I.
Fue un cambio tan imperceptible que si respiraba, se lo hubiese perdido.
—Plagg—llamó con su tono solemne de voz.
El kwami se desperezó como si acababa de despertarse del sueño más largo y más placentero de su vida
—¿Sientes eso?
Plagg masticó su propia saliva y asintió lentamente.
—Alguien acaba de despertar al Miraculous de la mariposa—expresó olisqueando el aire—. Y parece que no será con buenas intenciones, Minny.
Silencio y el llamador de angeles sonó con delicadeza.
—Es hora de pasar la antorcha a la nueva generación.
Plagg inspiró profundo y no dijo nada. Estaba de acuerdo con ella, pero no le gustaba nada.
—¿Ya tienes pensado quienes?
—Por supuesto que sí.
Minny dejó la taza de té de porcelana fina en su taza y se levantó a buscar la gran caja que, de buenas a primeras, parecía un costoso neceser para guardar maquillaje. Nadie le preguntaba qué había ahí y nadie nunca se atrevió a meter una mano, pero eso era por el respeto que imponía. De los costados, sacó dos cajas mucho más pequeñas, de esas en donde se guardaban las piezas individuales de las joyas que uno se compraba. De la tapa una vez abierta, tomó con cuidado unos pendientes negros que se encontraban en el centro.
Eran pequeños, discretos para que sea indistinto el género de su usuario; aunque sabía de buen recaudo que las mujeres tendían a ser mejores poseedoras de ése Miraculous. Ignoraba por qué y muy a menudo lo adjudicaba al "mambo" asiático del cual parecían provenir los objetos. Subtexto y metáfora. Fue los primeros que guardó y se quedó mirando a su compañero de vida, quien aguardaba en silencio.
—Lleva a mí sucesor por el buen camino, Plagg—habló Minny—. Merlín sabrá que es muy descarriado ese chico.
Plagg rompió su postura en una sonrisa sobrada.
—Por favor Minny, después de ti; cualquier que venga es un pichón—aseguró.
—¿Tengo que tomarme eso como un halago?—preguntó.
Era el tono serio y carente de emoción que tan clásico de ella, ese con el que solía asustar a sus estudiantes. Plagg, ni se inmutó. Una sonrisa cómplice emergió de los labios de ambos.
—También te extrañaré.
—Fue todo un honor servirte, Minny.
Extrajo con delicadeza el anillo fino, de un blanco impoluto y lo guardó en su correspondiente caja. Antes de cerrarla, no obstante, Minny le sonrió con nostalgia mientras veía como tomaba la forma original, un poco más grande y más ancho.
Ella también lo extrañaría.
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El timbre de inicio de clases sonaba horas después. Los estudiantes corrían a sus aulas como hormigas a las que se les incendia su hormiguero.
—¡Black! ¡Quita tu puto chicle de mí asiento!—el grito autoritario de una adolescente de diecisiete se escuchó a veinte cuadras a la redonda.
—Es solo un chicle, despegado tú, Evans—despatarrado en su propio asiento, Sirius se negaba.
Los "ohhhh" de sus compañeros de clase no tardaron en seguirle. Era uno de los pocos que sacaba el lado rabioso de Lily Evans. Era el único que buscaba hacerlo, a decir verdad.
Pasos de elefante y un manozato de gorila fueron los que Lily dio para acercarse y tomar a Sirius Black, capitán estrella del equipo de esgrima, del cuello de la camisa. Las chispas saltaron solas.
—Escuchame bien Black, o limpias ese puto chicle o te arrepentirás de haber nacido.
Los golpes de una varilla al marco de la puerta de entrada alertaron a todos que no era momento de ver su telenovela favorita. La mayoría de sus compañeros corrió a sus asientos de la manera más ordenada y prolija que ningún otro profesor veía.
—Señor Black, le recomiendo encarecidamente que limpie esa goma de mascar y su saliva del asiento de la Señorita Evans—La profesora McGonagall hablaba con ese tono carente de emociones—. No te imaginas la cantidad de papeleo que hay que llenar cuando un alumno es hospitalizado.
—Si, si, lo explicó varias veces ya—Lily soltó a Sirius y éste con pereza hizo lo pedido.
—Le recomendaría que deje de meterse entre problemas si no quiere escucharlo por vigésima vez de lo que va del año. Y recién estamos en octubre.
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Los vio salir al recreo, dejando descuidadamente sus cosas al servicio de cualquier truhán que quisiera cometer una maldad. Lástima que Minny pasaba sus recreos dentro de las aulas. Nadie nunca se cuestionaba que hacía o no. La mayoría de las veces, adelantaba correcciones o hacia cambios en el material que les iba a dar de tarea.
Esa vez, no.
Camino sin hacer ruido con sus zapatos de tacón bajo hacia asientos que bien conocía. De los bolsillos de su saco, extrajo la primera caja y la guardó en el interior de la primera mochila, envuelta en papel de pergamino, atada con hilo de madera y acompañado de una pluma de lechuza blanca.
Hizo lo mismo con la segunda caja, que tenía una pluma negra, solo que antes de dejarla en el fondo de esa mochila, abrazo la caja contra su pecho con el cariño que pocas veces demostró.
— Fue todo un honor, sin duda.
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Era la segunda mitad de su clase, cuando el director se asomó y pidió hablar con McGonagall. Susurraron varias cosas y ninguno cambió su expresión de piedra. Se marchó al poco tiempo y ella volvió a su escritorio. La vieron suspirar muy hondo antes de hablar y, como si fuesen a evitar el impacto, varios estudiantes se agarraron al borde de sus asientos.
—El departamento de Policía acaba de comunicarse con el colegio, en consideración al caso Potter—comenzó ella. El silencio fue absoluto—. Las autoridades nos informaron que el caso dejó de ser prioridad por falta de pruebas.
Así, sin vaselina porque no creía que había otra forma de informarlo. Las exclamaciones colectivas se escucharon una sola vez en su salón. Ella hizo una pausa prolongada para dejarlos procesar la información.
Y lo hizo, a sabiendas de que Sirius se levantaría y saldría como petardo del aula. Tomó aire, no obstante y continuó de transmitir toda la información recién pasada, antes de salir a buscarlo.
Ella no era ninguna ignorante en el tema; la familia Potter desapareció dos años atrás sin dejar ninguna huella concreta. La policía tuvo que interrogar demasiadas veces a los alumnos de aquella clase por ser compañeros o amigos del hijo único de la familia, James Potter. Tuvieron que hacer un acompañamiento psicopedagógico a toda la clase por precaución y compartir con ellos aquella información era lo menos que podían hacer por ellos.
James y Sirius hicieron click en cuanto se miraron por primera vez en jardín de infantes y fueron mugre y uña desde entonces. Sirius incluso, vivió todo el verano previo con los Potter por los viajes de sus propios padres y las pocas ganas de aburrirse como ostra. Sabía muy bien, incluso, que la fascinación de Sirius por el esgrima era por su amigo y no por él mismo.
Por eso, supo bien donde encontrarlo: en una esquina de los vestuarios de hombres, escondido entre el espacio de los bancos y la pared. Lo miró. La miró. Se acercó. La ignoró.
McGonagall dejó su mochila cerca de él y se sentó en los bancos, la espalda no le daba para acompañarlo en el piso. Tenía los ojos hinchados de un llanto que reprimía.
—El colegio hará esta noche una vigilia, y la semana que viene colocará una placa conmemorativa en el gimnasio de esgrima—informó lo mismo que le dijo al resto de la clase momentos antes—. Los detectives que llevaban el caso estarán ahí, así como varios oficiales que participaron en el caso.
Sirius la miró. Ella no dijo nada.
—Quédate el tiempo que necesites. Quedas exento de las clases del dia—tomaba la decisión que después se la comunicaría a Dumbledore—. Pero ni se te ocurra poner un pie fuera de la institución porque le cortaré las piernas, Señor Black.
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Mientras volvía a clase, tuvo el placer de chocarse con Lily, quien abrazaba su mochila y tenía los ojos tan llenos de lágrimas como Sirius. Ella la miró con miedo a una reprimenda.
—Escuché que el invernadero es un lugar tranquilo a esta hora—manifestó antes de seguir camino al aula.
Ignoraba la naturaleza de su relación con Potter, pero el simple hecho de que fuesen compañeros de clase o de institución, le era suficiente. De cualquier forma, serìa interesante ver cómo se desarrollarían las cosas.
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La situación fue muy parecida para ambos, pese a la distancia. Fue llorar y querer buscar un pañuelo para limpiarse el caudal de mocos que venía después. Fue meter la mano y que la pluma les hiciera cosquillas. Sorpresa, duda y echar un vistazo para encontrar el paquete. Fue tomarlo entre sus manos y examinarlo. Desatar el nudo y abrir el papel tipo pergamino. Descubrir una letra fina, alta y apretada con las redondez de la be, de, ge, o, pe y cu muy redonda.
Los mensajes eran parecidos, pero distintos. El de Lily decía:
"Aquí yace el poder de la Creación, otorgado para quien tenga un corazón puro, determinado y ardiente con el fuego de la justicia.
Úsalo bajo tu propio riesgo, para los problemas que se avecinan.
Buena suerte."
Y ella pensó que era una broma, aunque una parte de ella lo sintió como una advertencia. Le dio más curiosidad por saber y abrió la caja negra con detalles chinos.
El de Sirius, en tanto:
"¡Observa!
En este anillo yace el poder de la Destrucción. Su poder es tan infinito como tu creatividad.
Úsalo bien, y serás recompensado.
Úsalo mal, y desde el infierno vendré a buscarte"
Ok. Un loco a la vista o una mujer con un extraño sentido del humor. Le latía que era una mujer por el regalo escondido; no era la primera vez que le pasaba, por eso sabia. Los hombres eran más directos. Un regalo era un regalo y no lo iba a despreciar.
Fue, entonces, probarse los aretes y ponerse el anillo en el dedo anular de la mano derecha. Fue ver color y una extraña criatura aparecer. Fue gritar y desmayarse.
Notas: Y aquí, sin duda, la más extraña joya que se me ha pasado por la cabeza escribir. Créditos a Acuinipuini por ser gestora de la idea. MiraculousLadybug!AU ¿A dónde quiero ir con esto? No tengo la más perra idea, pero sé dos cosas: habrá SiriusxLily y las actualizaciones serán mensuales xD
Ah, y es M por, obviamente, el lenguaje.
