Regina mandó a apurar la carroza, era el quinto día de viaje y todos estaban cansados del traqueteo de los caballos, especialmente Belle, quien no estaba en la mejor situación, había sido capturada por la reina al tratar de volver con su amado y ahora, su destino era incierto. Un bache bastante pronunciado hizo que la carreta se sacudiera fuertemente y la hizo sujetarse de los barrotes de su pequeña prisión. Belle levantó la vista por primera vez desde el inicio del viaje; el escenario la desorientó ¿Dónde estaban? Nunca había visto tal cosa en ningún mapa, ni hubiese sido descrito en el más fantasioso libro que hubiese podido tomar en su biblioteca.

Desde donde ella miraba, la ladera por la que andaban descendía suavemente varios kilómetros, convirtiéndose en una planicie salpicada de granjas, molinos y fincas de piedra maciza. Más allá, habían una murallas gruesas que rodeaban una enorme cuidad, eran altas de al menos cien metros de altura y gruesas como si estuviesen hechas para soportar todas las eras del mundo, sobre las almenas se divisaban balistas y catapultas perfectamente ordenadas. Tras los muros se levantaba una mezcla extraña de edificios de diferentes portes, en total once largas y orgullosas torres, seis de ellas eran mucho más prominentes hechas de un material verde esmeralda, brillando a la luz de el atardecer.

Esa visión hizo que Belle se estremeciera ¿Quién querría vivir allí? Le preocupaba que aquella fortaleza fuese ahora su prisión y deseó con todas sus fuerzas que solo fuese una ciudad más en el camino a su cautiverio.

Sin embargo lo que más le hizo temer fue el hecho de que gran parte de aquella cuidad se encontraba a la sombra de una enorme losa de piedra que debía de tener casi un kilómetro de ancho y mas de ciento cincuenta metros de grueso, la losa era la prolongación de una enorme colina que se levantaba al noreste de la cuidad. Y en lo más hondo del espacio que quedaba bajo la losa, se encontraba una enorme ciudadela decorada con una gran cantidad de torres y parapetos, esta en cuestión, casi rozaba la losa de piedra, lo más raro que Belle pudo notar era la enorme puerta que tenía la ciudadela, no sabía de ningún monstruo que necesitase una puerta tan enorme, a Belle se le hizo un nudo en la garganta.

-Magnifico ¿no crees?- le dijo la reina, Belle no supo cuando se había puesto al lado de su pequeña prisión y tampoco le interesaba.

La reina caminaba al lado de la carreta que transportaba a Belle a paso lento.

-Antes, hace unos cien años, la llamaban Ilirea, debes haber oído de ella. -Belle no respondió ni se inmutó, levantó la barbilla sin mostrar el temor que la carcomía por dentro, había algo en esa ciudad que le causaba escalofríos -Bueno, Belle, Ahora se llama Uru'baen, en un lenguaje bastante arcaico significa, Ciudad del Dolor, o la Capital de la Pena. Como más te guste.

-¿Por qué me traes aquí? -dijo Belle en tono firme- No creo que te pueda ser de utilidad.

-Te traje aquí por que Rumpel jamás debe volver a verte querida. Espero que el sufra por tu pérdida y que tu fingida muerte le carcoma la conciencia.- Dijo Regina arrastrando las palabras como quién pronuncia un maleficio.

Belle no le respondió, ella solo había sido un instrumento para herir a Rumpel, maldijo su beso, ese tonto beso le había salido muy caro a ambos -toda magia viene con un precio- se dijo a si misma recordándolo a él, si ella no hubiese sido tan blanda con sus emociones tal vez aún estaría junto a él, leyendo para él y sirviéndole su té en la taza que ella había tirado por accidente.

Sus pensamientos se interrumpieron con el brusco movimiento de otro bache por el sendero.

-Espero que no le haya salpicado mi carroza- le dijo Belle en tono burlón a la reina, recordándole el momento en que la había visto por primera vez en el bosque.

La reina soltó un bufido en contestación y luego sin ninguna dificultad subió a su carroza aún en marcha, cerrando la lujosa puerta tras de si. Pasaron varios minutos de traqueteo constante, pero Belle no le prestó atención, estaba sumida en sus pensamientos de autocompasión que no se dio cuenta de cuanto habían avanzado hasta que se oyó una voz grave que gritaba.

-¡Alto! ¡¿Qué os trae al Imperio, dominio de Galbatorix asesino de huestes?! – dijo con un acento bastante marcado, muy diferente a los que Belle solía escuchar, levantó la mirada y vio que estaban justo enfrente de la enorme muralla, que se elevaba hacia el cielo y casi parecía tocarlo, la construcción era simplemente intimidante, aún así no podía localizar a la persona que hablaba con ellos.

-¡La reina Regina solicita audiencia con vuestro señor!- gritó uno de los pajes de armadura negra que acompañaban a Regina.

-¡Entrad entonces! ¡Si intentáis algo en contra de mi señor Rey, juro que vuestras cabezas serán colgadas en el limite de la muralla!- sentenció el hombre mientras las enormes puertas de la muralla se habrían hacia adentro si hacer el menor ruido.

-Me gustaría que intentase tomar mi cabeza- dijo Regina en voz burlona y sus pajes soltaron una ligera carcajada. A Belle no le hizo gracia, las puertas eran demasiado gruesas y la cuidad demasiado amenazante.

La pequeña procesión de caballos y carrozas entraron a través de la puerta sin ninguna preocupación. Al otro lado los esperaban unos cuarenta guerreros en armaduras negras y capas rojas con un símbolo de una llama en hilo de oro, todos tenían alabardas en mano y espada al cinto. En el momento en que las carrozas entraron, las puertas fueron cerradas de nuevo, Belle miró hacia atrás tratando de ver alguna manera de escapar, en el momento en que ambas puertas se tocaban se ajustaban de lanera que era imposible hacer pasar por allí un alfiler, no había forma de atravesar aquellas puertas. El sonido metálico se hizo presente cuando los soldados de capas rojas les apuntaron con sus alabardas; la reina salió de su carroza sin ningún miedo.

-Qué cálida bienvenida- dijo ella sarcásticamente.

-¿Exactamente que queréis con mi Rey?- dijo el hombre que había hablado antes, era alto y orgulloso, su cabello era negro brillante, y llevaba una armadura estilizada que resaltaba su porte regio.

-Una importante prisionera, supuse que podríamos llegar a un acuerdo por que vuestro Rey se quede con ella- respondió la reina en su tono de superioridad usual mientras hacía un ademán hacia la jaula en la que Belle estaba presa.

-¿A cambio de qué?

-Ella es nuestro pago para ustedes, es bastante muy importante; en cuanto a ustedes… preferiría hablar yo misma con su rey- le dijo Regina calmadamente.

-Bien: Síganme y no intenten nada- dijo finalmente el hombre, mientras se daba la vuelta y sus soldados bajaban las alabardas. Las carrozas avanzaron junto con los soldados y Belle sujetó los barrotes con fuerza.

La fortaleza tenía una decoración muy compleja y ornamentada, dando la sensación de que se llevaron décadas en terminar una sola columna, atravesaron una última habitación aún en las carrozas cuando el hombre pidió a todos que bajasen de ellas. Uno de los pajes de Regina abrió la puerta de la jaula en la que transportaban a Belle y la jaló del brazo con mucha fuerza, probablemente se le haría un moretón después, Belle no opuso resistencia , mostrándose más segura de lo que en realidad estaba, atravesaron varios pasillos en un orden tan complejo que Belle no tuvo tiempo de memorizarlo. Siendo sujetada cada vez con más fuerza por el paje, se preguntó si este estaría tan asustado como ella.

Al final llegaron ante una enorme puerta de roble, en el centro de esta había un árbol repujado en oro con un detalle increíblemente realista, las ramas del árbol se entrelazaban del mismo modo que sus raíces, y ambas trazaban un círculo que rodeaba el tronco, siendo imposible discernir donde comenzaban las ramas y donde terminaban las raíces; en el árbol, Belle notó unas figuras, unas eran humanos perfectamente reconocibles, otros eran Enanos cavando en las entrañas de la tierra, otras parecían hombres pero eran más gruesos y sobre sus cabezas habían dos cuernos enroscados como los de un carnero y rugían ferozmente, las últimas figuras también parecían humanos, pero mucho más altos y agiles en su complexión, además de tener unas orejas puntiagudas. En el centro del árbol se encontraba la figura de un dragón negro escupiendo fuego, listo para el ataque.

Las puertas giraron sobre sus bisagras sin emitir un ruido, la procesión avanzó y se internó en la habitación, estaba muy oscuro, a intervalos regulares habían unas antorchas sin llama con forma de gota, eran una rareza para Belle; al otro lado de la habitación había una tarima amplia, y sobre esta se encontraba un lujoso trono ampliamente decorado, junto al trono había la silueta delgada de lo que parecía ser un hombre, el cabello largo y liso le caía sobre los hombros y brillaba, a la luz de las antorchas sin llama, con un color rojizo intenso.