Hacía mucho tiempo que no escribía, así que disculpad cualquier error ortográfico o gramático. También advertir que es mi primera incursión en el fandom, he leído lo poco que hay sobre Owain y Brady antes de aventurarme a redactar algo sobre ellos, por lo que espero que no me hayan quedado muy fuera de personaje. Sin más, dejo que disfrutéis de la lectura.
Disclaimer: Fire Emblem ni ninguno de sus personajes me pertenece. De lo contrario, los suport de clase S no se limitarían a las parejas heterosexuales.
Resignación
Brady no está seguro de si es factible renunciar a algo que nunca te ha pertenecido, pero es consciente de que es necesario que lo haga, al menos por el momento. Los sentimientos (aunque él no se refiere a ellos como tal en voz alta, sino a "esa cosa que le revuelve el estómago y no le deja respirar tranquilo") son un lujo que no pueden permitirse en plena guerra; menos cuando el precio a pagar es tan alto como el del futuro de la humanidad.
Así pues, decide que lo mejor es evitar cualquier tipo de contacto con cierto mirmidón, una medida temporal que espera sea suficiente. Esto resulta ser una ardua tarea, en especial porque hablamos de Owain, héroe atemporal y elegido por Naga, como le gusta autoproclamarse. El mismo que no sabe medirse a la hora de combatir, que lo da todo como si estuviese enfrentándose al mismísimo Grima. Y Brady intenta eliminar cualquier pensamiento con relación al pelirrojo que pueda cruzar su cabeza, ni que sea de forma fugaz, pero le es imposible eludir su presencia, por más que se aleje de él durante la escaramuza, cuando decide anunciar a voz de grito cada uno de sus ataques, resonando los mismos a metros a la redonda.
Brady es fiel a su promesa durante tres días, momento en el cual llega a la conclusión de que, a menos que sea él mismo quien ponga fin a la existencia del elocuente espadachín, nunca podrá dejar de pensar en él; de preocuparse porque ninguna estocada sea fatal, que ninguna flecha le hiera de muerte ni ningún conjuro le dé de lleno. Y con lo inconsciente que resulta ser Owain la mayor parte del tiempo (incluso fuera del campo de batalla), no puede más que rendirse a los designios de su corazón, como diría el mismo mirmidón con ese aire dramático tan suyo.
No resulta extraño que, después de varias jornadas de completo rechazo por su parte, Owain se sorprenda al toparse de bruces con el sacerdote frente a él: ceño fruncido, brazos cruzados y gesto de aparente enfado mientras ase firmemente su bastón.
Tiene que hacer un esfuerzo casi sobrehumano (aunque para un héroe como él no resulta difícil) por no reírse al reconocer ese brillo tan peculiar en los ojos ajenos, esas lágrimas que se niega a derramar en su presencia. Y es que, aunque trate de ocultar lo que siente bajo una fachada de indiferencia mal fingida, es evidente para él, que tan bien conoce a Brady, que está preocupado.
Y aunque Owain no es de los que se callan lo que piensan (él más bien habla sin pensar), esta vez hace una excepción. Porque el egoísmo no es un sentimiento propio de un héroe de su calibre, ¿cómo admitir en voz alta que le alegra saber que es el epicentro de las preocupaciones del sacerdote? Así que solo sonríe de medio lado mientras deja al mayor examinar sus heridas, que como de costumbre no revisten gravedad alguna, pequeños roces que no podrán detener mi camino hacia la grandeza, murmura entre dientes, solo para recibir un gruñido como respuesta por parte del mayor.
