Disclaimer: Bleach pertenece a Tite-san, yo simplemente uso a los personajes por un ratito.
Advertencias: Un pelin gore, pero es que es un POV de Noitora, no se puede esperar otra cosa de él.
Notas: Este fic fue el regalo de San Valentin para Aleena del año pasado, así que ya pueden imaginarse de que es viejo. No sé como se me ocurre publicarlo ahora. Supongo que porque la pareja es rara.
Beauty
Noitora la odiaba desde el día que se convirtieron en Espadas, desde el mismo momento en el que divisó el Número 3 en su espalda. Odió con toda su alma que él estuviera dos números por debajo de ella, de Neliel Tu Oderschvank. Cada vez que la veía, su interior ardía en rabia y apretaba los puños en un intento por controlarse y no saltar descabelladamente hacia su cuello y apretarlo hasta romperlo.
La odiaba, la detestaba. Deseaba pisotear su cabeza, hacerle besar el suelo de Las Noches. Quería, tenía y debía de estar por encima de ella, demostrar que Aizen se equivocó cuando consideró estúpidamente que esa mujer tenía más poder que él.
Pero si había algo que Noitora odiaba aun más que a la propia Nell, era su maldito sentido de la compasión. Numerosas veces habían peleado y en todas ellas había tenido la oportunidad de matarlo y no lo había echo. ¡¿Quién se creía para decidir eso?! No soportaba su naturaleza tranquila y apacible. Neliel no era un autentico Hollow. No tenía instinto asesino ni ansia por devorar. Era sólo una estúpida niña dentro de un cuerpo extrañamente fuerte. Era una idiota con la suerte de poseer un inmenso poder.
Se atrevía a darse el lujo de permitir vivir a un enemigo. A un enemigo como él.
Y eso le humillaba.
Noitora realmente deseaba acabar con Nell. Soñaba con el día en que su Santa Teresa cortase ese cuerpo en dos. Se regocijaba en la imagen de la sangre vaciando el cuerpo voluptuoso y el largo cabello turquesa manchándose de carmín. Encontraba hasta cierta belleza en ello.
Múltiples veces había soñado que eso pasaba y entonces él se acercaba a la moribunda Espada y la sostenía deleitándose de ver su cara en agonía, la muerte en sus pupilas y la vida desplazándose lejos de ella. Sonreía viendo ese magnífico espectáculo, sólo para él, y despertaba ansioso y excitado, todavía con la mueca de felicidad en su cara y la respiración jadeante.
Sólo eso obsesionaba su mente y alimentaba el deseo de superarla, que crecía cada día. Como notaba que, simplemente, no podía apartar la mirada de su cuerpo, imaginado sus venas abiertas y su voz, suave y pausada, emitiendo gemidos de dolor.
Noitora odiaba a Neliel. Y su muerte provocada por sus propias manos era lo más hermoso que podría observar nunca.
Lo que no sabía Noitora era que eso era lo más cercano al amor que él podría alguna vez llegar a sentir.
