Disclaimmer

Ni la serie de Voltron: El defensor legendario ni ninguno de los personajes presentados en esta historia me pertenecen. Todos son propiedad de sus creadores originales Toei animation y World Events Productions y las licencias de esta versión que competen a Dreamworks animation SKG en asociación con NETFLIX.

Yo hago esto sin fines de lucro, sólo para el mero entretenimiento mío y, espero, de ustedes.

NOTA IMPORTANTE: Este AU se ubica en un mundo donde las almas gemelas son reales y están conectadas a través de la piel. La premisa dicta que lo que dibujes o escribas en tu piel aparecerá igualmente en la piel de tu alma gemela y viceversa. Mi historia aquí presentada se basa en la idea original de armedarchaeologist.

Ahora sí mi presentación:

¡Muchos saludos, miembros de la coalición Voltron!

Mi nombre es Dayna Kon y el día de hoy yo fungiré como su guía personal y narradora a través de esta historia salida de mi imaginación. Así que alerten a sus niños (que no deberían ni siquiera estar aquí) y escondan a sus familiares más sensibles, porque estamos por abordar un fanfiction de temática homosexual lleno de cursilerías y angustia. ¿No lo sabían? Entonces den clic en regresar que sobre advertencia no hay engaño.

¿Deciden seguir conmigo, entonces? ¡Bien! Pero yo no me hago responsable de los daños psicológicos que pueda ocasionar.

¡Sujétense que comenzamos…!

LAS ESTRELLAS EN TU PIEL

¿Dónde se alinearán los planetas para que las galaxias sean nuestras?

Takashi Shirogane se apartó imperceptiblemente del respaldo del sofá, acercando el periódico hasta aspirar el fuerte hedor a tinta industrial y aguzando la vista en una tentativa de valuar con nitidez palabras que, invariables, dirían exactamente lo mismo sin importar la distancia. Era un hábito que tenía cuando se topaba con alguna nota interesante del diario vespertino.

E igual que siempre, ya tomado un ritmo óptimo de lectura, su cuerpo volvía a relajarse sobre los cojines mullidos, y con el brazo abarcando el respaldo, sus pies cansados se reencontraban con la panacea de estirarse en la mesilla para café que su madre le obsequió tras mudarse.

Keith lo observaba a distancia. Era un hábito que tenía cuando se topaba con Shiro siendo simplemente… Shiro. Intercambió de brazo la caja que sostenía, y el soporte de su peso contra la cadera izquierda; pero los ojos violáceos no se alejaban jamás de aquel hombre en cuya órbita giraba.

-Pareces muy entretenido –dijo entonces, justo antes de ocupar su lugar al lado de Shiro, moldeando perfectamente ambos cuerpos juntos. Compartieron un beso-. ¿Algo interesante?

-Pues… la estación espacial Garrison enviará una tripulación a Cerberos en un par de meses para exploración e investigación.

-Ah, sí –chasqueó la lengua, impulsando el recuerdo en su memoria-. Creo que escuché algo en la televisión ayer.

Se besaron otro poco más, sin hincapié en el asunto. Cuando Shiro estuvo en la universidad, sus estudios de posgrado se enfocaron en la geodesia espacial y después a la ciencia aeroespacial tras el ambicioso sueño de un día, quizá, aventurarse a ver las estrellas con sus propios ojos. Hasta el accidente automovilístico que le arrebató más que sólo su brazo derecho, y le dejó más cicatrices internas que la que se alojó para siempre en su rostro.

Fue una época obscura y dolorosa repleta de decepciones, rechazos, y amistades que resultaron no ser verdaderas. Keith fue la antorcha que le guio, el sol que iluminó una vida ensombrecida, la mano que le sostuvo antes, durante y después.

No necesitaba nada más.

-¿Qué tienes ahí? –preguntó entonces Takashi con curiosidad apenas apartaron los labios.

-Quería compartir esta memorable ocasión –le mostró el interior de la caja completamente vacía-. Ya me mudé contigo oficialmente.

Shiro escudriñó con detenimiento y una sonrisa.

-Esas son excelentes noticias, amor. Pero tengo una duda –se frotó dramáticamente el mentón-… ¿por qué no cuenta todo este año que ya hemos vivido juntos?

-Porque por fin desempaqué la caja que quedaba –se la mostró de nuevo, como si fuera lo más obvio del mundo-. Ya es oficial… y para empezar ha sido un año y dos meses… y medio.

Shiro soltó una carcajada.

-¿Qué había en la caja?

-Unas porquerías que le quité a Lance cuando me mudé del campus. No recuerdo por qué me las llevé –algo de malicia le curvó los labios-. Creo que fue sólo para molestarlo. Bien por mí.

Shiro le rodeó por los hombros, presionándolo un poco más cerca hasta encubrir la sonrisa burlesca tras los mechones obscuros, recordándose su promesa a Allura de no alentar tales conductas.

-Me alegro de ver que tu sentido del humor ha regresado –dijo-. Habías estado muy raro estas últimas semanas.

-Mucha tarea, supongo –se encogió de hombros, no creyendo convencerlo del todo-. Ya sabes lo poco tolerante que soy con ese idiota de Iverson.

-Profesor Iverson –le corrigió e ignoró el puchero.

Olfateó la fragancia a champú antes de colocarle el aleteo de sus labios sobre la sien. Advirtió aquellos hermosos ojos alexandricos cerrarse suaves, al cuerpo maravilloso ser dócil para deleitarse con la proximidad eterna y el contacto íntimo mientras se disfrutaban el uno al otro. Keith abrió los párpados, aún presa del enervamiento cuando sintió la mano de Shiro tomarle de la muñeca, posicionando el brazo. Le vio sostener el bolígrafo con el que probablemente había resuelto el crucigrama esa misma mañana.

-No –se apresuró a decir, suspendiendo el curso de la punta hacia su piel-. Mejor en el tuyo, Shiro.

No siendo una exigencia poco común, se dibujó con cuidado siete diminutas estrellas en el antebrazo izquierdo. Keith reconoció la constelación de inmediato: Orión. Tal la costumbre, revisaron el suyo.

Nada. Como siempre.

Ambas miradas se clavaron en la piel delicada, aguardando más de lo necesario. La decepción enmudecida era palpable, de ahí seguirían las hastías palabras de aliento y la resignación.

-Keith –comenzó condescendiente, frotándole la espalda con dulzura.

-¿Tienes hambre? –no estaba de humor para atravesar ese proceso hoy. No todos los hábitos le gustaban. Se puso de pie de un sólo salto- ¿Cenamos ya? Hay pizza de ayer.

El hombre mayor suspiró conforme los pasos precipitados daban huida hacia la cocina. Jugueteó con el mechón blanco entre los dedos del brazo prostético hasta desfilar la palma rígida por los gestos rendidos. Lo siguió.

Ahí observó a Keith en el mostrador, con la espalda intencionadamente hacia la entrada, la caja de pizza abierta y, aunque no era capaz de vislumbrarlos, escuchaba el tintineo de los platos. Inició el horno de microondas quedando así estático, consciente de su presencia.

Shiro exhaló sin reserva. Se acercó hasta que las manos alcanzaron la cabeza de una de las sillas, apoyando el cuerpo que cada vez le pesaba más. Buscando la posición menos arisca posible, apretó los labios antes de comenzar:

-¿Sabes que eso no importa, verdad?

Distinguió la tensión en los hombros de Keith. Luego su movimiento fluido al refrigerador de dónde sacó un par de latas de soda, retornando a su postura original.

Esperó.

-¿Sabes que esto no significa nada? –era más una afirmación que una pregunta.

-Ya lo sé –le respondió leve.

-¿Sabes que no hay tal cosa como un tiempo límite para que suceda?

-Ya lo sé.

-¿Sabes que mis padres…?

-SÍ –se volvió directo a Shiro, exasperado. La conmoción imperando cada uno de sus rasgos: ojos afilados, ceño fruncido, la gesticulación bucal acentuando silábicamente-: Ya-Lo-Sé. Tus padres se casaron aún sin que aparecieran las marcas que se dibujaban. Se arriesgaron. Después de casarse aparecieron porque ¡sorpresa! Eran almas gemelas –una demostración de ademanes bastante sardónicos-. Sí, Shiro, también sé que hay parejas a las que nunca les sucede y está bien porque no significa que no sean almas gemelas. YA SÉ todo eso. Me sé tu discurso de memoria. Todo lo que puedas decirme YA-LO-SÉ, así que no veo por qué debemos hablar de esto. Porque si no fuera impor…

-¿Sabes que te amo?

Tal manifestación fue como un elixir, llevando paz a las aguas en las que Keith pataleaba desesperadamente, tratando de no ahogarse. Guardó silencio, consternado, esquivando la mirada grisácea que le buscaba con ahínco.

-¿Lo sabes, Keith? –demandó gentil, aproximándose al espacio del otro.

-…sí –susurró escaso.

Sus ojos se reencontraron.

-¿Cuál es el problema, entonces? ¿Por qué no me crees cuando te digo que no importa?

-Porque sí importa. Te importa. Porque si no importara no estaríamos hablando de esto ni tendríamos la misma conversación una y otra vez.

-No es así –cortó el ambiente con izar el brazo-. Exactamente porque no importa es que no entiendo por qué no tenemos nunca esta charla.

-No quiero tenerla, Takashi –pausó-. Me molesta cada vez que dibujas alguna constelación en tu brazo… y no aparece en el mío.

Todo en Shiro se derritió. Poco a poco atrajo a Keith a él, abrazándolo un momento, un para siempre. Se apartó y le tomó de las manos.

-Has sido y hecho por mí más que nadie. Te amo. No tienes nada de qué preocuparte. Yo SÉ que eres mi alma gemela y algún día nos sucederá. Hay que ser pacientes –le besó los nudillos antes de atrapar su mirada-. Discúlpame si mis intentos te han molestado mucho últimamente. Supongo que soy un romántico sin remedio.

-No, no –negó con la cabeza-. Perdóname tú a mí. No es que me moleste que lo hagas –le rodeó el cuello con los brazos, ocultando en el pecho fornido un candor que intentaba colorearle el rostro. No importaba qué, Keith nunca dejaría de ser Keith-… sólo… sabes que no tengo…

-La paciencia da concentración.

Una sonrisa y otro beso.


( . . . )


Se palmeó el rostro. Se peinó hacia atrás el cabello. Los dedos se frotaron en sus párpados. Supo que se había quedado sin recursos cuando apoyó los codos en el escritorio y descansó el mentón entre las manos, obligándose a seguir leyendo los ensayos electrónicos en el computador.

La luz le agotaba la vista y las palabras bailoteaban haciéndole malabares en la retina.

Tomó algunas notas que le ayudarían a otorgar la calificación semestral. Enderezó la espalda, frotándose el área lumbar. Dio un sorbo a su taza de café e hizo una mueca; estaba frío y aún le faltaban tres archivos más por revisar.

Admitiendo la derrota, dio clic para imprimir.

Fue cuando las ruedas de la silla lo deslizaron a la impresora que sintió el cosquilleo en su antebrazo izquierdo. Con algo de expectativa y otro más de desconcierto, observó claramente las líneas que se trazaban hasta formar una estrella de cinco puntas.

Pequeña. Perfecta. Estaba ahí, la presentación gráfica de lo que tanto había anhelado. Debía estar seguro que fuera real, así que tomó un bolígrafo y delineó una estrella similar justo debajo de la otra.

Esperó.

Una tercera estrella apareció.

Presa de la emoción recogió su maletín, guardó los papeles, la computadora portátil. ¿¡Qué más daba llevar trabajo a casa!? Haría una llamada desde su auto para que Coran lo supliera en su siguiente clase.

Todo su cuerpo cargado de adrenalina, los pies trastabillaron cada tres escalones al subir por el edificio de apartamentos, las manos le temblaban de tanta emoción que las llaves se le cayeron. Había olvidado la computadora portátil en el auto, y ni siquiera sabía si lo había cerrado.

No importaba. ¡Nada podía importarle menos!

Cuando su coordinación se apiadó y decidió cooperar un poco, entró a casa vertiginosamente.

-¿Shiro? –Escuchó la voz de Keith llamar primero, antes asomarse a la sala de estar- Llegaste temprano.

Retrocedió un poco cuando el hombre corrió hacia él para darle un abrazo fuerte y un beso intenso.

-No podía esperar tanto para verte –fue la respuesta de Shiro-. Es jueves. Sabía que no tendrías muchas clases y estarías en casa.

-Es bueno saber que te sabes mi horario de memoria –dijo Keith sonriente, contagiado por la actitud exacerbada.

Keith sintió los besos salpicándole el rostro, el cabello, el cuello. Un abrazo tras otro, cada vez más urgente.

-¿Qué pasa contigo? No es para tanto –rió. La piel sensibilizada por el cosquilleo de las atenciones.

-¿Cómo no va a ser para tanto? –le elevó en el aire y le dio un giro, sin inquietarle algún reclamo o rabieta. Era feliz, feliz como no habría imaginado- Si te amo tanto.

-Y yo también te amo –se afianzó a los hombros anchos apenas sus pies volvieron a tierra firme-. Pero me estás preocupando. ¿Todo bien?

-Todo bien. Excelente. Maravilloso –otro beso-. Estoy tan contento. Hay que llamar a Allura y los muchachos. Que vengan a cenar. Definitivamente debemos celebrar esto. Podemos pedir algo, lo que sea, lo que tú quieras. Justo hablaba con Matt de esto el otro día, después de lo que pasó. Se va a poner…

Sintió la tierna mano de Keith reposarle en el pecho, solicitando autorización para intervenir.

-Shiro. Todo eso suena muy bien pero… ¿qué celebramos?

-Muy gracioso. No estés jugando. Sabes muy bien de lo que hablo.

Keith esbozó una mirada incrédula de lo más convincente.

-De verdad no lo sé.

Shiro soltó una carcajada.

-Hablo de esto –tomó la muñeca de Keith, mostrándole su propio antebrazo izquierdo.

Completamente limpio.

Las pupilas violetas inspeccionaron la piel ahí, exteriorizando confusión. Entonces la expresión de Shiro se transformó: la boca y los ojos abiertos; temiendo que sus movimientos naturales resquebrajaran la realidad. Lento, muy lento, Shiro se subió la manga de su camisa de vestir y las vio ahí.

Tres estrellas en su antebrazo. Ninguna en el de Keith.

Pensaba que era imposible hasta que ojeó la expresión horrorizada deformar el rostro del que se suponía era su amado.

Las explicaciones eran innecesarias:

Takashi Shirogane tenía un alma gemela.

Esa alma gemela no era Keith Kogane.

CONTINUARÁ…

Espero que les haya gustado. Quizá, maquiavélicamente, omití mencionar antes que este fanfic tendrá más que sólo un capítulo (porque no soy tan mala para arrojarles cosas tan irresolutas), el cual en su totalidad ya está escrito así que no se deben preocupar de que sea una historia inconclusa.

Gracias por tomarse la molestia de leer mi tan humilde labor. Les pido de todo corazón, si tienen el tiempo y la disposición, compartir conmigo sus comentarios. Se aceptan críticas mientras éstas sean constructivas y respetuosas. No es el fin con el que escribimos… ¡pero vaya que es un gran bono!

¡Gracias nuevamente y los espero en el siguiente capítulo!

¡Dayna Kon fuera!