Ni gintama ni sus personajes me pertenecen

Capítulo 1

Hijikata Toushirou, vice comandante del Shinsengumi se despertó temprano esa mañana, aunque habitualmente siempre lo hacía hoy era un caso especial.

Por fin iba a capturar al líder del Joui.

Gracias a la investigación de Yamazaki el Shinsengumi encontró por fin el escondite de esos rebeldes que tanto le molestaban.

—Hijikata-san! Confiaba en que hoy no despertaras, me has decepcionado...—aquel era Okita Sougo, en teoría era su subordinado y estaba obligado a obedecerle, eso era lo que tendría que hacer, pero aquel sádico disfrutaba molestándole a la menor oportunidad, pero lo peor eran sus intentos diarios de asesinato.

—Cállate idiota, hoy tenemos una misión muy importante y no puedo dejar que tus estupideces la arruinen.

—Muere Hijikata.

—Muere Sougo.

Después de aquella discusión, a la que ya estaba acostumbrado, Hijikata se dirigió al lugar donde tenía que llevar a cabo la misión.

o-O-o

Él y algunos otros miembros del Shinsengumi esperaban el momento adecuado para tender una emboscada.

Pero nadie apareció.

De repente una flecha cayó dirigida directamente a la cabeza del vicecomandante demoníaco, eso inició una larga lluvia de proyectiles de los que se tubieron que resguardar mientras cambiaban posiciones para iniciar la defensa a un ataque sorpresa.

Yamazaki había caído en un señuelo y el Shinsengumi fue la víctima de su propia trampa.

Les superaban en número, el Joui contaba con un gran número de soldados que atacaror con fiereza a la policía de Edo.

Fue una batalla larga y confusa, los dos bandos parecían en igualdad de condiciones y la batalla desgastaba por igual a policías y a revolucionarios.

Pero los oficiales estaban más experimentados en ese tipo de batallas.

Consiguieron hacer retroceder a los numerosos rebeldes y ambas fuerzas, extenuadas, se prepararon para el último y decisivo choque.

Entonces fue cuando llegó el líder enemigo. Katsura Kotarou jefe de los rebeldes y uno de los llamados "últimos samurái" aprovechó el agotamiento de los dos bandos para enviar refuerzos y forzar una retirada en el Shinsengumi.

La misión que tanto habían preparado fracasó.

o-O-o

Hijikata se encontraba en el parque, pensando en el último fracaso del Shinsengumi.

Aquel hombre, Katsura le estresaba.

Parece algo normal que el líder del enemigo, sobre todo después de arruinar una estrategia, te provoque odio. Pero no era eso lo que Hijikata sentía, aquel hombre le sacaba de sus casillas y su simple existencia le parecía un estorbo, su personalidad era tan ridícula que cada vez que era superado por él se sentía estúpido.

Esa sensación sólo se la podía producir otra persona más a parte de Katsura.

Ese era el Yorozuya. Para Hijikata aquel hombre era la persona más vaga, desagradable e infantil que podría encontrarse en el universo.

Aquel hombre, aunque lo quisiera aparentar, no era un samurái desde su punto de vista...

¡No, no lo era desde ningún punto de vista!

Bebía, tomaba excesos de azúcar, leía la shonen jump, se hurgaba la nariz...

¡Y esa sonrisa de autosuficiencia que siempre tenía!

¡Ni siquiera usaba una espada de verdad!

Y sin embargo aunque odiase admitirlo, Hijikata le debía algunas por haber protegido al Shinsengumi.

¿Como podía aquella parodia de samurái superarle?

Se sentía furioso consigo mismo cuando se paraba a pensarlo, el había pasado mucho para llegar hasta donde estaba. Pero aquel idiota seguía estando por encima.

Y sentía que eso era injusto.

Con este pensamiento en la cabeza comenzó a andar con desgana hacia su cuartel general cuando por el rabillo del ojo vio un misil dirigiéndose hacia él.

—¿¡Estás loco Sougo!? ¡Casi me matas!

—Esa era la idea Hijikata-san.

—Ahora no estoy de humor Sougo, ¿no tienes nadie a quien torturar?

—Deberías estar agradecido Hijikata-san he pospuesto mis torturas pendientes para hacerte compañía-dijo este con sarcasmo.

—Déjame en paz sádico—le contestó el vicecomandante con más mal humor del que pretendía—. Voy a comprarme un cigarro.

Hijikata se acercó a la máquina e introdujo la moneda, pero el tabaco se quedó atascado.

¿Es que todo el universo está hoy en contra mía?

Pensó él, y enfadado le dio una patada al aparato que le había robado su billete.

—Hijikata-san, ten cuidado. La máquina no tiene culpa de que seas tan inútil— dijo el otro mientras observaba como su superior se desgañitaba contra la máquina.

Él decidió que sería mejor para él y para su imagen pública que dejase de parecer tan violento así que se calmó, pero de repente se dio cuenta de que después de darle una patada con más fuerza de la requerida no podía sacar el pie del agujero de la máquina.

Intentó tirar, pero se dio cuenta de que cuanto más lo hacía más atascado se quedaba.

Algo tiró de él desde el fondo del aparato y se calló al suelo. Esto provocó obviamente la risa de Sougo, que parecía disfrutar ampliamente del espectáculo.

—Vaya Hijikata, Sabía que eras torpe, pero nunca pensé que la máquina te ganaría.

—Cállate Sougo! Esto es serio. Parece que algo tira de mi.

—Tranquilo Hijikata—dijo el sádico mientras se acercaba—yo te ayudaré.

Mientras decía esto, el capitán del Shinsengumi comenzó a patear la cabeza de Hijikata para meterla hacia adentro.

—¡Eres imbécil! ¡¿Qué haces?!

—Ayudar...—respondió Sougo.

—¡Lo estás empeorando!—dijo furioso el vicecomandante.

Entonces se dio cuenta de que ya tenía la mitad posterior del cuerpo dentro del aparato, pero lo más alarmante era que debajo de él sólo había vacío.

—Lo siento vicecomandante—la voz que puso su subordinado no le inspiró ninguna confianza a Hijikata—Me gustaría ayudarte, pero es que tengo que tengo labores que hacer en el cuartel general y si mañana no están acabados Kondou-san se enfadará. —dijo éste mientras se daba la vuelta. —Hasta luego Hijikata-san.

—¡Espera Sougo maldito!—Hijikata estaba casi inmovilizado, pero cuando Sougo ya se iba a apartar de su alcance recordó lo que llavaba en el bolsillo.

"Esposas" pensó entonces.

En un abrir y cerrar de ojos consiguió esposar su muñeca al tobillo de Okita.

—Jajaja! Ahora no tienes más remedio que sacarme de aquí.

—Que pena... Bueno siempre podré contarles a todos como tuve que rescatarte de una máquina expendedora.

—Cállate y tira.

Los dos policías intentaron tirar hacia afuera, pero de repente una gran fuerza llevó a Hijikata al interior del aparato, arrastrando consigo a Okita.

o-O-o

Se levantaron en medio de una superficie algo boscosa.

Lo primero que hizo Hijikata fue liberar su mano y el pie de su compañero. Lo segundo fue preguntarse dónde rayos estaba.

—Hijikata-san ¿sabes donde estamos?

—¿Cómo demonios quieres que lo sepa?

— Bueno al menos este es un buen lugar

—¿Para qué?

—Para que mueras Hijikata-san ¿Para qué otra cosa?

—¡Muérete tú!

—Tranquilos—dijo una voz grave y desconocida. Detrás de ellos apareció un Amanto con apariencia de perro—moriréis los dos.

Los dos policías se pusieron inmediatamente en guardia y comenzaron a pelear con un grupo de cuatro Amantes que cargó contra ellos.

—Los samurái sois tan estúpidos ¿Creéis que nos podéis ganar?

No sois más que simios semidesarrollados que siguen un código de conducta.—continuó el que había hablado, mientras lanzaba estocadas contra los policias—¿No os habéis dado cuenta de que esta guerra no tiene sentido? Pronto nosotros mandaremos sobre vuestro gobierno y habitaremos vuestras ciudades.

El fin de esta guerra se acerca y pronto vuestros líderes caerán.

—¿Guerra? ¿De qué hablas?—preguntó Hijikata—

—¿Estais fingiendo no saber nada? ¿Nos tomáis por idiotas?—dijo otro Amanto—¿dos samuráis armados en medio del campo de batalla y pretendéis que nos creamos que no sabéis nada?

—Hijikata-san antes de seguir con lo que estábamos acabaremos con estos molestos perros.

—Tienes razón Sougo.

Los agentes del Shinsengumi comenzaron a atacar. Los Amanto eran más resistentes de lo que pensaban y aunque al final consiguieron la victoria quedaron exhaustos y algo heridos.

Sougo apuntó al cuello de un Amanto con su espada.

—Ahora contestame ¿dónde estamos ahora mismo?

—¿Enserio sois tan...—antes de que el Amanto pudiera continuar Sougo apretó más su espada contra la garganta, haciendo que un hilo de sangre corriese por ella.

—Solo quiero la respuesta.—el Amanto tragó saliva antes de hablar mientras sudor frío le recorría la cara

—Estáis en la guerra de Jouishishi, en medio del campo de batalla.