En las ruinas de la Colina del Cuervo, Thorin observaba impotente cómo Azog sujetaba a su sobrino Fili por el borde de las mismas, levantando el brazo para apuñalarle por la espalda como el cobarde que era.
De pronto, una flecha atravesó el brazo del maldito que, por reflejo, abrió la mano dejando caer al enano al vacío.
Un fuerte crack sonó cuando Fili impactó contra el suelo, que gritó retorciéndose de dolor momentos antes de que perdiera el sentido.
Kili abrió los ojos como platos de la sorpresa al ver caer a su hermano frente a él, su pierna derecha rota y sangrando abundantemente ahí donde el hueso había cortado piel y carne. Se arrodilló a su lado buscando su pulso y apenas lo notó. Su hermano se moría.
Impulsado por la rabia subió las escaleras en busca de los orcos, en busca de venganza, acabando con todo aquel que se encontraba en su camino. Habían matado a su hermano y él los iba a matar a todos.
Mientras peleaba contra un par de orcos, escuchó que alguien lo llama. Una voz que no esperaba volver a escuchar. Tenía que ser su imaginación. Volvió a escuchar que lo llama la misma voz. ¡Tauriel! ¡No podía ser ella!
Degolló al orco que quedaba en pie y se giró llamándola, gritando su nombre salió en su busca. Y entonces la vio.
Bolg estaba tratando de estrangularla, pero Tauriel le lanzó una fuerte patada en la rodilla que hizo que el orco gritara y la lanzase contra el muro con tal fuerza, que la elfa sintió romperse sus costillas, dejándola sin aire y sin poderse mover. Bolg se acercó a ella levantando su maza, dispuesto a aplastarle la cabeza, pero en ese momento, Kili saltó sobre el orco desde la atalaya donde estaba para apuñalarle. Desgraciadamente éste interpuso su maza, lanzando al enano por encima de su cabeza que rápidamente se puso en pie lanzando estocadas a diestro y siniestro.
Bolg, además de ser más fuerte que un orco normal, tenía placas metálicas incrustadas entre su piel, por lo que los golpes apenas le afectaban. El orco le devolvió los golpes, hasta que consigue acertarle en la cabeza, haciéndole perder el equilibrio. Bolg le sujetó para acabar con él.
Tauriel gritó sacando fuerzas donde no las tenía y saltó cayendo sobre Kili al mismo tiempo que Bolg bajó el brazo y clavando la pica en la espalda de la elfa, atravesándola y alcanzando al enano en el pecho debajo del hombro.
Por un segundo, el tiempo se congeló.
—Cumplí mi promesa… —susurró Tauriel, sonriendo a Kili y acariciando su mejilla, intentando decir algo más, pero la muerte se lo impidió.
El joven enano la miró horrorizado, sin poder hacer nada más que apartar su cuerpo con cuidado. Tras escuchar el grito de triunfo del orco, se lanzó sobre él con toda la rabia y dolor que sentía, haciendo que ambos cayeran por el borde del acantilado. Separándose al golpearse contra las rocas y Kili quedó tendido en un saliente.
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Mientras, en el río congelado, Thorin había recuperado a Orcrist del pecho de un orco, pues Legolas la había lanzado allí, matando a quien estaba a punto de acabar con él. Ahora, la contienda le hacía encontrase cara a cara con el asesino de su padre y su abuelo.
Azog.
El pálido orco sostenía una larga cadena terminada en una gran roca, que lanzaba una y otra vez sin piedad contra Thorin, rompiendo el hielo bajo sus pies. El enano sólo podía esquivar los golpes intentando no caer entre los bloques de hielo al agua o ser aplastado. Al final, Thorin terminó perdiendo el equilibrio y cayendo al suelo, rodando una y otra vez hasta conseguir ponerse en pie y acercarse a Azog lo suficiente para asestarle una cuchillada en el vientre, avanzando hasta quedar a la espalda del orco que lanzó la roca por encima de su cabeza con tal fuerza que, quedó clavada en el hielo.
Thorin aprovechó este segundo de respiro para reponerse un poco. Ambos enemigos estaban cansados, pero sabían que era su último enfrentamiento. Los dos lucharían hasta morir o matar al otro.
Entonces un movimiento a la espalda de Thorin captó la atención de Azog. Las grandes águilas habían llegado, directas a acabar con el ejército de Azog bajando por la colina a su espalda.
Thorin no dejó escapar la oportunidad causada por la distracción de su enemigo, tiró la espada detrás de él, haciendo que el sonido del metal contra el hielo provocara a Azog, desatando un nuevo enfrentamiento. Cogió la roca atada a la cadena y se la lanzó al orco un segundo antes de retroceder un paso, dejándole sólo en la placa de hielo flotante, que se inclinó hundiendo a Azog en las heladas aguas.
El enano respiró tranquilo, Azog estaba muerto y él había vengado las muertes de todos los suyos.
Agotado, se agachó a recoger su espada, pero entonces escuchó un gruñido que le hizo detenerse y cambiar su cara al ver al orco deslizándose bajo el hielo, mirándole. Thorin caminó siguiendo su estela bajo el hielo, necesitaba estar seguro de que estaba muerto.
De pronto, Azog elevó la espada que sustituía su mano amputada, atravesando el hielo y el pie de Thorin, haciéndole caer al suelo con un grito de dolor mientras el orco salía a la superficie rompiendo la capa de hielo. Se lanzó sobre Escudo de Roble dispuesto a clavarle la espada en el pecho, pero el enano detuvo el golpe cruzando su propia espada y sujetándola con ambas manos.
Durante un momento, ambos se mantuvieron así, uno empujando y el otro frenando, pero Thorin sabía que estaba débil y en clara desventaja, así que hizo lo impensable: retiró su espada dejando que el orco le apuñalara en un costado.
Azog sonrió triunfante cuando su arma al fin mordió la carne del enano, sonrisa que se transformó en una mueca de sorpresa cuando Thorin le atravesó el pecho con Orcrist y empujándole a un lado, se sentó encima de él, le clavó la espada con más fuerza, atravesando incluso el hielo y no se movió hasta que finalmente Azog murió ante sus ojos.
Lentamente, Thorin se puso en pie. Sabiendo que está herido de muerte.
Despacio, se acercó al borde del acantilado para ver cómo los orcos huían, sintiendo como la vida se le escapaba con cada exhalación de aire. Las piernas dejaron de sostenerle y se derrumbó. El sonido de unos pasos llegó a sus oídos haciéndole mirar a un lado, alegrándose al ver llegar al hobbit a su lado, quien había corrido al ver caer a Thorin.
—Bilbo —murmuró antes de toser, de su boca salió un hilo de sangre.
—No, no te muevas. —El mediano examinó las heridas de Thorin y, horrorizado, se dio cuenta de su extrema gravedad. Desesperado miró hacia el acantilado— ¡Gandalf! —gritó.
—Me alegro de verte. —Tosió dejando escapar más sangre—. Deseo partir en amistad contigo…
—Shhh… Shhh... Tú no vas a irte a ningún lado. Vas a vivir. —Puso sus manos sobre la herida, volviendo a llamar al mago a gritos.
—Lamento mis palabras y lo que te hice en la puerta… Hiciste lo que un verdadero amigo haría…— confiesa luchando por respirar—. Perdóname. Estaba demasiado ciego. Siento tanto haberte puesto en peligro…
—No… ¡Me alegro de haber compartido vuestros peligros, Thorin! Todos sin excepción. Es mucho más de lo que cualquier Bolsón merece… —replicó Bilbo, negando con la cabeza mientras seguía tratando de detener la hemorragia y volviendo a llamar a Gandalf desesperado, viendo como la nieve se teñía cada vez más de rojo.
—Adiós, señor Saqueador…— Sonrió Thorin, feliz de irse en paz con su amigo—. Vuelve a tus libros, a tu cómodo sillón. Planta esos arboles. Disfruta viéndolos crecer…— Cogió aire con dificultad, obligándose a seguir—. Si más gente valorara el hogar por encima del oro, este sería un mundo más feliz.
—¡No! No, no, no… Ni se te ocurra. Thorin… Thorin, aguanta…
En ese momento Thorin exhaló una última vez mientras sus ojos se dirigían al cielo un momento antes de que Gandalf se arrodillara al lado del enano y poniendo una mano sobre la herida y otra sobre su cabeza murmuró unas palabras en un idioma muerto hacía siglos.
Bilbo se cubrió los ojos con la mano llorando, sin poder creer que Thorin Escudo de Roble, su amigo, hubiera muerto. La mano del mago se apoyó en el hombro del hobbit, consolándole.
—Está bien, mi pequeño amigo. Thorin descansa —dijo suavemente.
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Legolas observó el cuerpo de Tauriel y cómo el joven enano, arrodillado junto a ella, descubría la piedra con las runas que la elfa aún sujetaba. Cogió su mano, meciéndola en su pecho y besándola suavemente.
Sin poder ver más, el elfo se alejó de allí, encontrándose con su padre en los túneles. Se alegró de que hubiera sobrevivido a la batalla, pero también le informó de que no podía regresar al reino elfico.
Thranduil lo entendía, pues sabía del amor que sentía por Tauriel y le aconsejó que fuera al Norte y buscara a un joven dunedain conocido como Trancos. Tras intercambiar unas pocas palabras más, Legolas se marchó de allí y el rey siguió recorriendo los túneles llegando al lado de Kili y Tauriel.
—Os la queréis llevar —susurró sin apartar los ojos de ella.
—Sí.
—¿Por qué murió por mí?
—Porque su amor era real.
Kili levantó la mirada hasta Thranduil.
—Dejad que se quede conmigo.
—Era una elfa de los bosques. Debe descansar bajo las estrellas.
— Era una elfa que amaba a un enano —murmuró acariciando su cara—. Yo haré que descanse bajo ellas. Haré que siempre camine bajo las estrellas…
Thranduil guardó silencio un rato mirándolos a los dos y finalmente asintió.
— Está bien. Ordenaré que preparen su cuerpo y se quede. —Se acercó al enano extendiendo su mano—. Vamos. Mis médicos están con tu hermano y tus heridas necesitan ser tratadas.
Kili se inclinó besando los labios de Tauriel con ternura y se puso en pie ayudado por el rey, mirando una última vez el cuerpo de Tauriel mientras se alejaban.
Thorin abrió los ojos confuso, parpadeó tratando de recordar dónde estaba y qué había pasado, mientras su visión se ajustaba. Intentó levantar la cabeza, pero el fuerte mareo se lo impidió.
Sus ojos se encontraron con Balin, que fumaba en pipa mientras le miraba con ojos preocupados y una pequeña sonrisa en su amable rostro.
—¿Fili? ¿Kili? —susurró con voz ronca.
—Están bien. Heridos, pero bien. —Señaló un par de camastros al otro lado, donde los dos hermanos dormían—. No han querido separarse de tu lado desde que bajaron de la colina.
Thorin miró a sus sobrinos y sonrió orgulloso de ellos antes de volver a mirar a Balin.
—¿Dónde? ¿Cómo? —carraspeó intentando quitarse la sequedad de la garganta.
—Thranduil. —Ante la mirada de extrañeza de Thorin, Balin asintió dando una profunda calada a su pipa antes de continuar—. Gandalf llegó a ti justo a tiempo, te salvó. Y aunque no lo creas, el rey Thranduil ordenó que se dispusiera de todo lo necesario, tanto para hombres como para enanos. Ésta es su tienda.
Thorin cerró los ojos y asintió despacio, se sentía cansado, pero aún no podía descansar, necesitaba saber qué había pasado. Balin se levantó y le ayudó a beber un poco de vino.
—¿Bilbo y los demás? —preguntó después de beber y agradecerle a su primo. Hablaban en voz baja para no despertar a los chicos.
—Todos están bien. Se han estado turnando para hacer guardia a tu lado y de no ser por todo el trabajo que hay, todos estarían aquí ahora. Gandalf se marchó con las águilas aquel mismo día, aunque dijo que volvería en unos días o semanas. —Rio un poco cuando Thorin resopló molesto, pero mirándole con una pequeña sonrisa—. Tu primo Dain se fue ayer, después de retirar los cuerpos de los nuestros, pero ha dejado un destacamento en la puerta de Erebor para evitar que nadie antes que tú entre en la Montaña. También prometió regresar en un par de días con víveres y un ejército de enanos para ayudarnos a reconstruir y limpiar Erebor hasta que los nuestros lleguen de Ered Luin, a los que ya envió el mensaje de que hemos recuperado nuestro hogar… ¿Thorin qué haces? —preguntó cuando vio que se intentaba incorporar.
—Intento levantarme, hay mucho que hacer y poco tiempo
—Estate quieto —dijo obligándole a acostarse en la cama—. Has estado a punto de morir Thorin, has pasado dos días inconsciente. Tienes que descansar, y es noche cerrada, no hay nada que hacer hasta mañana.
Los dos se quedaron completamente quietos y mirando hacia el camastro que ocupaba Kili que se revolvió en sueños murmurando algo.
—No le había visto hacer eso desde que era un niño pequeño… —murmuró mirándole preocupado.
Balin asintió mirando también al muchacho removerse en la cama.
—Los dos estaban muy mal cuando los trajeron. Pero es Kili quien más me preocupa… —dijo y le contó a Thorin lo que había ocurrido con Tauriel. Lo poco que sabían y de lo que les había informado el propio Thranduil, pues Kili se había negado a hablar de ello—. Me temo que sus heridas son más profundas de lo que se ve a simple vista
Los dos enanos hablaron durante algún tiempo más, terminando de ponerse al día y planeando que hacer en los próximos días, hasta que finalmente, un agotado Thorin, volvió a quedarse profundamente dormido bajo la atenta mirada de su primo.
