Sintió su cuerpo caer. Sin duda alguna, el suelo no era muy cómodo que digamos, pero era en lo único que tenia donde caer. Cerró sus ojos, y continuamente el golpe en su espalda hizo que una mueca se colocara en su pálido rostro. Bueno, no era nada en comparación al dolor que sentía en el pecho.

Mantuvo sus ojos cerrados hasta que decidió abrirlos, muy poco, pero lo hizo, encontrándose con el techo a oscuras del lugar. No era nada interesante ver el techo, pero era lo único que podía ver. Le dolía demasiado tener que moverse de donde estaba, sin importar que fuera incómoda su situación.

Lanzó un suspiro lleno de varias emociones: nervios, angustia, paz. Tal vez hubieran más, pero es que después de eso ya no sentía «casi» nada. Era como si en ese aire se hubiese llevado todos sus temores y alegrías, quedando únicamente lo que sería un descanso lleno de paz.

Esbozo una sonrisa y relajo sus músculos. Se sentía tonto de alguna forma, pues nunca pensó que iba a terminar tan... ¿patético? ¿bajo? tal vez era una de las palabras más cercanas a como estaba. Hubiese querido ser un poco más inteligente y buscar alguna otra salida a todo lo que tenia, pero simplemente ya no podía. Estaba exhausto, cansado, vacío.

Hubiese querido ver una última vez a España, o siquiera al idiota del gringo, o a alguno de sus hermanos... Pero era muy obvio que si se encontraba con alguno de ellos, se iba a acobardar de alguna u otra manera. Por eso mismo se había aislado de la mayoría de medios de comunicación, poniendo como excusa que era un problema con sus superiores. Todos le creyeron, y la mayoría ni siquiera lo tomó en cuenta. Le dolía dejarlos, pero tampoco podía seguir de esa manera.

Recordó cada uno de los momentos que vivió: Su nacimiento, la conquista, la colonización, su independencia, las guerras, los problemas, la buena gente que tuvo y que destacó en su país y demás cosas. Si lo pensaba bien, hubieron cosas que lo hicieron resaltar y destacar, pero no supo aprovechar las oportunidades que tuvo. Por eso estaba como estaba. ¿Su país? Era precioso. Amaba cada parte de su "extenso" territorio. Cada hombre, cada mujer, cada niño o niña y cada bebé los amaba por igual. La flora y la fauna eran su más grande amor, y sus culturas en diversas partes de su tierra eran cosa que nunca cambiaría por nada. Se amaba como país. Y eso era lo único que le dolía dejar: la bella tierra que su abuelo le había heredado.

La mayoría de su historia la había pasado solo. Casi nunca aliándose con nadie... ¿O es que alguna vez alguien se atrevió a ayudarlo? tal vez sí, pero no tenía muchas fuerzas para recordar. Tal vez pudiese agregar a la pequeña lista de aliados a Cuba, pero no había mucho que hacer realmente. Tal vez era por eso que había lazos ni tan grandes ni tan pequeños con él. ¿Estados Unidos? Por favor, solo había sido una parte de economía. No había sido lo mismo desde 1846. Mucho menos al momento de que lo acusara por todos los inmigrantes que había en su país: tú gente hizo esto, tú gente hizo lo otro, tú gente... «tú gente». Siempre era su culpa, y la de su gente. Estaba de acuerdo que cierta parte de su población inmigraban a los "Estados Unidos de América", pero decir que toda esa gente era suya ya era exageración. No quería echarle la culpa a sus hermanos latinoamericanos, pero lamentablemente así era: también había inmigrantes de otras nacionalidades. Pero para Alfred, siempre serían "Mexicanos".

No podía mucho qué decir de los demás países. Tal vez Canadá era el único que se salvaba y podría comentar algo más acerca de él, pero el dolor de su pecho comenzó a intensificarse. Hizo una mueca, pero volvió a sonreír. Ya quedaba poco. Nadie llegaría, lo sabía. Era poco importante como siempre lo había sido a lo largo de su vida.

Tal vez muy en el fondo si se arrepentía de haber disparado contra si mismo. Tal vez muy en el fondo si quería vivir. Pero tal vez, aún muy en el fondo, realmente quería morir.

Ni siquiera estaba totalmente de acuerdo consigo mismo cuando lo hizo, pero ya lo había hecho. No había vuelta atrás.

Cerró los ojos. La sangre de su pecho había dejado de salir, y su respiración se fue haciendo menos intensa. Los músculos dejó de sentirlos, pero ni siquiera así, dejó de sonreír.
No supo decir si fue imaginación o si fue real, pero escuchaba la voz de alguien en especial. Una persona la cual había querido demasiado, la cual amaba desde que era un simple crío y que lo había cuidado desde entonces. A la cual le habían arrebatado y asesinado. Una de las pocas personas a la cual realmente extrañaba y que nunca olvidaba. Sintió como esa persona lo envolvía en un abrazo y lo atraía a su pecho, volviendo a sentir la protección que, posiblemente, no sentía desde hace más de 500 años atrás.

Se sentía en casa.

ximopanolti, ixuijtli.*

Esa noche, Alejandro había llegado de nuevo a casa.

jao, koli.**

Esa noche, México había dejado de existir para el mundo.

[…]

(*) ximopanolti, ixuijtli: Bienvenido, nieto.

(**) jao, koli: Hola, abuelo.

antes de que vengan a reclamar, solo es ficción. Debo agradecer a quien lea esto, aún no se si tendrá continuación o no. Lo más posible es que si. En fin...

No hice este fic con la intención de molestar o insultar. Simple entretenimiento, ¿okay? Gracias y nos vemos.