Hacía un frío que helaba hasta los huesos, pero lo peor es que no solo era ese día. Llevaban ya una semana o más, y según decía el hombre del tiempo, la maldita ola de frío no se marcharía en dos semanas más como mínimo. El invierno más frío en diez años, decían.
Era en momentos como esos cuando Craig agradecía tener su amado chullo para estar calentito, así como sus guantes amarillos y su chaqueta; pero de bufanda nada, las odiaba porque eran agobiantes. En cambio Tweek, llevaba una tan grande que le tapaba hasta la boca y a veces ni se le entendía, como si fuera Kenny. Pero él no llevaba ninguna parca naranja, solo un abrigo marrón largo, y unos guantes… desconjuntados, uno verde y el otro azul. Ya se sabía que era un despistado, le solía pasar lo mismo con los calcetines.
Como siempre, volvían juntos del instituto, ya que la casa de Craig estaba a dos manzanas de la de Tweek. Normalmente iban a paso calmado, algunas veces se desviaban de la ruta para ir a comprar café para el rubio ya que insistía en que no podía esperar a llegar a casa, o bien se acoplaban en casa de Clyde o Token. Pero ese día no; ya se sabe, el puto frío que te helaba hasta los huesos.
—Mphf, m-mhmf mmph.—
—¿Qué?—
—M-mphf mhmf mmph.—
—Bájate esto, coño.—Dijo llevando su enguantada mano a la bufanda, bajándola lo suficiente para dejar al descubierto la boca del rubio.—Ahora, habla.—
—Que m-me duelen las o-orejas.—Dicho esto volvió a frotarlas otra vez, como llevaba haciendo todo el camino. Las tenía heladas.
—Ah, es verdad… ¿dónde están tus orejeras?—No es que se fijara demasiado en Tweek (bueno, quizá un poco, pero nadie tenía porqué saberlo), pero si mal no recordaba las había estado llevando estos días.
—Ngh, las olvidé e-en casa porque lle-egaba tarde al agh instituto. ¡Cuando me di cu-cuenta ya estaba ngha medio cami-ino, y no podía volver p-porque no puedo permitirme lleg-gar tarde! Jesús, se me v-van a ackhelar y s-se me caerán.—
—No se te caerán.—Suspiró. Ya empezaban sus idas de olla. Reconocía que a veces le divertía oír todas esas incoherencias, pero no le gustaba cuando empezaba a pensar cosas de ese tipo, es decir, en que cualquier cosa podría dañarle, o que le iban a secuestrar, o que equis persona le iba a odiar (sobre todo le jodía cuando pensaba que él podía odiarle. Coño, ¿cómo iba a odiar a Tweekers?).
—Vale, n-no se caerán. Pero ngh d-duelen.—
Pero de repente sintió un calorcito agradable tanto en la cabeza como en sus pobres orejas. Tardó unos segundos en darse cuenta de que era el chullo de Craig, al cual miró sorprendido.
—Así ya no te dolerán.—Dijo simplemente, encogiéndose de hombros. Cuando vio que Tweek ya iba a protestar, se adelantó:—Voy a estar bien. No soy tan quejica como tú.—Y es que aunque se tratara de su adorado chullo y notara el frío en la cabeza y las orejas, le daba igual, podía aguantarlo. Además, valía la pena solo por ver la sonrisa que el otro le dedicó.
—Gra-gracias.—
Y es que solo Tweek tenía ciertos privilegios por parte de Tucker.
