N/A: saludos y bienvenidos a mi historia. Como podrán darse cuenta, la idea es algo sencilla, pero confío en que le darán una oportunidad. No está basada en ningún juego en específico, pero, en términos generales, forma parte del mismo universo. El planeta es Möbius y sus habitantes son tanto humanos como criaturas antropomórficas.

Disclaimer: Sonic the Hedgehog no me pertenece.


Atrapada en el Paraíso

Primera parte: Día de campo

Capítulo I

Preparativos


Vestida con su habitual atuendo rojo y sus botas de siempre, Amy Rose salió de casa esa mañana pensando en todas las cosas que necesitaba comprar para el almuerzo de ese día. Uno a uno, leyó los nombres de los alimentos anotados en su lista de comestibles. Había escrito una justo antes de partir, redactada en una sencilla hoja de papel, plegada por la mitad. Apenas había dado unos cuantos pasos fuera de casa cuando se detuvo a leerla en silencio. Antes de marcharse a comprar, deseaba estar bien segura de no haber olvidado nada.

"Queso, tomates, rábanos…", leyó uno tras otro, mientras revisaba, con bolígrafo en mano, si hacía falta agregar algo más a la lista.

Una vez satisfecha ―al parecer, todo cuanto precisaba se hallaba debidamente anotado―, devolvió la hoja y el bolígrafo al interior de su bolso, junto al monedero y las llaves de la casa, y, en seguida, reanudó su trayecto. El mercado quedaba a pocas cuadras de su domicilio (a sólo diez minutos si se iba a pie), de modo que podía llegar caminando sin ningún problema. Además, quería aprovechar que hacía un lindo día en pueblo Esmeralda. El sol brillaba intensamente sobre el cielo despejado y una suave brisa soplaba desde la costa.

En el mercado, pensó, seguro encontraría todo lo que necesitaba. Pero antes debía pasar por casa de su mejor amiga, ubicada una calle después de la suya. El día anterior, Cream se había ofrecido a ayudarla en las compras y en los preparativos del almuerzo, quedando de reunirse esa mañana en casa de la conejita. A pesar de su corta edad, y gracias a las enseñanzas de su madre, Cream había demostrado ser una talentosa cocinera. A sus ocho años, conocía ya toda clase de técnicas y suficientes recetas como para un banquete.

Con su ayuda en la cocina, Amy no dudaba de que realizar el trabajo sería mucho más sencillo. Si bien no se trataba de ninguna ocasión especial, ni mucho menos de un gran banquete, el almuerzo en cuestión, y para el cual deseaba conseguir los mejores ingredientes, era, en realidad, una comida al aire libre junto a su querido Sonic. Aquella era la oportunidad perfecta que había estado esperando para poner en marcha, una vez más, sus planes de conquista amorosa. Y qué mejor forma de ganarse el corazón de un chico que a través de su estómago.

"Esta vez, Sonic no podrá resistirse a mis encantos culinarios", pensó entusiasmada, imaginando la cara que pondría su héroe al ver su comida favorita, servida y preparada especialmente para él. Pensar en ello hizo que una amplia sonrisa se dibujara en el rostro de la muchacha. "Hoy será un día perfecto", se dijo a sí misma, con absoluta convicción.

Al llegar a un cruce de dos calles, Amy dobló a la derecha en la siguiente esquina. Como aún era temprano, caminó tranquilamente y sin ninguna prisa. Adelante y a su izquierda, observó las casas del vecindario, con sus alegres y llamativos colores, asomar una tras otra a ambos lados del camino. De todas éstas, se detuvo frente aquella cuyo jardín era el más hermoso. Se trataba de una pintoresca casita de dos pisos, construida en madera y pintada de blanco; con tejas de color rojo y una angosta chimenea en lo alto del techo.

―¡Buenos días! ―saludó a la propietaria del domicilio, quien en ese momento se hallaba en el jardín.

―Oh, buenos días, Amy. Que gusto me da verte ―de impecables modales y dulce gentileza, Vanilla, la madre de Cream, se acercó a darle la bienvenida.

Llevaba, junto a su vestido de siempre, un elegante sombrero blanco; y en sus manos enguantadas traía la regadera con la que había estado regando las flores. En su jardín las había de todo tipo, desde humildes margaritas, hasta rosales y claveles de ostentosa belleza. A todas ellas las cuidaba con el mismo cariño, sin hacer distinciones entre una y otra especie.

―Te estábamos esperando ―anunció a su invitada, dejando a un lado la regadera para poder darle un abrazo―. Cream está adentro, terminando su desayuno. Dime, ¿te apetece un bocadillo?

Amy negó con la cabeza.

―Gracias, pero comí bastante esta mañana. Además, prefiero dejar espacio para el almuerzo.

―Ya veo. En ese caso, siéntete como en tu casa. ―dijo, invitándola a pasar, pero no fue necesario, pues en ese preciso instante vieron a Cream salir por la puerta de enfrente. Acompañada de Cheese, su inseparable chao, corrió a reunirse con ellas en el jardín.

―Lamento mucho la tardanza ―se disculpó, como era de esperarse, con una reverencia. Cheese hizo lo mismo, aunque sólo con el simple deseo de imitar a su dueña.

―Descuida, no hace falta que te disculpes. Llegué hace un momento y estaba a punto de entrar a buscarte, ¿no es así, Vanilla?

―Sí, así es ―confirmó la coneja, quien con una mano acarició a su hija en la mejilla―. Cuando vallan al mercado, recuerda mirar en ambas direcciones antes de cruzar la calle, y no hables con desconocidos a menos que Amy esté presente. Y sobre todo no olvides, Cream, que hoy en la tarde tienes clases de piano. Así que procura volver a casa antes de las seis.

―Sí, mamá, así lo haré.

Antes de que Vanilla siguiera dando instrucciones a su hija, Amy se apresuró a tomar la palabra una vez más.

―Bien, si eso es todo, será mejor que nos demos prisa. Tenemos mucho que hacer para el almuerzo de hoy, y no queremos que se nos haga demasiado tarde, ¿verdad, Cream?

Dicho aquello, se despidieron de Vanilla y juntas marcharon rumbo al mercado. Se fueron charlando alegremente, riendo y bromeando entre ellas, y disfrutando de su mutua compañía. La mayor parte del tiempo era Amy quien hablaba. Siempre tenía algo que decir, ya fuese una graciosa anécdota o una opinión sobre zapatos, y Cream, por su parte, siempre estaba dispuesta a escuchar cada palabra. Esa mañana en especial, Amy parecía más comunicativa que nunca, y la conejita comenzó a preguntarse si tendría algo que ver con el almuerzo de ese día.

N/A: un año atrás, jamás hubiese imaginado que llegaría a escribir una historia con Amy como protagonista, principalmente, porque no la consideraba un personaje interesante. Hasta que un día, y como por arte de magia, cambié de parecer, y heme aquí, escribiendo sobre ella. Trataré de dar mi mayor esfuerzo y hacer de Amy una heroína encantadora :)

Sepan que acepto toda clase de críticas, siempre y cuando sean respetuosas y, de ser posible, constructivas.