Disclaimer: Digimon no me pertenece. Este fic es para el reto de JapiFic en el foro Proyecto 1-8.
Advertencias: Es una historia compleja, tal vez lo más extraño que he escrito hasta ahora. Tendrá ciertos toques algo fuertes. Habrá capítulos de muchos tipos diferentes, aunque ya lo iré explicando. La idea de la que parto es la que comentó Japi en el reto de un contacto entre Hikari de niña y Takeru de adulto. Escribiendo me ha inspirado mucho la música de piano de Ludovico Einaudi, en especial la canción "Oltremare", así que si podéis escuchadla mientras leéis.
Si todavía os apetece leer, bienvenidos/as a mi fic con tono surrealista.
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Cuervos en la nieve
1. Olor a tinta y papel rasgado
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¿Cuántas caídas aguantaré? ¿Cuántas luchas que no me pertenecen libraré? ¿Cuántos llantos conseguiré contener?
Yo no lo he elegido. No elegí vivir la vida que me ha tocado, como tampoco lo que me sucede en ella. Pero a veces pienso que cada decisión que he tomado solo me ha conducido a lo mismo. Empezó todo antes de que lo supiera, aunque olvidé el principio. Tal vez en el momento en el que nací o mucho antes que eso, pero yo no podría haberlo sabido. Y, de ser así, nada habría cambiado. Eso lo tengo claro.
Aunque la situación que da pie a comenzar la historia, esa con la que se empieza un relato cuando te piden que cuentes desde el principio, sí que la conozco con exactitud. Que la ignorase un tiempo no significa que la olvidara. Nunca he tenido algo tan grabado en mi cabeza como aquello.
Tenía siete años. Aquella tarde de marzo estaba sola en casa. Mi hermano, aprovechando que todavía no había empezado el nuevo curso, había salido a jugar al parque. Mis padres estaban visitando a mis abuelos y llegarían para cenar. Nunca me había dado miedo quedarme sola siempre y cuando hubiera alguien cuando la oscuridad llegase. No temía que hubiera monstruos escondidos en las sombras, pero no soportaba cuando no podía ver nada. No creo que pueda llegar a explicar bien la razón.
Estaba viendo la televisión, reía despreocupadamente por algo que me hacía gracia. Un día tranquilo, la vida de una niña que cree que podrá seguir siéndolo siempre. No sabía que ya todo sería diferente.
Sin razón alguna un fuerte latido de mi corazón desentonó con el resto. Me llevé la mano al pecho, pero ya se había normalizado, aunque la sensación extraña ya se me expandió por mi cuerpo. Supe que iba a pasar algo aunque no sabía el qué aún. Yo misma intentaba avisarme, lo sentía.
Decidí ir a beber un vaso de agua para tranquilizarme. El líquido frío me molestó en la garganta, nunca tuve buena salud y ese día estaba resfriada.
A través del cristal vi un repentino resplandor anaranjado saliendo de mi habitación.
Contuve el aliento. Di unos pasos hacia el pasillo, sin saber qué hacía que me sintiera tan extraña. Había algo en el ambiente, en el aire, en la vida. Intentaban decirme que me acercaba a algo de lo que no habría escapatoria. Y, lo peor de todo, de lo que no querría huir.
Con el corazón desbocado, me detuve junto a la luz anaranjada que provenía de mi cuarto. La luminosidad del día parecía no poder pasar por la ventana y el brillo extraño que despedía un punto del suelo no parecía tener razón de ser. Me costaba respirar, como si me encontrara en un punto muy alto de una montaña, como si el oxígeno se volviera denso. Algo me llamaba, algo desde el fondo de mi corazón.
Avancé hacia el resplandor y me puse de rodillas junto a él. Acaricié el suelo con suavidad mientras un fuerte olor a tinta me llenaba la nariz y se escuchaba el sonido de hojas de papel siendo rasgadas. Cerré los ojos y noté que se me llenaban de lágrimas por un dolor que todavía no conocía, como una predicción del fuerte sentimiento que llegaría a llenarme en el futuro. Sentí una suave caricia en mi cabeza y abrí los ojos.
Allí, ante mí, estaba él. Aquel hombre que había aparecido en mis sueños desde que tenía memoria. Aquellos ojos que habían envejecido y rejuvenecido cada noche con un brillo distinto pero mirándome con el mismo cariño. Su tacto era extraño, como una suave brisa que no debería estar allí, como algo más profundo que un simple roce. Como un suspiro del alma.
―¿Quién eres? ―pregunté.
―Alguien que todavía no conoces ―susurró él mirándome a los ojos de forma intensa―. Alguien que formará parte de tu vida, alguien para quien significarás mucho, alguien cuya historia está inevitablemente ligada a la tuya.
―No lo entiendo.
―No tienes que hacerlo, no es necesario. El entendimiento está sobrevalorado, ¿no crees? Cuando tenía tu edad solía intentar comprenderlo todo pero al crecer me di cuenta de que era imposible. De que muchas cosas se escaparían de mis manos y una de ellas eres tú.
Nos miramos en silencio. El olor a tinta seguía en el ambiente, el aire era pesado pero ya no resultaba incómodo, y el brillo anaranjado parecido al atardecer envolvía a ese desconocido que me parecía demasiado familiar como para ser real. Tal vez fuera un amigo imaginario que creé cuando era más pequeña y había vuelto conmigo. Aunque en el fondo sabía que no, que era algo más complicado que eso.
―¿Por qué has venido? ―quise saber, todavía con las manos en el suelo frente a él, que estaba sentado con las piernas cruzadas.
―Lo necesitaba más que respirar. Necesitaba verte antes de que todo se torciera, cuando todavía no había sucedido el cambio, cuando todavía pudiera disfrutar de tu luminosidad. No pensé que el principio estuviera tan atrás. Puede que todavía no lo comprenda todo.
―¿Por qué querías verme?
―Porque te querré ―susurró el hombre mirando al horizonte con gesto ausente―. ¿Lo entiendes, pequeña? ¿Entiendes que no te quiero exactamente a ti sino a quien serás? ¿Que quiero a quien podrías llegar a ser y a la que nunca alcanzarás?
Negué con la cabeza y él sonrió con ternura.
―Te quiero en todas las formas que tuviste y pudiste llegar a tener. Quiero a todas las Hikari que existen y no llegaron a existir.
―No lo entiendo, solo hay una Kari ―repliqué confundida.
―No, te equivocas. ―Los ojos azulados del desconocido volvieron a parecer perdidos entre memorias lejanas―. Todos somos muchas personas. Yo soy ahora mismo un "yo", he dejado atrás a muchos que he sido y que no pude o no quise alcanzar. Y ante mí hay muchos otros que aguardan. El problema está, cuando de cariño se trata, en que tendemos a querer solo uno de ellos. El que creemos que debería ser la otra persona. Y al hablar de amor queremos al que en teoría nos conquistó. Hay veces que no. Como Tai, que quiso a todas las Sora.
La mención de mi hermano me descolocó. Ese pensamiento real, estuvo a punto de sacarme del extraño ambiente en el que me había sumergido, de ese trance necesario para hablar con aquel hombre. Se desdibujó ligeramente su silueta aunque él no pareció apreciarlo. Volví a prestarle atención intentando que no se alejase de mí. Presentía que me dolería mucho su ausencia.
―¿Y ella?
Hubo un silencio extraño, cargado de un significado que por ser demasiado joven no entendí.
―Sí, ella también quiso a todos los Tai.
El sonido del papel siendo rasgado volvió a retumbar en la habitación con un extraño eco. Intenté encontrar el origen sin conseguirlo y supuse que provenía de un lugar muy lejano, de ese al que pertenecía el desconocido.
―¿Oyes eso? ―preguntó él como si hubiera leído mi mente―. En eso se ha reducido mi mundo en el último tiempo. En escritos destrozados que nunca son suficientes para explicarme. En tinta empapando mi mesa y palabras perdidas entre recuerdos amargos y dulces, entre momentos que no quiero olvidar, entre una felicidad que nunca he querido alcanzar.
―Todo el mundo quiere ser feliz ―opiné con el ceño fruncido, era demasiado inocente para entender el significado real de la felicidad.
―No si ello implica perder cosas que no estamos dispuestos a entregar. No cambiaría lo que pasó, me niego a creer que sería mejor de otra manera.
El humor del hombre, tan melancólico y pensativo, cambió de pronto a uno más alegre. Me sonrió con cariño, me revolvió el pelo, de nuevo en una caricia que parecía irreal, y después se encogió de hombros.
―Dime, ¿te gustaría que te cuente una historia?
―¿Qué clase de historia? ―pregunté.
―Una en la que no hay protagonistas sino testigos, no hay buenos ni malos solo la vida usando a las personas para sus juegos ―respondió, aún con el gesto amistoso a pesar de sus oscuras palabras―. Es algo que nunca he llegado a contar a nadie. No te lo conté a ti tampoco, pero no hacía falta porque ya conocías el relato. Aunque nunca te lo hubiera llegado a explicar. Pero yo no lo supe hasta mucho más adelante.
―Entonces, ¿por qué sabía la historia si no me la constaste?
―Porque en realidad ya había pasado. ¿No lo entiendes? Yo, mi yo adulto de ahora mismo, ya te había contado la historia cuando eras una niña. Por eso la conocías, aunque yo no sabía lo que había pasado ni lo que llegaría a pasar. Y creo que tú tampoco hasta que no transcurrió un tiempo.
Lo miré de nuevo con el ceño fruncido, sin entender nada. Aún así había algo en él que me envolvía, que me hacía atisbar recuerdos que todavía no había vivido, que me hacía acercarme a mi "yo" del futuro aunque todavía no pudiera ni imaginar cómo sería.
Me tumbé boca abajo, con la cabeza apoyada en las manos y las rodillas flexionadas. Mis pies se movían a un compás sin melodía y el desconocido sonrió. Estaba dispuesta a escuchar y nunca olvidaré sus palabras.
―El principio se encuentra lejos para mí ―comenzó a explicar―. Está más cerca en el tiempo de ti, pero al mismo tiempo no podrías alcanzarlo. Es como un cuento que se compone de muchos otros, que se unen sin saberlo hasta el final. Implican a muchas marionetas y muchas vivencias, pero no son más que la forma de plasmar sentimientos. Lo entendí tarde. Tú lo comprenderás pronto, aunque todavía puedes disfrutar de la ignorancia un poco más. ¿Estás dispuesta a que comparta esto contigo?
Cuando asentí con la cabeza no sabía que ya estaba sumergida en una vorágine de peligro y dolor, que esa historia era la clave de más cosas de las que creía. No sabía cuánto llegaría a amar ni a lo que ello me llevaría.
No sé cuántas batallas más conseguiré perder sin que me destrocen por completo. Cada vez veo más cercano ese día en el que caeré para no volver a levantarme. Pero, aún así, no me arrepiento de nada.
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Bueno esto no es más que el principio. Será una historia larga. Espero cumplir tus expectativas, Japi.
Gracias de antemano a todos los que lean :)
