese curso alguien se atrevía a llegar tarde a la clase de Snape.
-Bienvenido, Señor Potter. ¿Quiere usted una taza de té?
La ironía penetró hasta el fondo de los huesos de la clase entera. Pero Harry no pareció advertirla. Sonreía de un modo extraño, y evitaba la mirada del profesor.
-No, gracias, creo que debería ponerme a trabajar, ya que he llegado tarde.
La clase contuvo la respiración, pero Snape se limitó a darle la espalda con desprecio. Harry fue a sentarse al lado de Luna Lovejoy y de Marta Iuso, una estudiante de intercambio que venía de una oscura ciudad española. Era una chica delgada, reservada y un poco tímida, pero segura de sí misma.
-¿Por qué se sienta con esas si a tu lado hay sitio libre? ¿No le vas a decir nada?
-A lo mejor le gusta la española, Hermy.
-¡Claro! Puede que sea ella quien lo está embrujando. Ya ves lo rara que es. Podría ser perfectamente una enviada de Savonarola, el mago oscuro de las Islas Baleares... o incluso una mortífaga...
-Hermy...
-¡No me llames así en público!
El susurro de Hermione al decir esto fue tan sonoro que hasta el profesor volvió la cabeza.
-Hermione... -Ron siguió con un susurro tan inaudible como la voz de un ratón- ¿cómo puede haber mortífagos desde que desapareción Voldemort?
-Nunca me creeré que haya desaparecido del todo. Y aunque así fuera, todos los que estaban con él han podido reagruparse y elegir otro líder. No todos están en Azkaban- al decir esto, indicó con la cabeza a Malfoy.- Su padre consiguió convencer al jurado. Claro, que en el jurado había dos de los suyos. Son muchos, Ron.
Los dos se quedaron un rato en silencio, mientras Snape corregía con la varita un error de Goyle.
-Ya lo sé, pero creo que exageras un poco. Siempre ha habido ramas oscuras en la magia.
-Como las de esa. Por eso se sienta con la loca Lunática, que no se entera de nada.
En ese momento, Harry se rió de un comentario de Marta, que le estaba ayudando con la poción.
-Dicen que en España saben mucho de pociones. Y además es mona- dijo Ron, ganándose la mirada furibunda de una chica que llevaba un cuchillo en la mano.
---oooOOOooo---
Era una espléndida mañana, un día claro y luminoso de primavera, con poco viento. A pocos kilómetros de la escuela, una alfombra, que por abajo era de color azul muy pálido para que no la detectaran los muggles, surcaba el cielo con una hermosa pasajera a bordo, rumbo a Hogwarths.
