Esta historia contiene lenguaje violento y obsceno, escenas fuertes tanto de violencia como de sexo.
Los personajes, salvo alguna excepción, no me pertenecen.
Muchas escenas, detalles o diálogos están tomados o inspirados en la serie, puesto que sigo el hilo argumental a grandes rasgos desde la segunda temporada.
Se aceptan dudas, sugerencias y criticas constructivas con fundamento, esto es para pasarlo bien y conocer gente, NO soy escritora.
Hasta el día más oscuro
Habían pasado cuatro días desde la fuga de los ocho prisioneros de la cárcel de Fox River, y toda la policía de Chicago estaba alerta y frustrada porque aquellos criminales aún siguiesen fuera.
Especialmente tensa era la situación en la oficina del FBI en la ciudad del viento, donde se trabajaba sin descanso para capturar a los presos más famosos de los .
Paige pronto sintió aquella sensación en el aire, mientras caminaba decidida escuchando el retumbar de sus tacones, ignorando las miradas de los desconocidos hasta llegar al despacho del responsable del lugar.
-Bienvenida, señorita Collins. La estaba esperando.
-Siento el retraso, problemas con el vuelo, ya sabe. -Agregó sonriendo al hombre de pelo cano, mientras este se dirigía a ella, poniéndose en pie.
-Voy a conducirla hasta sus nuevos compañeros. El ambiente está caldeado por las evasivas de Scofield, es muy inteligente.
-Bueno, para eso he venido, ¿no? Para intentar descifrar su personalidad.
-Y espero que de veras pueda, tengo a los mejores en este caso y ese cabrón siempre va un paso por delante. ¿Lista? –Preguntó el hombre deteniéndose ante la puerta de la sala de reuniones, donde la chica pudo vislumbrar a sus compañeros, deteniéndose en el hombre que era su principal objetivo, distinguiéndolo enseguida por su nerviosismo y estrés.
-Claro, señor. –Respondió tras el rápido vistazo, siguiendo al jefe hacia el interior de la sala mientras el resto de personas se callaban, esperando a que su superior hablase.
-Chicos, está es la agente especial Paige Collins del FBI, especialista en psicología criminal. Acaba de llegar desde Washington y se quedará hasta que esos presos vuelvan a su habitad, ¿entendido? –Añadió mirando de forma especial al hombre que estaba al cargo de la operación, quien asintió levemente sin pronunciarse verbalmente. –El agente especial Alexander Mahone está al cargo; Buena suerte. –Dijo para después abandonar el lugar, creando un silencio incómodo que duró poco.
-Bueno, dejaremos las presentaciones para más tarde, si no os importa. ¿Está al tanto de la situación actual? –Preguntó Mahone centrando sus ojos en los marrones de la chica, quien asintió.
-Sí. Sólo quedan 7 desde ayer. Se han separado todos menos los hermanos, los más escurridizos. Sabemos que el tatuaje es el diario de Michael, el cerebro de todo, y su plan está encriptado en esos dibujos de tinta. Es un hombre meticuloso y extremadamente inteligente, y sabe que nosotros también lo somos. Pero es humano y le importa alguien más aparte de Lincoln Burrows. Fallará por ese camino, cuando intente reunirse con Sara Tancredi.
-Muy bien, pero hasta que intente comunicarse con ella tenemos que encontrar algo para saber hacia dónde se dirige y qué busca. ¿Nadie tiene nada nuevo? –Preguntó el hombre mirando a los presentes con malhumor, hasta que golpeó la mesa con violencia, volviendo a hablar con tono amenazador. -¿Y qué hacéis aquí parados? ¡Todos a buscar algo que nos sirva!
El grupo de personas comenzó a salir del lugar, incluida la nueva mujer, quien se detuvo a unos metros de la puerta observando con una leve sonrisa maliciosa a Alex sacar una de sus pequeñas patillas del interior de su pluma, y tragarla con ansiedad.
Un par de horas después, Paige levantó la vista de su documentos vislumbrando a una mujer entrar en el despacho de Mahone con prisas, hablando con velocidad y emoción mientras el hombre clavaba chinchetas marcando puntos en el mapa enorme que ocupaba la pared posterior. Segundos más tarde, la mujer salía del despacho, y detrás Mahone, con lo que la castaña fingió estar a lo suyo.
-Collins, venga aquí. –La llamó de forma nerviosa el agente, haciendo que ella asintiera, dirigiéndose veloz al despacho tras colocar su falda y coger unos papeles del escritorio, sabiendo cual sería el siguiente paso. –¿Ve dónde están colocados? –Preguntó señalando el mapa. –Fernando Sucre acaba de ser visto en Mesquite, otro que va hacia el oeste. Demasiada casualidad, ¿no cree? -Habló de forma irónica, sabiendo lo que ocurría, tratando de comprobar si aquella mujer valía la pena y era capaz de descifrar la incógnita con los recursos que habían descubierto hacía horas atrás.
-La casualidad no existe, señor Mahone. -Añadió sonriendo levemente, para después mostrarle una de las hojas que portaba. –A mí también me suena D.B Cooper. Scofield descubrió que Charles Westmoreland era él y contaba con sus cinco millones para escapar.
-Exacto, se encargó de averiguarlo y por eso quería llevárselo con él. Van a por el dinero que el viejo escondió en Utah... Nunca se encontró, por lo que debe seguir enterrado. Nos vamos ahora mismo.
-¿He pasado su prueba? –Preguntó haciendo que Mahone se girara para mirarla sonreírle. –Sé lo que pretende. -Dijo tras una breve pausa.
-La verdad es que me ha sorprendido su eficacia, sí.
-Si me han traído aquí es por algo. Entiendo que desconfíe y piense que soy menos capaz que usted, pero se equivoca y pienso seguir demostrándoselo. Sus pruebas no serán un obstáculo.
-Eso espero, porque si no me ocuparé de quitarte del medio. Quiero coger a esos hombres ya.
-Seguiremos intentando acercarnos al punto exacto al que se dirigen. Lo tendrás antes de mañana. –Afirmó la mujer con calma, para después salir del despacho y volver a sus quehaceres, mientras Alex la observaba alejarse, intrigado.
Paige recogió los documentos que analizaba del disco duro de Michael, y salió del edificio mientras sacaba su teléfono, marcando un número rápidamente en él.
-Sam, soy yo. –Dijo escuetamente, caminando hacia el aparcamiento del lugar, entrando en su vehículo negro.
-¿Qué tal por Chicago? No esperaba que me fueses a necesitar tan rápido.
-Parece que el señor Mahone es más estricto de lo que creíamos, no me ha dado un respiro y necesito que me consigas todo lo que puedas de Sara Tancredi; Tengo que adelantarme a todos.
-Muy bien, te enviaré al correo todo lo que consiga. Dame un par de días.
-Estupendo, estaré a atenta. Gracias.
La castaña colgó el teléfono a su contacto en Washington, metiéndolo en el bolso, para después salir del aparcamiento poniendo rumbo a un café cercano, esperando que Felicia Lang estuviera allí, y poder continuar con su planificada agenda.
Paige suspiró aliviada cuando vio a la mujer afroamericana en el bar, y salió rápidamente del coche dispuesta a conocer todo lo que pudiera de Mahone a través de su compañeros.
La Mujer fingió no ver a Lang, acercándose a la barra a pedir un café mientras se pasaba una mano por el cabello con agobio. Una vez que lo hubo conseguido, se giró dirigiéndose despacio a la salida cuando la voz de Felicia la detuvo.
-Hola, no hemos tenido tiempo de presentarnos. Soy Felicia Lang. – Dijo la mujer ofreciéndole la mano amistosamente, mientras Paige la aceptaba sonriendo.
-He conseguido un minuto de paz cuando Mahone ha descubierto el buen humor al enterarse de que están en Utah.
-Te entiendo. Ven, sentémonos, supongo que querrás conocer todo esto mejor y poder ubicarte. –Le ofreció, aceptando ella de buena gana con un agradecimiento, mientras se encaminaban hacia la mesa de Felicia.
-¿Hace mucho que trabajas con él?
-Un par de años, desde que me cambiaron de sección. Normalmente no suele ser tan obsesivo, pero este caso está pudiendo con él.
-Me he dado cuenta con el manotazo en la mesa. –intervino Paige, riendo levemente. –Ahora quiere antes de mañana la situación exacta de los presos y sale a las 10 de la mañana el avión. Quiere probarme para echarme cuanto antes de su territorio.
-A todos nos ha hecho pasar por eso, tranquila, podrás hacerlo. Es cuestión de tiempo que hagan algo que los delate y descubramos dónde están. Quiere ver cómo aguantas la presión, aunque eres experta en psicología, ya te habrás dado cuenta de lo que intenta.
-Sí, bueno, es obvio que defiende lo suyo, pero... ¿Por qué tanta obsesión con Scofield y Burrows? Con el caso en sí. ¿Siempre es tan irritable? ¿pierde los nervios frecuentemente?
-No solía ser así, no que yo recuerde. Todo se complicó desde un caso que tuvo hace unos años, el de un asesino que al final no logró pillar.
-Eso explica la obsesión que lo atormenta. –Dijo, ocultando que aquellos datos ya los sabía. -Aunque creo que hay algo más que lo impulsa hacia esa conducta.
-Es muy reservado, pero quizás logres descifrarlo.
-Todo a su tiempo. -Añadió con una leve sonrisa, mirando a su compañera. -Gracias, Felicia. Debo volver y continuar con este lío, mañana tengo que partir hacia Utah también, y aún hay muchas incógnitas.
-Buena suerte, nos vemos en la oficina dentro de un rato.
Paige le devolvió la sonrisa a la mujer, saliendo del establecimiento para dirigirse de nuevo hacia su lugar de trabajo, pensando en cuál era el motivo por el que Alexander Mahone estaba tan interesado en el caso de los 8 en concreto, pero sabía que aquello se descubriría pronto, cuando encontraran a más fugitivos y viera la reacción del hombre y los sucesos que lo acompañarían. En ese caso, Paige saldría de sus dudas sobre si Abruzzi había muerto por algo más que por legitima defensa del agente especial, algo que dudaba seriamente.
