Disclaimer: Hecho sin fines de lucro. The Legend of Zelda y sus personajes le pertenecen a la compañia Nintendo.

Sinópsis: La princesa y el héroe tuvieron una pelea absurda, la cual los llevó pedir un deseo que fue escuchado por la persona equivocada. Su deseo se cumplió, sí, pero no de la manera en la que ellos querían hacerlo. ¿Podrán sobrellevar esto? ¿O morirán en el intento?

Nombre: En tu cuerpo.

Prólogo: La pelea que trajo el deseo.

Era otra de esas mañanas radiantes en el gran reino de Hyrule, donde los rayos del sol entraban por la ventana de los hylianos y los despertaba el entonado cantar de los pajarillos. Era imposible no levantarse con una sonrisa en el rostro (o eso se decía). Todos estaban preparados y emocionados por realizar sus actividades diarias, que aunque fuesen repetitivas y aburridas, eran sus sustento de vida y los hacía feliz. La monotonía era parte de ellos ya, se habían acostumbrado a ello, volviéndose conformistas. Felices conformistas.

Pero había alguien, alguien que no quería eso. Alguien que estaba hasta la coronilla de la rutina de siempre. Quería salir y vivir aventuras, conocer nuevas personas y probar otras comidas. Ah, y por supuesto, no morir en el intento.

Esa persona era nada más y nada menos que...

- ¡Princesa Zelda! -Y los gritos de las desesperadas mucamas llenaron el castillo. La princesa había "escapado" otra vez.

Así es, la Princesa quería una vida llena de aventuras inigualables, pero eso sí, las tenía que vivir ella sola a su manera. Nada de guardias a su espalda indicándole a donde ir, ni tampoco un ser malvado que la secuestrase llevándola de sitio a sitio por Hyrule. No, definitivamente esa no era su idea de aventura.

- Vamos, vamos... -Desde la copa de un arbol de su jardin, la Princesa observaba detenidamente a dos guardias que hablaban animosamente. Si bien no estaban haciendo su trabajo de vigilancia del todo bien, tampoco es que la ayudaban mucho en su plan de escape. No vigilaban, pero tampoco se movían de la puerta- ¡Salid ya! -Un visible enfando se hizo presente en su rostro. Se le había acabado la paciencia.

Sacó de su bolsillo el arma que su mejor amigo le había regalado como un recuerdo, antes de partir hacia otra aventura. Tomó uno de los frutos del árbol y lo usó como munición para golpear en la cabeza al guardia que reía como una foca retrasada.

- ¡Bien! -Gritó emocionada y en seguida cubrió su boca al darse cuenta de lo que había hecho. Seguramente ya la habían descubierto- No no... No me vean...

- ¿Princesa Zelda? -Pero ya la habían visto.

- Demonios... -Suspiró, bajando de la copa del arbol con la delicadeza que sólo una Princesa podría tener.

- ¡Con más cuidado! -Vale... Quizás no tanta delicadeza...

- ¡Cuidado con el vestido! -Gritó una mucama, mirando como el vestido se desgarraba en la parte inferior. Sería la quinta vez en este mes que lo cocía y la idea de hacerlo otra vez no le gustaba para nada.

- ¡Estoy bien! -Estaba harta de que le cuidaran tanto. ¡No era una niña! (Aunque actuara como una...). Tenía diesciseis años ya, suficiente edad para ser considerada una joven adulta ¿por qué no podían tratarla como se lo merecía?

- Princesa Zelda... ¿Cuántas veces van este mes?

- Más de diez, señorita Impa -Dijeron al unísono los presentes, mirando fijamente a la Princesa. Seguramente más de uno estaba deseando que le encerraran con llave en una mazmorra sin escapatoria alguna, pero conociendo a la ingeniosa jovencita, se las arreglaría para escapar. Deberían atarle un boomerang al cuello.

- No han sido tantas... -Murmuró ella, juntando sus manos, tratando de parecer apenada, pero la verdad estaba muerta de la rabia, quería darse una buena hostia en toda la cara por andar de bocona gritando. ¡Ella misma se había destruido el plan de escape!

- Vamos adentro. Todos -Impa ordenó. Las jovenes mucamas y guardias asintieron, haciendo una reverencia y volviendo a sus puestos de trabajo.

- Zelda... -La voz severa de su niñera la hizo volver a la realidad. Ya sabía lo que venía. Lo recibía cada día- ¿Cuántas veces debo decirtelo? Ya hemos hablado de esto muchas veces. Si deseas salir del castillo, sólo pídelo.

- ¿Sin escoltas? -Aunque ya sabía la respuesta, decidió preguntarlo.

- Sabes que...

- Lo sé. Un mundo muuuuuy peligroso afuera. Puedo salir y pisar una cucaracha radioactiva -Había un tono de ironía en su voz que logró hacer enojar a la Sheikah. Por supuesto, ya sabía lidiar con esta señorita, así que enojarse no valdría de nada.

- Deberías escuchar más a Zelda, Impa. Sólo quiere tu seguridad. No seas desconsiderada eh -Esa voz... Esa voz no podría ser de nadie más que de...

- ¿Link? -Al voltearse sus ojos lo confirmaron. Era él, su mejor amigo. El tonto que le había dejado hace diez años para irse a una aventura. Le dijo que volvería para jugar con ella otra vez. Se lo prometió. Y sí, sí volvió, pero ¿tuvo que tardarse diez años en volver?

- Hola, Princesa -Sonrió con cierta mirada burlona.

- Link llegó hace unos minutos, Zelda -Empezó a hablar la sheikah, tratando de sacar a la rubia de su sorpresa- Hubiese sido un desastre si hubieras escapado.

- ¿Dónde estuviste todo este tiempo? -Su gélida mirada se clavó en los ojos del héroe, quien sintió un escalofrío recorrerle la espalda. La determinación en sus palabras cortaron como el filo de una espada la respiración del muchacho ¿Y ahora qué hizo? ¡Si apenas llegaba!

- Em, pues... -Se rascó la nuca, riendo de manera nerviosa. Trataba en lo más posible de evitar la mirada de ella- Tuve una pequeña aventura en un lugar asombroso que ya te contaré luego, déjame decirte que sigo siendo un héroe eh. También me quedé unos días en Ciudad Goron y fui a visitar por tres meses a unos amigos de Ordon, que hace tiempo que no los veía... ¡Ah! Y encontré a Navi que ahora vive con Tatl y Tael. No los conoces pero ya te contaré luego... Creo que es lo más importante que he hecho hasta ahora... ¿Por qué preguntas?

- Diez años -Dijo simplemente.

- ¿Uh?

- Yo... Mejor me retiro -Impa sabía lo que venía. La postura de la princesa lo decía todo. Ella más que nadie sabía lo mucho que Zelda había sufrido cuando Link dejó el castillo para embarcarse en una aventura nueva. El niño en ese entonces le prometió que no tardaría mucho en volver, pero al parecer tardo más de lo previsto.

- Zelda, me das miedo -El rubio retrocedió algo asustado ante esa mirada. ¿Por qué se la daba? ¿Qué había hecho para que estuviese así con él? Casi podía decir que estaba poseída o algo...

¿Y si era Ganon que había resurgido de las sombras y se apoderó del cuerpo de la Princesa para engañarlo y asesinarlo y tomar el control de todo Hyrule?

- Mm... -Comenzó a examinar detenidamente a la Princesa, con su mano en su mentón. Si le hubiesen dado una lupa sería Sherlock Holmes- "No creo que sea Ganon... Madre mía, ¿cuándo creció tanto?"

- Me mentiste.

- ¿Qué? -Cada vez entendía menos.

- ¿Cómo pudiste? -Y ella comenzaba a levantar la voz. No era buena señal.

- A ver, Princesa -Se acercó a ella, con las manos en alto como si hubiese cometido un tipo de crimen- Será mejor que me expliques las cosas porque no...

- ¡Idiota! -Y explotó, soltando un grito que fue acompañando con una fuerte bofetada que dejó marcada hasta las uñas en las mejillas de Link. El hyliano estaba más perdido que Papa Noel en Mayo. ¿Por qué le había golpeado?- ¡Me prometiste que volverías pronto!

Oh... Ahora lo entendía todo... Pero esa bofetada no era para nada necesaria.

- Por Din, Zelda, casi me descolocas la quijada -Replicó el héroe, sobándose la mejilla que recibió tal golpe. Para ser una Princesa tenía más fuerza que un Goron eh.

- Debí haberlo hecho.

- Oye, lamento que me haya tardado tanto tiempo -Esta vez era su turno para ponerse serio- Pero estoy aquí, ¿no?

- Después de diez años -Musitó, cruzando los brazos.

- No importa los años que pasen, siempre te encontraré -Esto último lo dijo con cierto tono de coqueteo en su voz. Sabía que hacía volver loca a la Princesa, en el sentido de que no le gustaba porque la avergonzaba.

- ¡Cállate, idiota! -Le dio un empujón, a la vez que su rostro se volvía rojo de la pena- Pudiste haberme llevado contigo...

- No te lo hubiesen permitido, lo sabes...

- Pero... -Una idea cruzó con la rapidez de una bala, la mente de Zelda, dejando escapar una sonrisita llena de misterio y que no le inspiraba nada de confianza a Link- ¡Ahora ya puedo!

- ¿Qué? -Oh, por el amor de Nayru, ¿qué loca idea habrá surcado la mente de Zelda?

- No puedo salir del Castillo sin un escolta, ¿no?

Oh oh.

- ¡Tú serías mi escolta! -La rubia dio un saltito a los brazos del muchacho, que en medio de toda la sorpresa causada por ese anuncio, no alcanzó a responder, cayendo así con la Princesa al suelo- Auch... ¿Estás bien?

- Hey, hey, deten los caballos un momento -Se levantó de golpe, haciendo que Zelda cayese, otra vez, al suelo- ¡No puedo hacer eso!

- ¿Por qué no? -Parece que había ignorado el hecho de que cayó como puerco al barro.

- Los sitios a los que yo voy, Zelda, son peligrosos, si algo te pasara...

- Pero por eso serías mi escolta, tonto -Le dio un golpecito en la frente y luego se llevó las manos a su cintura- Además, llevaría mi arco y flechas, sabes que soy buena con el.

- No quiero poner tu vida en peligro -Y lo decía en serio. Conociendo como era la Princesa seguramente la secuestraban apenas ponía un pie fuera del castillo.

- Suenas igual que Impa y todos los de este castillo. ¡No soy una niña indefensa!

- No te entiendo. ¿Qué niña no es feliz estando en un castillo? ¡Tienes de todo! -Link agitó sus manos en el aire, después señaló todo el castillo, haciendo notar los lujos por los que estaban rodeados, pero a Zelda, a Zelda eso no le pareció.

- ¡Ponte en mi lugar! ¿Te gustaría estar encerrado aquí todos los días? -Apretó los puños, mirando fijamente a los ojos azules de su mejor amigo. ¿Por qué no podía entenderla? ¿Por qué no quería que le acompañase?

- ¡Bendita trifuerza! ¡Zelda! -Se llevó las manos a la cabeza, casi cayendo en la resignación. ¿Por qué es tan dificil que las mujeres comprendan?- Imagina que te estás muriendo de hambre y no tienes que comer. Si te quedases aquí eso no sería un problema. -Y era cierto, las veces en las que él había estado al borde de morir del hambre eran incontables.

- ¡Cazaría!

- ¡No sabes cazar!

- ¡Aprendería!

- ¡Ugh! -Ambos se dieron la espalda, tratando de calmarse y detener esa atmósfera llena de tensión que se había formado entre ellos- "Quisiera que estuvieses en mi lugar por primera vez en la vida".

Lo que ellos no sabían es que ese deseo sería escuchado... Y se les cumpliría.

Fin Prólogo.