No hay muchos fanfic de YagaKimi hasta ahora, así que decidí hacer un pequeño aporte y subir este pequeño escrito que realicé hace unos días (en realidad, lo escribí en víspera de año nuevo, extraño momento para inspirarse, ¿No?). Es corto, pero en su momento lo disfruté bastante, especialmente la parte final.
Disclaimer: Yagate Kimi ni Naru no me pertenece; yo solo uso sus personajes con fines creativos.
Pesadilla
Acababa de abrir los ojos, solo para encontrarse con aquel tétrico sentimiento de angustia, que a la vez se le hacía tan familiar; y eso tan solo lograba aumentar su desesperación. El sudor helado propagándose por su cuerpo, la sensación de su pecho ardiendo y punzando dolorosamente—como si un montón de espinas intentasen imponentemente de atravesar su corazón, para quedarse plantadas allí—, los toscos espasmos momentáneos que se producían advirtiendo las lágrimas que tan cerca estaban de ser derramadas. ¿Cuántas veces había pasado por eso, cuántas veces había repetido la misma frustración?
Odiaba las pesadillas; en serio las odiaba. Solo conseguían revivir una parte de ella que se esmeraba en enterrar, sacar a flote emociones negativas que le desagradaba profundamente experimentar. Odiaba que, sin importar lo que mirase a su alrededor, no había más que oscuridad, ni siquiera el brillo de una lámpara bastaba para apaciguarla, al contrario, solo lograba resaltar la falta de luz en el resto de la habitación; se sentía frío. Odiaba el frío, porque solo le hacía anhelar el calor de un abrazo.
Así había sido siempre; se había acostumbrado a ese pesar...
Pero ahora mismo, podía dejarlo en el olvido.
Ahora, con aquellos brazos rodeando su espalda, entrelazando a la vez las manos con algunos mechones de cabello, el cálido aliento que suavemente chocaba contra la parte superior de su torso, y los latidos, relajantes como una melodía con la cual deseaba sincronizar los suyos. Ahora, acogida por un cariño tan deslumbrante que opacaba toda sombra alrededor, podía sentir cómo las espinas, antes impresas en su interior, eran reemplazadas por un cosquilleo, un sentimiento completamente nuevo, difícil de describir, como si una pequeña semilla que antes permanecía escondida hubiera adquirido el valor suficiente para asomarse y brotar; un pequeño tallo que algún día crecería lo suficiente para transformarse en una flor.
Rodeó con delicadeza la cabeza de su adormecida pareja, apoyándola posteriormente contra su pecho; y acurrucándose lo más que pudo, formuló en un tono casi inaudible lo siguiente.
—Yuu... Te amo.
Aquellas palabras provenían desde un incierto lugar en el fondo de su ser, desde un pequeño rincón escondido, desde aquel brote que por primera vez había visto la luz.
—También te amo.
La pelinegra se exaltó ante la inesperada respuesta, siendo su única reacción esconder el rostro entre el cuero cabelludo anaranjado. Acción que termina provocando la risa de la más pequeña.
Las pesadillas eran inevitables, pero desde ahora, solo se enfocaría en recordar los sueños.
